Ya evidente, la reactivación del segundo semestre se parece a un blanco móvil, a otro pronóstico oficial tan apresurado como erróneo, y tanto que casi seguro deba esperar a 2017. Como decir que quienes vieron los primeros, primorosos brotes verdes estaban viendo otra película: “No se marchitaron porque nunca existieron”, machaca un consultor.
El caso es que ahora también empieza a fallar la técnica que compara datos de un mes con los del mes previo Saltea los números rojo subido que surgen del contraste con el año pasado y apuesta a que los nuevos serán positivos, funcionales al objetivo de instalar la idea de que la tendencia ha cambiado.
Sobran pruebas de que en más de un sentido la técnica choca contra la realidad. Incuestionables, según las incuestionables estadísticas del INDEC.
Eso ha ocurrido con indicadores de actividad económica global, de la industria, la construcción y del consumo de energía eléctrica. Que es igual a decir con los más relevantes.
Pero si la fórmula flaquea ante semejantes ejemplos, el sistema de medir contra el mismo período del año pasado, como aconsejan los manuales, arroja datos inquietantes a un lado y al otro. En octubre la industria cayó 8%, al punto más bajo del año, y la construcción, nada menos que 19,2%, el mayor retroceso desde julio.
Fuera de alquimias, las cifras hablan por si mismas de la profundidad del pozo en que está la economía y de la cuesta que será necesario remontar sólo para salir a la superficie. Y salir de un modo que sea apreciable, no simplemente estadístico.
Otro reporte bien reciente del INDEC revela que en la industria la capacidad de producción ociosa promedia el 35%. Esto dice que más de un tercio no se usa y también que tiene muy poco sentido invertir en ampliar las fábricas, aunque la situación sea difente entre los sectores.
Un cuadro similar describe el informe sobre octubre de la Federación Industrial de Santa Fe. Anota caídas extendidas a casi todas las actividades: desde 34% en acero y 18,8% en elaboración de leche, hasta el 8% de la faena bovina y el 3,7% de la producción de aceites. Hay más de lo mismo en los balances de otras provincias.
Para mayor abundancia, el último relevamiento que el Banco Central realizó entre más de medio centenar de analistas, tanto locales como del exterior, muestra cómo avanzan los números negativos. Hacia junio estimaba que la economía caería 0,5%; después 0,7%; a fines de octubre 2% y ahora 2,3%. Dejó atrás al -1,5% que proyectó el Gobierno.
Entrado el cuarto trimestre con estos datos, las expectativas de reactivación tienden a correrse al primero de 2017.
Si el Gobierno cree que están dadas las condiciones para que la economía arranque, ¿por qué no arranca?, le preguntó Clarín a un asesor de empresas industriales.
Respuesta: “Lo primero y más obvio, algo falla. Es igual al caso de un auto al que le revisás la batería, el alternador, la nafta, las bujías y ni aun con todo eso arranca. Entonces te queda moverlo con un empujón”.
El hombre está entre quienes esperan un rebote recién durante el primer trimestre de 2017. “Y no mucho más que un rebote”, afirma.
Dice un ex ministro de Economía: “El Gobierno apostó a que arreglando piezas clave, como detener el peligroso derrape de las reservas, abrir el crédito externo y poner fin al cepo, más el triunfo de una alternativa muy diferente al kirchnerismo, iba a ser suficiente para levantar las inversiones”.
Sigue: “Eso no pasó. Y la opción por el gradualismo tiene lo que tiene. Que sus efectos son también graduales, así el shock ortodoxo estuviese contraindicado”.
Afirma otro consultor, igualmente moderado en sus pronóscicos: “La suma de bonos, aguinaldos y medidas de hecho proconsumo derramarán no menos de 15.000 millones de pesos en diciembre. Se le añadirán la todavía pendiente explosión de la obra pública, siempre que sea bien gestionada, y el impacto de la cosecha”.
Pero tampoco es de los que visualizan una reacción de la economía considerable.
Nuevamente el relevamiento del BCRA. Al lado de una caída del 2,3% para este año pone un tímido repunte del 3% en 2017, inferior a las estimaciones previas.
Repunte del 3% contra retroceso del 2,3% puede significar un cambio imperceptible para la gente, justo allí donde se dirimen los tantos de la política. Si sólo pinta eso, el Gobierno debe ir por más para mejorar el humor que sale incluso de encuestas que maneja intramuros. Tocan el clima que se vive en capas medias y medio bajas, o sea, en buena parte del electorado macrista.
Otros sondeos afirman que aunque su grado de aprobación viene en baja, todavía supera el 50%. Y más, que las expectativas siguen jugándole a favor.
Si la medida de las cosas fuesen las encuestas, luce evidente que la Casa Rosada debe llenar esas expectativas con hechos que resulten palpables. Y pronto, porque el calendario electoral empieza a correr cada vez más rápido.
El caso es que ahora también empieza a fallar la técnica que compara datos de un mes con los del mes previo Saltea los números rojo subido que surgen del contraste con el año pasado y apuesta a que los nuevos serán positivos, funcionales al objetivo de instalar la idea de que la tendencia ha cambiado.
Sobran pruebas de que en más de un sentido la técnica choca contra la realidad. Incuestionables, según las incuestionables estadísticas del INDEC.
Eso ha ocurrido con indicadores de actividad económica global, de la industria, la construcción y del consumo de energía eléctrica. Que es igual a decir con los más relevantes.
Pero si la fórmula flaquea ante semejantes ejemplos, el sistema de medir contra el mismo período del año pasado, como aconsejan los manuales, arroja datos inquietantes a un lado y al otro. En octubre la industria cayó 8%, al punto más bajo del año, y la construcción, nada menos que 19,2%, el mayor retroceso desde julio.
Fuera de alquimias, las cifras hablan por si mismas de la profundidad del pozo en que está la economía y de la cuesta que será necesario remontar sólo para salir a la superficie. Y salir de un modo que sea apreciable, no simplemente estadístico.
Otro reporte bien reciente del INDEC revela que en la industria la capacidad de producción ociosa promedia el 35%. Esto dice que más de un tercio no se usa y también que tiene muy poco sentido invertir en ampliar las fábricas, aunque la situación sea difente entre los sectores.
Un cuadro similar describe el informe sobre octubre de la Federación Industrial de Santa Fe. Anota caídas extendidas a casi todas las actividades: desde 34% en acero y 18,8% en elaboración de leche, hasta el 8% de la faena bovina y el 3,7% de la producción de aceites. Hay más de lo mismo en los balances de otras provincias.
Para mayor abundancia, el último relevamiento que el Banco Central realizó entre más de medio centenar de analistas, tanto locales como del exterior, muestra cómo avanzan los números negativos. Hacia junio estimaba que la economía caería 0,5%; después 0,7%; a fines de octubre 2% y ahora 2,3%. Dejó atrás al -1,5% que proyectó el Gobierno.
Entrado el cuarto trimestre con estos datos, las expectativas de reactivación tienden a correrse al primero de 2017.
Si el Gobierno cree que están dadas las condiciones para que la economía arranque, ¿por qué no arranca?, le preguntó Clarín a un asesor de empresas industriales.
Respuesta: “Lo primero y más obvio, algo falla. Es igual al caso de un auto al que le revisás la batería, el alternador, la nafta, las bujías y ni aun con todo eso arranca. Entonces te queda moverlo con un empujón”.
El hombre está entre quienes esperan un rebote recién durante el primer trimestre de 2017. “Y no mucho más que un rebote”, afirma.
Dice un ex ministro de Economía: “El Gobierno apostó a que arreglando piezas clave, como detener el peligroso derrape de las reservas, abrir el crédito externo y poner fin al cepo, más el triunfo de una alternativa muy diferente al kirchnerismo, iba a ser suficiente para levantar las inversiones”.
Sigue: “Eso no pasó. Y la opción por el gradualismo tiene lo que tiene. Que sus efectos son también graduales, así el shock ortodoxo estuviese contraindicado”.
Afirma otro consultor, igualmente moderado en sus pronóscicos: “La suma de bonos, aguinaldos y medidas de hecho proconsumo derramarán no menos de 15.000 millones de pesos en diciembre. Se le añadirán la todavía pendiente explosión de la obra pública, siempre que sea bien gestionada, y el impacto de la cosecha”.
Pero tampoco es de los que visualizan una reacción de la economía considerable.
Nuevamente el relevamiento del BCRA. Al lado de una caída del 2,3% para este año pone un tímido repunte del 3% en 2017, inferior a las estimaciones previas.
Repunte del 3% contra retroceso del 2,3% puede significar un cambio imperceptible para la gente, justo allí donde se dirimen los tantos de la política. Si sólo pinta eso, el Gobierno debe ir por más para mejorar el humor que sale incluso de encuestas que maneja intramuros. Tocan el clima que se vive en capas medias y medio bajas, o sea, en buena parte del electorado macrista.
Otros sondeos afirman que aunque su grado de aprobación viene en baja, todavía supera el 50%. Y más, que las expectativas siguen jugándole a favor.
Si la medida de las cosas fuesen las encuestas, luce evidente que la Casa Rosada debe llenar esas expectativas con hechos que resulten palpables. Y pronto, porque el calendario electoral empieza a correr cada vez más rápido.