Las masculinidades hoy se construyen sobre el derecho a matar

La empezamos a conocer cuando era muy joven: tenía unos 25 cuando llevó su novela Fóllame al cine. Punk y feminista, la novela contaba la historia de dos chicas que protagonizaban una vorágine de asesinatos y sexo después de que una de ellas fuera violada en grupo. Eso, lo último, le pasó a ella a los 17, cuando volvía haciendo dedo desde París a su ciudad natal, Nancy. Es francesa, sí, tiene 47 años, es una escritora, directora de cine y activista de peso en su país, se hizo lesbiana siendo ya una chica grande, estuvo en pareja con Paul (entonces Beatriz) Preciado hasta hace poco y antes se tomó todas las drogas que tuvo ganas, fue prostituta, trabajó en una disquería y en un peep show, fue punk rocker, y dejó la casa de sus padres -una pareja de obreros- y los estudios a los 17.
En el medio, entre la salida de la casa filial hasta su vida hoy en el barrio de Bellville, antes una zona de trabajadores y hoy un área en pleno proceso de gentrificación, como pasa en casi todos los barrios de todas las capitales de Occidente, escribió nueve libros, siete de ellos traducidos al castellano -Fóllame, Perras sabias, Lo bueno de verdad, Teoría King Kong y Bye Bye Blondie-, dirigió tres películas y vio cómo su novela Les Jolies Choses fue adaptada al cine y protagonizada por Marion Cotillard. Como pocas, Despentes reúne en sí misma, en su propia carne y en su obra, la experiencia de la calle, de las drogas, la prostitución, la escena punk y rockera de los 80 y 90, y minuciosas lecturas de textos académicos feministas y clasistas. Como ella misma, toda su obra es punk: narra desde un lugar claro, con plena conciencia, podríamos decir, lo que llama la Guerra de Clases -así define el momento histórico que estamos viviendo y, habida cuenta del inédito proceso de concentración de riqueza que estamos padeciendo: el uno por ciento de las personas del mundo ha robado para sí, y legalizado el robo, más riqueza que la que posee todo el resto de la humanidad- y desde un feminismo radical y lleno de vitalidad.
Su libro Teoría King Kong es un manifiesto feroz y valiente: llama a las mujeres a tomar las calles sin miedo aún teniendo en cuenta que la violación es uno de los riesgos a correr. O que “el asesinato aleatorio de mujeres por ser mujeres”, en esos términos define los femicidios, es una de las bases del patriarcado. Una de las bases que hacen del femenino el género del miedo y del masculino el género del poder.
Vamos, ahora, al motivo de esta entrevista que sucedió por vía epistolar, email, entre Buenos Aires y París: se acaba de traducir al castellano el primer tomo de la última novela de Despentes, Vernon Subutex. Lo editó Penguin Random House y llegó a nuestro país hace un mes. Vernon es el nombre del protagonista de la ficción, una obra coral, con decenas de personajes encarnando tipos -o arquetipos- de franceses contemporáneos. Es una novela sociológica, de la misma clase que las de Houellebecq, aunque con diferente resolución, claro: en las de este escritor, las patéticas vidas de sus personajes suelen resolverse un poco con diversas formas de restauración del poder del varón sobre la mujer. Su tesis es que la caída de la religión y del patriarcado no han sido sucedidas por nada que los reemplace y nos han dejado vidas sin sentido. Así que de un modo u otro, se trata de una obra nostálgica de esas dos calamidades. La de Despentes no: el mundo se viene abajo, sí -Vernon es un francés de clase media dueño de una disquería que se ve obligado a cerrarla y empieza a caer al abismo de la calle una vez que el subsidio por desempleo se acaba y no puede pagar el alquiler- pero no se viene abajo porque le falta un cura que lo oprima y una mujer que oprimir: el capitalismo tardío y su crudeza, la falta de alternativa siquiera imaginaria a este estado gangsteril de concentración de la riqueza, la falta de trabajo o el sin sentido y el maltrato y bajo pago de los trabajos se llevan el peso de la crisis. Y, claro, los fenómenos asociados: el nuevo racismo, el machismo bestial, la xenofobia. Todo lo que se podría leer, si se la lee como símbolo, en la figura de Donald Trump, que acaba de ganar las elecciones en el corazón del imperio, tan roto por la dinámica económica que engendró como todo el resto del mundo que le está sometido. El corazón del imperio está en manos de un macho alfa racista, machista y bruto: habrá que trabajar para que no sea este el comienzo de una restauración conservadora.
Los libros anteriores de Despentes habían tenido una recepción de “nicho”: fueron leídos, releídos y estudiados por un público en su mayor parte compuesto por mujeres y personas del mundo LGBT. Vernon Subutex no: se la lee sin etiquetas.
Tuviste que hacer de Vernon un varón para que una novela tuya fuera leída como universal: ¿qué pensás de eso?, ¿qué dice del estado de nuestra cultura?
-No fue exactamente así, no he “tenido que” hacer de Vernon un varón. Pero he trabajado con un personaje masculino y una vez publicada la novela, me ha impactado cómo los lectores se comportan de manera menos vigilante con los personajes masculinos. Hay una generosidad hacia el personaje varón, una ternura, una empatía que no existe hacia el personaje chica. De la misma manera que hay esa empatía con el personaje masculino, existe una exigencia, una severidad, una sospecha hacia el femenino. Por ejemplo a nadie le ha ocurrido la idea de quitar a Vernon, el personaje de la novela, trozos de dignidad por su comportamiento sexual. En cambio, si el personaje hubiera sido una chica, su conducta sexual en la novela hubiera sido objeto de varios juicios de valor. De la misma manera que no creo que los lectores hubieran pensando que un personaje chica hubiera sido simbólico de una situación política. Si tu personaje central es varón, cuentas la historia de la vieja Europea cayendo en los brazos de la extrema derecha, si el personaje es una mujer, cuentas la historia de una loca débil y calentona que busca problemas todo el rato y se merece todo lo que le cayó encima porque no fue buena mujer.
Vernon puede leerse como una novela de crisis de la masculinidad, crisis del hombre blanco. ¿Es lo que está pasando en tu país?, ¿Por qué?
-Se puede leer como novela de crisis de la categoría blanca, en general. Hay muchos personajes en el libro, y los personajes femeninos no escapan tampoco del fenómeno de nostalgia de supremacía. La verdad es que creo muy poco en la crisis de la masculinidad. Veo crisis de empleo, crisis económica, veo una guerra de clase que llevan a cabo las clases ricas contra los más pobres; veo una crisis de la hegemonía de Estados Unidos y de los países que le están sometidos. Y obviamente veo una crisis de la piel blanca como única capaz de simbolizar la universalidad… pero no veo en Europa crisis únicamente por el hombre blanco: es una crisis que afecta a todos los que no pertenecen a la clase de los más privilegiados. El libro trata de hacer este retrato: cómo hemos pasado en la vieja Europa del siglo XX al XXI; cómo cosas que nos parecían imposibles se han convertido en algo normal. Cómo en Francia nos presentan ahora este sistema económico del gangsta-capitalismo como el único sistema posible, imaginable.
Es una novela de muchas voces, coral, los personajes son muchos y sin embargo ricos y con sus propias contradicciones. ¿Cómo las trabajaste?
-Pienso en la gente con la que vivo. No utilizo personas reales para construir personajes pero utilizo la estética de una casa, una reflexión, un diálogo, un gesto, algo de ropa: es como un collage de detalles que me parece que forman un personaje… y le puse a cada personaje, incluso a los que tienen los discursos más alejados de los míos, algo que me hace sentir cerca de ellos. Porque lo que me interesaba era la proximidad del mal, el hecho que el enemigo de hoy fue tu amigo de ayer, y que algo de lo que tenemos en común sigue funcionando, y que su discurso de odio lo entiendo: no lo comparto pero lo entiendo, he visto a la gente cambiar, no fue algo como una contaminación en una noche, fue un trabajo lento, paciente, consciente. Y en mi opinión hubo un trabajo de propaganda, que es de la Guerra de Clase.
Sobre la crisis sistémica y sobre la de cierta masculinidad escribe también Houellebecq. A diferencia de lo que hacés vos, que dejás la crisis temblando, no la resolvés, él intenta superarla en la ficción, por tomar un ejemplo, en Sumisión. Y su solución en la ficción es una restauración del patriarcado. ¿Qué opinás de eso?, ¿podría considerarse la existencia de una especie de neofascismo de machos tristes?
-No estoy segura de que Houellebecq llame a una restauración del patriarcado. No sé si Houellebecq se imagina como macho alfa. La recepción de su trabajo me parece más problemática que la obra en sí misma. Me parece que Houellebecq puede ser leído como el escritor de las pollas minúsculas, las pollas que no consiguen erección, de la masculinidad débil, del miedo a la sexualidad, de la líbido-Bambiland. Podría ser leído como el escritor de los niños varones que han sufrido de maltrato en la escuela por parte de sus colegas varones porque su propia masculinidad es inadecuada, una masculinidad de poeta no es una masculinidad de king del fútbol. Es una masculinidad inquieta, triste, que busca apoyo de una manera un poco torpe. Pero no es la masculinidad de Trump, aunque siempre son posibles las alianzas entre varones tristes. Hay obviamente un movimiento reaccionario de chicos blancos auto convencidos de que en los 50 hubieran sido mejor tratados. Existe una masculinidad que se imagina que su malestar viene del trabajo de las feministas, de los gays, de los movimientos post coloniales… En mi opinión es una masculinidad que rechaza enfrentarse directamente con lo que realmente la oprime: la docilidad que exige el trabajo, la violencia laboral, la humillación cotidiana del liberalismo, la ausencia de sentido de tu trabajo, la inseguridad sistemática que te hace sentir siempre mal, etc.
¿Cómo pensás que la visibilidad que hemos logrado las lesbianas, trans, bisexuales y gays, es decir los cuestionamientos a la heterosexualidad, participan de este panorama de crisis?
-Nuestra visibilidad puede ser leída como la prueba de un debilitamiento de los poderes religiosos. Una organización social que admite que dos mujeres vivan fuera de la familia patriarcal sin pasar por la vergüenza de la exclusión es una sociedad que se ha liberado de lo religioso tal como lo conocemos. Creo que la visibilidad lesbiana, gay, trans no es atacada con tanta fuerza por casualidad: constituye una amenaza a la hegemonía patriarcal. Significa que hay cuerpos disidentes, con organizaciones de vidas posibles distintas; significa fundamentalmente que la familia es un lugar que puede ser cambiado, pensado de otra manera, etc. Y cuando tocas la familia, tocas la transmisión del patrimonio, tocas el capitalismo en una de sus fundaciones más importantes, arriesgas dejar entrar sangre “de afuera”, arriesgas hacer de las familias un lugar abierto sobre el mundo. No existe ni una dictadura o régimen autoritario que no tenga problemas con la visibilidad gay. Si quieres mantener tu pueblo sometido, tienes que forzarlo a la heterosexualidad: hay una relación estricta.
Dijiste que el feminismo fue una revolución sin muertos. En mi país estamos experimentando una crisis de violencia femicida. Y las mujeres reaccionamos con fuerza. Después de cada manifestación multitudinaria, recrudecen los femicidios. A veces pienso que los dos fenómenos están relacionados, que es una reacción bestial del patriarcado. ¿Vos ves algo semejante?
-Es difícil para mí comentar la violencia femicida de Argentina. Leo sobre Argentina, encuentro gente que viene de Argentina, pero no conozco nada del país en su realidad… y tengo la sensación de que la violencia machista real que existe -o sub- en Francia es distinta de la violencia con la cual os encontráis… pero quizás son ideas que me cuento. No sé. Lo que supongo es que todas las masculinidades contemporáneas se construyen sobre la idea del derecho a matar. En el cine de Hollywood: los hombres matan, es lo que les caracteriza. Matan enemigos, matan chicas, matan animales. No importa mucho lo que matan, lo importante es el uso de la arma.Tienen que relacionarse con la violencia. Y las mujeres, lo que nos caracteriza es la ausencia de modos de defensa. Creo que los hombres que matan son los terroristas del machismo; pero nunca son tratados como terroristas, solo como psicópatas. Hacen un trabajo político: nos hacen saber a todas que podemos morir mañana por ser chicas, y hacen saber a todos los hombres que tienen más poder, más derecho. Hacen un trabajo político de territorio: dicen hacia dónde va el miedo, qué género es el género del miedo y qué género es el género del vencedor. Y creo que cada hombre debería preguntarse hasta qué punto disfruta del trabajo del asesino de mujeres. Porque todos los hombres disfrutan de los privilegios de esta masculinidad que se construye siempre sobre el asesinato aleatorio de mujeres por ser mujeres.
Leí que pensás que el lesbianismo te hizo feliz, que es la única posibilidad de ser feliz siendo mujer y feminista. ¿Seguís pensando lo mismo? ¿encontrás conflictos específicos en las parejas lesbianas, conflictos que no tienen los otros tipos de parejas?
-El lesbianismo ha sido una noticia mayor y feliz en mi vida. Y pienso que eso es posible únicamente porque lo pude vivir disfrutando del trabajo de las activistas de los 70, 80, 90… y creo que lo disfruto más aun porque conozco bien la heterosexualidad, tengo una idea de lo que me ahorro. ¿Conflictos específicos en las parejas lesbianas? No. Veo que muchos conflictos son exactamente iguales, y que hay problemas, muchos de ellos los mismos que en cualquier pareja… es una organización muy particular, la pareja. Pero específico… no veo.

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