¿Cuáles son los antídotos de izquierda al neofascismo? ¿Por qué se han convertido en reales opciones como las de Trump? ¿Qué ocurre en Europa? Hablamos con Íñigo Errejón en nuestro dossier de #LaMarea44.
Esta entrevista a Íñigo Errejón está incluida en el dossier sobre neofascismos de #LaMarea44.
Hablamos con Íñigo Errejón en su despacho del Congreso tras la victoria de Donald Trump en EEUU y con la vista puesta en las elecciones presidenciales austriacas, que finalmente perdió la extrema derecha. Dejamos a un lado las disputas internas en Podemos y nos centramos en las causas del ascenso de los neofascismos y sobre la responsabilidad que los partidos y las organizaciones de izquierdas tienen en su aparición. Una entrevista de más de una hora en la que el número 2 de la formación morada aporta todas las claves sobre los retos de la izquierda ante la deriva reaccionaria de Europa.
¿Cuál cree que es el motivo del crecimiento de opciones neofascistas en Europa, y que pueden darse tras la victoria de Donald Trump?
Durante mucho tiempo en Europa, tanto los partidos de centro izquierda, digamos socialdemócratas, como los partidos de centro derecha, liberales o conservadores, han compartido un horizonte postpolítico. Un horizonte según el cual en Europa habíamos llegado a un desarrollo tal que ya no hacían falta las grandes ideologías, ya lo que hacía falta eran matices sobre cómo obrar en un asunto o en otro, pero gobernar era un asunto técnico y se habían acabado las grandes ideas. La utopía conservadora de una democracia sin pueblo triunfó, hay una democracia de consumidores y de votantes, pero no hay pueblo, no hay gentes que se emocionan juntas, que tienen una visión hacia el futuro y que creen que comparten una historia, no hay comunidad.
No hay política sin identidades fuertes y cuando ocurrió la crisis de los sistemas políticos, por el desprestigio de los políticos, por la corrupción, por la erosión de las condiciones de vida que ha supuesto la globalización neoliberal, esas poblaciones no han encontrado entre los partidos políticos tradicionales ningún canal para expresar las incertidumbres, pero fíjate que no diría fundamentalmente económicas, porque hay opciones populistas de derechas en sitios donde la crisis no ha golpeado particularmente: es sobre todo el anhelo de comunidad, el expresar que a mí, por el hecho de ser ciudadano de un país, alguien me va a cuidar, va a cuidar de mí.
Los partidos políticos tradicionales no ofrecían nada y las formaciones políticas de izquierdas han renunciado a darles una explicación. En primer lugar, han renunciado a sus países, les ha parecido que reivindicar la identidad nacional de sus países era una cosa muy conectada con las derechas, y en algunos casos como en España hay razones históricas. Yo soy de una generación que cuando me incorporo a militar para nosotros no existe el espacio nacional, existe la ciudad y la globalización. Así que existe militar en Madrid y luego irte de contracumbre a Génova. Entre medias, no hay países. Hay como barrio, barrio, barrio, barrio y el planeta, y entre medias nada, el espacio nacional se abandona y en muchos sitios los proyectos progresistas son incapaces de ofrecer una alternativa a una parte de los perdedores que tienen miedo e incertidumbre pero, sobre todo, tienen hambre de proyectos comunitarios y se produce una fractura jodida entre perdedores de la globalizacización en un cierto repliegue nacional identitario. ¡Joder! cuando no tengo claro qué soy, por lo menos soy francés, y se produce una fractura con las élites, a menudo unas élites progresistas, cada vez más cosmopolitas y que les encanta el espacio europeo porque viajan, viven en diferentes ciudades, hablan diferentes idiomas. Donde no hay fuerzas de izquierda capaces de levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el FPO en Austria.
Owen Jones decía que el principal responsable es la izquierda en el surgimiento de los neofascismos. Y Nigel Lawson, que era el ministro de finanzas de Thatcher, aseveró que era un drama que el verdadero sucesor de Thatcher y de los conservadores fuera Tony Blair. ¿Qué peso ha tenido la socialdemocracia en esa asimilación de los pensamientos conservadores y neoliberales para el surgimiento de estos neofascismos?
Yo creo que mucha, pero aquí hay que tener cuidado con no sustituir los análisis más complejos por la explicación típica de la izquierda para todos los fenómenos; que es que alguien ha traicionado. Que es como el comodín del público. Es verdad que la tercera vía fue la victoria ideológica de los conservadores, una victoria hegemónica, la capacidad de construir que tu adversario se parece más a ti que a sus antecesores. Tony Blair se parecía más a su homólogo en el partido Torie que al anterior dirigente laborista. La victoria hegemónica fundamental no es cuando tú impones tus tesis, sino cuando incluso el adversario te las tiene que comprar para competir contigo. Ahí creo que está bien definido, sobre todo porque es un proyecto que desarma a la socialdemocracia, no desarma a los conservadores. Los conservadores siguen donde siempre habían estado y la socialdemocracia se desplaza a un terreno en el que pierde todas las batallas. No sólo las pierde, sino que incluso cuando las gana está en el estado como si fuera un inquilino. Cuando los partidos de centro izquierda ganan elecciones se comportan, en relación a su estado y su sociedad civil, como si estuvieran de prestado (“Hemos ganado las elecciones, si no les importa queremos cambiar unas cosas pero que no se molesten ustedes mucho que…”). Hay toda una parte de victoria ideológica y cultural de los conservadores, pero también es verdad que se hunde un modelo de pertenencia y de ciudadanía basada en el trabajo fijo que dotaba de identidad, quiero decir: cuando el Frente Nacional está arrasando en los barrios populares donde antes, por ejemplo, ganaba el Partido Comunista de Francia…
Triunfa con los hijos de los que tenían ese trabajo fijo…
Claro, es que el padre tenía una identidad asociada al empleo. Porque si tú eras fresador, ser fresador te decía algo de quién eras tú en tu vida. Pero los hijos no se definirían a sí mismos por el lugar que ocupan en el mercado de trabajo, porque ese lugar o es cambiante o es una mierda o no produce orgullo. Hay sólo tres cosas trascendentes en la historia de Europa que han sido capaces de producir ese gran nosotros: la clase, la religión y la patria. La religión para los católicos cada vez está menos disponible, pero para los musulmanes en absoluto: sigue siendo una idea de trascendencia. La clase y el movimiento obrero lo han sido durante mucho tiempo.
Yo creo que hoy no lo son. De hecho, sobre todo no lo son para los perdedores de la globalización. Aquí tenemos una paradoja sociológica que es que la clase erotiza sobre todo a quienes no pertenecen a la clase trabajadora. Si te coges el CIS y consultas qué vota la gente, los más castigados en España son los que sostienen el bipartidismo, por edad, por el tipo de provincias donde votan. ¿Qué queda? Queda la pertenencia nacional y de la pertenencia nacional nosotros nos hemos apartado porque nos parecía un arcaicismo o porque nos parecía esencialmente reaccionaria. Claro, eso le ha dejado todo el campo libre a fuerzas reaccionarias.
Es verdad que es un discurso que pone a discutir a los penúltimos contra los últimos y que organiza y cohesiona la comunidad contra los más pobres, contra los que vienen de fuera, contra los que tienen la piel diferente, pero también apunta a las élites europeas y también recupera un discurso soberanista contra la Troika que deja sin espacio al resto de fuerzas de izquierda. Yo creo que en España pasó al revés y es un motivo de orgullo nacional. En España llegó el 15-M antes. Entonces la construcción de una cierta identidad popular de los perdedores se hizo con un sentido progresista y no con un sentido reaccionario. Y a lo mejor si las plazas no se hubieran llenado no se hubiera producido esa mutación en el sentido común de época que ha hecho que aquí no haya habido espacio para la extrema derecha. Es verdad que la explicación tradicional es “aquí no hay fascismo porque está en el PP”. Pero yo creo que en el PP lo que está no es un fascismo en un sentido antioligárquico, antiélites, lo que hay es el franquismo sociológico. Proyectos como el Hogar Social Madrid, ¿por qué no tienen espacio en la sociedad española?, primero porque estuvo el 15-M, y segundo porque una buena parte de lo que quieren hacer hay otros que se lo estamos disputando en el sentido contrario. Hay quienes reivindicamos la patria para reivindicarla contra los banqueros y no contra los negros, lo digo muy a lo bruto, creo que eso es lo que le cierra el espacio al fascismo. Por el contrario, la reacción típica de una parte de la izquierda en los casos de amenaza reaccionaria o amenaza fascista es más esencias. Más banderas rojas, más esencias, regalándole la pertenencia nacional a las fuerzas de extrema derecha…
¿No cree que es peligroso que los populismos de izquierdas asimilen partes del discurso antiestablishment de ciertos populismos de derecha?
En realidad hay una cosa complicada con el populismo, porque son discursos que transitan lugares parecidos para llegar al lugar contrario. Claro, esto sólo se puede decir en una entrevista reposada como esta, no se puede decir en la tele. Las trazas que siguen esos discursos a veces se parecen para llegar a sitios absolutamente opuestos, y lo que define la diferencia entre un populismo abierto y democrático o un populismo reaccionario es quién es el enemigo. Lo que lo define es la frontera, el nosotros por oposición a ellos.
Sustituir el inmigrante como enemigo por los de arriba.
Efectivamente, eso es lo que define a uno frente a otro. Pero es verdad que creo que en un momento de incertidumbre, de miedo, sobre todo de falta de identidad, de falta de pertenencia… Joder, ¿por qué se llenan los estadios de fútbol? Porque hay mucha gente que necesita algún sentimiento de pertenencia, de estar juntos, de emocionarse juntos, de ser algo en común… Creo que la batalla política fundamental en Europa va a ser quién construye el pueblo, y qué se puede construir de dos lados. Lo podemos construir nosotros (Podemos), los sectores transformadores, o los reaccionarios, pero creo que esa será la batalla fundamental. Eso no significa que haya un espacio libre y que el primero que llegue lo ocupa, no es sólo, tiene que ver con qué tipo de operación cultural fragua lazos de solidaridad entre la gente y frente a quién los fragua. Cuando el 15-M comienza a reunir muchas frustraciones individuales, ponerlas en común y señalar a un adversario, el tipo de identidad popular que comienza a fabricar claramente apunta hacia la construcción de un pueblo español por oposición a los que mandan. Pero con una materia prima similar, podría haber habido un tipo de construcción muy diferente, en las plazas se veía, pero no sólo con el racismo, yo me acuerdo de asambleas en las que se discutía si los políticos son muy caros, nos tienen que gobernar técnicos. Quiero decir, también había componentes en ese momento de indignación popular para que hubiéramos tenido una salida no sé si autoritaria pero de retroceso democrático, sin duda. Así que la disputa ahí es quién construye.
El propio Bernie Sanders, que creo que podría haber ganado a Trump, hace toda una construcción discursiva en torno al pueblo. No sólo habla de los sectores trabajadores, sino que habla del pueblo americano y además apela a los valores de los padres fundadores, muchos de los cuales eran propietarios que hasta tenían haciendas de esclavos, pero es que eso da igual, eso es el significado cultural que se le dé, y por tanto le opone una nueva deconstrucción popular que viene a rellenar un deseo, que no es tanto un deseo material. Hay un peligro de creer que ganan los que dicen las cosas más duras, hay que decir las cosas duras y como son, la izquierda nunca ha dejado de hacerlo y le ha ido mal durante mucho tiempo. No es ese el problema, sino ofrecer como un imaginario que venga a colmar un deseo, el de ser comunidad, de ser parte de algo que te proteja, que te cuide por el hecho de ser ciudadano o miembro de una comunidad nacional.
¿Cuál cree que es la principal dificultad que tiene ahora mismo Podemos para llegar a su electorado potencial? Zonas rurales, población envejecida etc…
Hay uno que tiene que ver, que sorprendentemente pasa por encima de muchos análisis, que es de carácter sociológico que tiene que ver por dónde se informa la gente. El último CIS mostraba que casi un 49% de los votantes del PP no usa internet. Ayer era domingo, [La entrevista se grabó el 14 de noviembre], abres Twitter y el trending topic es el Patio Maravilla y el aniversario de la muerte de Lucrecia. Dices… estamos genial. Pero es que Twitter nos sobrerrepresenta el tipo de seres humanos que somos nosotros (Podemos) todo el puto día con el móvil, urbanos, en general con estudios, con preocupaciones políticas… Eso no es España. Si sólo votara Twitter lo hubiéramos petado hace mucho, no quiero decir que sólo quiero que voten los que están allí, hay una parte que es por dónde te informas, y por qué medio te llegan las cosas. Otra parte tiene que ver con el miedo. Que es una cosa que hemos discutido muchas veces en Podemos, creo que es verdad que las generaciones que nacieron en democracias están vacunadas o liberadas del miedo. Pero sus abuelos, no. No podemos obviarlo. Me ha parado una señora que me ha dicho que si quitaríamos la fiesta de los moros y cristianos en su pueblo….
Sobre el miedo tienes una frase que dice “paso corto mirada larga”. Informándome sobre la sentencia descubrí a un maqui que decía que sobrevivió a la guerra civil con “paso corto, mirada larga, cara de bobo, diente de lobo”. Para llegar a ese electorado tan temeroso ¿es contraproducente enseñar el diente antes de que que te vean la cara?
Es que nadie ha llegado. Esto igual no debería decirlo pero lo voy a decir… [Pues no lo digas, dice un miembro de su equipo]. Una parte de la izquierda que se erotizó con la experiencia de Chávez en Venezuela nunca entendió cómo Chavez construyó una mayoría popular nueva. Por qué convenció a una buena parte de su población de que el socialismo era una cosa buena; por el cristianismo. Porque contó que el socialismo era el cristianismo primigenio, y por el nacionalismo venezolano, yo no digo que eso se haga exactamente igual, o se traduzca. Traducir siempre es de bobos. Pero que una fuerza política transformadora no es aquella que choca de frente contra el sentido común de su pueblo, sino lo que hace con una buena parte de las ideas de su pueblo y las reinterpreta en otro sentido. Cuando nosotros nacimos en las europeas había una parte importante de nuestro pueblo que creía que los políticos eran demasiado caros. No enfrentamos frontalmente esa idea, la rearticulamos, sí, son caros, pero sobre todo lo son por haberse puesto del lado de los banqueros que han rescatado con el dinero de todos y ahora no lo devuelven. Pero no chocamos llamando idiota a nuestro pueblo, diciendo: “Qué dices tonto, cómo van a ser los coches oficiales si es la plusvalía”. Si hubiéramos hecho eso habríamos jugado el papel testimonial y marginal que han jugado normalmente las fuerzas progresistas en Europa. De lo que se trata es de entroncarte en una parte del sentido común de nuestro pueblo, porque el sentido común siempre es un terreno pantanoso en el que anidan ideas muy conservadoras e ideas muy progresistas. El sentido común está lleno de contradicciones y hay que elegir algunas, como los mejores hilos de los que tirar y otros que los tienes que guardar y retener porque facilitarían una mayoría racista en nuestro país.
Con respecto al miedo, no puede ser una causalidad que una buena parte de las generaciones que han vivido la dictadura les demos cosa nosotros. La abuela de un amigo siempre decía, me gustáis mucho, yo os voy a votar pero en las siguientes. Creo que en ese sentido los ayuntamientos del cambio es lo mejor que tenemos, porque le enseñan a la gente, sin conseguirlo todo, con errores, contradicciones y dificultades, le enseñan a la gente que es mentira que va a llover azufre. En Madrid y Barcelona la ciudad funciona, no hemos transformado todo lo que queríamos, pero eso no lo vamos a hacer nunca porque la pelea por transformar no acaba nunca.
Nosotros tenemos que hacer un trabajo sabiendo que hay una parte de la gente que no nos apoya. Si yo lo noto, es un poco cansado ser portavoz conocido de Podemos, porque a casi nadie le eres indiferente, o gente que considera que eres lo mejor que le ha pasado a España, o gente que tiene un miedo objetivo a que tú vas a hundir este país y le vas a confiscar su coche o sus zapatillas. Y cuando tienes millones de personas que tienen ese miedo objetivo es una realidad, no porque yo quiera hacerlo sino porque conforma la mentalidad de una buena parte de la población. Pero también hay que decir que esta pauta tiene que ver con una flecha temporal, es normal que una fuerza política transformadora empiece ganando en los sectores en los que nososotrs vamos ganando y que llegue más lentamente a otros sectores.
Existe en ocasiones un desprecio intelectual a los votantes de la derecha, ha pasado ahora con Trump y pasó con los de Rajoy, ¿Ese clasismo dificulta lograr el apoyo de estos sectores de la población?
Claramente, lo dijo Houllebecq en un encuentro en Buenos Aires, y mira que Houellebeq es reaccionario, pero es que yo creo que no hemos asumido hasta el final qué es la unidad popular, y eso parte de un problema que es el economicismo, que es asumir que los pobres o los trabajadores o los sectores populares por el hecho de serlo tendrían que acabar apoyando a los partidos de izquierdas. Esa ha sido una esquizofrenia por la cual durante mucho tiempo los partidos de izquierdas en Europa estaban sostenidos por las clases medias y se comportaban como si fueran partidos de trabajadores. Y por tanto era una especie de doble pensar, eres un partido fundamentalmente de universitarios en condiciones de clase media, si es que eso significa algo, y sin embargo tú hablas como si fueras el partido de los trabajadores. No digo que eso sea un problema, tú puedes querer ser el partido de los trabajadores aunque vas a tener que flexibilizar y ampliar porque si por partido de los trabajadores entiendes solo el partido de los hombres con convenio y que trabajan en grandes centros… eres un partido minoritario. Por eso las huelgas generales no salen en España, no por falta de ovarios, sino porque no hay dios que pare si eres una cajera. La izquierda era la ideología construida para construir poder para los de abajo, no al revés, pero la izquierda era la herramienta, el objetivo era el poder para los de abajo, poder popular. Hemos llegado hasta el punto de invertirlo tanto que la herramienta se ha convertido en el fin. Que los trabajadores no se identifican con ciertos símbolos o banderas, peor para ellos. Que no, que estas banderas estaban construidas para unir a los trabajadores, el objetivo era unir a los de abajo, si la bandera que la unía era roja, pues porque la pusimos roja, pero si no sería de otro color. Es la creencia de que en el fondo los pobres si no son de izquierdas es porque están equivocados, en vez de porque algo estás tú haciendo mal porque una buena parte de tu pueblo no confía en ti. Confía más en los de arriba, en los que les están machacando la vida.
Creo que ha habido a veces como la tentación de algunas de las izquierdas como de emanciparse de su pueblo, como si pudieras cambiar de jugador, que me pongan otro pueblo, que este es una mierda. Que me pongan otro pueblo que sea de verdad, no, que es de verdad, lo que pasa es que culturalmente vas perdiendo la batalla, y la solución no es encerrarse más, sino plantearse por qué tu enemigo la gana. Trump y Le Pen son multimillonarios pero han sabido presentarse como tribunos de la plebe, hay una batalla cultural que están ganando a los sectores progresistas. Pero para saberlo hay que acercarse con más humildad y cuidado. Owen Jones lo clava cuando explica cómo estando en una cena con sus colegas de izquierdas con profesiones liberales y todos los chistes son sobre chavs, algo ininmaginable con homosexuales, negros o mujeres. Pero en un momento dado a los sectores progresistas les ha dejado de gustar su pueblo y cómo piensa su pueblo, y la unidad popular se tiene que hacer con una parte sustancial de los 8 millones de personas que están votando al PP. Y habrá que entenderlos.
Siempre hay una discusión sobre si para acercarse a esos 8 millones hay que hacer pedagogía o propaganda, ¿no sería hacer pedagogía lo contrario de lo que estás afirmando, intentar educar en vez de ofrecerles algo que les atraiga?
Es que es evangelismo. Y además hay que pensar dónde se está socializando esa gente y qué parte de la cultura popular que ya existe hay que pelearla. Yo no estoy bautizado, soy ateo, mi padre ha sido preso político durante la dictadura, y sin embargo mi padre se emocionaba con las procesiones. Y es ateo y furibundamente anticlerical. Porque hay algo que entronca con una parte de lo que hemos sido como pueblo. Que lo ha resignificado en una clave conservadora y oscurantista la iglesia, sí, pero hay algo de rito… No estoy diciendo que haya que disputar las procesiones, pero hay algo que sirve para identificar al pueblo, igual que lo hay en las gradas, en las sociedades gastronómicas, en las collas. Cuando hablamos de movimiento popular no hablamos de juntar a todos los movimientos sociales en una mani muy grande, que eso está muy bien, llevo haciéndolo toda la vida. Se trata de ir donde se está construyendo comunidad popular en nuestro país. Y mira que aquí tenemos mucho avanzado, pero que alguien tendría que plantearse qué teclas ha dado Trump para ganar. En vez de eso está la explicación tradicional que dan las élites sobre el populismo, que es una especie de momento animalesco, según esta teoría en algunos momentos de la historia los pueblos se vuelven locos perdidos y eligen a locos, que las élites son siempre razonables, pero las masas si las juntas acaban siempre en la demagogia y en el totalitarismo, unas veces es Hitler, otra Trump, otras Chávez… Porque la masa según los conservadores es siempre irracional y el individuo es siempre inteligente. Que es una cosa muy liberal. La única explicación que damos a eso es que se han vuelto locos, por qué los americanos han elegido a Trump, porque están medio locos. Pero eso es siempre una explicación desde el desprecio.
Volviendo al ámbito europeo, en la república de Weimar había un concepto determinado para negar el conflicto con las clases populares, Konfliktlosigkeit. Cuando el conflicto estalló llegó Hitler. Durante los peores años de la crisis el establishment negaba el conflicto como método de supervivencia ante las necesidades de la población. ¿Crees que ha estallado y ya es tarde para parar ciertos movimientos neofascistas en Europa?
En la primera estoy de acuerdo, pero con la segunda dudo más. Estoy de acuerdo en que los socialdemócratas y los conservadores han estado de acuerdo en la idea fundamental de que vivíamos en sociedades en las que ya no había conflicto. Es más, eso se entiende muy bien en la hegemonía absoluta del valor consenso, que es algo bueno en sí mismo siempre. Durante las negociaciones para formar gobierno era una acusación que funcionaba sola decir, es que no habéis querido llegar a un acuerdo. Es que el acuerdo no es bueno en sí mismo. El valor consenso se ha impuesto por encima de todo. De hecho el término consenso ha conseguido tener más peso por parte de las élites que el término democracia. Durante las negociaciones era más importante que hubiera acuerdo y gobierno que el que se respetara lo que los votantes hubieran votado. Es alucinante cómo el valor consenso se ha abierto camino de una forma totalitaria.
Las instituciones no viven del consenso, viven de articular el conflicto y de ofrecer canales por los que el conflicto se puede expresar sin que nos matemos. ¿Nosotros (los diputados) por qué votamos? Elias Canetti decía que en los sistemas parlamentarios en los que se sabe qué va a votar cada uno porque hay disciplina de voto se vota haciendo un “simulacro de la guerra” para no hacer la guerra. Representamos cada martes en el pleno un choque de ejércitos simbólico y pacífico para darle expresión al conflicto sin que ese conflicto amenace la pervivencia de la sociedad. Pero las instituciones viven y son útiles cuanto más capaces sean de integrar el conflicto y de darle una solución. Si se dedican a excluir que exista el conflicto es como si le taparas todas las salidas a una olla express, en algún momento el conflicto explotará si no se canaliza en las instituciones. Si hubiéramos tenido élites políticas un poquito más listas o menos soberbias a lo mejor no habríamos tenido el 15M. La propia negación del conflicto y de que el conflicto es consustancial a la democracia ha hecho que surjan alternativas contra el conjunto del sistema político y las élites, ¿pero es demasiado tarde? Yo creo que no. Porque a diferencia de lo que ocurre en países, por ejemplo de América Latina, nosotros vivimos en países con estados muy fuertes. Que tienen la capacidad de comprar obediencia, porque incluso la gente que peor lo pasa siempre tiene bastante que perder, incluso aunque te estén fastidiando la vida, recortando, tu hijo trabaje en precario, la hipoteca te asfixie… la luz de tu calle se enciende casi siempre, se recogen las basuras, las carreteras funcionan, quiero decir, el Estado cuando funciona dota de orden y garantías, y por tanto los que obedecen se lo piensan dos veces antes de impugnarlo todo porque saben que no son de los ganadores de este orden, claramente soy de los perdedores, pero incluso estando en la base de la pirámide no va tan mal.
Decía en un artículo que Rajoy tiene como objetivo la derrota moral de los españoles, y lo sostengo porque no sólo tienen como objetivo fundamental quitarnos cosas o redistribuir la riqueza hacia arriba, sino también borrar de nuestras cabezas la memoria de tener derechos. Ha habido un fenómeno masivo de desclasamiento hacia abajo de nuestra generación por la precarización. La ofensiva oligárquica tiene que sembrar la resignación para acostumbrar, si eso ocurre se puede consolidar un modelo en España con un 20% en exclusión social y el resto con formas de vida consolidadas, no como las de sus padres, pero aceptables. No es que sea pesimista, pero vamos a tener que poner un poquito de inteligencia de nuestra parte, porque se les podría seguir yendo la mano y por ahora ese descontento lo canalizamos nosotros. Es verdad que en algunos sitios estalla, pero en algunos lugares a peor, nuestra batalla no es convencer a la gente de que lo que están haciendo los de arriba es injusto, eso lo saben, te diría que hasta los que les votan lo saben. Nuestra tarea es convencerles de que nosotros podríamos proponer un proyecto de país, de España, con garantías, en orden, pero más justo y más democrático, y construir o cimentar la confianza de que eso puede pasar. Convencerles de que este sistema es injusto y que los otros son malvados creo que lo tenemos, más o menos, pero la siguiente tarea es representar un orden diferente, más fraternal e igualitario y con más libertad. Eso es lo que nos queda.
Esta entrevista a Íñigo Errejón está incluida en el dossier sobre neofascismos de #LaMarea44.
Hablamos con Íñigo Errejón en su despacho del Congreso tras la victoria de Donald Trump en EEUU y con la vista puesta en las elecciones presidenciales austriacas, que finalmente perdió la extrema derecha. Dejamos a un lado las disputas internas en Podemos y nos centramos en las causas del ascenso de los neofascismos y sobre la responsabilidad que los partidos y las organizaciones de izquierdas tienen en su aparición. Una entrevista de más de una hora en la que el número 2 de la formación morada aporta todas las claves sobre los retos de la izquierda ante la deriva reaccionaria de Europa.
¿Cuál cree que es el motivo del crecimiento de opciones neofascistas en Europa, y que pueden darse tras la victoria de Donald Trump?
Durante mucho tiempo en Europa, tanto los partidos de centro izquierda, digamos socialdemócratas, como los partidos de centro derecha, liberales o conservadores, han compartido un horizonte postpolítico. Un horizonte según el cual en Europa habíamos llegado a un desarrollo tal que ya no hacían falta las grandes ideologías, ya lo que hacía falta eran matices sobre cómo obrar en un asunto o en otro, pero gobernar era un asunto técnico y se habían acabado las grandes ideas. La utopía conservadora de una democracia sin pueblo triunfó, hay una democracia de consumidores y de votantes, pero no hay pueblo, no hay gentes que se emocionan juntas, que tienen una visión hacia el futuro y que creen que comparten una historia, no hay comunidad.
No hay política sin identidades fuertes y cuando ocurrió la crisis de los sistemas políticos, por el desprestigio de los políticos, por la corrupción, por la erosión de las condiciones de vida que ha supuesto la globalización neoliberal, esas poblaciones no han encontrado entre los partidos políticos tradicionales ningún canal para expresar las incertidumbres, pero fíjate que no diría fundamentalmente económicas, porque hay opciones populistas de derechas en sitios donde la crisis no ha golpeado particularmente: es sobre todo el anhelo de comunidad, el expresar que a mí, por el hecho de ser ciudadano de un país, alguien me va a cuidar, va a cuidar de mí.
Los partidos políticos tradicionales no ofrecían nada y las formaciones políticas de izquierdas han renunciado a darles una explicación. En primer lugar, han renunciado a sus países, les ha parecido que reivindicar la identidad nacional de sus países era una cosa muy conectada con las derechas, y en algunos casos como en España hay razones históricas. Yo soy de una generación que cuando me incorporo a militar para nosotros no existe el espacio nacional, existe la ciudad y la globalización. Así que existe militar en Madrid y luego irte de contracumbre a Génova. Entre medias, no hay países. Hay como barrio, barrio, barrio, barrio y el planeta, y entre medias nada, el espacio nacional se abandona y en muchos sitios los proyectos progresistas son incapaces de ofrecer una alternativa a una parte de los perdedores que tienen miedo e incertidumbre pero, sobre todo, tienen hambre de proyectos comunitarios y se produce una fractura jodida entre perdedores de la globalizacización en un cierto repliegue nacional identitario. ¡Joder! cuando no tengo claro qué soy, por lo menos soy francés, y se produce una fractura con las élites, a menudo unas élites progresistas, cada vez más cosmopolitas y que les encanta el espacio europeo porque viajan, viven en diferentes ciudades, hablan diferentes idiomas. Donde no hay fuerzas de izquierda capaces de levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el FPO en Austria.
Owen Jones decía que el principal responsable es la izquierda en el surgimiento de los neofascismos. Y Nigel Lawson, que era el ministro de finanzas de Thatcher, aseveró que era un drama que el verdadero sucesor de Thatcher y de los conservadores fuera Tony Blair. ¿Qué peso ha tenido la socialdemocracia en esa asimilación de los pensamientos conservadores y neoliberales para el surgimiento de estos neofascismos?
Yo creo que mucha, pero aquí hay que tener cuidado con no sustituir los análisis más complejos por la explicación típica de la izquierda para todos los fenómenos; que es que alguien ha traicionado. Que es como el comodín del público. Es verdad que la tercera vía fue la victoria ideológica de los conservadores, una victoria hegemónica, la capacidad de construir que tu adversario se parece más a ti que a sus antecesores. Tony Blair se parecía más a su homólogo en el partido Torie que al anterior dirigente laborista. La victoria hegemónica fundamental no es cuando tú impones tus tesis, sino cuando incluso el adversario te las tiene que comprar para competir contigo. Ahí creo que está bien definido, sobre todo porque es un proyecto que desarma a la socialdemocracia, no desarma a los conservadores. Los conservadores siguen donde siempre habían estado y la socialdemocracia se desplaza a un terreno en el que pierde todas las batallas. No sólo las pierde, sino que incluso cuando las gana está en el estado como si fuera un inquilino. Cuando los partidos de centro izquierda ganan elecciones se comportan, en relación a su estado y su sociedad civil, como si estuvieran de prestado (“Hemos ganado las elecciones, si no les importa queremos cambiar unas cosas pero que no se molesten ustedes mucho que…”). Hay toda una parte de victoria ideológica y cultural de los conservadores, pero también es verdad que se hunde un modelo de pertenencia y de ciudadanía basada en el trabajo fijo que dotaba de identidad, quiero decir: cuando el Frente Nacional está arrasando en los barrios populares donde antes, por ejemplo, ganaba el Partido Comunista de Francia…
Triunfa con los hijos de los que tenían ese trabajo fijo…
Claro, es que el padre tenía una identidad asociada al empleo. Porque si tú eras fresador, ser fresador te decía algo de quién eras tú en tu vida. Pero los hijos no se definirían a sí mismos por el lugar que ocupan en el mercado de trabajo, porque ese lugar o es cambiante o es una mierda o no produce orgullo. Hay sólo tres cosas trascendentes en la historia de Europa que han sido capaces de producir ese gran nosotros: la clase, la religión y la patria. La religión para los católicos cada vez está menos disponible, pero para los musulmanes en absoluto: sigue siendo una idea de trascendencia. La clase y el movimiento obrero lo han sido durante mucho tiempo.
Yo creo que hoy no lo son. De hecho, sobre todo no lo son para los perdedores de la globalización. Aquí tenemos una paradoja sociológica que es que la clase erotiza sobre todo a quienes no pertenecen a la clase trabajadora. Si te coges el CIS y consultas qué vota la gente, los más castigados en España son los que sostienen el bipartidismo, por edad, por el tipo de provincias donde votan. ¿Qué queda? Queda la pertenencia nacional y de la pertenencia nacional nosotros nos hemos apartado porque nos parecía un arcaicismo o porque nos parecía esencialmente reaccionaria. Claro, eso le ha dejado todo el campo libre a fuerzas reaccionarias.
Es verdad que es un discurso que pone a discutir a los penúltimos contra los últimos y que organiza y cohesiona la comunidad contra los más pobres, contra los que vienen de fuera, contra los que tienen la piel diferente, pero también apunta a las élites europeas y también recupera un discurso soberanista contra la Troika que deja sin espacio al resto de fuerzas de izquierda. Yo creo que en España pasó al revés y es un motivo de orgullo nacional. En España llegó el 15-M antes. Entonces la construcción de una cierta identidad popular de los perdedores se hizo con un sentido progresista y no con un sentido reaccionario. Y a lo mejor si las plazas no se hubieran llenado no se hubiera producido esa mutación en el sentido común de época que ha hecho que aquí no haya habido espacio para la extrema derecha. Es verdad que la explicación tradicional es “aquí no hay fascismo porque está en el PP”. Pero yo creo que en el PP lo que está no es un fascismo en un sentido antioligárquico, antiélites, lo que hay es el franquismo sociológico. Proyectos como el Hogar Social Madrid, ¿por qué no tienen espacio en la sociedad española?, primero porque estuvo el 15-M, y segundo porque una buena parte de lo que quieren hacer hay otros que se lo estamos disputando en el sentido contrario. Hay quienes reivindicamos la patria para reivindicarla contra los banqueros y no contra los negros, lo digo muy a lo bruto, creo que eso es lo que le cierra el espacio al fascismo. Por el contrario, la reacción típica de una parte de la izquierda en los casos de amenaza reaccionaria o amenaza fascista es más esencias. Más banderas rojas, más esencias, regalándole la pertenencia nacional a las fuerzas de extrema derecha…
¿No cree que es peligroso que los populismos de izquierdas asimilen partes del discurso antiestablishment de ciertos populismos de derecha?
En realidad hay una cosa complicada con el populismo, porque son discursos que transitan lugares parecidos para llegar al lugar contrario. Claro, esto sólo se puede decir en una entrevista reposada como esta, no se puede decir en la tele. Las trazas que siguen esos discursos a veces se parecen para llegar a sitios absolutamente opuestos, y lo que define la diferencia entre un populismo abierto y democrático o un populismo reaccionario es quién es el enemigo. Lo que lo define es la frontera, el nosotros por oposición a ellos.
Sustituir el inmigrante como enemigo por los de arriba.
Efectivamente, eso es lo que define a uno frente a otro. Pero es verdad que creo que en un momento de incertidumbre, de miedo, sobre todo de falta de identidad, de falta de pertenencia… Joder, ¿por qué se llenan los estadios de fútbol? Porque hay mucha gente que necesita algún sentimiento de pertenencia, de estar juntos, de emocionarse juntos, de ser algo en común… Creo que la batalla política fundamental en Europa va a ser quién construye el pueblo, y qué se puede construir de dos lados. Lo podemos construir nosotros (Podemos), los sectores transformadores, o los reaccionarios, pero creo que esa será la batalla fundamental. Eso no significa que haya un espacio libre y que el primero que llegue lo ocupa, no es sólo, tiene que ver con qué tipo de operación cultural fragua lazos de solidaridad entre la gente y frente a quién los fragua. Cuando el 15-M comienza a reunir muchas frustraciones individuales, ponerlas en común y señalar a un adversario, el tipo de identidad popular que comienza a fabricar claramente apunta hacia la construcción de un pueblo español por oposición a los que mandan. Pero con una materia prima similar, podría haber habido un tipo de construcción muy diferente, en las plazas se veía, pero no sólo con el racismo, yo me acuerdo de asambleas en las que se discutía si los políticos son muy caros, nos tienen que gobernar técnicos. Quiero decir, también había componentes en ese momento de indignación popular para que hubiéramos tenido una salida no sé si autoritaria pero de retroceso democrático, sin duda. Así que la disputa ahí es quién construye.
El propio Bernie Sanders, que creo que podría haber ganado a Trump, hace toda una construcción discursiva en torno al pueblo. No sólo habla de los sectores trabajadores, sino que habla del pueblo americano y además apela a los valores de los padres fundadores, muchos de los cuales eran propietarios que hasta tenían haciendas de esclavos, pero es que eso da igual, eso es el significado cultural que se le dé, y por tanto le opone una nueva deconstrucción popular que viene a rellenar un deseo, que no es tanto un deseo material. Hay un peligro de creer que ganan los que dicen las cosas más duras, hay que decir las cosas duras y como son, la izquierda nunca ha dejado de hacerlo y le ha ido mal durante mucho tiempo. No es ese el problema, sino ofrecer como un imaginario que venga a colmar un deseo, el de ser comunidad, de ser parte de algo que te proteja, que te cuide por el hecho de ser ciudadano o miembro de una comunidad nacional.
¿Cuál cree que es la principal dificultad que tiene ahora mismo Podemos para llegar a su electorado potencial? Zonas rurales, población envejecida etc…
Hay uno que tiene que ver, que sorprendentemente pasa por encima de muchos análisis, que es de carácter sociológico que tiene que ver por dónde se informa la gente. El último CIS mostraba que casi un 49% de los votantes del PP no usa internet. Ayer era domingo, [La entrevista se grabó el 14 de noviembre], abres Twitter y el trending topic es el Patio Maravilla y el aniversario de la muerte de Lucrecia. Dices… estamos genial. Pero es que Twitter nos sobrerrepresenta el tipo de seres humanos que somos nosotros (Podemos) todo el puto día con el móvil, urbanos, en general con estudios, con preocupaciones políticas… Eso no es España. Si sólo votara Twitter lo hubiéramos petado hace mucho, no quiero decir que sólo quiero que voten los que están allí, hay una parte que es por dónde te informas, y por qué medio te llegan las cosas. Otra parte tiene que ver con el miedo. Que es una cosa que hemos discutido muchas veces en Podemos, creo que es verdad que las generaciones que nacieron en democracias están vacunadas o liberadas del miedo. Pero sus abuelos, no. No podemos obviarlo. Me ha parado una señora que me ha dicho que si quitaríamos la fiesta de los moros y cristianos en su pueblo….
Sobre el miedo tienes una frase que dice “paso corto mirada larga”. Informándome sobre la sentencia descubrí a un maqui que decía que sobrevivió a la guerra civil con “paso corto, mirada larga, cara de bobo, diente de lobo”. Para llegar a ese electorado tan temeroso ¿es contraproducente enseñar el diente antes de que que te vean la cara?
Es que nadie ha llegado. Esto igual no debería decirlo pero lo voy a decir… [Pues no lo digas, dice un miembro de su equipo]. Una parte de la izquierda que se erotizó con la experiencia de Chávez en Venezuela nunca entendió cómo Chavez construyó una mayoría popular nueva. Por qué convenció a una buena parte de su población de que el socialismo era una cosa buena; por el cristianismo. Porque contó que el socialismo era el cristianismo primigenio, y por el nacionalismo venezolano, yo no digo que eso se haga exactamente igual, o se traduzca. Traducir siempre es de bobos. Pero que una fuerza política transformadora no es aquella que choca de frente contra el sentido común de su pueblo, sino lo que hace con una buena parte de las ideas de su pueblo y las reinterpreta en otro sentido. Cuando nosotros nacimos en las europeas había una parte importante de nuestro pueblo que creía que los políticos eran demasiado caros. No enfrentamos frontalmente esa idea, la rearticulamos, sí, son caros, pero sobre todo lo son por haberse puesto del lado de los banqueros que han rescatado con el dinero de todos y ahora no lo devuelven. Pero no chocamos llamando idiota a nuestro pueblo, diciendo: “Qué dices tonto, cómo van a ser los coches oficiales si es la plusvalía”. Si hubiéramos hecho eso habríamos jugado el papel testimonial y marginal que han jugado normalmente las fuerzas progresistas en Europa. De lo que se trata es de entroncarte en una parte del sentido común de nuestro pueblo, porque el sentido común siempre es un terreno pantanoso en el que anidan ideas muy conservadoras e ideas muy progresistas. El sentido común está lleno de contradicciones y hay que elegir algunas, como los mejores hilos de los que tirar y otros que los tienes que guardar y retener porque facilitarían una mayoría racista en nuestro país.
Con respecto al miedo, no puede ser una causalidad que una buena parte de las generaciones que han vivido la dictadura les demos cosa nosotros. La abuela de un amigo siempre decía, me gustáis mucho, yo os voy a votar pero en las siguientes. Creo que en ese sentido los ayuntamientos del cambio es lo mejor que tenemos, porque le enseñan a la gente, sin conseguirlo todo, con errores, contradicciones y dificultades, le enseñan a la gente que es mentira que va a llover azufre. En Madrid y Barcelona la ciudad funciona, no hemos transformado todo lo que queríamos, pero eso no lo vamos a hacer nunca porque la pelea por transformar no acaba nunca.
Nosotros tenemos que hacer un trabajo sabiendo que hay una parte de la gente que no nos apoya. Si yo lo noto, es un poco cansado ser portavoz conocido de Podemos, porque a casi nadie le eres indiferente, o gente que considera que eres lo mejor que le ha pasado a España, o gente que tiene un miedo objetivo a que tú vas a hundir este país y le vas a confiscar su coche o sus zapatillas. Y cuando tienes millones de personas que tienen ese miedo objetivo es una realidad, no porque yo quiera hacerlo sino porque conforma la mentalidad de una buena parte de la población. Pero también hay que decir que esta pauta tiene que ver con una flecha temporal, es normal que una fuerza política transformadora empiece ganando en los sectores en los que nososotrs vamos ganando y que llegue más lentamente a otros sectores.
Existe en ocasiones un desprecio intelectual a los votantes de la derecha, ha pasado ahora con Trump y pasó con los de Rajoy, ¿Ese clasismo dificulta lograr el apoyo de estos sectores de la población?
Claramente, lo dijo Houllebecq en un encuentro en Buenos Aires, y mira que Houellebeq es reaccionario, pero es que yo creo que no hemos asumido hasta el final qué es la unidad popular, y eso parte de un problema que es el economicismo, que es asumir que los pobres o los trabajadores o los sectores populares por el hecho de serlo tendrían que acabar apoyando a los partidos de izquierdas. Esa ha sido una esquizofrenia por la cual durante mucho tiempo los partidos de izquierdas en Europa estaban sostenidos por las clases medias y se comportaban como si fueran partidos de trabajadores. Y por tanto era una especie de doble pensar, eres un partido fundamentalmente de universitarios en condiciones de clase media, si es que eso significa algo, y sin embargo tú hablas como si fueras el partido de los trabajadores. No digo que eso sea un problema, tú puedes querer ser el partido de los trabajadores aunque vas a tener que flexibilizar y ampliar porque si por partido de los trabajadores entiendes solo el partido de los hombres con convenio y que trabajan en grandes centros… eres un partido minoritario. Por eso las huelgas generales no salen en España, no por falta de ovarios, sino porque no hay dios que pare si eres una cajera. La izquierda era la ideología construida para construir poder para los de abajo, no al revés, pero la izquierda era la herramienta, el objetivo era el poder para los de abajo, poder popular. Hemos llegado hasta el punto de invertirlo tanto que la herramienta se ha convertido en el fin. Que los trabajadores no se identifican con ciertos símbolos o banderas, peor para ellos. Que no, que estas banderas estaban construidas para unir a los trabajadores, el objetivo era unir a los de abajo, si la bandera que la unía era roja, pues porque la pusimos roja, pero si no sería de otro color. Es la creencia de que en el fondo los pobres si no son de izquierdas es porque están equivocados, en vez de porque algo estás tú haciendo mal porque una buena parte de tu pueblo no confía en ti. Confía más en los de arriba, en los que les están machacando la vida.
Creo que ha habido a veces como la tentación de algunas de las izquierdas como de emanciparse de su pueblo, como si pudieras cambiar de jugador, que me pongan otro pueblo, que este es una mierda. Que me pongan otro pueblo que sea de verdad, no, que es de verdad, lo que pasa es que culturalmente vas perdiendo la batalla, y la solución no es encerrarse más, sino plantearse por qué tu enemigo la gana. Trump y Le Pen son multimillonarios pero han sabido presentarse como tribunos de la plebe, hay una batalla cultural que están ganando a los sectores progresistas. Pero para saberlo hay que acercarse con más humildad y cuidado. Owen Jones lo clava cuando explica cómo estando en una cena con sus colegas de izquierdas con profesiones liberales y todos los chistes son sobre chavs, algo ininmaginable con homosexuales, negros o mujeres. Pero en un momento dado a los sectores progresistas les ha dejado de gustar su pueblo y cómo piensa su pueblo, y la unidad popular se tiene que hacer con una parte sustancial de los 8 millones de personas que están votando al PP. Y habrá que entenderlos.
Siempre hay una discusión sobre si para acercarse a esos 8 millones hay que hacer pedagogía o propaganda, ¿no sería hacer pedagogía lo contrario de lo que estás afirmando, intentar educar en vez de ofrecerles algo que les atraiga?
Es que es evangelismo. Y además hay que pensar dónde se está socializando esa gente y qué parte de la cultura popular que ya existe hay que pelearla. Yo no estoy bautizado, soy ateo, mi padre ha sido preso político durante la dictadura, y sin embargo mi padre se emocionaba con las procesiones. Y es ateo y furibundamente anticlerical. Porque hay algo que entronca con una parte de lo que hemos sido como pueblo. Que lo ha resignificado en una clave conservadora y oscurantista la iglesia, sí, pero hay algo de rito… No estoy diciendo que haya que disputar las procesiones, pero hay algo que sirve para identificar al pueblo, igual que lo hay en las gradas, en las sociedades gastronómicas, en las collas. Cuando hablamos de movimiento popular no hablamos de juntar a todos los movimientos sociales en una mani muy grande, que eso está muy bien, llevo haciéndolo toda la vida. Se trata de ir donde se está construyendo comunidad popular en nuestro país. Y mira que aquí tenemos mucho avanzado, pero que alguien tendría que plantearse qué teclas ha dado Trump para ganar. En vez de eso está la explicación tradicional que dan las élites sobre el populismo, que es una especie de momento animalesco, según esta teoría en algunos momentos de la historia los pueblos se vuelven locos perdidos y eligen a locos, que las élites son siempre razonables, pero las masas si las juntas acaban siempre en la demagogia y en el totalitarismo, unas veces es Hitler, otra Trump, otras Chávez… Porque la masa según los conservadores es siempre irracional y el individuo es siempre inteligente. Que es una cosa muy liberal. La única explicación que damos a eso es que se han vuelto locos, por qué los americanos han elegido a Trump, porque están medio locos. Pero eso es siempre una explicación desde el desprecio.
Volviendo al ámbito europeo, en la república de Weimar había un concepto determinado para negar el conflicto con las clases populares, Konfliktlosigkeit. Cuando el conflicto estalló llegó Hitler. Durante los peores años de la crisis el establishment negaba el conflicto como método de supervivencia ante las necesidades de la población. ¿Crees que ha estallado y ya es tarde para parar ciertos movimientos neofascistas en Europa?
En la primera estoy de acuerdo, pero con la segunda dudo más. Estoy de acuerdo en que los socialdemócratas y los conservadores han estado de acuerdo en la idea fundamental de que vivíamos en sociedades en las que ya no había conflicto. Es más, eso se entiende muy bien en la hegemonía absoluta del valor consenso, que es algo bueno en sí mismo siempre. Durante las negociaciones para formar gobierno era una acusación que funcionaba sola decir, es que no habéis querido llegar a un acuerdo. Es que el acuerdo no es bueno en sí mismo. El valor consenso se ha impuesto por encima de todo. De hecho el término consenso ha conseguido tener más peso por parte de las élites que el término democracia. Durante las negociaciones era más importante que hubiera acuerdo y gobierno que el que se respetara lo que los votantes hubieran votado. Es alucinante cómo el valor consenso se ha abierto camino de una forma totalitaria.
Las instituciones no viven del consenso, viven de articular el conflicto y de ofrecer canales por los que el conflicto se puede expresar sin que nos matemos. ¿Nosotros (los diputados) por qué votamos? Elias Canetti decía que en los sistemas parlamentarios en los que se sabe qué va a votar cada uno porque hay disciplina de voto se vota haciendo un “simulacro de la guerra” para no hacer la guerra. Representamos cada martes en el pleno un choque de ejércitos simbólico y pacífico para darle expresión al conflicto sin que ese conflicto amenace la pervivencia de la sociedad. Pero las instituciones viven y son útiles cuanto más capaces sean de integrar el conflicto y de darle una solución. Si se dedican a excluir que exista el conflicto es como si le taparas todas las salidas a una olla express, en algún momento el conflicto explotará si no se canaliza en las instituciones. Si hubiéramos tenido élites políticas un poquito más listas o menos soberbias a lo mejor no habríamos tenido el 15M. La propia negación del conflicto y de que el conflicto es consustancial a la democracia ha hecho que surjan alternativas contra el conjunto del sistema político y las élites, ¿pero es demasiado tarde? Yo creo que no. Porque a diferencia de lo que ocurre en países, por ejemplo de América Latina, nosotros vivimos en países con estados muy fuertes. Que tienen la capacidad de comprar obediencia, porque incluso la gente que peor lo pasa siempre tiene bastante que perder, incluso aunque te estén fastidiando la vida, recortando, tu hijo trabaje en precario, la hipoteca te asfixie… la luz de tu calle se enciende casi siempre, se recogen las basuras, las carreteras funcionan, quiero decir, el Estado cuando funciona dota de orden y garantías, y por tanto los que obedecen se lo piensan dos veces antes de impugnarlo todo porque saben que no son de los ganadores de este orden, claramente soy de los perdedores, pero incluso estando en la base de la pirámide no va tan mal.
Decía en un artículo que Rajoy tiene como objetivo la derrota moral de los españoles, y lo sostengo porque no sólo tienen como objetivo fundamental quitarnos cosas o redistribuir la riqueza hacia arriba, sino también borrar de nuestras cabezas la memoria de tener derechos. Ha habido un fenómeno masivo de desclasamiento hacia abajo de nuestra generación por la precarización. La ofensiva oligárquica tiene que sembrar la resignación para acostumbrar, si eso ocurre se puede consolidar un modelo en España con un 20% en exclusión social y el resto con formas de vida consolidadas, no como las de sus padres, pero aceptables. No es que sea pesimista, pero vamos a tener que poner un poquito de inteligencia de nuestra parte, porque se les podría seguir yendo la mano y por ahora ese descontento lo canalizamos nosotros. Es verdad que en algunos sitios estalla, pero en algunos lugares a peor, nuestra batalla no es convencer a la gente de que lo que están haciendo los de arriba es injusto, eso lo saben, te diría que hasta los que les votan lo saben. Nuestra tarea es convencerles de que nosotros podríamos proponer un proyecto de país, de España, con garantías, en orden, pero más justo y más democrático, y construir o cimentar la confianza de que eso puede pasar. Convencerles de que este sistema es injusto y que los otros son malvados creo que lo tenemos, más o menos, pero la siguiente tarea es representar un orden diferente, más fraternal e igualitario y con más libertad. Eso es lo que nos queda.