“Domando al elefante blanco. Pasos para construir un Estado que funcione” fue publicado por el Grupo Sophia en 1998. Sus autores: el actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y el hombre más fuerte dentro del gobierno de Cambiemos, Mario Quintana, definido por Mauricio Macri como «mi voz y mi inteligencia» dentro del gabinete, junto a Marcos Peña y Gustavo Lopetegui.
En su libro, Quintana esboza su teoría sobre los problemas de funcionamiento del Estado y las posibles soluciones. Para Quintana “cualquier reforma que pretenda llevarse adelante inevitablemente deberá enfrentarse con los ´elefantes blancos´”. Los “elefantes blancos” a los que se refiere Quintana son “mitos fuertemente arraigados” sobre el funcionamiento del Estado.
Esos mitos son, siempre según los autores:
– Que existen algunas funciones que sólo el Estado debe prestar;
– que los organismos públicos deben contar con administradores de carrera ya que son más idóneos e independientes que los reclutados abiertamente;
– que el administrador debe estar sujeto al cumplimiento de un sinnúmero de reglas para asegurar la transparencia de su gestión, entre otros.
En el libro, Quintana sostiene que no hay ninguna función del Estado que sea indelegable, ni siquiera la seguridad, la defensa, la seguridad social o la educación pública: “ante esa idea que ha sido defendida por muchos, diremos que el Estado no tiene funciones ´indelegables´: en principio todas las funciones son delegables, lo que es indelegable es la responsabilidad. El Estado no se desprende de ellas, su rol cambia”.
En ese sentido, Quintana cita el ejemplo de Estados Unidos: “Hay algunos Estados donde la Justicia es en su mayor parte privada, a través de sistemas de mediación, y hasta no se descarta la posibilidad de que los ejércitos sean privados. La posibilidad de delegar la asistencia social en el tercer sector, o de realizar las prestaciones de la Seguridad Social a través de privados, ya son alternativas reales en nuestro país. E inclusive existen barrios que han implementado sus propios sistemas de seguridad privada”.
A la hora de analizar el funcionamiento de organismos, el libro pone en varios pasajes al CONICET como ejemplo. En la página 78, hablando de la forma en la que actúan los organismos de control sobre estos organismos, sostiene que “estos informes nada dijeron acerca de la cantidad de becas que había otorgado el CONICET este año, cuántos y cuáles habían sido los avances de las investigaciones que estaban llevando a cabo o cuántos y qué acuerdos había concretado con organismos internacionales. Es decir, esos informes nada dijeron acerca de los resultados de ese organismo, sin permitir evaluar si estaba cumpliendo o no con sus objetivos”.
Una de las propuestas centrales del libro es la creación de la figura del “administrador” dentro del Estado, una especie de delegado ejecutivo del ministro político, que tendría el rol de gestionar los recursos humanos y materiales dentro de los organismos públicos. Para ese administrador, Quintana y Rodríguez Larreta proponen “mayor autonomía” en la disposición de los recursos humanos: “Argumentaremos que una mayor autonomía permite al manager administrar sus recursos humanos más eficiente y eficazmente, trayendo como consecuencia natural el buen funcionamiento del organismo. ¿Qué significa ´autonomía´? Literalmente, se refiere a la ´capacidad de gobernarse por sus propias leyes´. Por ende, este concepto se relaciona inversamente con el número y la complejidad de reglas de manera que, cuanto más reglas existen y más complejas sean estas, menor será el grado de autonomía, y viceversa. En este contexto, conceder una mayor autonomía al administrador para con sus recursos humanos implicaría concretamente otorgarle mayor capacidad de decisión sobre la incorporación de sus empleados, su despido y remuneración”.
Para ilustrar esta propuesta, Quintana da varios ejemplos, entre los que incluye la reforma del Estado que impulsó Margaret Thatcher en Inglaterra.
Hacia el final del libro, Quintana sostiene que el principal requisito para llevar adelante todas estas reformas es “la voluntad política”. Allí también utiliza otro ejemplo elogioso de las reformas neoliberales, esta vez de su versión argentina: «Creemos que la voluntad política surge casi naturalmente cuando es la sociedad la que demanda estos cambios. Una muestra de ello es el proceso de privatizaciones realizado en nuestro país para solucionar la situación deficitaria en la que se encontraban las empresas del Estado. Dicha reforma fue considerada impensable durante muchos años y estuvo sujeta a intensos debates y oposiciones desde que se instaló como tema de agenda del gobierno hasta su implementación definitiva. Sin embargo, la voluntad política prevaleció».
Entre los investigadores que contribuyeron al libro se cita a la ahora gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, entonces en la Secretaría de Desarrollo Social como colaboradora de Rodríguez Larreta, co autor del libro, bajo el gobierno de Carlos Saúl Menem. También aparece Gabriel Sánchez Zinny, hoy Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), de la mano del ministro de Educación, Esteban Bullrich. El INET es un organismo desconcentrado del ministerio que controla la educación técnica y la formación profesional, hoy en el ojo de la tormenta por los despidos que se produjeron a fin de año.
En su libro, Quintana esboza su teoría sobre los problemas de funcionamiento del Estado y las posibles soluciones. Para Quintana “cualquier reforma que pretenda llevarse adelante inevitablemente deberá enfrentarse con los ´elefantes blancos´”. Los “elefantes blancos” a los que se refiere Quintana son “mitos fuertemente arraigados” sobre el funcionamiento del Estado.
Esos mitos son, siempre según los autores:
– Que existen algunas funciones que sólo el Estado debe prestar;
– que los organismos públicos deben contar con administradores de carrera ya que son más idóneos e independientes que los reclutados abiertamente;
– que el administrador debe estar sujeto al cumplimiento de un sinnúmero de reglas para asegurar la transparencia de su gestión, entre otros.
En el libro, Quintana sostiene que no hay ninguna función del Estado que sea indelegable, ni siquiera la seguridad, la defensa, la seguridad social o la educación pública: “ante esa idea que ha sido defendida por muchos, diremos que el Estado no tiene funciones ´indelegables´: en principio todas las funciones son delegables, lo que es indelegable es la responsabilidad. El Estado no se desprende de ellas, su rol cambia”.
En ese sentido, Quintana cita el ejemplo de Estados Unidos: “Hay algunos Estados donde la Justicia es en su mayor parte privada, a través de sistemas de mediación, y hasta no se descarta la posibilidad de que los ejércitos sean privados. La posibilidad de delegar la asistencia social en el tercer sector, o de realizar las prestaciones de la Seguridad Social a través de privados, ya son alternativas reales en nuestro país. E inclusive existen barrios que han implementado sus propios sistemas de seguridad privada”.
A la hora de analizar el funcionamiento de organismos, el libro pone en varios pasajes al CONICET como ejemplo. En la página 78, hablando de la forma en la que actúan los organismos de control sobre estos organismos, sostiene que “estos informes nada dijeron acerca de la cantidad de becas que había otorgado el CONICET este año, cuántos y cuáles habían sido los avances de las investigaciones que estaban llevando a cabo o cuántos y qué acuerdos había concretado con organismos internacionales. Es decir, esos informes nada dijeron acerca de los resultados de ese organismo, sin permitir evaluar si estaba cumpliendo o no con sus objetivos”.
Una de las propuestas centrales del libro es la creación de la figura del “administrador” dentro del Estado, una especie de delegado ejecutivo del ministro político, que tendría el rol de gestionar los recursos humanos y materiales dentro de los organismos públicos. Para ese administrador, Quintana y Rodríguez Larreta proponen “mayor autonomía” en la disposición de los recursos humanos: “Argumentaremos que una mayor autonomía permite al manager administrar sus recursos humanos más eficiente y eficazmente, trayendo como consecuencia natural el buen funcionamiento del organismo. ¿Qué significa ´autonomía´? Literalmente, se refiere a la ´capacidad de gobernarse por sus propias leyes´. Por ende, este concepto se relaciona inversamente con el número y la complejidad de reglas de manera que, cuanto más reglas existen y más complejas sean estas, menor será el grado de autonomía, y viceversa. En este contexto, conceder una mayor autonomía al administrador para con sus recursos humanos implicaría concretamente otorgarle mayor capacidad de decisión sobre la incorporación de sus empleados, su despido y remuneración”.
Para ilustrar esta propuesta, Quintana da varios ejemplos, entre los que incluye la reforma del Estado que impulsó Margaret Thatcher en Inglaterra.
Hacia el final del libro, Quintana sostiene que el principal requisito para llevar adelante todas estas reformas es “la voluntad política”. Allí también utiliza otro ejemplo elogioso de las reformas neoliberales, esta vez de su versión argentina: «Creemos que la voluntad política surge casi naturalmente cuando es la sociedad la que demanda estos cambios. Una muestra de ello es el proceso de privatizaciones realizado en nuestro país para solucionar la situación deficitaria en la que se encontraban las empresas del Estado. Dicha reforma fue considerada impensable durante muchos años y estuvo sujeta a intensos debates y oposiciones desde que se instaló como tema de agenda del gobierno hasta su implementación definitiva. Sin embargo, la voluntad política prevaleció».
Entre los investigadores que contribuyeron al libro se cita a la ahora gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, entonces en la Secretaría de Desarrollo Social como colaboradora de Rodríguez Larreta, co autor del libro, bajo el gobierno de Carlos Saúl Menem. También aparece Gabriel Sánchez Zinny, hoy Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), de la mano del ministro de Educación, Esteban Bullrich. El INET es un organismo desconcentrado del ministerio que controla la educación técnica y la formación profesional, hoy en el ojo de la tormenta por los despidos que se produjeron a fin de año.