La idea de que sí o sí la economía se reactivará este año forma parte de la apuesta oficial para terminar con cinco años de pleno estancamiento y retroceso.
De esa apuesta participan también la mayoría de los economistas que no están en el Gobierno, que ubican entre 3 y 5 por ciento el dato de crecimiento para este año.
El Gobierno, curiosamente, no es el más optimista en cuanto a pronóstico (el Presupuesto dice que habrá una mejora de 3,5%) y exalta la estimación de Miguel Bein que lidera el ranking con el 5%.
Bein, fundamentó su pronóstico en un programa de TV diciendo que ese cinco por ciento responde a dos fuerzas.
Dijo que dos puntos provendrán de la mayor inversión en obras públicas que el Gobierno, especialmente en la provincia de Buenos Aires, está tratando de acelerar al máximo.
En ese punto hay que recordar el aporte de $25.000 millones que ya la Nación le pasó al gobierno de María Eugenia Vidal y que mereció la crítica del resto de los gobernadores.
Pero volviendo a la reactivación, el ex asesor de Daniel Scioli, ahora muy elogiado por la Casa Rosada, atribuye los otros tres puntos de crecimiento a un tema de importancia medular para este año.
Según Bein un 3% de la mejora en la actividad estará determinado porque el hecho de que el aumento de los salarios le gane a la inflación. Y ahí está la clave de la duda.
Un escenario ideal para el Gobierno sería que la inflación se ubique en 17% como lo desea el presidente del Banco Central (Federico Sturzenegger desborda de optimismo después del 1,2% de suba del costo de vida en diciembre, el menor porcentaje en años) y que el incremento salarial promedio que surja de las paritarias sea 20%.
Pero el partido recién empieza y el último pronóstico del Relevamiento de Expectativas del Mercado ubicó en 21% el primer pronóstico cercano de inflación para el año.
Ese 21% choca con lo que viene diciendo el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, que insiste en que buscarán que las paritarias no superen el 18%.
Si se cumpliesen los deseos de Triaca, correría riesgo la posibilidad de repuntar el consumo.
Desde ya que se trata de deseos, de números previos a que empiece a jugarse el partido que, en el mundo real de las paritarias, arranca en febrero cuando el líder de los docentes bonaerenses, Roberto Baradel, se para frente a las cámaras de TV y lanza su amenaza de que corre riesgo el inicio de las clases en el caso de no tener un aumento, siempre, varias veces superior a lo que le proponen los funcionarios.
Así, el Gobierno enfrenta la dicotomía de querer bajar la suba que surja de las paritarias para contribuir a serenar las expectativas de inflación pero, a la vez, podría poner en riesgo el objetivo de reactivar la economía.
El consumo explica más de 80% de la actividad económica y no se visualizan otros motores capaces de revivir la economía aunque la estadística le juegue a favor.
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De este mes en adelante es probable que los datos de actividad comiencen a mostrar mejoras en la medición anual ya que se comparan con los del primer semestre de 2016 cuando empezó a derramar con fuerza la devaluación en contra del poder de compra de los salarios.
En enero de 2016 las preocupaciones económicas giraban en torno al traslado del salto de 60% del dolar en noviembre sobre los precios de los alimentos.
Y todavía estaba en un proceso incipiente la llegada de dólares después del levantamiento del cepo cambiario y la eliminación y rebaja de las retenciones a las exportaciones de granos.
Ahora dólares no faltan (el blanqueo superó las expectativas de todos con más de US$100.000 millones y el trigo tuvo una buena campaña). Además, el Gobierno ya anunció que saldrá a buscar este año 20.000 millones de dólares.
El poderoso banco de inversión norteamericano, JP Morgan, en un informe de la semana pasada sobre Argentina, dijo que el Gobierno apuntará a conseguir entre 6.000 y 8.000 millones de dólares en los próximos días. Y si el Morgan lo dice (formaría parte del selecto grupo de los siete bancos con que negocia el ministro de Finanzas, Luis Caputo) seguramente es porque habrá tanteado sus posibilidades de vender esos volúmenes de bonos en el corto plazo.
Y eso, a pesar de la suba de la tasa de interés en EE.UU. y la incertidumbre que rodea los primeros pasos de Donald Trump cuando asuma la presidencia el próximo viernes.
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Dólares no faltan pero, tal vez, los pesos son escasos para poner en marcha el consumo.
Cerca del flamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, insisten en que el año electoral no forma parte de sus preocupaciones y que el tema central de su gestión será bajar el déficit fiscal.
Dujovne persigue ese objetivo y Sturzenegger mantiene la tasa de referencia en 24,75% porque el pronóstico de inflación privado de 21% para este año no le convence.
Triacca anuncia que buscan aumentos salariales promedio de 18% para el año y María Eugenia Vidal acelera las obras públicas y quiere negociar con Baradel en febrero para garantizar el inicio de las clases.
¿Qué dirá el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que debe lidiar con la política? Lo veremos, pero seguro que espera la reactivación económica como maná. Y sabiendo que Brasil no ayudará.
De esa apuesta participan también la mayoría de los economistas que no están en el Gobierno, que ubican entre 3 y 5 por ciento el dato de crecimiento para este año.
El Gobierno, curiosamente, no es el más optimista en cuanto a pronóstico (el Presupuesto dice que habrá una mejora de 3,5%) y exalta la estimación de Miguel Bein que lidera el ranking con el 5%.
Bein, fundamentó su pronóstico en un programa de TV diciendo que ese cinco por ciento responde a dos fuerzas.
Dijo que dos puntos provendrán de la mayor inversión en obras públicas que el Gobierno, especialmente en la provincia de Buenos Aires, está tratando de acelerar al máximo.
En ese punto hay que recordar el aporte de $25.000 millones que ya la Nación le pasó al gobierno de María Eugenia Vidal y que mereció la crítica del resto de los gobernadores.
Pero volviendo a la reactivación, el ex asesor de Daniel Scioli, ahora muy elogiado por la Casa Rosada, atribuye los otros tres puntos de crecimiento a un tema de importancia medular para este año.
Según Bein un 3% de la mejora en la actividad estará determinado porque el hecho de que el aumento de los salarios le gane a la inflación. Y ahí está la clave de la duda.
Un escenario ideal para el Gobierno sería que la inflación se ubique en 17% como lo desea el presidente del Banco Central (Federico Sturzenegger desborda de optimismo después del 1,2% de suba del costo de vida en diciembre, el menor porcentaje en años) y que el incremento salarial promedio que surja de las paritarias sea 20%.
Pero el partido recién empieza y el último pronóstico del Relevamiento de Expectativas del Mercado ubicó en 21% el primer pronóstico cercano de inflación para el año.
Ese 21% choca con lo que viene diciendo el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, que insiste en que buscarán que las paritarias no superen el 18%.
Si se cumpliesen los deseos de Triaca, correría riesgo la posibilidad de repuntar el consumo.
Desde ya que se trata de deseos, de números previos a que empiece a jugarse el partido que, en el mundo real de las paritarias, arranca en febrero cuando el líder de los docentes bonaerenses, Roberto Baradel, se para frente a las cámaras de TV y lanza su amenaza de que corre riesgo el inicio de las clases en el caso de no tener un aumento, siempre, varias veces superior a lo que le proponen los funcionarios.
Así, el Gobierno enfrenta la dicotomía de querer bajar la suba que surja de las paritarias para contribuir a serenar las expectativas de inflación pero, a la vez, podría poner en riesgo el objetivo de reactivar la economía.
El consumo explica más de 80% de la actividad económica y no se visualizan otros motores capaces de revivir la economía aunque la estadística le juegue a favor.
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De este mes en adelante es probable que los datos de actividad comiencen a mostrar mejoras en la medición anual ya que se comparan con los del primer semestre de 2016 cuando empezó a derramar con fuerza la devaluación en contra del poder de compra de los salarios.
En enero de 2016 las preocupaciones económicas giraban en torno al traslado del salto de 60% del dolar en noviembre sobre los precios de los alimentos.
Y todavía estaba en un proceso incipiente la llegada de dólares después del levantamiento del cepo cambiario y la eliminación y rebaja de las retenciones a las exportaciones de granos.
Ahora dólares no faltan (el blanqueo superó las expectativas de todos con más de US$100.000 millones y el trigo tuvo una buena campaña). Además, el Gobierno ya anunció que saldrá a buscar este año 20.000 millones de dólares.
El poderoso banco de inversión norteamericano, JP Morgan, en un informe de la semana pasada sobre Argentina, dijo que el Gobierno apuntará a conseguir entre 6.000 y 8.000 millones de dólares en los próximos días. Y si el Morgan lo dice (formaría parte del selecto grupo de los siete bancos con que negocia el ministro de Finanzas, Luis Caputo) seguramente es porque habrá tanteado sus posibilidades de vender esos volúmenes de bonos en el corto plazo.
Y eso, a pesar de la suba de la tasa de interés en EE.UU. y la incertidumbre que rodea los primeros pasos de Donald Trump cuando asuma la presidencia el próximo viernes.
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Dujovne persigue ese objetivo y Sturzenegger mantiene la tasa de referencia en 24,75% porque el pronóstico de inflación privado de 21% para este año no le convence.
Triacca anuncia que buscan aumentos salariales promedio de 18% para el año y María Eugenia Vidal acelera las obras públicas y quiere negociar con Baradel en febrero para garantizar el inicio de las clases.
¿Qué dirá el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que debe lidiar con la política? Lo veremos, pero seguro que espera la reactivación económica como maná. Y sabiendo que Brasil no ayudará.