El Gobierno espera que la economía crezca 3% en 2017 pero la realidad parece estar algo lejos del optimismo macrista. En tanto, se conocieron datos sobre la desigualdad entre hombres y mujeres en puestos claves del Gobierno. Por último, a dos semanas de la asunción de Donald Trump en Estado Unidos, siguen implementándose medidas que levantan polvareda, entre ellas las restricciones para el ingreso de inmigrantes.
3%
El gobierno prevé que en 2017 la economía argentina crecerá en un 3%, valor que acompañan algunos consultores optimistas. El sol y el verano parecen generar pronósticos alentadores. También a principios de 2016 se hicieron bellas proyecciones que auguraban un crecimiento similar motivado por “la recuperación de la inversión y el relajamiento de las barreras comerciales”. Algunos planteaban incluso que después de la serie de ajustes de clavijas del 1er semestre, el 2do mostraría signos de una economía fuerte y pujante. Prat Gay y Sturzzeneger prometieron una inflación al menos 15 puntos por debajo de la que cerró 2016. Industria y construcción se desplomaron y con ellos las pocas perspectivas de generar empleo en una economía que tiene más de un tercio de su población bajo la línea de pobreza (y la mitad de los niños en hogares pobres). Los planes se vieron frustrados y el abanico de opciones está restringido. Endeudamiento y plan de obras públicas parece ser el combo para sustituir la ausente lluvia de inversiones –aunque la esperanza es lo último que pierden- y ver si los brotes verdes que crecen tímidos en un puñado de sectores terminan de asomar. Aún si este año la economía respondiera a las erráticas políticas económicas, no tenemos nada que nos garantice que los frutos de un posible crecimiento no vayan a parar a sectores concentrados, ampliando los niveles de desigualdad.
Según un informe publicado en febrero por la Universidad Nacional de San Martín, solo el 22% de los altos puestos jerárquicos del gabinete del Mauricio Macri es ocupado por mujeres (considerando Ministerios, BCRA y secretaría de gabinete). Este porcentaje es bastante pobre en términos del rol de las mujeres en la Argentina. Ellas son la mitad de la población, más del 40% de los trabajadores ocupados y alrededor del 60% de estudiantes y graduadas universitarias.
Los ministerios de Trabajo, Hacienda, Agroindustria, Producción y el BCRA –en donde las mujeres solo representan un 6%- están por debajo de este promedio general. Según muestra el INDEC, las mujeres enfrentan mayores niveles de desocupación (10,5%) y subocupación (13,9%) que los varones, incluso mujeres jóvenes más que duplican el promedio general de 9,3%. A su vez ellas tienen mayores niveles de precarización, ganan menos que sus pares y, como se evidencia en estos organismo, enfrentan numerosos obstáculos para conseguir ascensos y promociones en su trayectoria laboral que van desde licencias de paternidad de solo 2 días – que las vuelven trabajadoras más costosas al tiempo que las cargan con mayores trabajos domésticos no remunerados- a simple discriminación. Es decir, la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo tiene problemas específicos que necesitan ser abordados con perspectiva de género. Hoy esta perspectiva no solo está ausente en el diseño de las políticas públicas sino que también están ausentes las mujeres en los equipos que toman decisiones económicas en el gobierno. Lo interesante es que varios estudios de organismos internacionales muestran que mejorar las condiciones laborales y de inserción laboral de las mujeres es un camino en línea recta hacia el crecimiento económico, algo que este equipo no puede decir que no le haga falta.
Vale mencionar que el 11 de febrero es el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia; del mismo informe citado arriba se deprende que en la cúpula del equipo de trabajo del Ministerio de ciencia, tecnología e innovación productiva de la Nación –dirigido por Barañao- no hay ninguna mujer. La Argentina está entre los países que mayor porcentaje de mujeres tiene en el sistema científico (más del 50%), sin embargo la mayoría de ellas se encuentra en cargos de menor jerarquía. Mujeres hay, y altamente calificadas, lo que no parece haber son intensiones de compartir espacios igualitarios.
7
En las últimas dos semanas, el gobierno de Donald Trump estuvo entre idas y vueltas en torno a decretos y leyes para negarle el acceso a los Estados Unidos por 90 días a ciudadanos de 7 países, bloqueando la emisión de VISA a personas de Siria (indefinidamente), Iraq, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. Esta medida, que aparece en su discurso como una forma de combatir el terrorismo, ha despertado críticas desde sectores muy diversos de la sociedad. No solo fue rechazada en múltiples movilizaciones la xenofobia y discriminación, sino que también científicos y grandes empresarios la han condenado abiertamente. Se estima que hay más de 25000 estudiantes y trabajadores científicos viviendo en los Estados Unidos con visas temporarias. Miles de académicos y más de 45 premios Nobel firmaron una carta reclamando que no solo es una prohibición discriminatoria sino que impacta de lleno en el sistema científico estadounidense causando importantes pérdidas económicas. Algo similar sucedió en Sillicon Valley, la Wall Street futurista y una las mayores industrias estadounidenses en términos económicos (y también culturales), donde gran parte de los trabajadores, proveedores y negocios se podrían ver afectados por la medida, que podría empeorar condiciones de empleo para otros grupos de extranjeros si llega a imponerse. El co-fundador de Google se unió a una marcha e incluso dio un discurso destacando que él es un inmigrante. La compañía Apple emitió un comunicado a todos sus empleados aclarando que no apoya la medida y señalando que el padre biológico de Steve Jobs era un inmigrante sirio. Zuckerberg (Facebook) y Gates, que están entre las 10 personas más ricas del planeta también se opusieron. La globalización del sistema científico y tecnológico parece entrar en contradicción con la agenda nacionalista de Donald Trump.
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El gobierno prevé que en 2017 la economía argentina crecerá en un 3%, valor que acompañan algunos consultores optimistas. El sol y el verano parecen generar pronósticos alentadores. También a principios de 2016 se hicieron bellas proyecciones que auguraban un crecimiento similar motivado por “la recuperación de la inversión y el relajamiento de las barreras comerciales”. Algunos planteaban incluso que después de la serie de ajustes de clavijas del 1er semestre, el 2do mostraría signos de una economía fuerte y pujante. Prat Gay y Sturzzeneger prometieron una inflación al menos 15 puntos por debajo de la que cerró 2016. Industria y construcción se desplomaron y con ellos las pocas perspectivas de generar empleo en una economía que tiene más de un tercio de su población bajo la línea de pobreza (y la mitad de los niños en hogares pobres). Los planes se vieron frustrados y el abanico de opciones está restringido. Endeudamiento y plan de obras públicas parece ser el combo para sustituir la ausente lluvia de inversiones –aunque la esperanza es lo último que pierden- y ver si los brotes verdes que crecen tímidos en un puñado de sectores terminan de asomar. Aún si este año la economía respondiera a las erráticas políticas económicas, no tenemos nada que nos garantice que los frutos de un posible crecimiento no vayan a parar a sectores concentrados, ampliando los niveles de desigualdad.
Según un informe publicado en febrero por la Universidad Nacional de San Martín, solo el 22% de los altos puestos jerárquicos del gabinete del Mauricio Macri es ocupado por mujeres (considerando Ministerios, BCRA y secretaría de gabinete). Este porcentaje es bastante pobre en términos del rol de las mujeres en la Argentina. Ellas son la mitad de la población, más del 40% de los trabajadores ocupados y alrededor del 60% de estudiantes y graduadas universitarias.
Los ministerios de Trabajo, Hacienda, Agroindustria, Producción y el BCRA –en donde las mujeres solo representan un 6%- están por debajo de este promedio general. Según muestra el INDEC, las mujeres enfrentan mayores niveles de desocupación (10,5%) y subocupación (13,9%) que los varones, incluso mujeres jóvenes más que duplican el promedio general de 9,3%. A su vez ellas tienen mayores niveles de precarización, ganan menos que sus pares y, como se evidencia en estos organismo, enfrentan numerosos obstáculos para conseguir ascensos y promociones en su trayectoria laboral que van desde licencias de paternidad de solo 2 días – que las vuelven trabajadoras más costosas al tiempo que las cargan con mayores trabajos domésticos no remunerados- a simple discriminación. Es decir, la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo tiene problemas específicos que necesitan ser abordados con perspectiva de género. Hoy esta perspectiva no solo está ausente en el diseño de las políticas públicas sino que también están ausentes las mujeres en los equipos que toman decisiones económicas en el gobierno. Lo interesante es que varios estudios de organismos internacionales muestran que mejorar las condiciones laborales y de inserción laboral de las mujeres es un camino en línea recta hacia el crecimiento económico, algo que este equipo no puede decir que no le haga falta.
Vale mencionar que el 11 de febrero es el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia; del mismo informe citado arriba se deprende que en la cúpula del equipo de trabajo del Ministerio de ciencia, tecnología e innovación productiva de la Nación –dirigido por Barañao- no hay ninguna mujer. La Argentina está entre los países que mayor porcentaje de mujeres tiene en el sistema científico (más del 50%), sin embargo la mayoría de ellas se encuentra en cargos de menor jerarquía. Mujeres hay, y altamente calificadas, lo que no parece haber son intensiones de compartir espacios igualitarios.
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En las últimas dos semanas, el gobierno de Donald Trump estuvo entre idas y vueltas en torno a decretos y leyes para negarle el acceso a los Estados Unidos por 90 días a ciudadanos de 7 países, bloqueando la emisión de VISA a personas de Siria (indefinidamente), Iraq, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. Esta medida, que aparece en su discurso como una forma de combatir el terrorismo, ha despertado críticas desde sectores muy diversos de la sociedad. No solo fue rechazada en múltiples movilizaciones la xenofobia y discriminación, sino que también científicos y grandes empresarios la han condenado abiertamente. Se estima que hay más de 25000 estudiantes y trabajadores científicos viviendo en los Estados Unidos con visas temporarias. Miles de académicos y más de 45 premios Nobel firmaron una carta reclamando que no solo es una prohibición discriminatoria sino que impacta de lleno en el sistema científico estadounidense causando importantes pérdidas económicas. Algo similar sucedió en Sillicon Valley, la Wall Street futurista y una las mayores industrias estadounidenses en términos económicos (y también culturales), donde gran parte de los trabajadores, proveedores y negocios se podrían ver afectados por la medida, que podría empeorar condiciones de empleo para otros grupos de extranjeros si llega a imponerse. El co-fundador de Google se unió a una marcha e incluso dio un discurso destacando que él es un inmigrante. La compañía Apple emitió un comunicado a todos sus empleados aclarando que no apoya la medida y señalando que el padre biológico de Steve Jobs era un inmigrante sirio. Zuckerberg (Facebook) y Gates, que están entre las 10 personas más ricas del planeta también se opusieron. La globalización del sistema científico y tecnológico parece entrar en contradicción con la agenda nacionalista de Donald Trump.