La economía mostró un fuerte retroceso en 2016. Las caídas más pronunciadas se dieron en la producción industrial que se contrajo casi 5 por ciento y en la construcción, cerca de 13 por ciento. Este impacto negativo afectó notablemente el nivel de empleo que, junto a la pérdida del poder adquisitivo y el pobre desempeño del crédito, se tradujo en retroceso del consumo: las ventas minoristas se redujeron un 8,2% interanual, según datos de CAME. Cash dialogó con el economista Matías Kulfas, director del Centro de Investigaciones Idear Desarrollo y ex Gerente General del Banco Central, sobre la economía en el primer año del gobierno de Mauricio Macri y las perspectivas 2017.
¿Cuáles eran los grandes desafíos que enfrentaba el gobierno de Macri?
–Era básicamente tres. Desarmar el denominado “cepo cambiario” para poder restablecer relaciones financieras internacionales; recuperar el crecimiento (entre 2012 y 2015 Argentina alternó un año de caída con otro año de crecimiento económico); y la cuestión de la competitividad, ya que no estaba resuelto el problema del atraso cambiario (aunque no es el único elemento de la competitividad). Logró resolver el primero con efectos negativos muy claros, como el fuerte aumento de la inflación que alcanzó niveles que no se veían desde 1991.
¿La inflación fue por el “cepo” o por la devaluación?
–Por la devaluación. Básicamente hubo un error de diagnóstico, tanto el ministro Alfonso Prat Gay como el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, sostenían que los precios de la economía ya estaban ajustados al valor del contado con liquidación o al del blue, pero los precios subieron con el ajuste cambiario. La economía argentina está muy dolarizada con un alto componente importado que impacta en los costos de las empresas. Además, un sector del empresariado tiene su tasa de ganancia establecida en dólares, con lo que una devaluación lo lleva a reacomodar precios para no perder rentabilidad en dólares. En el gobierno predomina una mirada monetarista donde todo se resume a operar sobre la Base Monetaria.
Y, en efecto, el Banco Central reacomodó la pauta de emisión monetaria.
–Sí, pero eso no tuvo el efecto esperado en materia de precios. Sino que hubo un fuerte salto devaluatorio, sobre todo entre fines de 2015 y comienzos de 2016, a lo que se sumaron las presiones por las tarifas y las naftas. Esto es el primer factor que explica la fuerte recesión. El segundo es el ajuste fiscal sui generis, porque desde el punto de vista de las finanzas públicas la situación fiscal empeoró.
¿Por qué?
–Porque el Gobierno adoptó medidas fiscales inconsistentes entre sí. Redujo impuestos por exportaciones en sectores altamente concentrados pensando que eso iba a mejorar la inversión en el sector. Aunque hubo cierta mejora en el sector agropecuario, su impacto a nivel agregado es reducido.
Empleo
Ni siquiera se ve una mejora significativa en términos de generación de empleo.
–Menos que menos. El empleo en este sector no solo no aumentó sino que cayó un poco. En la minería, peor; es un sector cuya inversión está disminuyendo en Argentina y en la región desde el 2012. Por otro lado, si bien creo que había que hacer un reacomodamiento tarifario, el Gobierno extrapoló la realidad de sectores de clase media alta y lo llevó a todo el país. Y el tercer factor es la reducción de la obra pública en un 33 por ciento, que es el sector del gasto público que mayor efecto tiene porque tracciona más empleo y compras de insumos de la industria. Un ajuste de gastos es recesivo a menos que haya un boom de inversiones. Como no lo hubo, desde el punto de vista fiscal se está peor que a fines de 2015.
¿Cómo explica esta transferencia de recursos a sectores primarios tan concentrados?
–Ellos plantean que es necesario recrear condiciones favorables para la inversión y que ello, en el mediano plazo, favorecerá el crecimiento y el empleo de los sectores más vulnerables. Pero la evidencia empírica de los últimos 50 años en Argentina muestra que a mayor concentración de ingresos, la tasa de inversión cae. Son procesos que deben darse de manera armónica. Un proceso de inversión con un mercado de consumo en recesión no tiene sentido, salvo que hubiera una fuerte demanda de exportaciones, pero el actual contexto internacional no favorece a este tipo de inversiones.
El comercio internacional en 2016 no creció.
–No solo eso, sino que los precios de los productos comercializados a nivel internacional cayeron en promedio 8 por ciento. Los países más desarrollados no crecen o crecen muy poco. China desaceleró su crecimiento y hoy mira a su mercado interno y regional. Brasil, nuestro gran socio, está en un proceso depresivo hace más de tres años. Entonces, ¿qué se puede esperar del mercado externo? Hoy, el sector industrial argentino está operando con un uso de su capacidad instalada del 60 por ciento, cuando en los mejores años de los gobiernos kirchneristas llegó casi al 80.
Política Monetaria
¿Qué singularidades presenta el nuevo esquema de política monetaria respecto de la propuesta con la modificación de la Carta Orgánica del BCRA en 2012?
–Hay dos cuestiones para resaltar. Una tiene que ver con la estabilidad macroeconómica y con los problemas de vulnerabilidad que afectan a las economías más pequeñas y menos desarrolladas. El principal cambio que hizo este gobierno –que pasó desapercibido– no fue la salida del “cepo” sino la eliminación del encaje del 30 por ciento sobre los capitales especulativos.
¿Cómo afectó esa decisión?
–En 2005, cuando Roberto Lavagna era ministro de Economía, se implementó esa medida para reducir los riesgos que trae aparejados los capitales especulativos. Son procesos muy negativos y se tiene mucha experiencia en la Argentina y en la región respecto de los problemas de vulnerabilidad externa, con lo cual haber eliminado ese encaje del 30 por ciento fue una señal muy poco saludable.
¿Cuál es la otra medida de política monetaria que critica?
–La salida del “cepo” implicó mucho más que retrotraer el mercado de cambios a la situación pre-”cepo”, es decir, la ligazón financiera es mucho más grande ahora que lo que había antes del “cepo cambiario”. El mercado de cambios es casi una herramienta de uso opcional, con lo cual el Banco Central perdió en buena medida el control de la oferta de dólares. Y la frutilla del postre fue que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, firmara un nuevo decreto con el Presidente Macri donde se elimina el plazo de 120 días de permanencia obligatoria para el capital especulativo, que había dejado Prat Gay como último resabio del régimen de control del 2005. Hoy, Argentina tiene una especie de bicisenda asfaltada y ancha con el mundo financiero global. Lo cual me parece un severo error.
¿Por qué?
–Porque cuando se produce una crisis, el haber descuidado y relajado los niveles de control se paga con creces en términos de inestabilidad financiera, de producción, de empleo. Esto no tiene que ver estrictamente con el “cepo”, que era necesario modificarlo y salir de manera gradual. Creo que fue una herramienta que tenía sentido en un momento crítico pero no como elemento permanente de política monetaria y cambiaria. Ahora, una cosa es salir del “cepo” y otra cosa es este nivel absoluto de liberalización financiera. Otro elemento a resaltar es el haber puesto el foco exclusivamente en la inflación desde una perspectiva netamente monetarista.
¿En qué premisas se basa esa perspectiva monetarista?
–Postular que la emisión monetaria no tiene ningún vínculo con la inflación es un error, como también lo es pensar que toda la inflación se explica en términos monetarios. En Argentina, la inflación se explica, sobre todo en estos años, por puja distributiva y por las devaluaciones, que impactan directamente en el nivel de precios. Por eso pensar que se resuelve tocando la Base Monetaria es nuevamente un diagnóstico equivocado y, dado que Argentina tiene realmente un nivel bajo de bancarización y de financiación, y donde la relación entre créditos y productos es muy baja, la pregunta es cuánto hay que subir la tasa de interés para que eso tenga un efecto realmente visible en los precios. Lo más probable es que se afecte severamente el nivel de actividad con un efecto antiinflacionario limitado.
Inflación
Pensando en la puja distributiva, haber bajado el nivel adquisitivo del salario y la capacidad de presión de los trabajadores sobre las paritarias, ¿puede concebirse como otro elemento que reducirá la inflación, desde la perspectiva del gobierno de Cambiemos?
–Sí, sin dudas. Lo dijeron muy claramente al principio del Gobierno, casi parafraseando al Martínez de Hoz de 1977, cuando decía que los trabajadores tenían que elegir entre ganar un salario más bajo o que hubiera menos empleo. Este gobierno estimuló activamente un reacomodamiento en ambas dimensiones: cayó el nivel de empleo y cayó el salario real. Creo que la búsqueda es que este nivel de salario real no se recomponga, incluso veremos si no se procura que baje aún un poco más. Es lo que ha planteado el ministro Dujovne.
Junto con el reacomodamiento del nivel de empleo, Dujovne propone una apertura comercial para bajar los niveles de inflación.
–Claro, al empresario se le dice: “si usted no baja los precios, van a bajar de todas maneras porque competirá con un producto importado que lo dejará fuera del mercado”. Eso es atacar una gripe con quimioterapia, generando un efecto mucho más grave: destruir producción y puestos de trabajo que cuesta mucho volver a reconstituir. Además, esto se da en un contexto mundial que no es el que el Gobierno había proyectado. Es el mundo del Brexit y de la victoria de Donald Trump, que ya empezó a decirles a las empresas estadounidenses que dejen de invertir en el exterior. En ese contexto, Argentina se abre al mundo generando concesiones a cambio de nada.
plan
ajuste
“La economía argentina está muy dolarizada con un alto componente importado que impacta en los costos de las empresas.”
“El Gobierno adoptó medidas fiscales inconsistentes entre sí.”
“La evidencia empírica de los últimos 50 años en Argentina muestra que a mayor concentración de ingresos, la tasa de inversión cae.”
“La industria está operando con un uso de su capacidad instalada del 60 por ciento, cuando en los mejores años de los gobiernos kirchneristas llegó casi al 80.”
“El principal cambio que hizo este gobierno no fue la salida del cepo, sino la eliminación del encaje del 30 por ciento sobre los capitales especulativos.”
¿Cuáles eran los grandes desafíos que enfrentaba el gobierno de Macri?
–Era básicamente tres. Desarmar el denominado “cepo cambiario” para poder restablecer relaciones financieras internacionales; recuperar el crecimiento (entre 2012 y 2015 Argentina alternó un año de caída con otro año de crecimiento económico); y la cuestión de la competitividad, ya que no estaba resuelto el problema del atraso cambiario (aunque no es el único elemento de la competitividad). Logró resolver el primero con efectos negativos muy claros, como el fuerte aumento de la inflación que alcanzó niveles que no se veían desde 1991.
¿La inflación fue por el “cepo” o por la devaluación?
–Por la devaluación. Básicamente hubo un error de diagnóstico, tanto el ministro Alfonso Prat Gay como el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, sostenían que los precios de la economía ya estaban ajustados al valor del contado con liquidación o al del blue, pero los precios subieron con el ajuste cambiario. La economía argentina está muy dolarizada con un alto componente importado que impacta en los costos de las empresas. Además, un sector del empresariado tiene su tasa de ganancia establecida en dólares, con lo que una devaluación lo lleva a reacomodar precios para no perder rentabilidad en dólares. En el gobierno predomina una mirada monetarista donde todo se resume a operar sobre la Base Monetaria.
Y, en efecto, el Banco Central reacomodó la pauta de emisión monetaria.
–Sí, pero eso no tuvo el efecto esperado en materia de precios. Sino que hubo un fuerte salto devaluatorio, sobre todo entre fines de 2015 y comienzos de 2016, a lo que se sumaron las presiones por las tarifas y las naftas. Esto es el primer factor que explica la fuerte recesión. El segundo es el ajuste fiscal sui generis, porque desde el punto de vista de las finanzas públicas la situación fiscal empeoró.
¿Por qué?
–Porque el Gobierno adoptó medidas fiscales inconsistentes entre sí. Redujo impuestos por exportaciones en sectores altamente concentrados pensando que eso iba a mejorar la inversión en el sector. Aunque hubo cierta mejora en el sector agropecuario, su impacto a nivel agregado es reducido.
Empleo
Ni siquiera se ve una mejora significativa en términos de generación de empleo.
–Menos que menos. El empleo en este sector no solo no aumentó sino que cayó un poco. En la minería, peor; es un sector cuya inversión está disminuyendo en Argentina y en la región desde el 2012. Por otro lado, si bien creo que había que hacer un reacomodamiento tarifario, el Gobierno extrapoló la realidad de sectores de clase media alta y lo llevó a todo el país. Y el tercer factor es la reducción de la obra pública en un 33 por ciento, que es el sector del gasto público que mayor efecto tiene porque tracciona más empleo y compras de insumos de la industria. Un ajuste de gastos es recesivo a menos que haya un boom de inversiones. Como no lo hubo, desde el punto de vista fiscal se está peor que a fines de 2015.
¿Cómo explica esta transferencia de recursos a sectores primarios tan concentrados?
–Ellos plantean que es necesario recrear condiciones favorables para la inversión y que ello, en el mediano plazo, favorecerá el crecimiento y el empleo de los sectores más vulnerables. Pero la evidencia empírica de los últimos 50 años en Argentina muestra que a mayor concentración de ingresos, la tasa de inversión cae. Son procesos que deben darse de manera armónica. Un proceso de inversión con un mercado de consumo en recesión no tiene sentido, salvo que hubiera una fuerte demanda de exportaciones, pero el actual contexto internacional no favorece a este tipo de inversiones.
El comercio internacional en 2016 no creció.
–No solo eso, sino que los precios de los productos comercializados a nivel internacional cayeron en promedio 8 por ciento. Los países más desarrollados no crecen o crecen muy poco. China desaceleró su crecimiento y hoy mira a su mercado interno y regional. Brasil, nuestro gran socio, está en un proceso depresivo hace más de tres años. Entonces, ¿qué se puede esperar del mercado externo? Hoy, el sector industrial argentino está operando con un uso de su capacidad instalada del 60 por ciento, cuando en los mejores años de los gobiernos kirchneristas llegó casi al 80.
Política Monetaria
¿Qué singularidades presenta el nuevo esquema de política monetaria respecto de la propuesta con la modificación de la Carta Orgánica del BCRA en 2012?
–Hay dos cuestiones para resaltar. Una tiene que ver con la estabilidad macroeconómica y con los problemas de vulnerabilidad que afectan a las economías más pequeñas y menos desarrolladas. El principal cambio que hizo este gobierno –que pasó desapercibido– no fue la salida del “cepo” sino la eliminación del encaje del 30 por ciento sobre los capitales especulativos.
¿Cómo afectó esa decisión?
–En 2005, cuando Roberto Lavagna era ministro de Economía, se implementó esa medida para reducir los riesgos que trae aparejados los capitales especulativos. Son procesos muy negativos y se tiene mucha experiencia en la Argentina y en la región respecto de los problemas de vulnerabilidad externa, con lo cual haber eliminado ese encaje del 30 por ciento fue una señal muy poco saludable.
¿Cuál es la otra medida de política monetaria que critica?
–La salida del “cepo” implicó mucho más que retrotraer el mercado de cambios a la situación pre-”cepo”, es decir, la ligazón financiera es mucho más grande ahora que lo que había antes del “cepo cambiario”. El mercado de cambios es casi una herramienta de uso opcional, con lo cual el Banco Central perdió en buena medida el control de la oferta de dólares. Y la frutilla del postre fue que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, firmara un nuevo decreto con el Presidente Macri donde se elimina el plazo de 120 días de permanencia obligatoria para el capital especulativo, que había dejado Prat Gay como último resabio del régimen de control del 2005. Hoy, Argentina tiene una especie de bicisenda asfaltada y ancha con el mundo financiero global. Lo cual me parece un severo error.
¿Por qué?
–Porque cuando se produce una crisis, el haber descuidado y relajado los niveles de control se paga con creces en términos de inestabilidad financiera, de producción, de empleo. Esto no tiene que ver estrictamente con el “cepo”, que era necesario modificarlo y salir de manera gradual. Creo que fue una herramienta que tenía sentido en un momento crítico pero no como elemento permanente de política monetaria y cambiaria. Ahora, una cosa es salir del “cepo” y otra cosa es este nivel absoluto de liberalización financiera. Otro elemento a resaltar es el haber puesto el foco exclusivamente en la inflación desde una perspectiva netamente monetarista.
¿En qué premisas se basa esa perspectiva monetarista?
–Postular que la emisión monetaria no tiene ningún vínculo con la inflación es un error, como también lo es pensar que toda la inflación se explica en términos monetarios. En Argentina, la inflación se explica, sobre todo en estos años, por puja distributiva y por las devaluaciones, que impactan directamente en el nivel de precios. Por eso pensar que se resuelve tocando la Base Monetaria es nuevamente un diagnóstico equivocado y, dado que Argentina tiene realmente un nivel bajo de bancarización y de financiación, y donde la relación entre créditos y productos es muy baja, la pregunta es cuánto hay que subir la tasa de interés para que eso tenga un efecto realmente visible en los precios. Lo más probable es que se afecte severamente el nivel de actividad con un efecto antiinflacionario limitado.
Inflación
Pensando en la puja distributiva, haber bajado el nivel adquisitivo del salario y la capacidad de presión de los trabajadores sobre las paritarias, ¿puede concebirse como otro elemento que reducirá la inflación, desde la perspectiva del gobierno de Cambiemos?
–Sí, sin dudas. Lo dijeron muy claramente al principio del Gobierno, casi parafraseando al Martínez de Hoz de 1977, cuando decía que los trabajadores tenían que elegir entre ganar un salario más bajo o que hubiera menos empleo. Este gobierno estimuló activamente un reacomodamiento en ambas dimensiones: cayó el nivel de empleo y cayó el salario real. Creo que la búsqueda es que este nivel de salario real no se recomponga, incluso veremos si no se procura que baje aún un poco más. Es lo que ha planteado el ministro Dujovne.
Junto con el reacomodamiento del nivel de empleo, Dujovne propone una apertura comercial para bajar los niveles de inflación.
–Claro, al empresario se le dice: “si usted no baja los precios, van a bajar de todas maneras porque competirá con un producto importado que lo dejará fuera del mercado”. Eso es atacar una gripe con quimioterapia, generando un efecto mucho más grave: destruir producción y puestos de trabajo que cuesta mucho volver a reconstituir. Además, esto se da en un contexto mundial que no es el que el Gobierno había proyectado. Es el mundo del Brexit y de la victoria de Donald Trump, que ya empezó a decirles a las empresas estadounidenses que dejen de invertir en el exterior. En ese contexto, Argentina se abre al mundo generando concesiones a cambio de nada.
plan
ajuste
“La economía argentina está muy dolarizada con un alto componente importado que impacta en los costos de las empresas.”
“El Gobierno adoptó medidas fiscales inconsistentes entre sí.”
“La evidencia empírica de los últimos 50 años en Argentina muestra que a mayor concentración de ingresos, la tasa de inversión cae.”
“La industria está operando con un uso de su capacidad instalada del 60 por ciento, cuando en los mejores años de los gobiernos kirchneristas llegó casi al 80.”
“El principal cambio que hizo este gobierno no fue la salida del cepo, sino la eliminación del encaje del 30 por ciento sobre los capitales especulativos.”