Silencio. «Estoy hablándote desde la fábrica en plena tarde, ¿y qué es lo que escuchás de fondo?», preguntó Juan, un empleado de la fábrica de Alpargatas de Florencio Varela, a esta cronista. Silencio. «Tengo dos máquinas al lado mío apagadas, en lo que va del año las prendemos en promedio una semana al mes porque bajó mucho la producción. La fábrica está parada.»
La situación de la emblemática empresa, la más grande del país, es crítica. En lo que va del año despidieron, sólo en Florencio Varela, a 100 trabajadores, eliminando así toda el área que elaboraba las gomas de los calzados. En los últimos días, los empleados del área textil recibieron un comunicado en el que la empresa los obliga a tomarse vacaciones del 2 al 9 de mayo y del 29 de mayo al 5 de junio. Si bien los empleados decidieron no aceptar el pedido, saben que no les quedará más remedio. «Tenemos miedo de que cuando estemos de vacaciones nos envíen los telegramas de despido. Es lo que hicieron la última vez», contó Juan, que prefirió no dar su apellido.
Los números hablan por sí solos. Según los empleados del lugar, en 2015 se producían cerca de un millón de metros de hilo por mes. Ahora, 400.000. Hasta el año pasado, llegaban por semana ocho camiones de las otras plantas de la empresa en el país. Ahora, tres o cuatro. En Florencio Varela hoy hay 200 empleados que, en estas circunstancias, cumplen su tarea en una semana. El resto del mes las máquinas no se prenden y se ocupan de actividades como limpiar o pintar el lugar.
El caso Alpargatas es un reflejo de la situación que afronta la industria textil y del calzado, una de las más golpeadas. En diciembre, según datos de la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), la caída de la actividad fue de un 27,4% interanual. Esta situación se explica principalmente por la retracción de 45,7% anual en la producción de hilados de algodón y de 23,3% anual en la elaboración de tejidos. Otro golpe al sector se lo asestó la apertura de importaciones de productos finales: creció un 22% el ingreso del calzado proveniente del exterior. El combo se completa con un 15% en la caída del consumo interno. En diciembre, esta industria contabilizaba alrededor de 5000 despidos y 11.000 suspensiones.
Las fábricas son el espejo más claro de esta situación. Los representantes del sector estiman que hay 40% de capacidad ociosa y que las empresas vienen carreteando desde hace rato. Para no despedir inmediatamente, Alpargatas suspendió durante diciembre a sus empleados y luego les dio vacaciones obligatorias. Cuando preguntan por qué, la respuesta siempre es la misma: no hay trabajo.
«La crisis es terminal. Si no repuntamos en este primer trimestre, es muy difícil que la fábrica que despidió o pidió vacaciones obligadas después reincorpore a los trabajadores», dijo a LA NACION Victoria Olalla, secretaria general de la Asociación Obrera Textil de San Martín, en donde se concentra uno de los principales polos textiles de Buenos Aires. «La complicación está en la apertura de importaciones, pero también en los aumentos de la luz, el gas y el agua. Esto impacta en la producción, porque nuestra industria trabaja con las tres energías. Los empleadores ya no saben cómo sostenernos», agregó.
Ante esta situación, el Gobierno está impulsando el plan de transformación productiva, en el que el rubro de textiles y calzados ocupa un lugar central. Luego de que Alpargatas cerró en enero su planta de San Luis, se convirtió en una de las primeras empresas en ingresar a este proyecto. La idea es que no se asista a las compañías para que eviten despedir, sino que los empleados que se queden sin trabajo tengan la posibilidad de reconvertirse y adaptarse al mercado y a aquellas empresas que sí toman personal.
Para ello se les da a los trabajadores con al menos 24 meses en la empresa un seguro de desempleo por seis meses equivalente a un salario mínimo vital y móvil -$ 8060- o dos y medio, de acuerdo con la antigüedad. Además, pueden acceder al Programa de Inserción Laboral (PIL) y recibir capacitaciones. Una vez allí, si una empresa «dinámica» inscripta en el programa toma a un trabajador, el Estado se compromete a cubrir durante nueve meses el equivalente al salario mínimo. En el caso de Alpargatas, los empleados echados fueron además correctamente indemnizados. De todos modos, advierten en la empresa, el programa puede resultar beneficioso para los trabajadores más jóvenes, pero complicado para los que están cerca de jubilarse o, al menos, los mayores de 50 años, que ahora tienen que «reconvertirse».
La situación de la emblemática empresa, la más grande del país, es crítica. En lo que va del año despidieron, sólo en Florencio Varela, a 100 trabajadores, eliminando así toda el área que elaboraba las gomas de los calzados. En los últimos días, los empleados del área textil recibieron un comunicado en el que la empresa los obliga a tomarse vacaciones del 2 al 9 de mayo y del 29 de mayo al 5 de junio. Si bien los empleados decidieron no aceptar el pedido, saben que no les quedará más remedio. «Tenemos miedo de que cuando estemos de vacaciones nos envíen los telegramas de despido. Es lo que hicieron la última vez», contó Juan, que prefirió no dar su apellido.
Los números hablan por sí solos. Según los empleados del lugar, en 2015 se producían cerca de un millón de metros de hilo por mes. Ahora, 400.000. Hasta el año pasado, llegaban por semana ocho camiones de las otras plantas de la empresa en el país. Ahora, tres o cuatro. En Florencio Varela hoy hay 200 empleados que, en estas circunstancias, cumplen su tarea en una semana. El resto del mes las máquinas no se prenden y se ocupan de actividades como limpiar o pintar el lugar.
El caso Alpargatas es un reflejo de la situación que afronta la industria textil y del calzado, una de las más golpeadas. En diciembre, según datos de la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), la caída de la actividad fue de un 27,4% interanual. Esta situación se explica principalmente por la retracción de 45,7% anual en la producción de hilados de algodón y de 23,3% anual en la elaboración de tejidos. Otro golpe al sector se lo asestó la apertura de importaciones de productos finales: creció un 22% el ingreso del calzado proveniente del exterior. El combo se completa con un 15% en la caída del consumo interno. En diciembre, esta industria contabilizaba alrededor de 5000 despidos y 11.000 suspensiones.
Las fábricas son el espejo más claro de esta situación. Los representantes del sector estiman que hay 40% de capacidad ociosa y que las empresas vienen carreteando desde hace rato. Para no despedir inmediatamente, Alpargatas suspendió durante diciembre a sus empleados y luego les dio vacaciones obligatorias. Cuando preguntan por qué, la respuesta siempre es la misma: no hay trabajo.
«La crisis es terminal. Si no repuntamos en este primer trimestre, es muy difícil que la fábrica que despidió o pidió vacaciones obligadas después reincorpore a los trabajadores», dijo a LA NACION Victoria Olalla, secretaria general de la Asociación Obrera Textil de San Martín, en donde se concentra uno de los principales polos textiles de Buenos Aires. «La complicación está en la apertura de importaciones, pero también en los aumentos de la luz, el gas y el agua. Esto impacta en la producción, porque nuestra industria trabaja con las tres energías. Los empleadores ya no saben cómo sostenernos», agregó.
Ante esta situación, el Gobierno está impulsando el plan de transformación productiva, en el que el rubro de textiles y calzados ocupa un lugar central. Luego de que Alpargatas cerró en enero su planta de San Luis, se convirtió en una de las primeras empresas en ingresar a este proyecto. La idea es que no se asista a las compañías para que eviten despedir, sino que los empleados que se queden sin trabajo tengan la posibilidad de reconvertirse y adaptarse al mercado y a aquellas empresas que sí toman personal.
Para ello se les da a los trabajadores con al menos 24 meses en la empresa un seguro de desempleo por seis meses equivalente a un salario mínimo vital y móvil -$ 8060- o dos y medio, de acuerdo con la antigüedad. Además, pueden acceder al Programa de Inserción Laboral (PIL) y recibir capacitaciones. Una vez allí, si una empresa «dinámica» inscripta en el programa toma a un trabajador, el Estado se compromete a cubrir durante nueve meses el equivalente al salario mínimo. En el caso de Alpargatas, los empleados echados fueron además correctamente indemnizados. De todos modos, advierten en la empresa, el programa puede resultar beneficioso para los trabajadores más jóvenes, pero complicado para los que están cerca de jubilarse o, al menos, los mayores de 50 años, que ahora tienen que «reconvertirse».