Hay un postulado kirchnerista -uno solo entre los dogmas de ese credo- que martiriza al Gobierno. Es el que sostiene que Mauricio Macri gobierna para los ricos. No tanto porque logró prender con fuerza en parte de la opinión pública como por el sustento que tendrían esas palabras. Está claro que el ajuste lo vienen sufriendo de manera brutal los sectores más rezagados, aquellos a quienes el incipiente repunte de las estadísticas oficiales no llega al bolsillo, y dicen sin rodeos que estaban mejor con Cristina. Son, en su mayoría, habitantes de la provincia de Buenos Aires, en especial del conurbano, distrito electoral clave para ganar cualquier elección. De ahí, que ante la demora del anunciado rebote de la economía, algunas voces de la Casa Rosada comenzaron a dudar en los últimos días de la conveniencia de polarizar los comicios legislativos de octubre a todo o nada con la ex Presidenta, a quien señalan como la responsable de una ofensiva de desestabilización. En la mesa chica del Gobierno creen con fe ciega que entre abril y junio se dará el ansiado repunte, cuando la inflación muestre una mayor desaceleración, la reactivación de la obra pública sea un hecho y dinamice la construcción y las paritarias otorguen alguna mejora al salario real que permita un repunte del consumo. ¿Pero que pasaría si ese bonanza tarda en llegar más de lo esperado, como los brotes verdes de 2016, y Cristina se convierte en la única receptora del voto bronca?
Algo está claro entre los principales dirigentes. El discurso de campaña girará en torno a la disyuntiva que ya ha dado buenos frutos: la continuidad del cambio o el retorno al modelo anterior. Lo volvió a dejar bien clarito esta semana la gobernadora María Eugenia Vidal al asegurar que los habitantes de la Provincia deberían preguntarse si quieren «sostener un gobierno que da las peleas en serio o desean volver a lo de antes».
Con todo, suelen minimizar el grado de participación en la estrategia y aseguran que la polarización se da por el curso mismo de las cosas. «La imagen de Hebe de Bonafini entrando en un camión a la Plaza del 24 de marzo junto a Roberto Baradel y Aníbal Fernández habla por sí sola. No tenemos que hacer ni decir nada», gráfica a 3Días un conspicuo hombre de la comunicación macrista.
Según esta línea de pensamiento, cualquier acto o situación que sucede en estos días se mide en términos de la grieta. La marcha docente, el paro de la CGT, los reclamos callejeros de las organizaciones sociales o las preguntas al Presidente por parte de la diva Mirtha Legrand, reciben la adhesión o el rechazo según el cristal ideológico de esa rivalidad. Hasta en la visita de Estado de Macri a Holanda se dio la polarización en un acto público, con cánticos y gritos cruzados entre manifestantes macristas y militantes de la agrupación HIJOS.
Se suma además que el recurso no es exclusivo del macrismo. También el kirchnerismo polariza por su propia supervivencia, tanto dentro del peronismo como en la justicia, donde cada vez es más complicada la situación de Cristina Kirchner por las causas de corrupción. La ex mandataria apuesta a convertirse en la única líder opositora al Gobierno con el objetivo de alinear al PJ.
Así, las cosas, la decisión en la Casa Rosada parece tomada: mientras no haya rebote económico, la estrategia es polarizar. Y la pregunta es inevitable. ¿Le conviene al Gobierno apostar a esa polarización o debería propiciar una dispersión opositora?
Riesgos
Según Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, la estrategia de polarizar con Cristina tiene riesgo porque la elección nacional se definirá en la provincia de Buenos Aires, el ámbito más favorable para ella. «En mi opinión, Cristina hoy sería derrotada claramente en la segunda vuelta de una elección presidencial. Y en la provincia de Buenos Aires no llega al 40%, pero sí puede obtener un tercio en los comicios legislativos y con eso se puede ganar ese distrito. Recordemos que en 2009, en una elección legislativa bonaerense muy polarizada, Francisco de Narváez ganó con 34% frente al 32% de Kirchner. Además, el Gobierno debería evaluar el efecto negativo que para las inversiones tiene el fantasma’ de que Cristina pueda ganar por un voto la Provincia, ya que ello seguramente implicaría que salga a buscar la Presidencia en 2019», remarca.
El analista agrega que la imagen del Gobierno bajó en el primer trimestre pero sigue teniendo a su favor la unidad, frente a una oposición dividida. «El riesgo es que la polarización la termine unificando en mayor o menor medida», advierte.
Luis Tonelli, profesor titular de Política Comparada de la carrera de Ciencia Política de la UBA, considera en cambio que las divisiones del peronismo no son conciliables, al menos entre el kirchnerismo y la renovación que encarna Sergio Massa. Y remarca que el Gobierno aún cuenta con dos ventajas: goza de la memoria de los últimos años del kirchnerismo y es aún una hipótesis que exista voto bronca o voto castigo. «La estrategia optima sería combinar polarización y fragmentación de la oposición, cosa que al menos en teoría no es imposible. El Gobierno lo consiguió, por ejemplo, durante el debate de la ley de Ganancias, cuando la oposición quedó expuesta ante la opinión pública como diferentes versiones del kirchnerismo», aconseja.
El sociólogo y politólogo Marcos Novaro sostiene que el actual contexto más polarizado también se da por los inconvenientes que tiene el Gobierno para fortalecerse por otras vías. «Si tuviera éxito económico, seguramente no necesitaría de esta estrategia. Y me parece que por ahora es algo que le funciona. El tono mucho más duro con el que salió el presidente Macri y el jefe de Gabinete Marcos Peña en el Congreso, funcionó. En la confrontación ganan y los argumentos los tienen, mientras que el kirchnerismo se empantana en esta idea de la resistencia y la denuncia de la continuidad entre Macri y la dictadura, que los lleva a aislarse y los pone en una situación electoral bastante frágil. Yo diría que por el lado del Gobierno, la polarización es constructiva, y por el lado del kirchnerismo, es aislacionista y frustrante. Un tigre de papel que se quema solo», asegura.
Novaro es de los que piensan que el kirchnerismo hará todo lo posible para que Macri no pueda gobernar pero aconseja no preocuparse demasiado por esa política virulenta. «Están corriendo contra el tiempo y lo saben. Cuanto más tiempo pase, tendrán más dificultades para sostener el liderazgo de Cristina y para mantenerse muchos de ellos fuera de la cárcel. Me parece que el grueso de la opinión publica va a seguir esta vía de moderación. Pero sí creo que el peronismo, que tiene más chances electorales, debe decidir si su comportamiento va a ser leal o no al juego constitucional. Ése es el gran desafío de este año», razona.
Quizá empujado por la reivindicación de la lucha armada de los años ’70 previa al golpe militar que realizó el kirchnerismo y las organizaciones de derechos humanos el pasado 24 de marzo, el peronismo salió a proclamarse como una «oposición responsable y democrática para salir del fondo oscuro y turbio del silencio.
Tonelli ve lejos el daño que podría causar el peronismo. «Por su historia, es el poder (o la esperanza de poder alcanzarlo) el que ordena al peronismo, y solo la posibilidad de ocurrencia de una crisis aguda (cosa que no está en el radar de nadie) o de un triunfo contundente electoral podría reagruparlo. En síntesis, pese a que no le sobra nada al Gobierno en términos de poder institucional, la capacidad de gobernar depende más de sus decisiones que de la obstrucción que puede hacerle la oposición», remarca con contundencia.
Fraga, por su parte, cree que el contexto de confrontación y de tensión social continuará. «El Gobierno debería volver al ‘arte del acuerdo’ y pensar más en la gobernabilidad que en el marketing electoral. Posiblemente tendría que ampliar la coalición, como ha sugerido desde sus propias filas Emilio Monzó. Jugar a fortalecer una oposición dialoguista, como lo hizo en los primeros meses del año pasado, antes que a fortalecer por polarización a la más combativa. Pero por ahora, no parece ser esa la idea», cuestiona.
Ganar la calle
Se suele decir sin precisión que el Gobierno perdió el control de la calle cuando en realidad nunca lo tuvo. Al menos, en términos políticos. Es una ley elemental del macrismo: sus dirigentes no saben ni pretenden reunir poder desde ese territorio peronista. Desprecian esa práctica y la atribuyen a la vieja política. «La discusión de ‘ganar la calle’ es anacrónica», dice cada vez que puede el jefe de gabinete Marcos Peña. Lo repitió la semana pasada en La Cornisa, el programa de Luis Majul. «Una democracia sana tiene participación en las calles pero el término ‘ganar la calle’ habla de una cultura poco desarrollada en lo institucional y democrático», señaló el funcionario más poderoso del Gobierno, como parte de su cruzada por un cambio cultural contra la forma de hacer política del peronismo.
En esa línea, sorprendió que la Casa Rosada no haya salido a desalentar la convocatoria de la militancia para marchar mañana hacia la Plaza de Mayo en respaldo del Gobierno. La movida busca darle un respiro al Presidente ante las marchas multitudinarias que se vienen realizando en la Ciudad en su contra. Todas fogoneadas por aparatos y gremios aceitados en el oficio de ganar la calle. Desde la marcha federal de los docentes y la CGT hasta el acto para repudiar el golpe militar. Si esa plaza del ‘cambio’ resultara favorable, el Gobierno tendría motivos de sobra para el festejo. ¿Pero si los votantes de Cambiemos prefieren quedarse en la comodidad de su hogar un sábado a la tarde? Los funcionarios saldrían a recordar que nunca convocaron esa marcha. El riesgo es monumental. ¿Cuál es la necesidad de polarizar hasta ese extremo?
«La convocatoria del oficialismo podría ser un boomerang, y esto lo sabe el kirchnerismo que salió a fogonearla», afirma Tonelli. «La movilización espontánea en los sectores medios últimamente se activa para protestar antes que para apoyar. De todos modos, pareciera que no ha sido apoyada por la cúpula del Gobierno», agregó.
«Tengo mis dudas de que al Gobierno le convenga disputar la calle», coincide Novaro. «Lo que sí le conviene es relativizar el impacto de las movilizaciones, remarcar que es una política vieja esto de disputar el poder en la calle. Creo que la disputa no va a estar en la calle».
En la misma línea se expresa Fraga. Recuerda que los sectores que hoy apoyan al Gobierno de Macri, le ganaron la calle al kirchnerismo en tres oportunidades: con las movilizaciones contra la inseguridad convocadas por Juan Carlos Blumberg, con las marchas realizadas durante el conflicto con el campo y con los cacerolazos contra Cristina convocados a través de las redes sociales. «Para lograr ahora este tipo de resultado, hace falta una situación clara. El Gobierno parece plantear que la democracia está en peligro y que la oposición trata de voltear al Gobierno como sucedió con (Fernando) De la Rúa. Pero es un argumento muy peligroso porque genera la imagen de un gobierno muy débil, plantea Fraga. Según dice, el oficialismo parece apostar a ver primero el resultado del 1 de abril, para asumirlo como propio o no. Esta ambigüedad también puede ser peligrosa», concluye.
La grieta, un fenómeno acotado
Los analistas coinciden en el diagnóstico: la grieta sigue abierta de manera monumental pero sólo para los sectores ideologizados.
«La grieta es un fenómeno acotado a los actores políticos activados. Parece mayor porque al enfrentar el Gobierno una salida de la recesión más difícil, el peronismo comenzó a hacer campaña como sabe: en la calle. Mientras que el PRO lo hace a través de Facebook y la UCR en el Congreso.El principal argumento electoral del PJ es la dificultad para gobernar que tienen los que lo enfrentan, y en las últimas marchas lo han vuelto explicito, casí pornográfico al repartir pins con el helicóptero destituyente», explica el politólogo Luis Tonelli. Y destaca que frente a este escenario, «el Gobierno no tiene mayores problemas en seguir encarnando la promesa de cambio, si se quiere cuanto menos en términos estéticos».
El sociólogo Marcos Novaro tampoco ve en la grieta un tema de preocupación.
«Creo que no hay que dejarse engañar por los números de las movilizaciones contra el Gobierno. Son siempre los mismos y tienen una gran capacidad organizativa pero no expresan una tendencia relevante en la sociedad. Creo que la popularidad residual que tiene Cristina es más bien nostálgica que efectiva», destaca.
Según el especialista, «el grueso de la opinión publica no está enojada. En todo caso está decepcionada, preocupada, con un optimsimo mucho más acotado. Y el Gobierno tiene que saber manejar eso. El optimismo acotado en realidad le conviene, porque las expectativas son bajas, distintas a las que había cuando asumió la gestión».
Con todo, aconseja evitar que ese optimismo acotado se convierta en pesimismo.
La opinión de los expertos
Rosendo Fraga, analista político: El Gobierno sigue teniendo a su favor la unidad, frente a una oposición dividida. El riesgo es que la polarización la termine unificando en mayor o menor medida.
Marcos Novaro, sociólogo: La Casa Rosada gana con la confrontación y los argumentos los tiene, mientras que el kirchnerismo se empantana en esta idea de la resistencia y la denuncia.
Luis Tonelli, politólogo: La convocatoria oficialista a la Plaza de Mayo podría ser un boomerang. La movilización espontánea en los sectores medios siempre se activa para protestar antes que para apoyar.
Algo está claro entre los principales dirigentes. El discurso de campaña girará en torno a la disyuntiva que ya ha dado buenos frutos: la continuidad del cambio o el retorno al modelo anterior. Lo volvió a dejar bien clarito esta semana la gobernadora María Eugenia Vidal al asegurar que los habitantes de la Provincia deberían preguntarse si quieren «sostener un gobierno que da las peleas en serio o desean volver a lo de antes».
Con todo, suelen minimizar el grado de participación en la estrategia y aseguran que la polarización se da por el curso mismo de las cosas. «La imagen de Hebe de Bonafini entrando en un camión a la Plaza del 24 de marzo junto a Roberto Baradel y Aníbal Fernández habla por sí sola. No tenemos que hacer ni decir nada», gráfica a 3Días un conspicuo hombre de la comunicación macrista.
Según esta línea de pensamiento, cualquier acto o situación que sucede en estos días se mide en términos de la grieta. La marcha docente, el paro de la CGT, los reclamos callejeros de las organizaciones sociales o las preguntas al Presidente por parte de la diva Mirtha Legrand, reciben la adhesión o el rechazo según el cristal ideológico de esa rivalidad. Hasta en la visita de Estado de Macri a Holanda se dio la polarización en un acto público, con cánticos y gritos cruzados entre manifestantes macristas y militantes de la agrupación HIJOS.
Se suma además que el recurso no es exclusivo del macrismo. También el kirchnerismo polariza por su propia supervivencia, tanto dentro del peronismo como en la justicia, donde cada vez es más complicada la situación de Cristina Kirchner por las causas de corrupción. La ex mandataria apuesta a convertirse en la única líder opositora al Gobierno con el objetivo de alinear al PJ.
Así, las cosas, la decisión en la Casa Rosada parece tomada: mientras no haya rebote económico, la estrategia es polarizar. Y la pregunta es inevitable. ¿Le conviene al Gobierno apostar a esa polarización o debería propiciar una dispersión opositora?
Riesgos
Según Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, la estrategia de polarizar con Cristina tiene riesgo porque la elección nacional se definirá en la provincia de Buenos Aires, el ámbito más favorable para ella. «En mi opinión, Cristina hoy sería derrotada claramente en la segunda vuelta de una elección presidencial. Y en la provincia de Buenos Aires no llega al 40%, pero sí puede obtener un tercio en los comicios legislativos y con eso se puede ganar ese distrito. Recordemos que en 2009, en una elección legislativa bonaerense muy polarizada, Francisco de Narváez ganó con 34% frente al 32% de Kirchner. Además, el Gobierno debería evaluar el efecto negativo que para las inversiones tiene el fantasma’ de que Cristina pueda ganar por un voto la Provincia, ya que ello seguramente implicaría que salga a buscar la Presidencia en 2019», remarca.
El analista agrega que la imagen del Gobierno bajó en el primer trimestre pero sigue teniendo a su favor la unidad, frente a una oposición dividida. «El riesgo es que la polarización la termine unificando en mayor o menor medida», advierte.
Luis Tonelli, profesor titular de Política Comparada de la carrera de Ciencia Política de la UBA, considera en cambio que las divisiones del peronismo no son conciliables, al menos entre el kirchnerismo y la renovación que encarna Sergio Massa. Y remarca que el Gobierno aún cuenta con dos ventajas: goza de la memoria de los últimos años del kirchnerismo y es aún una hipótesis que exista voto bronca o voto castigo. «La estrategia optima sería combinar polarización y fragmentación de la oposición, cosa que al menos en teoría no es imposible. El Gobierno lo consiguió, por ejemplo, durante el debate de la ley de Ganancias, cuando la oposición quedó expuesta ante la opinión pública como diferentes versiones del kirchnerismo», aconseja.
El sociólogo y politólogo Marcos Novaro sostiene que el actual contexto más polarizado también se da por los inconvenientes que tiene el Gobierno para fortalecerse por otras vías. «Si tuviera éxito económico, seguramente no necesitaría de esta estrategia. Y me parece que por ahora es algo que le funciona. El tono mucho más duro con el que salió el presidente Macri y el jefe de Gabinete Marcos Peña en el Congreso, funcionó. En la confrontación ganan y los argumentos los tienen, mientras que el kirchnerismo se empantana en esta idea de la resistencia y la denuncia de la continuidad entre Macri y la dictadura, que los lleva a aislarse y los pone en una situación electoral bastante frágil. Yo diría que por el lado del Gobierno, la polarización es constructiva, y por el lado del kirchnerismo, es aislacionista y frustrante. Un tigre de papel que se quema solo», asegura.
Novaro es de los que piensan que el kirchnerismo hará todo lo posible para que Macri no pueda gobernar pero aconseja no preocuparse demasiado por esa política virulenta. «Están corriendo contra el tiempo y lo saben. Cuanto más tiempo pase, tendrán más dificultades para sostener el liderazgo de Cristina y para mantenerse muchos de ellos fuera de la cárcel. Me parece que el grueso de la opinión publica va a seguir esta vía de moderación. Pero sí creo que el peronismo, que tiene más chances electorales, debe decidir si su comportamiento va a ser leal o no al juego constitucional. Ése es el gran desafío de este año», razona.
Quizá empujado por la reivindicación de la lucha armada de los años ’70 previa al golpe militar que realizó el kirchnerismo y las organizaciones de derechos humanos el pasado 24 de marzo, el peronismo salió a proclamarse como una «oposición responsable y democrática para salir del fondo oscuro y turbio del silencio.
Tonelli ve lejos el daño que podría causar el peronismo. «Por su historia, es el poder (o la esperanza de poder alcanzarlo) el que ordena al peronismo, y solo la posibilidad de ocurrencia de una crisis aguda (cosa que no está en el radar de nadie) o de un triunfo contundente electoral podría reagruparlo. En síntesis, pese a que no le sobra nada al Gobierno en términos de poder institucional, la capacidad de gobernar depende más de sus decisiones que de la obstrucción que puede hacerle la oposición», remarca con contundencia.
Fraga, por su parte, cree que el contexto de confrontación y de tensión social continuará. «El Gobierno debería volver al ‘arte del acuerdo’ y pensar más en la gobernabilidad que en el marketing electoral. Posiblemente tendría que ampliar la coalición, como ha sugerido desde sus propias filas Emilio Monzó. Jugar a fortalecer una oposición dialoguista, como lo hizo en los primeros meses del año pasado, antes que a fortalecer por polarización a la más combativa. Pero por ahora, no parece ser esa la idea», cuestiona.
Ganar la calle
Se suele decir sin precisión que el Gobierno perdió el control de la calle cuando en realidad nunca lo tuvo. Al menos, en términos políticos. Es una ley elemental del macrismo: sus dirigentes no saben ni pretenden reunir poder desde ese territorio peronista. Desprecian esa práctica y la atribuyen a la vieja política. «La discusión de ‘ganar la calle’ es anacrónica», dice cada vez que puede el jefe de gabinete Marcos Peña. Lo repitió la semana pasada en La Cornisa, el programa de Luis Majul. «Una democracia sana tiene participación en las calles pero el término ‘ganar la calle’ habla de una cultura poco desarrollada en lo institucional y democrático», señaló el funcionario más poderoso del Gobierno, como parte de su cruzada por un cambio cultural contra la forma de hacer política del peronismo.
En esa línea, sorprendió que la Casa Rosada no haya salido a desalentar la convocatoria de la militancia para marchar mañana hacia la Plaza de Mayo en respaldo del Gobierno. La movida busca darle un respiro al Presidente ante las marchas multitudinarias que se vienen realizando en la Ciudad en su contra. Todas fogoneadas por aparatos y gremios aceitados en el oficio de ganar la calle. Desde la marcha federal de los docentes y la CGT hasta el acto para repudiar el golpe militar. Si esa plaza del ‘cambio’ resultara favorable, el Gobierno tendría motivos de sobra para el festejo. ¿Pero si los votantes de Cambiemos prefieren quedarse en la comodidad de su hogar un sábado a la tarde? Los funcionarios saldrían a recordar que nunca convocaron esa marcha. El riesgo es monumental. ¿Cuál es la necesidad de polarizar hasta ese extremo?
«La convocatoria del oficialismo podría ser un boomerang, y esto lo sabe el kirchnerismo que salió a fogonearla», afirma Tonelli. «La movilización espontánea en los sectores medios últimamente se activa para protestar antes que para apoyar. De todos modos, pareciera que no ha sido apoyada por la cúpula del Gobierno», agregó.
«Tengo mis dudas de que al Gobierno le convenga disputar la calle», coincide Novaro. «Lo que sí le conviene es relativizar el impacto de las movilizaciones, remarcar que es una política vieja esto de disputar el poder en la calle. Creo que la disputa no va a estar en la calle».
En la misma línea se expresa Fraga. Recuerda que los sectores que hoy apoyan al Gobierno de Macri, le ganaron la calle al kirchnerismo en tres oportunidades: con las movilizaciones contra la inseguridad convocadas por Juan Carlos Blumberg, con las marchas realizadas durante el conflicto con el campo y con los cacerolazos contra Cristina convocados a través de las redes sociales. «Para lograr ahora este tipo de resultado, hace falta una situación clara. El Gobierno parece plantear que la democracia está en peligro y que la oposición trata de voltear al Gobierno como sucedió con (Fernando) De la Rúa. Pero es un argumento muy peligroso porque genera la imagen de un gobierno muy débil, plantea Fraga. Según dice, el oficialismo parece apostar a ver primero el resultado del 1 de abril, para asumirlo como propio o no. Esta ambigüedad también puede ser peligrosa», concluye.
La grieta, un fenómeno acotado
Los analistas coinciden en el diagnóstico: la grieta sigue abierta de manera monumental pero sólo para los sectores ideologizados.
«La grieta es un fenómeno acotado a los actores políticos activados. Parece mayor porque al enfrentar el Gobierno una salida de la recesión más difícil, el peronismo comenzó a hacer campaña como sabe: en la calle. Mientras que el PRO lo hace a través de Facebook y la UCR en el Congreso.El principal argumento electoral del PJ es la dificultad para gobernar que tienen los que lo enfrentan, y en las últimas marchas lo han vuelto explicito, casí pornográfico al repartir pins con el helicóptero destituyente», explica el politólogo Luis Tonelli. Y destaca que frente a este escenario, «el Gobierno no tiene mayores problemas en seguir encarnando la promesa de cambio, si se quiere cuanto menos en términos estéticos».
El sociólogo Marcos Novaro tampoco ve en la grieta un tema de preocupación.
«Creo que no hay que dejarse engañar por los números de las movilizaciones contra el Gobierno. Son siempre los mismos y tienen una gran capacidad organizativa pero no expresan una tendencia relevante en la sociedad. Creo que la popularidad residual que tiene Cristina es más bien nostálgica que efectiva», destaca.
Según el especialista, «el grueso de la opinión publica no está enojada. En todo caso está decepcionada, preocupada, con un optimsimo mucho más acotado. Y el Gobierno tiene que saber manejar eso. El optimismo acotado en realidad le conviene, porque las expectativas son bajas, distintas a las que había cuando asumió la gestión».
Con todo, aconseja evitar que ese optimismo acotado se convierta en pesimismo.
La opinión de los expertos
Rosendo Fraga, analista político: El Gobierno sigue teniendo a su favor la unidad, frente a una oposición dividida. El riesgo es que la polarización la termine unificando en mayor o menor medida.
Marcos Novaro, sociólogo: La Casa Rosada gana con la confrontación y los argumentos los tiene, mientras que el kirchnerismo se empantana en esta idea de la resistencia y la denuncia.
Luis Tonelli, politólogo: La convocatoria oficialista a la Plaza de Mayo podría ser un boomerang. La movilización espontánea en los sectores medios siempre se activa para protestar antes que para apoyar.