por JORGE VELÁZQUEZ
El retorno cada vez más visible de los productos importados al menú de consumo de los argentinos reabrió la polémica entre aperturistas y proteccionistas. Y además planteó un dilema que puede trasladar tensiones a la disputa electoral de este año: ¿Qué nivel de desocupación puede aceptarse en pos del objetivo de bajar los precios del mercado interno?
Ambos factores, precios y desempleo, tienen fuerte incidencia sobre el ánimo del electorado y suelen ir de la mano. Pero la coyuntura actual, con muchos sectores de la producción nacional sin capacidad para hacer frente a la competencia externa, determina que ambas opciones se planteen como excluyentes.
La política aperturista del gobierno actual genera la reacción de quienes sostienen que la apertura de la economía significa la desaparición de la industria nacional y con ella las fuentes de empleo. Del otro lado, se ubican los que cuestionan que sólo se pueda preservar el empleo nacional cerrando las fronteras comerciales.
La pregunta que surge entonces es: ¿cómo se debe administrar la transición hacia una economía abierta para atenuar los costos de la reconversión sectorial?
La actualidad encuentra a los empresarios domésticos aferrados al esquema proteccionista que estuvo vigente en los últimos años del kirchnerismo, cuando todas las políticas públicas se ordenaron bajo el concepto de «vivir con lo nuestro». El cambio de gobierno implicó una mirada diferente; un intento por reinsertar a la economía argentina en el comercio internacional. En este nuevo marco, la apuesta es que las importaciones pueden contribuir a una baja de precios que beneficie al conjunto de consumidores locales. Pero es una hipótesis que no siempre se cumple al pie de la letra.
En la superficie, el debate se da en términos de si hay o no una «avalancha» importadora que arrasa con la actividad fabril nacional. La mayor parte de los empresarios sostienen que sí la hay y sacan a relucir partes informativos sobre cierres, despidos y suspensiones. Del otro lado, la mayoría de los economistas relativiza el proceso, habla de normalización en lugar de avalancha y argumenta -con cifras en la mano- que nuestra economía está entre las más cerradas del mundo.
En tanto, más allá de la magnitud del fenómeno, la realidad indica que los costos en materia de empleo son altos. Y la incógnita entonces es cómo administrar la reconversión para minimizar el impacto negativo y la consiguiente resistencia al cambio. Por el momento, los funcionarios nacionales relativizan las consecuencias no deseadas, aunque promueven la firma de acuerdos sectoriales para atender las situaciones más críticas.
¿Mito o realidad?
«No hay una apertura indiscriminada, sino una normalización del comercio exterior. Y es lógico que si la economía comienza a traccionar aumenten las importaciones. La relación de elasticidad es de tres a uno. Por cada punto que crece el PBI suben tres puntos las importaciones», explica el economista Dante Sica, titular de la consultora Abeceb.
«Lo normal es que la relación entre importaciones y producto bruto esté en torno del 15%/16%. Con el cepo cambiario esa relación había caído a 9/10% como promedio de 2015. Pero en esa época todos recordamos los inconvenientes que hubo con la economía cerrada, por ejemplo casi no había repuestos para nada».
«Ahora, en ese proceso de normalización tal vez la liberación de la DJAI generó alguna descompensación. Pero se trata de casos puntuales de sectores o de empresas, no es algo general. Todavía existen barreras paraarancelarias fuertes y hay unas 1600 licencias no automáticas para importar. Las barreras hoy son más fuertes que antes del cepo».
-¿Cómo se explica la expulsión de mano de obra en algunos sectores?- preguntó El Cronista.
«Lo que pasó con algunos sectores es que están sufriendo la confluencia de dos factores: la caída del nivel de actividad con mayores importaciones, que implican mayor competencia. Y ahí salen a relucir los problemas de falta de competitividad en algunos sectores que se verán obligados a reconvertirse o achicarse».
«Lo que requiere un trato particular es la reconversión de mano de obra, que es más difícil que la productiva. Hay sectores sensibles muy formadores de empleo. Y por eso va a requerir medidas oficiales para cubrir ese gap en el tiempo».
«En ese esquema de protección el dilema de la política económica es proteger el empleo a costa de castigar con mayores precios el consumo interno. Pero eso no se puede sostener permanentemente», concluye Sica.
La apertura llegó
«El aumento de la importación de bienes de consumo es real. Y eso plantea un nuevo escenario diferente al pasado, con caída del nivel de actividad y mayor ingreso de bienes importados. Esto es señal de que estamos frente a una economía más abierta, luego de venir de un régimen de importaciones reprimidas», sostiene Rodrigo Alvarez, de la consultora Analytica.
«Todo esto provoca complicaciones en algunos sectores. Pero la respuesta del Gobierno es la transformación productiva, porque la falta de competitividad es un problema estructural, no es algo provocado por la gestión actual o por el tema cambiario. Sectores como el textil tienen cómo poder competir, pero otros sectores no puede hacerlo, ya sea por la competencia que enfrentan de Brasil o de China. La dinámica será muy heterogénea».
-¿Qué puede pasar con el empleo en los sectores vulnerables?- consultó El Cronista.
«Se trata de un proceso expulsivo de mano de obra, que busca inducir mayor eficiencia y eso se logra con incorporación de tecnología, no esperando una devaluación que devuelva competitividad. Esto último no va a suceder, la Argentina no volverá a ser barata en dólares, por el contrario. Excepto que suceda algo que determine un cambio de signo político en el Gobierno y se avizore una vuelta al pasado».
«Incluso hay sectores muy competitivos como el alimenticio que enfrenta problemas puntuales que se pueden achacar al gobierno actual como pasa con la industria láctea a la que no se le permitió reconvertirse y ganar competitividad cuando las condiciones internacionales eran favorables. Ahora que eso se revirtió no se le puede echar la culpa por el cierre de Sancor cuando en años anteriores no se hizo nada», cierra Alvarez.
Datos duros
Según las cifras oficiales publicadas por el INDEC, en 2016 las importaciones totalizaron u$s 55.610 millones con una caída del 6,9% respecto de 2015. El año cerró con superávit comercial por un aumento en las exportaciones de 1,7% contra el año anterior. Estos datos, en apariencia, demuestran que los diagnósticos más alarmistas no tendrían razón de ser. Sin embargo, al analizar en detalle las cifras surgen conclusiones diferentes porque el comportamiento del ingreso de bienes de consumo no acompañó el comportamiento general.
Lo que cayó fue 30,7% la importación de combustibles y lubricantes, un 14,4% los bienes intermedios y 10,8% la compra de piezas y accesorios para bienes de capital. En tanto creció el ingreso de rubros sensibles: 33,5% en los vehículos automotores, 9,1% en bienes de consumo y apenas 2,2% la llegada de bienes de capital.
De todos modos, la novedad del regreso del superávit comercial al cierre de 2016 duró muy poco, ya que en los dos primeros meses de 2017 las cifras volvieron a ser de color rojo, por un aumento de las importaciones, que se hizo visible sobre todo en el rubro de Bienes de Consumo que creció 14,9% contra el mismo bimestre del año pasado. Así, sumada a la caída de las ventas por la reducción del poder adquisitivo de los salarios, las empresas que viven del consumo interno debieron soportar una mayor competencia importada, situación que puso a muchas plantas fabriles al borde del cierre.
Pero aún así, los informes privados coinciden en que la Argentina está muy lejos de protagonizar una apertura «salvaje». Por el contrario, destacan que es una de las economías más cerradas del mundo.
Analytica destaca que las cifras crudas muestran que la Argentina es una economía cerrada en la comparación internacional. Según precisa Alvarez, el ratio importaciones/PBI es inferior al 14%, mientras que en Chile supera el 30%, en Uruguay el 20% y en la zona Euro el 40%.
Por su parte, la consultora Ecolatina advierte que «todavía es prematuro hablar de apertura indiscriminada tal como ocurrió en los 90». Y aporta sus propias cifras: «La Argentina es una de las economías más cerradas del mundo y se encuentra lejos del promedio de la región (las importaciones en nuestro país alcanzan al 10% del PBI, mientras que en la región ese ratio promedia el 30%)».
Los actores vulnerables
Electrónica, textiles, juguetes, calzados, cuero, bicicletas y bebidas alcohólicas, son algunos de los sectores que más han venido sufriendo el impacto del ingreso de la competencia importada y muchas empresas han sido noticia por suspender actividades o por cesar su actividad definitivamente. Casi todos son sectores que utilizan mano de obra intensiva y por eso cualquier traspié productivo tiene repercusión directa sobre el nivel de empleo.
El caso de los textiles ha sido uno de los más comentados por su vulnerabilidad frente al ingreso de los importados, sobre todo provenientes de China. Según un informe de la Fundación Pro Tejer, la participación del sector en la producción nacional se redujo en 11 puntos porcentuales en un año al pasar de 50% en 2015 a un 39% en 2016.
La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) también relevó las cifras más recientes de las importaciones textiles: destacó que en el primer bimestre de 2017 hubo un aumento de 37,63% en las cantidades. Y que el volumen es el más alto desde 2007 en la comparación del primer bimestre, con 2.855.579 kilos.
Las importaciones de textiles avanzan en un contexto de menores ventas, según revelan las mediciones mensuales que realiza la CAME en los comercios minoristas, donde se reportan bajas persistentes en ventas de indumentaria y calzado. Sólo en marzo la caída informada en las ventas de productos textiles fue de 6,4% contra el mismo mes del año pasado. El efecto importaciones sobre los precios tampoco se verifica directamente: los datos de la medición de precios que hace el instituto de estadísticas de la ciudad de Buenos Aires reflejan que en 2016 ambos rubros registraron aumentos de precios del orden del 30%.
Sin vuelta atrás
En relación al empleo, es innegable el impacto negativo en sectores incapaces de competir internacionalmente.
Sin embargo, en los últimos meses, mientras que estas ramas destruían puestos de trabajo, otras los creaban. Por caso, el comercio minorista generó en dicho período tantos empleos formales como destruyeron los previamente comentados», asegura Ecolatina en su informe.
«La clave hacia adelante pasará por conciliar la apertura de la economía con la protección del empleo y las necesidades de adaptación de los sectores. Será crucial que la integración avance a velocidades adaptadas a las necesidades de los diferentes sectores», añade Dante Sica.
Calzado con más de 4000 despidos informados por las empresas está a la cabeza del ránking, seguido por los textiles y las empresas de tecnología afectadas por la nueva política de aranceles.
Los funcionarios del Gobierno vienen ratificando el rumbo aperturista, aunque admiten la aplicación de correcciones sobre la marcha para algunos casos donde el impacto sobre el nivel de empleo es preocupante. Por eso se firmaron los acuerdos sectoriales que fueron bautizados «Compromiso por la Producción y el Empleo». Consisten básicamente en un acuerdo para sostener las fuentes de trabajo a cambio de algunas concesiones fiscales, sean subsidios o impositivas. Involucran a empresarios, sindicatos y Gobierno. Petroleros, construcción, automotrices, y más recientemente calzado y textiles, fueron los convocados.
Precios inflexibles
Si hubo una noticia emblemática de la nueva política aperturista del Gobierno fue el retorno del IPhone a la Argentina. Claro que el modelo más avanzado cuesta en el país unos $ 32.000 pesos o u$s 2000, un precio que duplica el valor de venta en los Estados Unidos y sigue siendo mucho más caro que en Chile. En ambos casos,continúa siendo más conveniente pagarse un pasaje en clase turista y animarse a traerlo sin pagar impuestos, haciéndose cargo de los riesgos.
De todos modos, sin llegar a ese ejemplo extremo, muchos de los productos que ingresan por los nuevos canales de acceso al mercado interno se siguen vendiendo a valores que pierden en la comparación con los países vecinos. Un buen ejercicio para mensurar lo que sucede es tomar la lista de precios de Falabella y -anotador en mano- comparar precios. Se podrá verificar que vende en Chile el mismo producto que en la Argentina pero hasta un 40% más barato. Otro caso: aún con la eliminación del arancel a la importación de tablets, notebooks y computadoras, modelos similares se consiguen más baratos en negocios al otro lado de la cordillera.
El retorno cada vez más visible de los productos importados al menú de consumo de los argentinos reabrió la polémica entre aperturistas y proteccionistas. Y además planteó un dilema que puede trasladar tensiones a la disputa electoral de este año: ¿Qué nivel de desocupación puede aceptarse en pos del objetivo de bajar los precios del mercado interno?
Ambos factores, precios y desempleo, tienen fuerte incidencia sobre el ánimo del electorado y suelen ir de la mano. Pero la coyuntura actual, con muchos sectores de la producción nacional sin capacidad para hacer frente a la competencia externa, determina que ambas opciones se planteen como excluyentes.
La política aperturista del gobierno actual genera la reacción de quienes sostienen que la apertura de la economía significa la desaparición de la industria nacional y con ella las fuentes de empleo. Del otro lado, se ubican los que cuestionan que sólo se pueda preservar el empleo nacional cerrando las fronteras comerciales.
La pregunta que surge entonces es: ¿cómo se debe administrar la transición hacia una economía abierta para atenuar los costos de la reconversión sectorial?
La actualidad encuentra a los empresarios domésticos aferrados al esquema proteccionista que estuvo vigente en los últimos años del kirchnerismo, cuando todas las políticas públicas se ordenaron bajo el concepto de «vivir con lo nuestro». El cambio de gobierno implicó una mirada diferente; un intento por reinsertar a la economía argentina en el comercio internacional. En este nuevo marco, la apuesta es que las importaciones pueden contribuir a una baja de precios que beneficie al conjunto de consumidores locales. Pero es una hipótesis que no siempre se cumple al pie de la letra.
En la superficie, el debate se da en términos de si hay o no una «avalancha» importadora que arrasa con la actividad fabril nacional. La mayor parte de los empresarios sostienen que sí la hay y sacan a relucir partes informativos sobre cierres, despidos y suspensiones. Del otro lado, la mayoría de los economistas relativiza el proceso, habla de normalización en lugar de avalancha y argumenta -con cifras en la mano- que nuestra economía está entre las más cerradas del mundo.
En tanto, más allá de la magnitud del fenómeno, la realidad indica que los costos en materia de empleo son altos. Y la incógnita entonces es cómo administrar la reconversión para minimizar el impacto negativo y la consiguiente resistencia al cambio. Por el momento, los funcionarios nacionales relativizan las consecuencias no deseadas, aunque promueven la firma de acuerdos sectoriales para atender las situaciones más críticas.
¿Mito o realidad?
«No hay una apertura indiscriminada, sino una normalización del comercio exterior. Y es lógico que si la economía comienza a traccionar aumenten las importaciones. La relación de elasticidad es de tres a uno. Por cada punto que crece el PBI suben tres puntos las importaciones», explica el economista Dante Sica, titular de la consultora Abeceb.
«Lo normal es que la relación entre importaciones y producto bruto esté en torno del 15%/16%. Con el cepo cambiario esa relación había caído a 9/10% como promedio de 2015. Pero en esa época todos recordamos los inconvenientes que hubo con la economía cerrada, por ejemplo casi no había repuestos para nada».
«Ahora, en ese proceso de normalización tal vez la liberación de la DJAI generó alguna descompensación. Pero se trata de casos puntuales de sectores o de empresas, no es algo general. Todavía existen barreras paraarancelarias fuertes y hay unas 1600 licencias no automáticas para importar. Las barreras hoy son más fuertes que antes del cepo».
-¿Cómo se explica la expulsión de mano de obra en algunos sectores?- preguntó El Cronista.
«Lo que pasó con algunos sectores es que están sufriendo la confluencia de dos factores: la caída del nivel de actividad con mayores importaciones, que implican mayor competencia. Y ahí salen a relucir los problemas de falta de competitividad en algunos sectores que se verán obligados a reconvertirse o achicarse».
«Lo que requiere un trato particular es la reconversión de mano de obra, que es más difícil que la productiva. Hay sectores sensibles muy formadores de empleo. Y por eso va a requerir medidas oficiales para cubrir ese gap en el tiempo».
«En ese esquema de protección el dilema de la política económica es proteger el empleo a costa de castigar con mayores precios el consumo interno. Pero eso no se puede sostener permanentemente», concluye Sica.
La apertura llegó
«El aumento de la importación de bienes de consumo es real. Y eso plantea un nuevo escenario diferente al pasado, con caída del nivel de actividad y mayor ingreso de bienes importados. Esto es señal de que estamos frente a una economía más abierta, luego de venir de un régimen de importaciones reprimidas», sostiene Rodrigo Alvarez, de la consultora Analytica.
«Todo esto provoca complicaciones en algunos sectores. Pero la respuesta del Gobierno es la transformación productiva, porque la falta de competitividad es un problema estructural, no es algo provocado por la gestión actual o por el tema cambiario. Sectores como el textil tienen cómo poder competir, pero otros sectores no puede hacerlo, ya sea por la competencia que enfrentan de Brasil o de China. La dinámica será muy heterogénea».
-¿Qué puede pasar con el empleo en los sectores vulnerables?- consultó El Cronista.
«Se trata de un proceso expulsivo de mano de obra, que busca inducir mayor eficiencia y eso se logra con incorporación de tecnología, no esperando una devaluación que devuelva competitividad. Esto último no va a suceder, la Argentina no volverá a ser barata en dólares, por el contrario. Excepto que suceda algo que determine un cambio de signo político en el Gobierno y se avizore una vuelta al pasado».
«Incluso hay sectores muy competitivos como el alimenticio que enfrenta problemas puntuales que se pueden achacar al gobierno actual como pasa con la industria láctea a la que no se le permitió reconvertirse y ganar competitividad cuando las condiciones internacionales eran favorables. Ahora que eso se revirtió no se le puede echar la culpa por el cierre de Sancor cuando en años anteriores no se hizo nada», cierra Alvarez.
Datos duros
Según las cifras oficiales publicadas por el INDEC, en 2016 las importaciones totalizaron u$s 55.610 millones con una caída del 6,9% respecto de 2015. El año cerró con superávit comercial por un aumento en las exportaciones de 1,7% contra el año anterior. Estos datos, en apariencia, demuestran que los diagnósticos más alarmistas no tendrían razón de ser. Sin embargo, al analizar en detalle las cifras surgen conclusiones diferentes porque el comportamiento del ingreso de bienes de consumo no acompañó el comportamiento general.
Lo que cayó fue 30,7% la importación de combustibles y lubricantes, un 14,4% los bienes intermedios y 10,8% la compra de piezas y accesorios para bienes de capital. En tanto creció el ingreso de rubros sensibles: 33,5% en los vehículos automotores, 9,1% en bienes de consumo y apenas 2,2% la llegada de bienes de capital.
De todos modos, la novedad del regreso del superávit comercial al cierre de 2016 duró muy poco, ya que en los dos primeros meses de 2017 las cifras volvieron a ser de color rojo, por un aumento de las importaciones, que se hizo visible sobre todo en el rubro de Bienes de Consumo que creció 14,9% contra el mismo bimestre del año pasado. Así, sumada a la caída de las ventas por la reducción del poder adquisitivo de los salarios, las empresas que viven del consumo interno debieron soportar una mayor competencia importada, situación que puso a muchas plantas fabriles al borde del cierre.
Pero aún así, los informes privados coinciden en que la Argentina está muy lejos de protagonizar una apertura «salvaje». Por el contrario, destacan que es una de las economías más cerradas del mundo.
Analytica destaca que las cifras crudas muestran que la Argentina es una economía cerrada en la comparación internacional. Según precisa Alvarez, el ratio importaciones/PBI es inferior al 14%, mientras que en Chile supera el 30%, en Uruguay el 20% y en la zona Euro el 40%.
Por su parte, la consultora Ecolatina advierte que «todavía es prematuro hablar de apertura indiscriminada tal como ocurrió en los 90». Y aporta sus propias cifras: «La Argentina es una de las economías más cerradas del mundo y se encuentra lejos del promedio de la región (las importaciones en nuestro país alcanzan al 10% del PBI, mientras que en la región ese ratio promedia el 30%)».
Los actores vulnerables
Electrónica, textiles, juguetes, calzados, cuero, bicicletas y bebidas alcohólicas, son algunos de los sectores que más han venido sufriendo el impacto del ingreso de la competencia importada y muchas empresas han sido noticia por suspender actividades o por cesar su actividad definitivamente. Casi todos son sectores que utilizan mano de obra intensiva y por eso cualquier traspié productivo tiene repercusión directa sobre el nivel de empleo.
El caso de los textiles ha sido uno de los más comentados por su vulnerabilidad frente al ingreso de los importados, sobre todo provenientes de China. Según un informe de la Fundación Pro Tejer, la participación del sector en la producción nacional se redujo en 11 puntos porcentuales en un año al pasar de 50% en 2015 a un 39% en 2016.
La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) también relevó las cifras más recientes de las importaciones textiles: destacó que en el primer bimestre de 2017 hubo un aumento de 37,63% en las cantidades. Y que el volumen es el más alto desde 2007 en la comparación del primer bimestre, con 2.855.579 kilos.
Las importaciones de textiles avanzan en un contexto de menores ventas, según revelan las mediciones mensuales que realiza la CAME en los comercios minoristas, donde se reportan bajas persistentes en ventas de indumentaria y calzado. Sólo en marzo la caída informada en las ventas de productos textiles fue de 6,4% contra el mismo mes del año pasado. El efecto importaciones sobre los precios tampoco se verifica directamente: los datos de la medición de precios que hace el instituto de estadísticas de la ciudad de Buenos Aires reflejan que en 2016 ambos rubros registraron aumentos de precios del orden del 30%.
Sin vuelta atrás
En relación al empleo, es innegable el impacto negativo en sectores incapaces de competir internacionalmente.
Sin embargo, en los últimos meses, mientras que estas ramas destruían puestos de trabajo, otras los creaban. Por caso, el comercio minorista generó en dicho período tantos empleos formales como destruyeron los previamente comentados», asegura Ecolatina en su informe.
«La clave hacia adelante pasará por conciliar la apertura de la economía con la protección del empleo y las necesidades de adaptación de los sectores. Será crucial que la integración avance a velocidades adaptadas a las necesidades de los diferentes sectores», añade Dante Sica.
Calzado con más de 4000 despidos informados por las empresas está a la cabeza del ránking, seguido por los textiles y las empresas de tecnología afectadas por la nueva política de aranceles.
Los funcionarios del Gobierno vienen ratificando el rumbo aperturista, aunque admiten la aplicación de correcciones sobre la marcha para algunos casos donde el impacto sobre el nivel de empleo es preocupante. Por eso se firmaron los acuerdos sectoriales que fueron bautizados «Compromiso por la Producción y el Empleo». Consisten básicamente en un acuerdo para sostener las fuentes de trabajo a cambio de algunas concesiones fiscales, sean subsidios o impositivas. Involucran a empresarios, sindicatos y Gobierno. Petroleros, construcción, automotrices, y más recientemente calzado y textiles, fueron los convocados.
Precios inflexibles
Si hubo una noticia emblemática de la nueva política aperturista del Gobierno fue el retorno del IPhone a la Argentina. Claro que el modelo más avanzado cuesta en el país unos $ 32.000 pesos o u$s 2000, un precio que duplica el valor de venta en los Estados Unidos y sigue siendo mucho más caro que en Chile. En ambos casos,continúa siendo más conveniente pagarse un pasaje en clase turista y animarse a traerlo sin pagar impuestos, haciéndose cargo de los riesgos.
De todos modos, sin llegar a ese ejemplo extremo, muchos de los productos que ingresan por los nuevos canales de acceso al mercado interno se siguen vendiendo a valores que pierden en la comparación con los países vecinos. Un buen ejercicio para mensurar lo que sucede es tomar la lista de precios de Falabella y -anotador en mano- comparar precios. Se podrá verificar que vende en Chile el mismo producto que en la Argentina pero hasta un 40% más barato. Otro caso: aún con la eliminación del arancel a la importación de tablets, notebooks y computadoras, modelos similares se consiguen más baratos en negocios al otro lado de la cordillera.