El Frente Renovador anunció el proyecto “Bajemos los Precios” cuyo objetivo es “la baja de hasta el 20 por ciento en 11 productos de la canasta básica”. Se suele argumentar que los precios en Argentina son altos porque se pagan muchos impuestos, entre ellos el IVA. Para demostrar que esto no es así, vamos a trabajar con uno de los artículos incluidos: el kilo de pan tipo flauta que, según los últimos datos del Indec, cuesta $36. El argumento del Frente Renovador es sencillo: si le sacamos el IVA al pan, en lugar de $36 lo podríamos pagar $28 –$8 menos o 21% menos–.
Lo primero que hay que señalar es que el pan está gravado con una alícuota de IVA de 10,5%, con lo cual ya estaríamos hablando de $4 y no de $8. Pero, además, el único IVA que podría bajarse es el que corresponde a la etapa de comercialización, porque sería imposible identificar, por ejemplo, qué parte de la harina que produce un molino va para elaborar pan, fideos o para exportar. El IVA es un impuesto que no grava el total de la facturación de cada etapa de la producción de pan, sino el valor que agrega cada eslabón de esa cadena. En el caso del pan, de esos $36, unos $6 son el valor agregado de la fabricación de harina, unos $20 los agrega la fabricación del pan y los restantes $10 los agrega la comercialización del producto. Por tanto, de los $36 ya nos quedamos con nada más que $10.
¿Cuánto es el IVA que paga la cadena de comercialización del pan? Si el valor agregado es $10 de los $36 que cuesta el kilo, entonces estamos hablando de $1. Es decir, si supusiéramos que la baja del IVA fuera trasladada por el canal de comercialización al precio final del pan, entonces el kilo pasaría de costar $36 a $35, es decir, una baja del 3%, muy lejos del 20% prometido por el proyecto de Massa.
Pero lo más triste del caso es que Argentina ya cuenta con experiencias fallidas con este tipo de soluciones mágicas. Una de ellas fue con la alícuota reducida del 10,5% que tributa un producto como el pan, resultado de una reforma impositiva de 1998 y que incluyó otro tipo de alimentos como carne, refrigerados, alimentos frescos, algunas frutas y legumbres. El resultado de esa experiencia no pudo ser peor: mientras que el nivel general de la inflación se ubicó en 1998 en 0,9%, la inflación de alimentos y bebidas fue del 1,7%, casi el doble que el nivel general. Es decir, se bajó el IVA a los alimentos y los alimentos subieron de precio. Para ciertos productos como a nivel general, la experiencia argentina demuestra que bajar el IVA no baja el precio de los productos. ¿Por qué? Es aquí donde no hay nada más práctico que una buena teoría.
Los impuestos son, conceptualmente, una parte de la ganancia de las empresas. Es por esa razón que cualquier baja de impuestos suele traducirse en un incremento de las ganancias de las empresas, y no en una baja de precios. Entonces, ¿”Bajemos los Precios” es un plan para bajar los precios y/o la inflación”? Bajo ningún punto de vista.
La inflación no tiene absolutamente nada que ver con el nivel de la alícuota de IVA. La inflación es un proceso que tiene que ver con impulsos y con factores de propagación. Los impulsos a partir de diciembre de 2015 son claros y fácilmente identificables: devaluación e incrementos de tarifas son los principales factores que hoy están multiplicando los costos internos y son la chispa que enciende la inflación. El mecanismo de propagación es el conflicto distributivo que enciende esa chispa, toda vez que los trabajadores tratan de resistir la pérdida de su poder adquisitivo derivada de los aumentos. La dinámica es sencilla: el gobierno incrementa el tipo de cambio y/o las tarifas; eso incrementa el costo de los insumos importados y de la producción en general; los mayores costos van a parar a los precios; el aumento del precio dispara los reclamos paritarios. Si bien esa resistencia no fue suficiente como para preservar el poder adquisitivo de los salarios en 2016 (y tampoco se perfila para serlo en 2017), lo cierto es que el gobierno no podrá cumplir con la pauta del 17% si las paritarias se ubican por encima del 23%.
Reconocer que el salario es, además de un costo, una fuente de ingresos para todas las empresas que producen para el mercado interno es el primer paso para terminar con la recesión con inflación en la que se encuentra nuestra economía. El segundo paso es abandonar las soluciones mágicas y demagógicas, tanto las de “Bajemos los Precios” como las de la “Revolución de la Alegría” o el reciente anuncio de “informalidad cero”, que busca bajar la informalidad reduciendo las contribuciones patronales. El tercero, es comprender que, sin protección a la industria local, sin un crecimiento de poder adquisitivo, sin un Estado que invierta cada vez más, sin destinar la deuda externa a la inversión productiva y sin un programa serio para recuperar el autoabastecimiento energético, nuestra economía estará destinada al estancamiento.
* Ex viceministro de Economía. Director de PxQ.
Lo primero que hay que señalar es que el pan está gravado con una alícuota de IVA de 10,5%, con lo cual ya estaríamos hablando de $4 y no de $8. Pero, además, el único IVA que podría bajarse es el que corresponde a la etapa de comercialización, porque sería imposible identificar, por ejemplo, qué parte de la harina que produce un molino va para elaborar pan, fideos o para exportar. El IVA es un impuesto que no grava el total de la facturación de cada etapa de la producción de pan, sino el valor que agrega cada eslabón de esa cadena. En el caso del pan, de esos $36, unos $6 son el valor agregado de la fabricación de harina, unos $20 los agrega la fabricación del pan y los restantes $10 los agrega la comercialización del producto. Por tanto, de los $36 ya nos quedamos con nada más que $10.
¿Cuánto es el IVA que paga la cadena de comercialización del pan? Si el valor agregado es $10 de los $36 que cuesta el kilo, entonces estamos hablando de $1. Es decir, si supusiéramos que la baja del IVA fuera trasladada por el canal de comercialización al precio final del pan, entonces el kilo pasaría de costar $36 a $35, es decir, una baja del 3%, muy lejos del 20% prometido por el proyecto de Massa.
Pero lo más triste del caso es que Argentina ya cuenta con experiencias fallidas con este tipo de soluciones mágicas. Una de ellas fue con la alícuota reducida del 10,5% que tributa un producto como el pan, resultado de una reforma impositiva de 1998 y que incluyó otro tipo de alimentos como carne, refrigerados, alimentos frescos, algunas frutas y legumbres. El resultado de esa experiencia no pudo ser peor: mientras que el nivel general de la inflación se ubicó en 1998 en 0,9%, la inflación de alimentos y bebidas fue del 1,7%, casi el doble que el nivel general. Es decir, se bajó el IVA a los alimentos y los alimentos subieron de precio. Para ciertos productos como a nivel general, la experiencia argentina demuestra que bajar el IVA no baja el precio de los productos. ¿Por qué? Es aquí donde no hay nada más práctico que una buena teoría.
Los impuestos son, conceptualmente, una parte de la ganancia de las empresas. Es por esa razón que cualquier baja de impuestos suele traducirse en un incremento de las ganancias de las empresas, y no en una baja de precios. Entonces, ¿”Bajemos los Precios” es un plan para bajar los precios y/o la inflación”? Bajo ningún punto de vista.
La inflación no tiene absolutamente nada que ver con el nivel de la alícuota de IVA. La inflación es un proceso que tiene que ver con impulsos y con factores de propagación. Los impulsos a partir de diciembre de 2015 son claros y fácilmente identificables: devaluación e incrementos de tarifas son los principales factores que hoy están multiplicando los costos internos y son la chispa que enciende la inflación. El mecanismo de propagación es el conflicto distributivo que enciende esa chispa, toda vez que los trabajadores tratan de resistir la pérdida de su poder adquisitivo derivada de los aumentos. La dinámica es sencilla: el gobierno incrementa el tipo de cambio y/o las tarifas; eso incrementa el costo de los insumos importados y de la producción en general; los mayores costos van a parar a los precios; el aumento del precio dispara los reclamos paritarios. Si bien esa resistencia no fue suficiente como para preservar el poder adquisitivo de los salarios en 2016 (y tampoco se perfila para serlo en 2017), lo cierto es que el gobierno no podrá cumplir con la pauta del 17% si las paritarias se ubican por encima del 23%.
Reconocer que el salario es, además de un costo, una fuente de ingresos para todas las empresas que producen para el mercado interno es el primer paso para terminar con la recesión con inflación en la que se encuentra nuestra economía. El segundo paso es abandonar las soluciones mágicas y demagógicas, tanto las de “Bajemos los Precios” como las de la “Revolución de la Alegría” o el reciente anuncio de “informalidad cero”, que busca bajar la informalidad reduciendo las contribuciones patronales. El tercero, es comprender que, sin protección a la industria local, sin un crecimiento de poder adquisitivo, sin un Estado que invierta cada vez más, sin destinar la deuda externa a la inversión productiva y sin un programa serio para recuperar el autoabastecimiento energético, nuestra economía estará destinada al estancamiento.
* Ex viceministro de Economía. Director de PxQ.