“Estamos cumpliendo 20 años en Argentina, lo que serían como 150 en Suiza.” Así arrancó Lucas Rubinich su clase de Sociología General, hablando del aniversario la revista Apuntes de investigación del Cecyp, que él mismo dirige. Para celebrar las dos décadas, los miembros de la revista están organizado diferentes actividades que, entre otras cosas, buscan exponer la relación entre producción de conocimiento en ciencias sociales y la política, como un elemento constitutivo de la práctica de investigación. Ayer, en ese marco, la clase de Sociología General estuvo a cargo de Javier Auyero, uno de los fundadores de la revista, un sociólogo formado en la UBA y que hoy da clases e investiga en la Universidad de Texas, en Estados Unidos.
Rubinich, con anteojos de sol cuando ya caía la tarde, empezó pidiendo disculpas por la demora, y explicó que se debió al paro de colectivos. La Facultad de Ciencias Sociales, donde se desarrolló la clase, se ubica en el barrio de Constitución y roza la zona sur del conurbano bonaerense, donde más se sintió la medida de fuerza.
“Debería haber sido en el auditorio una clase que da tamaña personalidad, estaría lleno”, decía una señora que esperaba paciente el comienzo.
Rubinich celebró la “necesaria vitalidad” de la juventud estudiantil, porque son quienes impiden que los profesores se “achanchen”. “Nuestra obligación –afirmó– es relacionarnos. Buscar una sociología sensibilizadora, con conciencia social.” Y le dio la palabra a Auyero.
“En ‘La muerte y la brújula’, Borges decía que la realidad no tiene que ser interesante, pero yo creo que las hipótesis sobre la vida sí. Eso intento hacer hace 15 años”, dijo, como introducción, y rápidamente pasó a contar la primera pregunta que él se hace cuando se enfrenta a una nueva investigación, un nuevo problema: “¿Y si no fuera así?”. Esa es una de las maneras de comenzar a construir un nuevo objeto de estudio.
La clase, aunque iba y venía en temas, anécdotas y reflexiones, tenía un nombre formal: “Apuntes para una sociología política de la marginalidad urbana”.
Auyero, quien contó que Rubinich fue su tutor, se refirió a las “malas representaciones sobre los pobres urbanos”. Y dijo que muchos investigadores –entre los cuales se incluyó– hace varios años realizaban trabajos sobre la marginalidad, pero dejando de lado una esfera: la medioambiental. Y citó a Marx, al “terreno real de la vida de los miserables”. Remarcó que esas personas “no respiran el mismo aire, toman la misma agua ni juegan en la misma tierra” que la mayoría de las personas que estaban sentadas en el aula. Los estudiantes escuchaban con atención, sólo distraída por algunos mates o galletitas.
En Villa Inflamable, Dock Sud, funciona una refinería de la petrolera Shell, contó Auyero. El nivel de plomo en sangre del 50 por ciento de los niños de la zona duplica el promedio normal. En las historias micro, dijo, hablando con los vecinos del barrio, con “la gente de ahí”, se aprenden grandes cosas, y es la única forma de terminar de comprender la lógica de las relaciones sociales. Contó de una niña que no podía dormir y convulsionaba y vomitaba y su mamá no sabía que hacer. El Estado tampoco dio nunca una respuesta. “Un ingeniero de la Shell me reconoció que allí no podía vivir gente. Sin embargo, la Shell financia el hospital de la zona, el equipo de fútbol y les paga el viaje de egresados a los chicos.” Para dar un ejemplo de cómo funciona el “capital simbólico” (citó a Pierre Bourdieu), habló de un abogado que se acercaba a las víctimas y les decía que podían hacerle juicio a la empresa y ganarlo, “porque estaban tomando mierda”, y la solución era que siguieran tomando mierda. “Es una tarea de dominación que opera en muchas capas. Esperar es una de las maneras por excelencia”. La paciencia. “El tiempo de espera no es democrático –dijo–, los ricos siempre esperan menos, sea en el hospital o el banco.” Auyero y algunos de sus colaboradores estudiaron la espera. “La espera genera incertidumbre y es arbitraria, tiene un efecto domesticador y naturalizador. El Estado precariza la vida de los que dice ayudar.” Puso ejemplos de las horas que deben pasar (sobre todo mujeres, un espacio feminizado) personas esperando ser atendidas, y que los organismos públicos sancionan a quienes hacen un poco de lío.
“La organización criminal por excelencia es el Estado”, sentenció Auyero. Su explicación: en la marginalildad el Estado se retira o militariza el territorio, y pone a funcionar la policía, en complicidad con bandas delictivas organizadas, el origen de la violencia social y doméstica.
Informe: Gastón Godoy.
Rubinich, con anteojos de sol cuando ya caía la tarde, empezó pidiendo disculpas por la demora, y explicó que se debió al paro de colectivos. La Facultad de Ciencias Sociales, donde se desarrolló la clase, se ubica en el barrio de Constitución y roza la zona sur del conurbano bonaerense, donde más se sintió la medida de fuerza.
“Debería haber sido en el auditorio una clase que da tamaña personalidad, estaría lleno”, decía una señora que esperaba paciente el comienzo.
Rubinich celebró la “necesaria vitalidad” de la juventud estudiantil, porque son quienes impiden que los profesores se “achanchen”. “Nuestra obligación –afirmó– es relacionarnos. Buscar una sociología sensibilizadora, con conciencia social.” Y le dio la palabra a Auyero.
“En ‘La muerte y la brújula’, Borges decía que la realidad no tiene que ser interesante, pero yo creo que las hipótesis sobre la vida sí. Eso intento hacer hace 15 años”, dijo, como introducción, y rápidamente pasó a contar la primera pregunta que él se hace cuando se enfrenta a una nueva investigación, un nuevo problema: “¿Y si no fuera así?”. Esa es una de las maneras de comenzar a construir un nuevo objeto de estudio.
La clase, aunque iba y venía en temas, anécdotas y reflexiones, tenía un nombre formal: “Apuntes para una sociología política de la marginalidad urbana”.
Auyero, quien contó que Rubinich fue su tutor, se refirió a las “malas representaciones sobre los pobres urbanos”. Y dijo que muchos investigadores –entre los cuales se incluyó– hace varios años realizaban trabajos sobre la marginalidad, pero dejando de lado una esfera: la medioambiental. Y citó a Marx, al “terreno real de la vida de los miserables”. Remarcó que esas personas “no respiran el mismo aire, toman la misma agua ni juegan en la misma tierra” que la mayoría de las personas que estaban sentadas en el aula. Los estudiantes escuchaban con atención, sólo distraída por algunos mates o galletitas.
En Villa Inflamable, Dock Sud, funciona una refinería de la petrolera Shell, contó Auyero. El nivel de plomo en sangre del 50 por ciento de los niños de la zona duplica el promedio normal. En las historias micro, dijo, hablando con los vecinos del barrio, con “la gente de ahí”, se aprenden grandes cosas, y es la única forma de terminar de comprender la lógica de las relaciones sociales. Contó de una niña que no podía dormir y convulsionaba y vomitaba y su mamá no sabía que hacer. El Estado tampoco dio nunca una respuesta. “Un ingeniero de la Shell me reconoció que allí no podía vivir gente. Sin embargo, la Shell financia el hospital de la zona, el equipo de fútbol y les paga el viaje de egresados a los chicos.” Para dar un ejemplo de cómo funciona el “capital simbólico” (citó a Pierre Bourdieu), habló de un abogado que se acercaba a las víctimas y les decía que podían hacerle juicio a la empresa y ganarlo, “porque estaban tomando mierda”, y la solución era que siguieran tomando mierda. “Es una tarea de dominación que opera en muchas capas. Esperar es una de las maneras por excelencia”. La paciencia. “El tiempo de espera no es democrático –dijo–, los ricos siempre esperan menos, sea en el hospital o el banco.” Auyero y algunos de sus colaboradores estudiaron la espera. “La espera genera incertidumbre y es arbitraria, tiene un efecto domesticador y naturalizador. El Estado precariza la vida de los que dice ayudar.” Puso ejemplos de las horas que deben pasar (sobre todo mujeres, un espacio feminizado) personas esperando ser atendidas, y que los organismos públicos sancionan a quienes hacen un poco de lío.
“La organización criminal por excelencia es el Estado”, sentenció Auyero. Su explicación: en la marginalildad el Estado se retira o militariza el territorio, y pone a funcionar la policía, en complicidad con bandas delictivas organizadas, el origen de la violencia social y doméstica.
Informe: Gastón Godoy.