Anda bien. Tiene las ruedas infladas, la cadenilla aceitada y un cómodo sillín de cuero. Pero quizá se quede sin frenos.
Es la llamada «bicicleta financiera», una enorme operación de cambio de dólares y pesos con la que banqueros e inversionistas han estado pedaleando fuerte en la Argentina del exempresario y actual presidente Mauricio Macri.
Todo ello gracias a un sistema cambiario flotante y la posibilidad de sacar provecho de una alta tasa de interés que es única en el mundo.
El gobierno niega la existencia de la «bicicleta»: dice que el sistema cambiario que creó en realidad reduce el atractivo de la especulación con la moneda.
Sin embargo, medios de comunicación, economistas y, sobre todo, críticos de Macri denuncian una «fiesta financiera» que al parecer favorece a los «lobos de Wall Street» a costa de trabajadores y consumidores de clase media, en medio de una política de ajuste inédita que ha impulsado el presidente argentino.
El gobierno dice que, si bien el ajuste puede ser doloroso para algunos, supuestamente es «necesario para revertir los males del populismo» de gestiones anteriores: inflación, déficit fiscal y recesión.
Cómo funciona y por qué es negocio redondo
La maniobra, conocida en el mundo de las finanzas como «carry trade», se suele dar en contextos de apertura económica y tasa de cambio estable, o barata.
Es lo que ha pasado en Argentina en el último año.
El país volvió con fuerza a los mercados internacionales en 2016 tras llegar a un acuerdo con los «fondos buitre», tenedores de bonos que llevaron al gobierno de Cristina Fernández Kirchner a la cesación de pagos (default) en 2014.
Con eso, en el último año Estado, provincias y bancos emitieron miles de millones de dólares en deuda externa.
Encima entraron al país US$120.000 millones por un blanqueo de capitales promovido por el gobierno para repatriar dinero de argentinos.
Esa «lluvia de dólares» mantuvo la tasa de cambio estable, o como dicen acá: «planchada».
No obstante, la estrategia de Macri para bajar la inflación –que en 2016 fue 40% anual– no ha sido controlar la tasa cambiaria, sino fijar las tasas de interés en lo alto para promover el ahorro y sacar dinero de la calle.
Por eso, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) fortaleció la emisión de deuda en pesos a través de Letras del BCRA, más conocidas como Lebacs, que dan una espléndida tasa de interés del 26% a 30 días.
La bicicleta, entonces, anda así: traer dólares, cambiarlos a pesos, invertir en Lebacs, ganar 26% en un mes, reconvertirlo en dólares a la misma tasa original y luego sacar el dinero.
«En los buenos meses la rentabilidad llegó al 20% de interés en dólares; eso no se consigue en ningún país del mundo», le dice a BBC Mundo Ariel Setton, economista de la Universidad de Buenos Aires experto en inclusión financiera.
¿Se está dando?
«Bicicleta financiera» no es un término nuevo en Argentina: en los años 70 y 90 los inversionista pedalearon en forma y en ambos casos todo acabó en traumáticas devaluaciones y fuga repentina de capitales.
Pero en el BCRA aseguran que esta vez es diferente, porque en aquellas oportunidades la tasa de cambio era predecible (en los 70) o fija (en los 90).
«El tipo de cambio flotante es central para nuestra visión sobre la posibilidad de que Argentina logre tener ciclos más ordenados, menos intensos, y, se podría decir, más ‘saludables'», dijo el presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, en un discurso reciente.
Aunque se ha mantenido «planchado» por la lluvia de dólares, el peso se ha movido durante el año por factores externos como la elección de Donald Trump en EE.UU. y la crisis política en Brasil.
En la últimas tres semanas, de hecho, el peso se devaluó 2%, en parte porque el ponderador de fondos Morgan Stanley Capital Internacional no pasó a Argentina a su referente de «mercado emergente», como se esperaba.
Eso pudo haber mermado la rentabilidad del ciclista financiero que no cobró sus Lebacs antes de la inesperada devaluación.
«El tipo de cambio flotante genera un cierto grado de incertidumbre que impide que esta clase de operaciones tenga ganancias seguras», le dijo a BBC Mundo Fernando Meaños, vocero del BCRA.
Quién pierde
El cambio que ha promovido Macri a la economía tiene, por supuesto, ganadores y perdedores.
Con el «dólar planchado», por ejemplo, ganan importadores y viajeros argentinos, pero pierden exportadores e industrias manufactureras.
Con las tasas de interés altas se logra contener la inflación, pero cae el consumo y aumenta el desempleo.
El BCRA estima que, fuera del blanqueo, de los US$4.000 millones que entraron al país del exterior, tres cuartos fueron al mercado financiero en lugar de a la economía real.
Esta «fiesta financiera» no se traduce en nuevas empresas o infraestructura, advierten los analistas. Y, además, tiene sus riesgos.
«Ahora todos están de fiesta comprando Lebacs al 26% porque creen que el día del juicio final, cuando haya una devaluación, van a poder sacar sus pesos y comprar sus dólares», le asegura a BBC Mundo Carlos Rodríguez, viceministro de economía en 1997 y rector del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina.
«Pero la pregunta es si el BCRA, en una corrida de esas, va a tener forma de pagar (…) Recuerda que esto no son reservas que generamos con exportaciones. Son los ahorros de la gente que los bancos están poniendo en Lebacs y el día que explote la cosa, serán los ahorros de la gente lo que está en juego», opina.
Algunos esperan un escenario de corrida tras las elecciones legislativas de octubre, porque al parecer después de celebradas habrá una devaluación.
Meaños, del BCRA, admite que la estrategia de altas tasas de interés «no está exenta de riesgos. Y el principal de esos riesgos es el cambiario».
Pero el BCRA dice que para eso está el sistema de fluctuación y, por otro lado, «la hoja de balance está equilibrada y no exhibe nada riesgoso» en términos de reservas.
Para ellos, los frenos de la bicicleta, si se necesitan, están ajustados.
Pero muchos argentinos temen un escenario como el de los años 70 y 90, cuando las «corridas» resultaron en megadevaluaciones e hiperinflación.
La carrera, por ahora, está en curso. Y habrá que ver si todos –o si solo los miembros de la «fiesta»– llegan a la meta sin descalabros.
Es la llamada «bicicleta financiera», una enorme operación de cambio de dólares y pesos con la que banqueros e inversionistas han estado pedaleando fuerte en la Argentina del exempresario y actual presidente Mauricio Macri.
Todo ello gracias a un sistema cambiario flotante y la posibilidad de sacar provecho de una alta tasa de interés que es única en el mundo.
El gobierno niega la existencia de la «bicicleta»: dice que el sistema cambiario que creó en realidad reduce el atractivo de la especulación con la moneda.
Sin embargo, medios de comunicación, economistas y, sobre todo, críticos de Macri denuncian una «fiesta financiera» que al parecer favorece a los «lobos de Wall Street» a costa de trabajadores y consumidores de clase media, en medio de una política de ajuste inédita que ha impulsado el presidente argentino.
El gobierno dice que, si bien el ajuste puede ser doloroso para algunos, supuestamente es «necesario para revertir los males del populismo» de gestiones anteriores: inflación, déficit fiscal y recesión.
Cómo funciona y por qué es negocio redondo
La maniobra, conocida en el mundo de las finanzas como «carry trade», se suele dar en contextos de apertura económica y tasa de cambio estable, o barata.
Es lo que ha pasado en Argentina en el último año.
El país volvió con fuerza a los mercados internacionales en 2016 tras llegar a un acuerdo con los «fondos buitre», tenedores de bonos que llevaron al gobierno de Cristina Fernández Kirchner a la cesación de pagos (default) en 2014.
Con eso, en el último año Estado, provincias y bancos emitieron miles de millones de dólares en deuda externa.
Encima entraron al país US$120.000 millones por un blanqueo de capitales promovido por el gobierno para repatriar dinero de argentinos.
Esa «lluvia de dólares» mantuvo la tasa de cambio estable, o como dicen acá: «planchada».
No obstante, la estrategia de Macri para bajar la inflación –que en 2016 fue 40% anual– no ha sido controlar la tasa cambiaria, sino fijar las tasas de interés en lo alto para promover el ahorro y sacar dinero de la calle.
Por eso, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) fortaleció la emisión de deuda en pesos a través de Letras del BCRA, más conocidas como Lebacs, que dan una espléndida tasa de interés del 26% a 30 días.
La bicicleta, entonces, anda así: traer dólares, cambiarlos a pesos, invertir en Lebacs, ganar 26% en un mes, reconvertirlo en dólares a la misma tasa original y luego sacar el dinero.
«En los buenos meses la rentabilidad llegó al 20% de interés en dólares; eso no se consigue en ningún país del mundo», le dice a BBC Mundo Ariel Setton, economista de la Universidad de Buenos Aires experto en inclusión financiera.
¿Se está dando?
«Bicicleta financiera» no es un término nuevo en Argentina: en los años 70 y 90 los inversionista pedalearon en forma y en ambos casos todo acabó en traumáticas devaluaciones y fuga repentina de capitales.
Pero en el BCRA aseguran que esta vez es diferente, porque en aquellas oportunidades la tasa de cambio era predecible (en los 70) o fija (en los 90).
«El tipo de cambio flotante es central para nuestra visión sobre la posibilidad de que Argentina logre tener ciclos más ordenados, menos intensos, y, se podría decir, más ‘saludables'», dijo el presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, en un discurso reciente.
Aunque se ha mantenido «planchado» por la lluvia de dólares, el peso se ha movido durante el año por factores externos como la elección de Donald Trump en EE.UU. y la crisis política en Brasil.
En la últimas tres semanas, de hecho, el peso se devaluó 2%, en parte porque el ponderador de fondos Morgan Stanley Capital Internacional no pasó a Argentina a su referente de «mercado emergente», como se esperaba.
Eso pudo haber mermado la rentabilidad del ciclista financiero que no cobró sus Lebacs antes de la inesperada devaluación.
«El tipo de cambio flotante genera un cierto grado de incertidumbre que impide que esta clase de operaciones tenga ganancias seguras», le dijo a BBC Mundo Fernando Meaños, vocero del BCRA.
Quién pierde
El cambio que ha promovido Macri a la economía tiene, por supuesto, ganadores y perdedores.
Con el «dólar planchado», por ejemplo, ganan importadores y viajeros argentinos, pero pierden exportadores e industrias manufactureras.
Con las tasas de interés altas se logra contener la inflación, pero cae el consumo y aumenta el desempleo.
El BCRA estima que, fuera del blanqueo, de los US$4.000 millones que entraron al país del exterior, tres cuartos fueron al mercado financiero en lugar de a la economía real.
Esta «fiesta financiera» no se traduce en nuevas empresas o infraestructura, advierten los analistas. Y, además, tiene sus riesgos.
«Ahora todos están de fiesta comprando Lebacs al 26% porque creen que el día del juicio final, cuando haya una devaluación, van a poder sacar sus pesos y comprar sus dólares», le asegura a BBC Mundo Carlos Rodríguez, viceministro de economía en 1997 y rector del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina.
«Pero la pregunta es si el BCRA, en una corrida de esas, va a tener forma de pagar (…) Recuerda que esto no son reservas que generamos con exportaciones. Son los ahorros de la gente que los bancos están poniendo en Lebacs y el día que explote la cosa, serán los ahorros de la gente lo que está en juego», opina.
Algunos esperan un escenario de corrida tras las elecciones legislativas de octubre, porque al parecer después de celebradas habrá una devaluación.
Meaños, del BCRA, admite que la estrategia de altas tasas de interés «no está exenta de riesgos. Y el principal de esos riesgos es el cambiario».
Pero el BCRA dice que para eso está el sistema de fluctuación y, por otro lado, «la hoja de balance está equilibrada y no exhibe nada riesgoso» en términos de reservas.
Para ellos, los frenos de la bicicleta, si se necesitan, están ajustados.
Pero muchos argentinos temen un escenario como el de los años 70 y 90, cuando las «corridas» resultaron en megadevaluaciones e hiperinflación.
La carrera, por ahora, está en curso. Y habrá que ver si todos –o si solo los miembros de la «fiesta»– llegan a la meta sin descalabros.