Hace unos días visitó cuatro países latinoamericanos el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. Su perfil personal ayuda a comprender por qué el presidente Donald Trump lo escogió en la fórmula victoriosa que lo llevó a la Casa Blanca en 2016. Y también puede contribuir a entender, al menos en parte, los motivos y características de su visita a Colombia, Argentina, Chile y Panamá.
Pence es un político del Partido Republicano y del estado de Indiana que fue electo a la Cámara de Representantes en 2000 y reelecto en 2002, 2004 y 2006. En el legislativo fue un miembro destacado del Comité de Agricultura. En 2013 fue elegido gobernador de Indiana. Para esa campaña, según el sitio followthemoney.org, recibió donaciones superiores a US$ 32 millones de dólares; US$ 747.717 dólares provenientes de industrias del campo y vinculadas a las empresas procesadoras de alimentos. En 2016 varias asociaciones del sector afirmaron que su condición de vicepresidente lo hacía el “candidato soñado” de los agricultores.
A su vez, sus posiciones sobre diferentes temas lo ubican entre los políticos decididamente conservadores y de derecha. De acuerdo al sitio ontheissues.org que hace un seguimiento de las afirmaciones, los proyectos de ley, las medidas oficiales y la legislación respaldada por cada político, Pence es antiabortista; antiambientalista; antirreforma de la financiación de campañas; anticontrol de armas; antiingreso de refugiados de Siria; duro contra las drogas, los migrantes, Rusia e Irán; procorporaciones; a favor de la baja de impuestos a empresas y del aumento del presupuesto militar; entre otros.
Teniendo esos antecedentes su visita a América Latina estuvo marcada por dos cuestiones: seguridad y negocios. Respecto a los temas de seguridad, y de acuerdo al sitio securityassistance.org, antes del viaje la asistencia militar y policial aprobada para los cuatro países en 2017 alcanzaba a US$ 208.400.000 dólares (US$ 203.925.000 para Colombia, US$ 3.225.000 para Panamá, US$ 700.000 para Chile y US$ 550.000 para Argentina). Durante el periplo de Pence un hilo conductor recorrió sus pronunciamientos: Venezuela. En los cuatro países destacó que ese país había dejado de ser una democracia, estaba en vías de volverse un Estado fallido y que, por lo tanto, Estados Unidos contemplaba todas las opciones posibles –siguiendo así lo afirmado días antes de su viaje por parte del presidente Trump y que incluía la alternativa militar– pues Caracas se había constituido en una amenaza seria para Washington. En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos dejó en claro que la opción militar era inaceptable. En la Argentina, el presidente Mauricio Macri fue enfático al indicar que para resolver la situación venezolana no se necesitaba la utilización de la fuerza. En Chile, la presidenta Michelle Bachelet se manifestó con claridad contra una intervención militar en Venezuela. Panamá dio asilo político a dos venezolanos días antes de la llegada de Pence y el presidente Juan Carlos Varela anunció que su país adoptará medidas –sin precisarlas muy bien– para que la democracia regrese a Venezuela.
Es evidente que el vicepresidente hizo el periplo con el propósito de reafirmar la postura de manu militari del presidente Trump que, dicho sea de paso, no parece contar actualmente con apoyo del Pentágono ni del Congreso. Es cierto también que los mandatarios de Sudamérica no respaldaron ni la amenaza ni el uso de la fuerza contra Caracas. Pero hubo otros temas del ámbito de seguridad en el viaje de Pence por la región.
En Colombia, destacó el tópico de las drogas y puso de presente la preocupación de Washington por el incremento del cultivo de coca. En 2016, las plantaciones de coca llegaron, según cifras de Estados Unidos, a 188.000 hectáreas; una cuantía superior al total de superficie cultivada al inicio del Plan Colombia en 1999. Por supuesto que Pence no admitió el fracaso de la prohibición ni el fiasco de la “guerra contra las drogas” que tanto ha estimulado Estados Unidos en América latina por décadas. En la Argentina, Pence habló, entre otros, del fenómeno del terrorismo y del narcotráfico, a lo que el presidente Macri, ante periodistas en Olivos, respondió subrayando la colaboración –sin especificar en qué frentes y con qué modalidades– entre Washington y Buenos Aires en dichas materias.
En Chile, el vicepresidente dijo, en la rueda de prensa, que le había pedido a la mandataria chilena que Santiago rompiera relaciones diplomáticas y comerciales con Corea del Norte. Al parecer ese mismo mensaje se lo transmitió Washington a México, Perú y Brasil. Rápidamente la Cancillería chilena descartó que fuera a romper relaciones con Pionyang. En Panamá, Mike Pence agradeció el hecho de que Panamá sea el único país latinoamericano en haberse sumado a la coalición contra el Estado Islámico compuesta por 72 países y liderada por Estados Unidos e instó a que más países del área se sumen. Hasta el momento nadie ha respondido.
En cuanto a los negocios, la importancia de ese asunto reside en la caída de las exportaciones estadounidenses a los cuatro países –aunque con todos mantiene un importante superávit a su favor. En 2014 y 2016 las ventas de Estados Unidos a Colombia pasaron de US$ 20.066 millones de dólares a US$ 13.067 millones; para la Argentina las cifras respectivas fueron US$ 10.822 millones y US$ 8.512 millones; para Chile fueron US$ 16.541 millones y US$ 12.921 millones; y para Panamá fueron US$ 10.140 millones y US$ 6.128 millones. En Colombia, Estados Unidos logró la exportación de más arroz a cambio de que Colombia pudiera vender palta de la variedad Hass en Estados Unidos. En Chile, el Vicepresidente remarcó los méritos del tratado de libre comercio bilateral pero pidió que Santiago cumpliera con lo acordado respecto a la propiedad intelectual. En Panamá, no hubo ninguna demanda en el ámbito comercial: los datos son abrumadoramente favorables a Estados Unidos que, como se dijo, le exportó por valor de US$ 6.128 millones de dólares en 2016 y le compró por valor apenas de US$ 410 millones.
En la Argentina sucedió un quid pro quo parecido a lo que se anunció durante la visita de Pence a Colombia. Estados Unidos autoriza el ingreso de limones y la Argentina le abre el mercado de cerdo a Washington. El caso del cerdo es sugestivo por varios motivos. La Argentina es autosuficiente en un 90 por ciento e importa, mayoritariamente, cerdo de Brasil. Estados Unidos fue en 2016 el segundo productor mundial de cerdo detrás de China y el segundo exportador mundial detrás de Alemania. Ahora bien, Indiana es el quinto estado (detrás de Iowa, North Carolina, Minnesota e Illinois) en cuanto a mayor inventario de cerdo: como se dijo Mike Pence fue legislador por dicho estado y gobernador. Días después de la visita del vicepresidente estadounidense a la Argentina, Estados Unidos decidió aplicar un importante suba en el arancel a la exportaciones de biodiésel desde la Argentina.
En breve, el periplo de Pence a cuatro países de América latina ratificó lo que será la política anunciada por el presidente Trump sintetizada en la expresión “Estados Unidos primero” y su despliegue en la región. En materia de negocios, reconquistar mercados ante los avances de China y los intentos de diversificación comercial y financiera por parte de las naciones latinoamericanas en los últimos años y en materia de seguridad, sumar a los gobiernos del área a sus políticas de línea dura y anuncios de manu militari ya sea frente a Venezuela, a Corea del Norte y al Estado Islámico. Habrá que ver cómo, cuándo y en qué países de América latina prospera esa estrategia que combina pocos incentivos, mucha presión y alta belicosidad.
* Profesor plenario de la Universidad Di Tella.
Pence es un político del Partido Republicano y del estado de Indiana que fue electo a la Cámara de Representantes en 2000 y reelecto en 2002, 2004 y 2006. En el legislativo fue un miembro destacado del Comité de Agricultura. En 2013 fue elegido gobernador de Indiana. Para esa campaña, según el sitio followthemoney.org, recibió donaciones superiores a US$ 32 millones de dólares; US$ 747.717 dólares provenientes de industrias del campo y vinculadas a las empresas procesadoras de alimentos. En 2016 varias asociaciones del sector afirmaron que su condición de vicepresidente lo hacía el “candidato soñado” de los agricultores.
A su vez, sus posiciones sobre diferentes temas lo ubican entre los políticos decididamente conservadores y de derecha. De acuerdo al sitio ontheissues.org que hace un seguimiento de las afirmaciones, los proyectos de ley, las medidas oficiales y la legislación respaldada por cada político, Pence es antiabortista; antiambientalista; antirreforma de la financiación de campañas; anticontrol de armas; antiingreso de refugiados de Siria; duro contra las drogas, los migrantes, Rusia e Irán; procorporaciones; a favor de la baja de impuestos a empresas y del aumento del presupuesto militar; entre otros.
Teniendo esos antecedentes su visita a América Latina estuvo marcada por dos cuestiones: seguridad y negocios. Respecto a los temas de seguridad, y de acuerdo al sitio securityassistance.org, antes del viaje la asistencia militar y policial aprobada para los cuatro países en 2017 alcanzaba a US$ 208.400.000 dólares (US$ 203.925.000 para Colombia, US$ 3.225.000 para Panamá, US$ 700.000 para Chile y US$ 550.000 para Argentina). Durante el periplo de Pence un hilo conductor recorrió sus pronunciamientos: Venezuela. En los cuatro países destacó que ese país había dejado de ser una democracia, estaba en vías de volverse un Estado fallido y que, por lo tanto, Estados Unidos contemplaba todas las opciones posibles –siguiendo así lo afirmado días antes de su viaje por parte del presidente Trump y que incluía la alternativa militar– pues Caracas se había constituido en una amenaza seria para Washington. En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos dejó en claro que la opción militar era inaceptable. En la Argentina, el presidente Mauricio Macri fue enfático al indicar que para resolver la situación venezolana no se necesitaba la utilización de la fuerza. En Chile, la presidenta Michelle Bachelet se manifestó con claridad contra una intervención militar en Venezuela. Panamá dio asilo político a dos venezolanos días antes de la llegada de Pence y el presidente Juan Carlos Varela anunció que su país adoptará medidas –sin precisarlas muy bien– para que la democracia regrese a Venezuela.
Es evidente que el vicepresidente hizo el periplo con el propósito de reafirmar la postura de manu militari del presidente Trump que, dicho sea de paso, no parece contar actualmente con apoyo del Pentágono ni del Congreso. Es cierto también que los mandatarios de Sudamérica no respaldaron ni la amenaza ni el uso de la fuerza contra Caracas. Pero hubo otros temas del ámbito de seguridad en el viaje de Pence por la región.
En Colombia, destacó el tópico de las drogas y puso de presente la preocupación de Washington por el incremento del cultivo de coca. En 2016, las plantaciones de coca llegaron, según cifras de Estados Unidos, a 188.000 hectáreas; una cuantía superior al total de superficie cultivada al inicio del Plan Colombia en 1999. Por supuesto que Pence no admitió el fracaso de la prohibición ni el fiasco de la “guerra contra las drogas” que tanto ha estimulado Estados Unidos en América latina por décadas. En la Argentina, Pence habló, entre otros, del fenómeno del terrorismo y del narcotráfico, a lo que el presidente Macri, ante periodistas en Olivos, respondió subrayando la colaboración –sin especificar en qué frentes y con qué modalidades– entre Washington y Buenos Aires en dichas materias.
En Chile, el vicepresidente dijo, en la rueda de prensa, que le había pedido a la mandataria chilena que Santiago rompiera relaciones diplomáticas y comerciales con Corea del Norte. Al parecer ese mismo mensaje se lo transmitió Washington a México, Perú y Brasil. Rápidamente la Cancillería chilena descartó que fuera a romper relaciones con Pionyang. En Panamá, Mike Pence agradeció el hecho de que Panamá sea el único país latinoamericano en haberse sumado a la coalición contra el Estado Islámico compuesta por 72 países y liderada por Estados Unidos e instó a que más países del área se sumen. Hasta el momento nadie ha respondido.
En cuanto a los negocios, la importancia de ese asunto reside en la caída de las exportaciones estadounidenses a los cuatro países –aunque con todos mantiene un importante superávit a su favor. En 2014 y 2016 las ventas de Estados Unidos a Colombia pasaron de US$ 20.066 millones de dólares a US$ 13.067 millones; para la Argentina las cifras respectivas fueron US$ 10.822 millones y US$ 8.512 millones; para Chile fueron US$ 16.541 millones y US$ 12.921 millones; y para Panamá fueron US$ 10.140 millones y US$ 6.128 millones. En Colombia, Estados Unidos logró la exportación de más arroz a cambio de que Colombia pudiera vender palta de la variedad Hass en Estados Unidos. En Chile, el Vicepresidente remarcó los méritos del tratado de libre comercio bilateral pero pidió que Santiago cumpliera con lo acordado respecto a la propiedad intelectual. En Panamá, no hubo ninguna demanda en el ámbito comercial: los datos son abrumadoramente favorables a Estados Unidos que, como se dijo, le exportó por valor de US$ 6.128 millones de dólares en 2016 y le compró por valor apenas de US$ 410 millones.
En la Argentina sucedió un quid pro quo parecido a lo que se anunció durante la visita de Pence a Colombia. Estados Unidos autoriza el ingreso de limones y la Argentina le abre el mercado de cerdo a Washington. El caso del cerdo es sugestivo por varios motivos. La Argentina es autosuficiente en un 90 por ciento e importa, mayoritariamente, cerdo de Brasil. Estados Unidos fue en 2016 el segundo productor mundial de cerdo detrás de China y el segundo exportador mundial detrás de Alemania. Ahora bien, Indiana es el quinto estado (detrás de Iowa, North Carolina, Minnesota e Illinois) en cuanto a mayor inventario de cerdo: como se dijo Mike Pence fue legislador por dicho estado y gobernador. Días después de la visita del vicepresidente estadounidense a la Argentina, Estados Unidos decidió aplicar un importante suba en el arancel a la exportaciones de biodiésel desde la Argentina.
En breve, el periplo de Pence a cuatro países de América latina ratificó lo que será la política anunciada por el presidente Trump sintetizada en la expresión “Estados Unidos primero” y su despliegue en la región. En materia de negocios, reconquistar mercados ante los avances de China y los intentos de diversificación comercial y financiera por parte de las naciones latinoamericanas en los últimos años y en materia de seguridad, sumar a los gobiernos del área a sus políticas de línea dura y anuncios de manu militari ya sea frente a Venezuela, a Corea del Norte y al Estado Islámico. Habrá que ver cómo, cuándo y en qué países de América latina prospera esa estrategia que combina pocos incentivos, mucha presión y alta belicosidad.
* Profesor plenario de la Universidad Di Tella.