El oficialismo espera mañana el regreso de Jaime Durán Barba, estratega mayor de Cambiemos y al que van a sumar al debate sobre cómo aprovechar las dos semanas que quedan hasta el comienzo formal de la campaña. Eso ocurre el domingo 17 de setiembre. Dos días antes, el jueves 15, se hará el encierro del comando de campaña con los candidatos y apoderados de todo el país. En el medio, sábado 16, se hará un mega timbreo nacional. Hasta entonces el debate se hace en los despachos oficiales, sobre un mapa de trabajo para uso de los funcionarios estrella (Macri, Vidal, Larreta) en sus desplazamientos. En ese mapa hay varias categorías de distritos.
1) Aquellos en los cuales Cambiemos perdió y puede achicar la diferencia en las generales, aun perdiendo de nuevo. Es el caso de Tucumán (adonde Macri fue el viernes), Formosa, Chaco, Misiones, Salta La Rioja, Río Negro.
2) Las provincias en donde se perdió por poco pero que en octubre se puede ganar, como Buenos Aires y Santa Fe.
3) Las provincias en las que se ganó, pero por una diferencia menor a la esperada, como Mendoza o Jujuy.
4) Las provincias del sur, en donde se ganó sin haberlo previsto, como Neuquén o La Pampa, o que se pueden revertir, como Chubut, Tierra del Fuego. “Podemos llegar a pintar de amarillo toda la Patagonia”, se me entusiasmó uno de los inquilinos del área presidencial.
5) Quedan las provincias especiales, como Corrientes, en donde se elige gobernador dos semanas antes que en el resto del país, el 8 de octubre. También son especiales Santa Cruz o Córdoba que se ganaron y se pueden volver a ganar. Por ahí, mejor no aparecer.
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En esto se basó la decisión de que Macri no viajase a Córdoba al entierro de Eduardo Angeloz. Temieron que la leyenda negativa del ex gobernador le rayase la carrocería en un distrito propio; también dudaron del beneficio de aparecer en una foto con los derrotados Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota.
Sin recetas para el caso Santiago
Ese mapa es sencillo y hay que seguirlo para entender los movimientos del oficialismo. En el peronismo cristinista hay entusiasmo por los efectos en los medios de su campaña por la desaparición del joven Santiago Maldonado, que ha incomodado a sus adversarios. El caso ha reemplazado en su proselitismo al de Milagro Sala, que ya está en su casa, controlada por wi-fi con una pulsera electrónica, una fineza penal. Para el cristinismo es cazar en un zoológico porque es una impugnación de las fuerzas de seguridad cuando están compitiendo con Cambiemos, que es la policía misma, y el massismo, que hace campaña con el sheriff de la Tolerancia Cero, «Rudy» Giuliani III. En la mesa chica de Macri están convencidos de que la línea Garavano es el límite. Exageró quizás Bullrich en su defensa a ciegas de la Gendarmería, pero igual la justifican. Creen que el cristinismo va a usar estos temas siempre contra el gobierno y que involucrarse de otra manera en el caso, como hubiera sido que Macri asumiese la búsqueda él mismo, a lo Scioli, viajando al Sur, hubiera sido algo inútil. Quizás es así, porque Macri, cuando ha ido al Sur, ha defendido al empresario “Joe” Lewis, blanco de las críticas de los activistas aborígenes. Macrismo y massismo en éste y en otros temas buscan halagar al público propio; creen imposible que se les sirvan para sacarle votos al cristianismo. Y más en una elección como la de octubre que confirmará, salvo en algunas diferencias chicas en el borde, las tendencias del voto en las PASO; que son las mismas de la primera vuelta de octubre de 2015.
Volvió “Marito”
En el gobierno están más entusiasmados por gestos como el discurso de cierre de la sesión del miércoles en Diputados que hizo Mario Negri. Con ironía entrerriana – que no hay que confundir con el humor cordobés – el jefe de los diputados ironizó sobre los cristinistas que se retiraron de la sesión para irse con Cristina al acto de lanzamiento en La Plata. “Lo han dejado solo a Santiago”, musitó. “Marito”, como le dice Macri, fue estrella en la reunión de gabinete del jueves en la que se analizó ese escenario. Estaban presentes amigos del diputado, como Emilio Monzó, y algunos contradictores, como Marcos Peña, a quien Negri debió hacer quedar en el recinto para que escuchase su discurso. También estaba allí Ernesto Sanz, mentor de una candidatura de “Marito” a presidente de la UCR para la renovación de noviembre próximo. Este asunto es delicado porque se resuelve en una sola cosa: qué radical acompañará a Macri en un ticket para la reelección en 2019. Uno pude ser Sanz, el otro Negri; va a querer ser Aguad, y no será nunca Federico Storani, el otro candidato a la jefatura radical. De esto se habla bajo los dorados techos de la casa Rosada con dirigentes como Enrique Nosiglia, que almorzó el miércoles con Fernando De Andreis, que funge como armador logístico de la campaña. “Coti” sigue siendo el mejor amigo de Macri en el radicalismo y mantiene con el presidente los mismos códigos de siempre, pese a la aventura Lousteau en la Capital. De Andreis es el responsable de una mejora clave en la gobernabilidad macrista, el menú de esos almuerzos. Tan cuco es el protocolo que el invitado recibe por whatsapp el menú que prepara Dante Liporace. Con la comida no se jode, diría Daniel Scioli.
“Nunca confiés en la gorra” (Solá)
El caso Santiago también desvela al massismo, y fue tema del taller que hicieron los sabios del Frente Renovador el jueves en el altillo de avenida del Libertador. Sergio Massa junto a cabezas de lista como Felipe Solá y Mirta Tundis, y la jefa espiritual Graciela Camaño, y algún otro entornista de ocasión, escucharon a una tira de encuestadores que iban de Hugo Haime al cristinista Artemio López. La mesa conmovió a Massa con el mismo argumento de los macristas: no podés pasar del gatillo fácil a ir a la marcha por Santiago del viernes. ¿Y una conferencia de prensa? Poco creíble. En esa mesa hubo elogios al discurso de Solá ante Peña, cuando dijo que “lo primero que sabe hacer la policía es taparse” y que no hay que confiar nunca “en la gorra”. “A mí, con Kosteki y Santillán, los policías me hicieron una cama y me durmieron”, contaba horas más tarde en el cumpleaños de Ginés González García en el barrio de San Telmo, mientras se aburrían todos mirando en grandes pantallas el empate de la Argentina con Uruguay. En esa mesa los encuestadores mostraron números que sostienen a la lista de Massa en los 14 puntos, contra los 9 que muestran el gobierno y el cristinismo. La pregunta ahí es por qué el FR no monta la campaña en la figura de Solá, una estrella del voto rural, para descontar en el interior de la provincia, que es donde mejor le fue a Cambiemos en las PASO. Felipe, además, es el dirigente más notorio de todos los que encabezan listas de diputados para pelearle votos a Graciela Ocaña y sostener la lista de abajo hacia arriba. Claro que eso haría necesario un desprendimiento generoso de Massa y Margarita Stolbizer: pedir el voto no para ellos – dos víctimas de la polarización ajena – sino para Felipe. Es difícil que el chancho chifle.
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Pucherazos de ayer, de hoy y de siempre
Y sobre Scioli y las comidas. Pudo existir en los últimos días un almuerzo con Cristina de Kirchner en donde se sinceraron sobre la verdad de un posible pucherazo – así llaman al fraude en la Madre Patria – en las PASO, para perjudicar a la jefa de Unidad Ciudadana. Sincerarse, porque la hipótesis de que lo hubo está improbada ante la justicia – pudieron repetirse hechos y personajes del escrutinio presidencial del 22 de noviembre de 2015, cuando Scioli se adelantó a cantar derrota antes de tiempo. En esa hipótesis, el apresuramiento hizo que los fiscales se fueran a su casa a las 8 de la noche y dejasen el final del recuento en manos de sus adversarios. Es poco creíble que el gobierno de Cristina hiciera eso para que perdiese su partido. El punto disputado es otro pucherazo, el que denunció en su hora Julián Domínguez, que lo hizo perder en las internas con Aníbal Fernández. El ex diputado dijo que tenía certificada la evaporación de 100 mil votos en el Correo, pero que no hizo la denuncia por pedido de Scioli, porque hubiera hundido su campaña presidencial. Había ocurrido el escándalo de Tucumán y una denuncia de Julián hubiera perjudicado a Scioli. El cristinismo insiste en que le hicieron fraude en las PASO para beneficiar a Cambiemos en el uso del prime time de la TV. Habría que probar en qué beneficia o perjudica eso, ya que el escrutinio provisorio es sólo un producto informativo, sin valor legal. Niegan que el motivo de mesas con cero votos en algunos distritos haya sido consecuencia de la falta de fiscales, algo previsible si vas a una elección sin un partido como el PJ, en donde los intendentes te pueden controlar las urnas. Al irse por afuera Cristina sacrificó la vigilancia en la última milla.
1) Aquellos en los cuales Cambiemos perdió y puede achicar la diferencia en las generales, aun perdiendo de nuevo. Es el caso de Tucumán (adonde Macri fue el viernes), Formosa, Chaco, Misiones, Salta La Rioja, Río Negro.
2) Las provincias en donde se perdió por poco pero que en octubre se puede ganar, como Buenos Aires y Santa Fe.
3) Las provincias en las que se ganó, pero por una diferencia menor a la esperada, como Mendoza o Jujuy.
4) Las provincias del sur, en donde se ganó sin haberlo previsto, como Neuquén o La Pampa, o que se pueden revertir, como Chubut, Tierra del Fuego. “Podemos llegar a pintar de amarillo toda la Patagonia”, se me entusiasmó uno de los inquilinos del área presidencial.
5) Quedan las provincias especiales, como Corrientes, en donde se elige gobernador dos semanas antes que en el resto del país, el 8 de octubre. También son especiales Santa Cruz o Córdoba que se ganaron y se pueden volver a ganar. Por ahí, mejor no aparecer.
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En esto se basó la decisión de que Macri no viajase a Córdoba al entierro de Eduardo Angeloz. Temieron que la leyenda negativa del ex gobernador le rayase la carrocería en un distrito propio; también dudaron del beneficio de aparecer en una foto con los derrotados Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota.
Sin recetas para el caso Santiago
Ese mapa es sencillo y hay que seguirlo para entender los movimientos del oficialismo. En el peronismo cristinista hay entusiasmo por los efectos en los medios de su campaña por la desaparición del joven Santiago Maldonado, que ha incomodado a sus adversarios. El caso ha reemplazado en su proselitismo al de Milagro Sala, que ya está en su casa, controlada por wi-fi con una pulsera electrónica, una fineza penal. Para el cristinismo es cazar en un zoológico porque es una impugnación de las fuerzas de seguridad cuando están compitiendo con Cambiemos, que es la policía misma, y el massismo, que hace campaña con el sheriff de la Tolerancia Cero, «Rudy» Giuliani III. En la mesa chica de Macri están convencidos de que la línea Garavano es el límite. Exageró quizás Bullrich en su defensa a ciegas de la Gendarmería, pero igual la justifican. Creen que el cristinismo va a usar estos temas siempre contra el gobierno y que involucrarse de otra manera en el caso, como hubiera sido que Macri asumiese la búsqueda él mismo, a lo Scioli, viajando al Sur, hubiera sido algo inútil. Quizás es así, porque Macri, cuando ha ido al Sur, ha defendido al empresario “Joe” Lewis, blanco de las críticas de los activistas aborígenes. Macrismo y massismo en éste y en otros temas buscan halagar al público propio; creen imposible que se les sirvan para sacarle votos al cristianismo. Y más en una elección como la de octubre que confirmará, salvo en algunas diferencias chicas en el borde, las tendencias del voto en las PASO; que son las mismas de la primera vuelta de octubre de 2015.
Volvió “Marito”
En el gobierno están más entusiasmados por gestos como el discurso de cierre de la sesión del miércoles en Diputados que hizo Mario Negri. Con ironía entrerriana – que no hay que confundir con el humor cordobés – el jefe de los diputados ironizó sobre los cristinistas que se retiraron de la sesión para irse con Cristina al acto de lanzamiento en La Plata. “Lo han dejado solo a Santiago”, musitó. “Marito”, como le dice Macri, fue estrella en la reunión de gabinete del jueves en la que se analizó ese escenario. Estaban presentes amigos del diputado, como Emilio Monzó, y algunos contradictores, como Marcos Peña, a quien Negri debió hacer quedar en el recinto para que escuchase su discurso. También estaba allí Ernesto Sanz, mentor de una candidatura de “Marito” a presidente de la UCR para la renovación de noviembre próximo. Este asunto es delicado porque se resuelve en una sola cosa: qué radical acompañará a Macri en un ticket para la reelección en 2019. Uno pude ser Sanz, el otro Negri; va a querer ser Aguad, y no será nunca Federico Storani, el otro candidato a la jefatura radical. De esto se habla bajo los dorados techos de la casa Rosada con dirigentes como Enrique Nosiglia, que almorzó el miércoles con Fernando De Andreis, que funge como armador logístico de la campaña. “Coti” sigue siendo el mejor amigo de Macri en el radicalismo y mantiene con el presidente los mismos códigos de siempre, pese a la aventura Lousteau en la Capital. De Andreis es el responsable de una mejora clave en la gobernabilidad macrista, el menú de esos almuerzos. Tan cuco es el protocolo que el invitado recibe por whatsapp el menú que prepara Dante Liporace. Con la comida no se jode, diría Daniel Scioli.
“Nunca confiés en la gorra” (Solá)
El caso Santiago también desvela al massismo, y fue tema del taller que hicieron los sabios del Frente Renovador el jueves en el altillo de avenida del Libertador. Sergio Massa junto a cabezas de lista como Felipe Solá y Mirta Tundis, y la jefa espiritual Graciela Camaño, y algún otro entornista de ocasión, escucharon a una tira de encuestadores que iban de Hugo Haime al cristinista Artemio López. La mesa conmovió a Massa con el mismo argumento de los macristas: no podés pasar del gatillo fácil a ir a la marcha por Santiago del viernes. ¿Y una conferencia de prensa? Poco creíble. En esa mesa hubo elogios al discurso de Solá ante Peña, cuando dijo que “lo primero que sabe hacer la policía es taparse” y que no hay que confiar nunca “en la gorra”. “A mí, con Kosteki y Santillán, los policías me hicieron una cama y me durmieron”, contaba horas más tarde en el cumpleaños de Ginés González García en el barrio de San Telmo, mientras se aburrían todos mirando en grandes pantallas el empate de la Argentina con Uruguay. En esa mesa los encuestadores mostraron números que sostienen a la lista de Massa en los 14 puntos, contra los 9 que muestran el gobierno y el cristinismo. La pregunta ahí es por qué el FR no monta la campaña en la figura de Solá, una estrella del voto rural, para descontar en el interior de la provincia, que es donde mejor le fue a Cambiemos en las PASO. Felipe, además, es el dirigente más notorio de todos los que encabezan listas de diputados para pelearle votos a Graciela Ocaña y sostener la lista de abajo hacia arriba. Claro que eso haría necesario un desprendimiento generoso de Massa y Margarita Stolbizer: pedir el voto no para ellos – dos víctimas de la polarización ajena – sino para Felipe. Es difícil que el chancho chifle.
Mirá también
El internismo hizo que nadie festeje en serio
Pucherazos de ayer, de hoy y de siempre
Y sobre Scioli y las comidas. Pudo existir en los últimos días un almuerzo con Cristina de Kirchner en donde se sinceraron sobre la verdad de un posible pucherazo – así llaman al fraude en la Madre Patria – en las PASO, para perjudicar a la jefa de Unidad Ciudadana. Sincerarse, porque la hipótesis de que lo hubo está improbada ante la justicia – pudieron repetirse hechos y personajes del escrutinio presidencial del 22 de noviembre de 2015, cuando Scioli se adelantó a cantar derrota antes de tiempo. En esa hipótesis, el apresuramiento hizo que los fiscales se fueran a su casa a las 8 de la noche y dejasen el final del recuento en manos de sus adversarios. Es poco creíble que el gobierno de Cristina hiciera eso para que perdiese su partido. El punto disputado es otro pucherazo, el que denunció en su hora Julián Domínguez, que lo hizo perder en las internas con Aníbal Fernández. El ex diputado dijo que tenía certificada la evaporación de 100 mil votos en el Correo, pero que no hizo la denuncia por pedido de Scioli, porque hubiera hundido su campaña presidencial. Había ocurrido el escándalo de Tucumán y una denuncia de Julián hubiera perjudicado a Scioli. El cristinismo insiste en que le hicieron fraude en las PASO para beneficiar a Cambiemos en el uso del prime time de la TV. Habría que probar en qué beneficia o perjudica eso, ya que el escrutinio provisorio es sólo un producto informativo, sin valor legal. Niegan que el motivo de mesas con cero votos en algunos distritos haya sido consecuencia de la falta de fiscales, algo previsible si vas a una elección sin un partido como el PJ, en donde los intendentes te pueden controlar las urnas. Al irse por afuera Cristina sacrificó la vigilancia en la última milla.