Por José Cornejo*
Madrugada. Volvía manejando del microestadio de Sarandí, siete compañeros se apretaban en el auto. Inspiré profundamente el faso, y me susurré: “estamos en la B”.
En la Provincia habíamos mejorado dos, tres puntos, algo que me había anticipado Máximo. Pero el macrismo había hecho una elección del carajo, insólita para una fuerza no peronista. Marcaron 42,2%. El único antecedente que encontré de un batacazo gorila bonaerense, en una elección de medio término, fue el alfonsinismo en 1985. Y ni siquiera: 41,5%.
Bajé Puente Pueyrredón desembocando en la 9 de Julio. Mis incómodos copilotos plebiscitaban dónde tomar una cerveza. Yo pensaba en la unidad del peronismo y la gente que sumaba peras con manzanas. De todo corazón aceptaría que Sergio Massa o Florencio Randazzo se nos sumara pero a ellos les repele la conducción de CFK. Y que nos condujeran tipos que habían sacado un tercio o un séptimo de nuestros votos era simplemente hilarante. Cristina, el techo bajo y los pibes del auto es lo que somos y lo que tenemos.
Rumbeé para Bellagamba, un refugio clásico de nuestras derrotas. Derrota doblemente paradojal. Va la primera. La resistencia expande el gasto, y le ayuda al gobierno a ganar elecciones. El macrismo ajusta hasta pincharse con la lucha social. Y la amenaza más aguda es el techo bajo kirchnerista. La amenaza electoral expande el gasto público. Año par ajusta, año impar vuelve a gastar. Un stop & go promovido por el Estado. (Si te tocó estar en el tercio más pobre de la sociedad, no rige este axioma, el ajuste es permanente.)
Yo metía y metía maní pelado en la cerveza, una costumbre que ya no escandaliza a mis contertulios. La segunda paradoja es para arriba. El gobierno gasta como loco, tiene un déficit que los emparda al gobierno de Isabelita. Pero gana elecciones y mantiene tranquilos a los prestamistas, por lo menos por ahora. “Presten chochamus, mientras tengamos la manija del Estado podremos devolverles”.
¿Por qué ambas carambolas salen bien? Gobernantes criollos y prestamistas yanquis, además de los culatas periodistas y jueces. Estamos ante una recomposición de la clase dominante. Se fumaron 12 años de espera para recuperar el Estado, no se les va a escapar en 18 meses.
Los que vivimos los 90s (“la B”) lo sabemos. Para recuperar la iniciativa política y sobre todo, el Estado, necesitamos quebrar la unidad de la clase dominante. Y para ello, hay que sabotear el repago de deuda. Hasta que los financieros empiecen a mirar con cariño la porción de la torta de los industriales o los ruralistas. Agudizar el instinto cocainómano de los corredores de bolsa. Ellos saben que esta joda es para un rato nomás.
Bancar las mil guerrillas de nuestro campo popular. Si Pablo Moyano marcha a Plaza de Mayo hay que bancarlo. Si la CTEP corta tres puentes o Juan Grabois se pelea con Lanata, hay que apoyar. Cada paro minúsculo vale un montón, y ni hablar de la toma de tierras de los condenados de nuestra ídem. Alentar a la vecina de Caballito para que organice un ruidazo. Cada anciano que putea porque no puede ver a Independiente o River, tiene el derecho de ser recordado que Mauri se los sacó. Cuando en la cola de la verdulería del Coto, las señoras bufen contra el tarifazo, empezar a maullar. Preguntarle a nuestros padres qué harían si nosotros hubiésemos sido Santiago Maldonado. ¿Te conformarías con que mi cadáver aparezca sin golpear? Solidarizarse con Myriam Bregman en la Panamericana o en Cresta Roja. Si el Evita pasara por Desarrollo a buscar un subsidio ¡caramba! sigue siendo plata que se le escapa a la deuda. Joderles la tasa de repago, en cada centímetro que se libre.
La lucha de clases es como la gravedad, nosotros somos unos cuantos y no hay que entretenerse elucubrando alquimias electorales para un futuro distante. Y como dice Mel Gibson en Corazón Valiente, igual todos nos vamos a morir. Elijamos correctamente de qué lado de la mecha encontrarnos.
Un detalle. Todo esto nos va a tomar un rato. En 2016 el PRO quebró el récord de endeudamiento nacional: entre 45 mil y 50 mil palos verdes. Duplicó nuestra marca anterior, 1982. A presidente Miau le prestaron dos guerras de Malvinas. Este año lleva otros 25 mil palos. Así que mientras liquidaba la cerveza y pescaba los últimos manises, pensé: “enyoguicémonos y Guerra Popular Prolongada”.
* Director Agencia Paco Urondo
Madrugada. Volvía manejando del microestadio de Sarandí, siete compañeros se apretaban en el auto. Inspiré profundamente el faso, y me susurré: “estamos en la B”.
En la Provincia habíamos mejorado dos, tres puntos, algo que me había anticipado Máximo. Pero el macrismo había hecho una elección del carajo, insólita para una fuerza no peronista. Marcaron 42,2%. El único antecedente que encontré de un batacazo gorila bonaerense, en una elección de medio término, fue el alfonsinismo en 1985. Y ni siquiera: 41,5%.
Bajé Puente Pueyrredón desembocando en la 9 de Julio. Mis incómodos copilotos plebiscitaban dónde tomar una cerveza. Yo pensaba en la unidad del peronismo y la gente que sumaba peras con manzanas. De todo corazón aceptaría que Sergio Massa o Florencio Randazzo se nos sumara pero a ellos les repele la conducción de CFK. Y que nos condujeran tipos que habían sacado un tercio o un séptimo de nuestros votos era simplemente hilarante. Cristina, el techo bajo y los pibes del auto es lo que somos y lo que tenemos.
Rumbeé para Bellagamba, un refugio clásico de nuestras derrotas. Derrota doblemente paradojal. Va la primera. La resistencia expande el gasto, y le ayuda al gobierno a ganar elecciones. El macrismo ajusta hasta pincharse con la lucha social. Y la amenaza más aguda es el techo bajo kirchnerista. La amenaza electoral expande el gasto público. Año par ajusta, año impar vuelve a gastar. Un stop & go promovido por el Estado. (Si te tocó estar en el tercio más pobre de la sociedad, no rige este axioma, el ajuste es permanente.)
Yo metía y metía maní pelado en la cerveza, una costumbre que ya no escandaliza a mis contertulios. La segunda paradoja es para arriba. El gobierno gasta como loco, tiene un déficit que los emparda al gobierno de Isabelita. Pero gana elecciones y mantiene tranquilos a los prestamistas, por lo menos por ahora. “Presten chochamus, mientras tengamos la manija del Estado podremos devolverles”.
¿Por qué ambas carambolas salen bien? Gobernantes criollos y prestamistas yanquis, además de los culatas periodistas y jueces. Estamos ante una recomposición de la clase dominante. Se fumaron 12 años de espera para recuperar el Estado, no se les va a escapar en 18 meses.
Los que vivimos los 90s (“la B”) lo sabemos. Para recuperar la iniciativa política y sobre todo, el Estado, necesitamos quebrar la unidad de la clase dominante. Y para ello, hay que sabotear el repago de deuda. Hasta que los financieros empiecen a mirar con cariño la porción de la torta de los industriales o los ruralistas. Agudizar el instinto cocainómano de los corredores de bolsa. Ellos saben que esta joda es para un rato nomás.
Bancar las mil guerrillas de nuestro campo popular. Si Pablo Moyano marcha a Plaza de Mayo hay que bancarlo. Si la CTEP corta tres puentes o Juan Grabois se pelea con Lanata, hay que apoyar. Cada paro minúsculo vale un montón, y ni hablar de la toma de tierras de los condenados de nuestra ídem. Alentar a la vecina de Caballito para que organice un ruidazo. Cada anciano que putea porque no puede ver a Independiente o River, tiene el derecho de ser recordado que Mauri se los sacó. Cuando en la cola de la verdulería del Coto, las señoras bufen contra el tarifazo, empezar a maullar. Preguntarle a nuestros padres qué harían si nosotros hubiésemos sido Santiago Maldonado. ¿Te conformarías con que mi cadáver aparezca sin golpear? Solidarizarse con Myriam Bregman en la Panamericana o en Cresta Roja. Si el Evita pasara por Desarrollo a buscar un subsidio ¡caramba! sigue siendo plata que se le escapa a la deuda. Joderles la tasa de repago, en cada centímetro que se libre.
La lucha de clases es como la gravedad, nosotros somos unos cuantos y no hay que entretenerse elucubrando alquimias electorales para un futuro distante. Y como dice Mel Gibson en Corazón Valiente, igual todos nos vamos a morir. Elijamos correctamente de qué lado de la mecha encontrarnos.
Un detalle. Todo esto nos va a tomar un rato. En 2016 el PRO quebró el récord de endeudamiento nacional: entre 45 mil y 50 mil palos verdes. Duplicó nuestra marca anterior, 1982. A presidente Miau le prestaron dos guerras de Malvinas. Este año lleva otros 25 mil palos. Así que mientras liquidaba la cerveza y pescaba los últimos manises, pensé: “enyoguicémonos y Guerra Popular Prolongada”.
* Director Agencia Paco Urondo