El texto siguiente fue publicado el 21/05/04, en pleno auge del blumberguismo. Aunque muy devaluada en números, la actual campaña por la «inseguridad» justifica la reiteración.
La palabra delincuencia no es inocente. Su empleo supone una operación ideológica compleja, que por lo general está más allá de la conciencia de quienes la usan. Menos peligrosos, en realidad, son quienes recurren a ella con plena conciencia y definidos propósitos. Como sus objetivos suelen quedar a la vista, es más fácil distinguir la mistificación que cuando el hablante habla de delincuencia y delincuentes desde el mero sentido común. Esa misma ‘ingenuidad’ (ingenuidad individual, pero no colectiva) proporciona un sentido de convicción plenamente compartible por la generalidad de los receptores del mensaje.
Nada arroja mayor claridad sobre el carácter no-inocente de la expresión que aquellos casos en que se omite. Si uno se guía por el Diccionario de la Real Academia, ‘delincuente’ es aquel que comete delitos. Pero, significativamente, hay una gran cantidad de personas que cometen delitos y a quienes no se llama delincuentes (salvo que se haga con el deliberado propósito de denigrarlos). Un empresario que viola las leyes que regulan el comercio exterior comete el delito de contrabando; sin embargo, en ningún medio de difusión lo llamarán ‘el delincuente’. Lo mismo ocurre con un banquero estafador, con un policía o funcionario corruptos. La familia de María Marta García Belsunce está fuertemente sospechada de participación en el asesinato de la infortunada mujer y, por lo menos, está acreditado que tomaron parte en un conjunto de maniobras que han impedido esclarecer el hecho durante más de un año y medio. Pero nadie los llama delincuentes, incluidos aquellos que los consideran culpables de participación en el asesinato. Los policías responsables de hechos de gatillo fácil o de torturas infringen varios artículos del Código Penal. Pero no se los llama delincuentes, salvo cuando se quiere deliberadamente individualizar las culpas y desviar la atención de una amplia vinculación entre fuerzas policiales y delitos. Un juez fue condenado por la muerte de su hija y a nadie se le ocurrió, antes, durante y después del juicio, llamarlo delincuente. Ni siquiera la práctica reiterada de delitos es objeto de tal calificación, como lo muestran los casos de empresarios contrabandistas, funcionarios corruptos o banqueros estafadores.
Diga lo que diga el Diccionario, en el lenguaje habitual de los medios y de la calle no se llama delincuente a cualquiera que cometa delitos. La expresión se vuelve así difusa pero, paradójicamente, no presenta dudas a quien la emite ni a quien la escucha. Situación más que confusa: nadie podría definir qué o quién es un delincuente, pero a la vez no duda en qué o quién lo es.
Ya Foucault ha señalado el carácter y el propósito de la construcción social del concepto de ‘delincuente’ y el papel que la cárcel desempeña en esa construcción. La función de la cárcel, advierte el pensador francés, no es ‘regenerar’ al que ha cometido un delito, sino cristalizarlo como ‘delincuente’, para que su ejemplo negativo induzca a la sumisión (es decir, respeto a la propiedad y a la jerarquía social que ella establece) a los obreros que, naturalmente, no quieren convertirse en ‘delincuentes’.
Delincuente es así la contracara de la ‘gente decente’ (expresión anticuada que ha reverdecido en boca del señor Blumberg) o ‘gente honesta’, Resulta tan indispensable para el ‘buen funcionamiento’ de la sociedad burguesa, dentro de ciertos límites, como molesta cuando los traspasa.
Tal vez no haya entendido bien, pero lo que dice Foucault suena a romantizar o idealizar a los «delincuentes» como una espece de bandidos rebeldes, que se resisten a su destino de obreros robandole a los burgueses. Sobre todo son ladrones y asesinos de trabajadores.
de esto se desprende q basicamente los chorros…no roban ni asesinan en en las villas o barrios pobres donde viven…aja,mira las cosas q uno se entera leyendo blogs.
una pregunta,lo q saben de pobreza…lo aprendieron leyendo al «marxista-q-vive-en-una-ciudad capitalista-como-londres» laclau???
en fin…
Hay que dejar de leer a Laclau porque vive en Londres. Definitivamente. Eso invalida todo lo que diga.
Supongo que el autor de la nota lo que pretende es graficar que en estas pampas Es delincuente, solamente el ratero de poca monta, que siempre y por esas casualidades de la vida suele ser pobre y de escasos recursos culturales. Si tenés pedigree no sos «delincuente» y podés cometer cualquiera de múltiples fechorías que nadie te asociará con la palabreja «delito» y en más de un caso te envolverán con una aureola virtuosa – por ejemplo, si un ingeniero asesina (ése es el verbo correcto) a un par de chorros de pasacassettes, lo suyo no es un crimen, es un «justiciero» (dos vidas = un pasacassette = la proporción «justa» del valor de las cosas).
Que la cana asesine por portación de cara y pilcha no es «inseguridad» y así sucesivamente; pero bueno, no podemos quejarnos si «la seguridad» acá la manejan los expertos; un ingeniero falso, una ex bataclana gorda, un rabino facho y otros que de tan impresentables ya ni se muestran por ahí.