Por su aspiración innata de querer ser el mejor alumno del poder económico occidental Mauricio Macri siempre tuvo una fijación especial en contra de la revolución iniciada por Hugo Chávez. Desde la noche en la que ganó la presidencia tomó la bandera del rechazo al gobierno de Nicolás Maduro como su principal política en materia internacional. Llegó hasta pedir su embargo económico, olvidándose que Venezuela es uno de los principales proveedores de petróleo de EEUU y sin pensar en las nefastas consecuencias sobre el castigado pueblo venezolano.
El ex jefe de gobierno porteño asumió la conducción del país sin una “crisis real” que legitime ante la sociedad su plan económico. A través de sus voceros mediáticos y de su coloso aparato comunicacional construyó una ingeniosa hipótesis: si no fuera por sus políticas económicas el camino de Argentina hubiese sido Venezuela. Gracias a él no lo fue. Parándose sobre los vínculos entre los expresidentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez, durante el apogeo del populismo latinoamericano, exprimió hábilmente la crisis contemporánea del país caribeño para argumentar que si el kirchnerismo se mantenía en el poder hacia allí se dirigía Argentina. “Estábamos a dos materias de Venezuela” no paraba de repetir en los primeros meses de su gobierno.
Los vínculos afines entre gobiernos no hacen iguales a sus proyectos políticos. ¿Acaso la estrecha relación de EEUU con Arabia Saudita hace a su democracia liberal una monarquía absoluta? Tanto el chavismo como el kirchnerismo llevaron adelante sus transformaciones en una misma dirección, pero a través de distintas formas. Uno a través de una revolución “neosocialista” posibilitada por la confección de una nueva constitución. El otro a través de un capitalismo “no salvaje” conducido por un peronismo progre, sin reforma constitucional y con un exceso de republicanismo forzado que terminó siendo categorizado de forma invertida por un amplio sector de la sociedad como un “totalitarismo de baja intensidad” conformado por “autoritarios y fanáticos”.
¿Si hubiese ganado Scioli hubiera profundizado el proyecto kirchnerista? Más bien todo lo contrario. Si por algo fue elegido como candidato presidencial fue por su perfil moderado y conservador. La propia Cristina Fernández de Kirchner, cada vez que intentó apenas rozar a los factores reales de poder (los grandes agroexportadores, los oligopolios mediáticos, el poder judicial, la derecha norteamericana/israelí o los servicios de inteligencia) pagó y continúa pagando altísimas consecuencias.
Si el chavismo pudo radicalizarse en contra de esos mismos factores fue porque nació de una pronunciada desigualdad social que funcionó como el caldo de cultivo de la revolución bolivariana. En cambio, nuestro país se caracteriza por la clase media más grande de la región donde históricamente una porción amplia de la sociedad tiene interés por la política. Desde allí que la desigualdad y el doblegamiento del pueblo fuesen menos acentuados. Por un lado uno es un país que fue radicalmente sometido haciendo posible como reacción un estallido social de igual fuste. Y el otro es un país con una tradición política con mayor raigambre y con pasajes tan oscuros que hacen evitar los extremos. Por ello actualmente el núcleo duro del chavismo está mucho más organizado y movilizado que el núcleo duro kirchnerista.
Lo que resulta paradójico es que quien realmente se ubica en espejo con la Venezuela actual es el propio gobierno de Macri. Tensa las instituciones formales de la democracia para imponer su doctrina por sobre el resto del arco político a través de una acentuada desigualdad. Espejo invertido ya que ambos proyectos son antagónicos, pero sus métodos similares. ¿Pero por qué Macri puede radicalizar su gobierno? ¿No será que luego de una ardua tarea fina, todos los resortes del poder real que Cristina y Maduro tienen en contra, él los ostenta a su favor?
Venezuelización de la economía. Luego de la “oportuna” muerte de Chávez, que resquebrajó la representación institucional, sobrevino la devastación de la economía por la también “oportuna” caída estrepitosa del precio del petróleo, cuya exportación es la única fuente de divisas del país. Pareciera que Macri está llevando a la economía argentina hacia ese esquema. Fuera de la especulación financiera las únicas actividades que crecieron fueron las que exportan nuestras principales materias primas.
A su vez eliminó restricciones a las importaciones, (al igual que en Venezuela, todo se importa), subió los costos para producir y planchó el dólar a costa de sostener una tasa de interés que sólo frenó la inversión productiva. De esa forma, como bien nos explica el economista Eduardo Basualdo se financió la fuga de divisas, se desmontó un sector importante de la industria y creció el déficit comercial como nunca antes. Uno es un país sin industria que depende solo del petróleo. El otro se dirige a una reprimarización y desindustrialización de su economía. A dos materias…
Radicalización como único reflejo. La crisis caribeña fue acentuada por el continuo boicot internacional de EEUU que brindó apoyo a la oposición para derrocar al sucesor de Chávez y fomentó el desabastecimiento del sector empresarial para generar escasez e inflación. La radicalización en lo institucional, en lo político y en lo represivo fue la principal respuesta de Maduro.
En cambio esa misma radicalización en la administración Cambiemos es la única respuesta que tiene para desplegar su plan económico que solo contempla beneficios para los sectores acomodados, en claro detrimento de las mayorías. En ese marco Macri a días de iniciar su gobierno pidió la liberación de Leopoldo López, estandarte de los presos políticos en Venezuela, condenado por el incendio y destrucción de edificios públicos donde murieron decenas de personas. Al poco tiempo legitimó la prisión a Milagro Sala por una concatenación de causas irrisorias y sin fundamentos. Transcurridos los meses, la situación de Sala pasó de ser un hecho aislado a resignificarse como el “tubo de ensayo” de un sistemático encarcelamiento de opositores sin juicio ni condena previa, que sobrevino como herramienta de persecución, castigo y disciplinamiento de toda la clase política. A dos materias…
Avance sobre los demás poderes. Maduro obtuvo poderes especiales otorgados por la unicameral Asamblea Nacional (AN) -lo que sería nuestro Congreso bicameral- para legislar por decreto usando la crisis como excusa. Macri no necesitó ningún aval legislativo para usar el decreto a “como dé lugar”: derogación de la “ley de medios”, construida colectivamente, aprobada por el Congreso y ratificada por la Corte Suprema; veto de la “ley antidespido”, única ley votada por el parlamento a favor de los trabajadores durante sus dos años de gestión; inclusión de los parientes de funcionarios dentro de la “ley de blanqueo” después de ser sancionada por el Congreso; nombramiento de jueces supremos en comisión; modificaciòn de 150 leyes que cambian aspectos muy sensibles como habilitar el alquiler de las acciones de grandes empresas que componen el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del Anses o como permitir que los sueldos puedan ser embargados en un cien por ciento. Cien por ciento.
Cuando la coalición opositora venezolana (MUD) tomó el control del Poder Legislativo su único propósito fue intentar destituir a Maduro bajo cualquier forma. La Corte Suprema venezolana, alineada al gobierno bolivariano, dictó un fallo por el cual se atribuyó a sí misma las funciones de la AN. Nada muy distinto a las maniobras irregulares del gobierno de Macri para generar una mayoría automática dentro de la Corte; controlar el Consejo de la Magistratura para remover y nombrar jueces a gusto; y alinear a los jueces federales aprovechando sus convicciones, sus ambiciones o sus prontuarios.
La Corte venezolana, en esa misma jugada, anunció el retiro de los fueros de los diputados para que puedan ser enjuiciados. En nuestros pagos fueron los propios compañeros diputados quienes le sacaron los fueros a Julio De Vido, para que sea arrestado de forma preventiva. El ex ministro resultó ser también un “tubo de ensayo”. Al poco tiempo, por una causa armada por el juez Bonadio, que tiene un encono personal manifiesto hacia Cristina, ordenó su desafuero y detención a las pocas horas de asumir su banca de senadora. Estas maniobras legislativo-judiciales transgreden a la voluntad popular y por ende a la democracia.
Maduro fue más allá de la Corte y convocó a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para que ocupe el lugar de la AN, hasta que se sancione una nueva constitución. Una de las primeras medidas de esta ANC fue la destitución de la fiscal general Luisa Ortega Díaz por oponerse a estas transformaciones. En el mismo sentido, Macri, para ocupar el último eslabón del Poder Judicial, apuntó todo su aparato mediático-judicial a presionar a la jefa de los fiscales argentinos, Alejandra Gils Carbó. Para ello, la acusó de corrupción y amenazó a su familia para que deje su cargo. Cosa que terminó haciendo. A dos materias…
En los bordes de la democracia. La búsqueda empecinada del gobierno del Pro por implementar un sistema de voto electrónico a través de la misma empresa encargada del sistema venezolano que tanto acusan de cometer fraude, muestra una nueva coincidencia. Resulta llamativo que si el gobierno argentino no reconoce los resultados electorales venezolanos por el “olor” a fraude, ¿porque aquí ese mismo sistema funcionaría mejor? En fin…
El gobierno de Maduro es acusado de intimidaciones, agresiones, censuras, persecuciones, hostigamientos y amenazas a distintos miembros de los medios de comunicación. Si posamos la misma vara sobre el gobierno de Macri observaremos como dirige sus acciones para reducir hasta su mínima expresión a la oposición mediática. Los escasos medios críticos cierran o cambian su línea editorial, sus dueños venden o son encarcelados, y los pocos periodistas críticos son despedidos y sus vías de comunicación son reducidas. Su política en la materia es premiar y castigar a los medios privados según su grado de disciplinamiento, aumentando aún más la brecha entre los grandes medios y los pequeños.
Cuando el periodista más crítico del kirchnerismo, Jorge Lanata, fue deportado de Venezuela por no tener acreditación la prensa “independiente” puso el grito en el cielo. No sucedió lo mismo cuando el gobierno de Macri deportó a sesenta periodistas y miembros de ONGs extranjeros, que contaban con las autorizaciones para cubrir la conferencia de la OMC, por tener posturas críticas con dicho organismo. Y seguimos a dos materias…
Reprimir a su propio pueblo. La continuidad de la medidas de Maduro recién señaladas provocaron tantos rechazos como apoyos. De esa forma se fue generando un aumento del enfrentamiento y la violencia. El Estado, como respuesta al desorden social, elevó los grados de autoritarismo, de represión, de presencia de efectivos en las calles y de intervención de las fuerzas armadas en asuntos internos. El saldo fueron cientos de muertos de ambos lados.
Por su parte, el aumento del uso de la represión del gobierno de Macri tiene que ver con administrar el creciente conflicto social generado por las consecuencias de su plan económico. El deterioro del tejido social que se comienza a percibir hace recordar a la Caracas donde hay que “guardarse” al caer el sol.
La política oficial de “manos libres” y “respaldo ilimitado” a las fuerzas del orden ya se “cargó” dos muertos en protestas sociales. Se han reprimido a mapuches, trabajadores, maestros, estudiantes, manteros y niños murgueros. Ya instalaron su “marca registrada” de infiltrar agentes en marchas pacificas y masivas para provocar los desmanes que justifiquen la represión. Pero parece que Macri siempre da un paso más. Articuló todas las fuerzas federales con las locales para ocupar el centro porteño militarmente en un operativo a cara cubierta y sin identificación. Las fuerzas militares rodearon de forma inédita el Congreso mientras se debatía la mal llamada “reforma previsional” que recortó más del 13% (cien mil millones de pesos) a 18 millones de jubilados, pensionados y niños en medio de una Imparable suba generalizada de precios. Mientras tanto Maduro le hace frente a su crisis decretando el 40% de aumento del salario mínimo de los trabajadores y pensionados.
El presidente argentino pretendió sancionar una ley completamente antipopular sin que el pueblo se manifieste. Al igual que Maduro está reformulando el rol de las fuerzas armadas hacia su participación en el control social interno. La represión a las guarimbas de la derecha rentista venezolana es la misma que a los manifestantes argentinos. La diferencia es que aquello que allí cuestionan lo justifican en nuestro propio país. A dos materias, y van…
A modo de cierre. Luego de este breve recorrido confirmamos que los mismos métodos utilizados por Maduro y Macri en la radicalización de sus proyectos tienen distintas causas y objetivos. Uno busca defender su gobierno socialista y sacar al país de una crisis general con signos visibles de recuperación política e institucional. Más allá de sus cuestionamientos, la ANC convocó a elecciones donde el chavismo ganó 17 de las 23 gobernaciones y el 92% de las alcaldías.
En cambio Macri comenzó su radicalización de forma apresurada, con el ajuste previsional como símbolo, en consonancia a lo vertiginoso e insustentable que es su modelo en lo económico y en lo social. Tuvo que comerse rápidamente los créditos obtenidos en las elecciones de medio término pagando costos muy altos como tener que militarizar el Congreso, unir a la oposición, provocar protestas masivas y “agrietar”, asi sea por un instante, la “grieta” que tantos resultados les ha dado.
¿Serán Maduro y Macri el anverso y reverso de un mismo guante? ¿Uno por izquierda y otro por derecha? ¿Será que Cambiemos se dirige hacia una venezuelización de sus formas? ¿O acaso solo se está pareciendo cada vez más a esa imagen monstruosa que ellos mismos construyeron?
No sea cosa que terminemos pidiendo aunque sea estar a dos materias…