Lo que ya no se puede esperar es tranquilidad. Ese horizonte relativamente previsible en el marco del cual cada uno puede dedicarse a escribir, leer, ejercer alguna actividad artística o intelectual, mantener cierta actividad social, ir al cine o al teatro, recibir amigos en casa, escuchar música o hacer las cosas que más le interesan sin tener que prestar atención a cada rato a los sacudones de la situación general y a las grandes luchas de intereses. No es que no podamos ya hacer cada una de esas cosas o todas: lo que no se puede ya es hacerlo sin tener que desatenderlas para preocuparse por otras cosas, lo que ya no se puede es vivir sin saber que, en cuanto uno se descuida, el horizonte y el suelo se le movieron y le reclaman reconsiderar todo, y estar preparado para vaya a saber qué. The end, punto final de acá en adelante para ese modo de vivir al que en el fondo, y antes que a cualquier otra cosa, aspiramos quienes integramos las clases medias, incluidos los integrantes de la clase media que nos identificamos con propuestas políticas progresistas, populistas y/o de izquierda (y quizá sobre todo este sector de la clase media), salvo que uno opte por meter la cabeza en un agujero y concentrarse en lo suyo, si es que su sentido de la ética o su capacidad de reconocer cuál es el mundo realmente existente se lo permite. La calma demostró que era provisoria, o la tregua, empezaron las turbulencias y no podía ser de otro modo. Los momentos excepcionales son eso, excepcionales y después viene lo que tenía que venir, le guste a uno o no, y ningún desenlace está asegurado. Bienvenidos a la realidad real, abróchense los cinturones.
Entradas relacionadas
Acerca de balvanera
Daniel Freidemberg. Argentino, nacido en 1945 en Resistencia (Chaco), residente desde 1966 en Buenos Aires, actualmente en el barrio de Balvanera. Más información en el blog "días después del diluvio".
Ver todas las entradas de balvanera →