Sócrates decía que para llegar a la verdad hay que hacerse las preguntas adecuadas y la del título nos puede ayudar a acercarnos a la verdad sobre el caso de la muerte del fiscal Nisman (como dice una periodista desde España, citada más abajo). Para quienes prefieran limitarse al ir y venir de las noticias de los medios masivos de difusión, más atento al minuto a minuto de sus audiencias o los ejemplares vendidos, leer un texto mayor a un par de párrafos editados para leerse en el subte o el colectivo (o con fines inconfesables y no periodísticos sino políticos) esta serie de notas puede resultar demasiado extensa, pero mucho más extenso ha sido el tiempo en que ambos atentados llevan sin resolverse o, mejor aún, siendo encubiertos y al fin del camino llegamos a que hoy tenemos ausencia de culpables del atentado y del posterior encubrimiento, un fiscal muerto, una acusación suya (por demás endeble y sospechosa) contra el canciller y la presidenta de la República y decenas de hipótesis dando vuelta. Pero, desde el principio hemos subrayado una de ellas, que denominamos la hipótesis B, quetan sólo se basa en una simple pregunta (que muy pocos se hacen): si Irán no fue el perpetrador del atentado a la AMiA, ¿en qué queda la denuncia de Nisman?
Como dijimos en la nota anterior, si el estado de Irán no fue el responsable de los atentados, no sólo la acusación de Nisman contra los supuestos autores se derrumba sino que su acusación contra el canciller y la presidenta deja de tener sentido, porque ya no estaría en juego la supuesta negociación espúrea para cambiar comercio bilateral por la impunidad de los perjudicados por una infundada acusación. Lo que colocaría la jugada de Nisman en otro terreno, muy alejado de la justicia y la verdad.
Siguiendo ese sendero de duda (y nuestras notas anteriores, ésta y ésta) este humilde Basurero acerca aquí algunos tramos de notas e investigaciones publicadas sobre los dos mayores atentados terroristas cometidos en Argentina, los que, se verá, están estrechamente vinculados con la muerte del fiscal. La gran mayoría de las notas, además de contar con mucho respaldo periodístico y hasta judicial (algunas de ellas por ser escritas por los cuatro periodistas que más investigaron sobre el tema), cuenta con el plus de verosimilitud de que fueron publicadas antes de la denuncia o la muerte del fiscal Nisman.
Repasemos, ya, los extractos de las notas y los videos adjuntos.
CASO NISMAN: ¿A quién beneficia la muerte del fiscal?
POR MONTSERRAT MESTRE (desde Barcelona).
Sócrates decía que para llegar a la verdad hay que hacerse las preguntas adecuadas y en el caso del fiscal Nisman hay algunas ineludibles, que curiosamente no se hacen los grandes medios españoles, ocupados como siempre en reprobar al actual gobierno de Argentina.
¿A quién beneficia que un fiscal muera justo cuando acaba de denunciar a la presidenta y al ministro de relaciones exteriores del país ? Al gobierno no, porque estaría lanzándose estúpidamente una sospecha sobre si mismo, de la cual es muy difícil, por no decir imposible, quedar limpio. Hasta en la circunstancia de que el fiscal hubiera tenido unas pruebas consistentes, el caso es tan enredado que era mucho mejor dejarlo continuar. La presidenta es aforada, y si la ley argentina es como la europea, hasta que no sea ex presidenta no se la puede juzgar. Entonces, ¿a quién beneficia el fiscal muerto justo antes de la comparecencia? Conviene a quienes desean ver al peronismo por una larga temporada fuera del poder, ayudados posiblemente por los mismos que quieren deshacerse de todos los gobiernos progresistas latinoamericanos, del modo que sea porque no pueden derrotarlos en las urnas, pero ahora ya no se estilan los golpes de estado.
Si estoy en lo cierto, estaríamos ante un plan siniestro -y criminal, porque ha muerto una persona- para evitar la reelección del partido gobernante, tirándole encima un escándalo fenomenal. El suicidio del fiscal – sea como sea que haya llegado a ese desenlace- sería una pieza necesaria, aunque obviamente él no debía saberlo. Si el fiscal llegaba a comparecer con sus pruebas inconsistentes, todo iba a quedar en nada más que mucha tinta de Clarín. PERO si el fiscal aparece muerto en extrañas circunstacias justo ANTES de que su denuncia perdiera credibilidad, se hace caer la sospecha sobre el gobierno. Ahora, aunque se investigue tanto como sea posible, se presenten las pruebas que se presenten, o haga el gobierno los mayores esfuerzos por esclarecer la muerte de Nisman, ya quedará escrito en la leyenda negra de los males que le atribuyen el peronismo que “mandaron a matar a un fiscal”.
Parece obvio que el fiscal Nisman debió ser engañado o utilizado, ya que no se puede creer que colaborara suicidándose voluntariamente. Pero es bien sabido que quienes tienen capacidad de planear estas acciones tienen muchos recursos: 1) presionar hasta el límite al objetivo con algún aspecto de su vida privada que no le interesa hacer público o con grabaciones que comprometieran su actuación en este caso. En la década de los 70, lo hacían los servicios británicos para sacar de la carrera electoral a candidatos laboristas con posibilidades de ganar. Alguno no aguantó la presión y se suicidó; 2) Lo “suicidaron”, es decir, se hizo parecer que era un suicidio. Para los expertos no es difícil crear el escenario, incluso saben salir de un lugar dejando la puerta cerrada por dentro. Si no lo mataron directamente, que quedaba mejor que simular un suicidio para hacer sospechoso al gobierno, sería porque tenía custodia.
Además, así el escándalo va a durar varios meses, hasta las elecciones, y el caso va a estar presente en la actualidad nacional e internacional. Curiosa coincidencia, visto desde fuera, es que este caso dramático estalle cuando aun hay una conmoción mundial por la masacre de París. Cuando la prensa internacional está muy atenta a todas las noticias de atentados (aunque los de la AMIA fueron en 1994) y que haya israelíes, que se mencione a Irán, a Hezbolá y a los sirios.
Con las lecciones que ha dejado la historia del siglo XX, de constantes intervenciones extranjeras en Latinoamérica, y con lo que seguimos viendo hoy en la desestabilización de Venezuela, los intentos de golpe en Ecuador, las maniobras para asesinar a Evo, las campañas contra Dilma, es de esperar que los enemigos de siempre también van a jugar muy duro ahora que Argentina se acerca a las elecciones. Si las urnas, como es previsible, dieran un nuevo triunfo al partido en el gobierno, el país podría cumplir 3 quinquenios peronistas, demasiado difícil de soportar para los que siempre tuvieron la sartén por el mango y el mango también.
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EL DICTAMEN DE NISMAN REVISITADO: INCONGRUENCIA INTERNA Y DESACUERDO CON LA REALIDAD
Los duros hechos
El estrépito de opiniones y vaticinios para capitalizar la muerte dudosa del fiscal debería ceder paso al análisis de cuestiones estructurales y a los duros hechos, comprobables con documentos y testimonios responsables.
En ese contexto, es recomendable atenerse a los hechos y postergar las conclusiones hasta que decanten las investigaciones y puedan conocerse los detalles que hoy se ignoran.
Ni la trágica muerte del fiscal permite soslayar la liviandad del último dictamen que firmó.
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La Traffic.
Por lo menos cuatro periodistas que investigaron el tema y no tienen la menor inclinación hacia el régimen de los ayatollahs sostuvieron que no existió tal Traffic. “La teoría de la Traffic explosiva no se sustenta en ninguna constancia seria”, sostuvo Gabriel Levinas, quien contratado por Rubén Beraja informatizó y analizó la causa. A una conclusión similar habían llegado pocos meses después del atentado los periodistas Jorge Lanata y Joe Goldman, ex corresponsal de la cadena ABC, en su libro Cortinas de humo. Según Levinas, el juez Juan José Galeano desistió en forma voluntaria de investigar aquellas pistas que llevaban a personas allegadas al presidente Carlos Menem, como el ex presidente del Centro Islámico, Nassib Haddad, propietario de la empresa que depositó un volquete en la puerta de la AMIA minutos antes de la explosión y a los funcionarios de Fabricaciones Militares que mintieron sobre la compra de amonal por Haddad y su hijo Javier. En la misma dirección, del encubrimiento orientado políticamente, apunta el libro El Atentado, del periodista Juan Salinas.
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Como una herencia incólume de la década menemista, la SI (ex SIDE)dirige la labor de numerosos magistrados y fiscales federales y ordinarios en todo el país: son los jueces y fiscales de la SI. Y con ellos, digitan causas judiciales, inventan acusaciones, garantizan impunidad, imputan delitos a inocentes, extorsionan.
Asimismo, hace mucho tiempo que la SI, entre otros tantos dislates, es la sucursal criolla de la CIA y de la DEA norteamericanas. Y su condición de órgano local de la primera de esas agencias y de la Mossad israelí hizo que se convirtiera desde los noventa en el principal órgano investigativo encargado de “desviar” la pesquisa sobre las responsabilidades del atentado contra la AMIA, a los efectos de impedir el conocimiento de la “conexión local” –que conducía a ciertos grupos sirios y a sectores de la Policía Federal Argentina– y a forzar la situación para colocar como única hipótesis investigativa a la denominada “pista iraní”. El fiscal federal Alberto Nisman, quien mantenía estrechas conexiones con empresas “tercerizadas” de la CIA en la Argentina, siempre fue un mero empleado de esta trama.
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Reportaje de la Agencia Paco Uroindo al periodista Juan Salinas.
Se sigue insistiendo con la historia de Rabbani y el coche bomba».
APU: ¿Cuál es su primera impresión sobre la muerte del fiscal Nisman?
Juan Salinas: Nisman se suicidó, de eso no tengo ninguna duda. Puede ser que se haya suicidado porque estaba en una situación terrible, porque después de 10 años, con una unidad que tenía 50 empleados, sus acusaciones contra Irán son muy endebles. Si se cumplía el Memorándum de Entendimiento iba a tener que ir a Teherán a interrogar a los imputados y a mostrar qué pruebas tenía. Iba a hacer una especie de tartamudeo porque no tenía nada. Por eso quiso cambiar el eje acusando a la presidenta Cristina Fernández de no sé qué. En la AMIA no tuvo nada que ver Irán. Durante años se habló de cosas como la existencia de un coche bomba, tanto para AMIA como para la Embajada, y eso no es verdad.
APU: Otra discusión tiene que ver con el rol de los servicios secretos y de un nombre que ahora aparece con mucha fuerza que es el de Antonio Stiusso. ¿Qué opina sobre eso?
Agente Jaime Stiuso |
JS: Stiusso era el garante de que se cumplieran los acuerdos entre los gobiernos de Israel y Argentina, con la bendición de Estados Unidos. Esos acuerdos implicaban desviar la causa. Hubo un encubrimiento monumental que debe ser juzgado. El arquitecto en términos políticos de eso fue Carlos Corach, como Stiusso lo fue en términos de los servicios. Corach decidió reemplazar a amigos sirios de Menem, que no estuvo involucrado en el atentado, por iraníes. Y reemplazó a efectivos de la Federal por policías de la Bonaerense. El problema es que nadie quiere ver que los atentados se hicieron por una mejicaneada en el lavado de dinero relacionado con el narcotráfico. Por supuesto, Israel no quiere saber nada con ese tema.
APU: ¿Cuál es su hipótesis sobre los atentados?
JS: Está bien desarrollado en mi blog, Pájaro Rojo. Tanto en el caso de la Embajada como en AMIA. En la Embajada está relacionado con las valijas de Amira Yoma. En el caso de AMIA, Menem le pide al Canciller Di Tella que le averigue quién pudo haber hecho los atentados. Lo que averiguan, por medio de la CIA, es que es gente proveniente del Líbano que son los mismos que pusieron una bomba en Panamá al otro día de la bomba en AMIA. Cuando uno investiga el derribo de ese avión ve que mataron al banquero judío Saúl Scwartz, un especialista en piedras preciosas que se había quedado con plata del tráfico de cocaína hacia la mafia tradicional italiana. Fue investigado en su momento por la Justicia italiana. Esto está en el expediente judicial, pero nadie quiere hablar de estos temas. No hay servicio secreto en el mundo que no esté vinculado con el narcotráfico.
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ATENTADO A LA AMIA. LA INVESTIGACIÓN DEL PERIODISTA JUAN JOSÉ SALINAS.
lberto Kanoore Edul padre es amigo desde hace más de tres décadas del presidente Carlos Menem. Su hijo Alberto Jacinto Kanoore Edul es uno de los principales implicados en el atentado a la AMIA.
Y hasta el presidente de la DAIA, Raúl Beraja, hasta ayer nomás un estrecho aliado de Menem, ha pedido que se investigue a Al Kassar y al libanés Nassib Haddad, dueño de la empresa de volquetes, uno de los cuáles fue dejado junto a la puerta de la AMIA apenas un minuto antes de que el edificio fuera volado.
Haddad compró seis toneladas de explosivos en base a nitrato de amonio (los que se utilizaron en el atentado) desde octubre de 1993 a julio de 1994.
Haddad estuvo efímeramente detenido poco después del atentado, lo que motivó que el Presidente Menem convocase de urgencia al juez Galeano a la Casa Rosada. Casi de inmediato, fue puesto en libertad.
En este nuevo contexto (por la aparición de mi libro), en la presentación conjunta que la AMIA y la DAIA hicieron ante el juez Galeano, se pide que se investigue tanto a Yabrán como Al Kassar, y se cita expresamente “algunas hipótesis” de (el ministro Domingo) Cavallo, por ejemplo “los probables vínculos (con los terroristas) de algunos de los hombres que integran el servicio de seguridad de las empresas vinculadas o que se atribuyen” a Yabrán.
Aunque Anzorreguy negó que la SIDE hubiera elaborado ese dossier, el periodista Joaquín Morales Solá puntualizó que el mismo había sido elaborado tiempo antes por el servicio de inteligencia de la Gendarmería Nacional, fuerza que con el apoyo de la CIA norteamericana resistía las maniobras de copamiento que llevaban a cabo altos oficiales apoyados por Yabrán.
En resumen: que más allá de su autoría, el dossier había sido distribuído por empleados de la SIDE que proclamaban la veracidad de la información que ofrecían.
El dossier era, básicamente, una lista de altos oficiales policiales que estarían o habrían estado “mensualizados” por Yabrán. Entre los supuestos pluriempleados se encuentran nada menos que el comisario Carlos Antonio Castañeda (quién al cometerse el atentado contra la AMIA era el titular del DPOC, organismo al que le cupo responsabilizarse de la investigación) así como el comisario Jorge Fino Palacios, titular del flamante Departamento Unidad de Investigación Antiterrorista (DUIA) de la PFA a la que hace unos pocos meses se le encomendó que reiniciara las investigaciones abandonadas por el DPOC.
El cuerpo policial especializado en inteligencia y antiterrorismo en teórica salvaguarda de la Carta Magna se había transformado para entonces en un “agujero negro” por el que se habían esfumado 67 casetes de escuchas (correspondientes a los primeros días siguientes al atentado, la mayoría las practicadas en el domicilio de Carlos Alberto Telleldín cuando éste se encontraba prófugo), cinco rollos de fotos, un llavero bañado en oro que la División Sustracción de Automotores de la Policía Federal le había entregado a Alejandro Monjo en una ceremonia, y donde se había borrado el contenido de la agenda electrónica de Telleldín, entre otras muchas irregularidades.
Al producirse el atentado a la AMIA, el jefe del DPOC, comisario Castañeda, dependía orgánicamente del director general de Prevención Federal, comisario Ricardo De León, a quién fuentes de la propia Policía Federal no trepidaron en calificar como prototipo de policía “amarillo”, es decir de estar vinculado a Yabrán.
El atentado a la AMIA supuso el relevo de toda la plana mayor de la Policía Federal y la entrada en escena de una nueva cúpula encabezada por el comisario Pelacchi, quién fue calurosamente recomendado por el hasta entonces subsecretario de Seguridad, Hugo “El Ratón” Franco, por entonces uno de los principales operadores de Yabrán.
El desembarco de Pelacchi en la PFA constituyó “un desembarco amarillo” (por el color de la Organizacion de Cleraring Argentino, OCASA, la unica empresa que Yabran reconoce como propia) confirmó a este periodista un ex ministro del Interior.
En 1986 y por primera vez en su historia Interpol convocó a una conferencia internacional con objetivo personalizado. Trataba sobre los hermanos Monzer y Gassan Al Kassar, a quienes acusaba de comandar la más peligrosa organización de traficantes de armas y drogas del planeta.
Una década después el comisario Pelacchi logró ser nombrado en el buró de la organización que coordina los esfuerzos de las policías de un centenar de naciones.
Al Kassar no sólo ya no figuraba en la lista de prioridades de Interpol: ni siquiera figuraba. Y según el dossier distribuído por agentes de la SIDE, el jefe del organismo en Argentina, comisario Néstor Blanco, recibía una mensualidad de Yabrán.
No figura en esa lista, en cambio, otro de los miembros de la plana mayor de la PFA, el comisario mayor Gastón Gustavo Fernández, un viejo instructor del CAPE que era el titular de la comisaría 7a (con jurisdicción sobre la calle Pasteur al 600, donde se encontraba la AMIA) al producirse el atentado.
Subordinados de GG Fernández están sospechados de haber “levantado” la custodia de la AMIA instantes antes de que se produjera la explosión.
El vínculo entre GG Fernández y Yabrán parece obvio. El pasado 16 de mayo, periodistas de Telenoche Investiga acudieron a la sede de la empresa que constituye el corazón de la guardia pretoriana de Yabrán, Bridees SA (que querría significar “Brigada de la Escuela de Mecánica de la Armada”), en el edificio de la calle Paraná 597. Golpearon la puerta pero no sólo nadie la abrió sino que desde dentro los intimidaron disparando un arma de fuego.
Tras encontrarse con el Presidente Menem en la residencia de Olivos, el presidente de la AMIA, Chaskiel Oscar Hansman dijo a los periodistas que “la red local que apoyó la realización de ambos atentados, lejos de estar desbaratada, continúa desarrollándose, y lo mismo sucede con la red internacional”.
Ambas redes suelen identificarse con los apellidos Yabrán y Al Kassar.
Luego de renunciar a la subsecretaria de Seguridad, Hugo Franco fue designado por el Presidente Menem interventor en la Director General de Migraciones, cargo que a pesar de su transitoriedad, continúa desempeñando.
En los casi tres y medio años que lleva al frente de Migraciones, la acción más comentada de Franco es haber ordenado destruir todas las fichas de entrada y salida de extranjeros hasta 1995.
La promiscuidad entre los servicios secretos israelíes y los sospechosos de haber entorpecido sistemáticamente la investigación del atentado a la AMIA no puede sorprender si se tiene en que tanto empresas israelíes como empresas vinculadas a Yabrán se encuentran asociadas con el Grupo Macri.
En cuanto a los vasos comunicantes entre Israel y Al Kassar son evidentes: basta recordar que los aviones Dagger (versión israelí de los Mirage franceses) con que se rearmó la Fuerza Aérea luego de la Guerra de las Malvinas, le fueron vendidos por Al Kassar, que se los pagó a Israel con petróleo iraní.
Ofrecí en esa oportunidad detalles del protagonismo que les cupo en la acción terrorista a distintas personas que fueron detenidas y luego liberadas durante las dos semanas posteriores al atentado a la AMIA, particularmente al libanés Nassib Haddad y al sirio Alberto Jacinto Kannore Edul, ambos con largos años de residencia en Argentina.
Haddad, bueno es recordar, es el titular de la empresa Santa Rita a la que pertenecía un camión Fiat Amarillo de transporte de volquetes que hizo maniobras durante largos minutos en la acera de la AMIA para luego dejar un volquete junto a la puerta de la institución. Ello ocurrió el lunes 18 de julio de 1994 entre las 9.50 y las 9.53, hora en que produjo la explosión…
Aunque hacía largos años que habían dejado de tener actividad minera, so pretexto de extraer piedras tipo “rip-rap” en los aledaños de la represa biprovincial Casa de Piedra (en el límite entre Río Negro y La Pampa) entre enero y julio de 1994, Haddad y su hijo Javier habían adquirido alrededor de seis toneladas de exlosivos en base a nitrato de amonio (o amonal), el mismo que se utilizó para volar la AMIA.
Esas compras se iniciaron con bastante antelación -desde principios de octubre de 1993- no cumplieron con requisitos como el previo permiso de Fabricaciones Militares y los Haddad no pudieron justificar la entera utilización de los explosivos comprados en la cantera de Casa de Piedra.
Según pudo comprobar fehacientemente el equipo de investigación que integré, el chofer del camión de los volquetes, Juan Alberto López, había dejado con anterioridad al atentado varios mensajes en el “beeper” de Carlos Alberto Telleldín.
Telleldín, un ex agente de inteligencia de la policía de Córdoba, fue durante mucho tiempo el único detenido en la Causa AMIA.
López llevaba una “hoja de ruta” en la que alguien le había dibujado un croquis que indicaba el lugar exacto (prohibido por la seguridad de la AMIA) donde iba a dejar el volquete, al costado de la puerta del edificio y hacia la calle Viamonte.
El chofer justificó sus largas e incomprensibles evoluciones con el camión y dos volquetes con el argumento de que no encontraba lugar y debió bajar ambos volquetes en el pavimento en un sitio alejado, para luego alzarlos y dejar por fin uno, de manera excepcional, junto a la puerta de la AMIA, y marcharse a llevar el segundo a un terreno supuestamente baldío ubicado en la calle Constitución 2657, donde le habría sido abonado por un tal “Alejandro”.
A escasos metros de ese terreno tiene sede Aliantex SRL, la empresa textil de Alberto Jacinto Kanoore Edul, más conocido como “Albertito” a causa de su pequeña estatura y para diferenciarlo de su padre, un coetáneo y viejo amigo del presidente Carlos Menem.
En la causa que tramita el juez federal Juan José Galeano está acreditado que Edul hijo llamó desde un teléfono celular a Telleldín el domingo 10 de julio de 1994 pasado el mediodía, cuando -según éste- la camioneta Trafic que iba a servir de vehículo-bomba para atentar contra la AMIA le acababa de ser arrebatada por una “patota” de la policía bonaerense.
Pero su hermano mayor, el comisario general retirado Ismael Ahmed quedó en libertad. Ismael Ahmed fue uno de los miembros fundadores de la Triple A y luego, durante la dictadura, nada menos que Superintendente de Comunicaciones de la Policía Federal, es decir el máximo experto en intercepciones de teléfonos y el tendido de “áreas libres”.
(…) resulta obvio que la investigación del atentado fue frenada desde el mismo 18 de julio de 1994, con toda probabilidad a causa de que los primeros allanamientos practicados por la Policía Federal se hicieron en domicilios de ciudadanos sirios e hijos de sirios que argumentaron su amistad o relación con las familias de los presidentes Hafez El Assad y Carlos Menem, Yoma y Tfeli.
Aún así, añadí, gran parte de los terroristas fueron detenidos durante las dos semanas siguientes al atentado por una Policía Federal que se encontraba acéfala. Sin embargo fueron enseguida liberados en medio de negociaciones secretas entre funcionarios del gobierno nacional y la nueva plana mayor de la Policía Federal, encabezada por el comisario Juan Adrián Pelacchi.
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AMIA-NISMAN-CIA. Joven periodista pone luz sobre las relaciones íntimas del fiscal muerto con la Central de Inteligencia (Norte) Americana y los encubridores locales.
Nisman siempre fue un incompetente… bon vivant. Y desde hace muchos años era el chirolita de “Jaime” Stiusso y el mascarón de proa de la conjura encubridora de los asesinos que demolieron la AMIA (y antes la Embajada de Israel) y mataron a casi cien personas por lo que su muerte no puede volverlo un prócer de ninguna causa.
Se ve que nadie la leyó: se trata de una serie de “papers” de servicios de inteligencia extranjeros, un pastiche traducido de apuro a un mal castellano donde tampoco hay una sola prueba de la culpabilidad de ningún iraní.
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CAUSA AMIA, VIDEOS Y MENTIRAS: Las macanas del agente Lifschtiz.
A raíz de la muerte del fiscal Nisman, la causa AMIA ha vuelto a ponerse en primer plano, evidenciando que no hay casi nadie que entienda de qué se trata, producto de dos décadas de desinformación contínua por los grandes y los medianos medios.
(…) efectivos de la Policía Federal (del disuelto ¡por eso mismo! Departamento de Protección al Orden Constitucional, DPOC, así como de otras ramas de la Superintendencia de Seguridad Federal, de varias comisarías, de los bomberos y su Departamento de Explosivos, entre otros) estuvieron involucrados desde un primer momento, tanto en la detonación de las bombas (hubo un evidente levantamiento de la custodia, compuesta por dos efectivos de las comisarías 5ª y 7ª) como en el encubrimiento de los asesinos.
Los muchachos que estacionaron una Trafic (en la gigantesca playa aledaña a la Facultad de Medicina, con entrada principal por la calle Azcuénaga, a tres cuadras y media de la AMIA, que entonces se llamaba Jet Parking) lo hicieron con grandes aspavientos (“espamento”, dicen los lunfas, “haciendo bandera”, decíamos en mi juventud) contratando una estadía de días (aunque parecen haberla retirado ese mismo viernes 15 de julio de 1994 o más tardar el sábado) y mostrándose uno de ellos a todos los empleados, cosa de que no se olvidarán de esa ignota Trafic blanca, tan común en el Once como un camello en un oasis.
Unos minutos antes también habían hecho espamento al obcecarse en dejar la Trafic en el primer piso del estacionamiento del Sanatorio Otamendi, también sobre la calle Azcuénaga y a media cuadra de aquel, a pesar de que a simple vista se veía que no pasaba por su entrada, que es muy baja. Con este pretexto, uno de los muchachos -todo indica que el mismo que habría de repetir el show escasos minutos después- se embarcó en una absurda discusión con el encargado, un suboficial retirado del Ejército nacido en San Juan.
Al igual que los empleados de Jet Parking (dónde el muchacho que entró a la administración dio como domicilio en un castellano gutural un hotel en el que solían alojarse transitoriamente diplomáticos iraníes de segundo rango) el militar sanjuanino recordó que en la planta baja no había lugar y aquel necio muchacho se obstinaba en ascender con la Trafic por la rampa aunque a ojos vista no podía entrar al primer piso, y que durante aquella absurda discusión el muchacho chapurreaba con un acento raro, inidentificable.
La SIDE -y esto es todavía más escandaloso- dijo que pasaría a buscar los videos pero nunca lo hizo, y al cabo de unos cuantos meses, fueron reutilizados por el propio estacionamiento, según narró escandalizado el encargado a quien escribe.
¿Por qué la SIDE no retiró los videos? Porque averiguó rápidamente quienes eran los muchachos intervinientes en la maniobra: dos hermanos, uno estudiante de medicina y otro de kinesiología, y su amigo y vecino -todos vivían en el corazón de San Telmo- un agente de la Policía Federal que prestaba servicios en la Comisaría 47. Los tres allegados a Alejandro Monjo, un vendedor de autos “reciclados” en sociedad con altos oficiales de la PFA. El mismo que había provisto de una Trafic siniestrada a Carlos Telleldín.
(..) en mi libro AMIA. El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos (Planeta, 1997) producto de más de tres años de investigaciones al servicio de la propia AMIA, y en decenas de artículos periodísticos -muchos de ellos publicados en Nueva Sión- muchos de los cuales están en la red.
Este mismo oficial /de bomberos) (que tenía un hermano también experto en explosivos pero de la Policía Bonaerense, hermano que había sido enjuiciado por la voladura de la planta emisora de Radio Belgrano y de la sede del Partido Comunista en Morón) fue el que dijo haber haber encontrado el pedazo de block de motor entre los escombros de la AMIA y firmó el acta respectiva… pero cuando más de una década después debió prestar testimonio en el juicio, se desdijo y reconoció haber mentido: el trozo de motor se lo habían dado, dijo entonces, los militares israelíes que oficiaban de “rescatistas” y él se había limitado a firmar.
En ese momento el juicio debió haberse terminado, ya que todo él se basaba en ese hallazgo. Sin embargo, el juicio continuó porque había que sostener una “razón de estado”, la farsa de la camioneta-bomba, el chofer libanés suicida y la instigación o autoría intelectual de Irán.
Lo acreditado es que cuando estaban a punto de marchar a Ezeiza para regresar a Israel, el lunes 25 de julio al anochecer, el jefe de los “rescatistas”, general Zeev Livne (cito de memoria) pidió la presencia de periodistas. La única que se acercó a esas horas fue la joven y bella Cynthia Ottaviano, que trabajaba en el diario “La Prensa”. Livne le dijo que sus hombres habían encontrado entre los escombros restos perfectamente identificables no sólo de la camioneta-bomba, sino también de su conductor kamikaze, un embuste total. Ottaviano publicó esa supuesta información y quedó tan golpeada por su evidente falsedad que según me dijo en una entrevista telefónica, pasó años sin escribir notas de política.
Y es que la Historia Oficial es falsa desde su origen: fue impuesta por los asesinos y ratificada por quienes conformaban el objetivo del ataque-mensaje (¡Paguen lo que deben!), la DAIA. Pero el hecho de que ni Stiusso ni Nisman puedan garantizar ya que no se la cuestione, no quiere decir -en absoluto- que quienes los sucedan vayan a hacerlo.
En éste, como en otros muchos temas, Cristina parece ir mucho más adelante que sus colaboradores. ¿Se atreverá a derribar el becerro de oro de la camioneta-bomba y su chofer suicida?
No lo sé. Pero, por si quisiera hacerlo, insisto en que la clave es la voladura de la Embajada de Israel, dónde el engaño está tan cerca de la superficie y a la vista como el caño de obras sanitarias que la falsa F-100 bomba no rompió y el cráter que, por inexistente, provocó suspicaces ironías de los cronistas de La Nación.
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SUICIDIO DEL FISCAL NISMAN: Roma no paga traidores. ¡Hay que reabrir la causa de la Embajada de Israel!
Así como no podía ir a Teherán y acusar al ex presidente Rafsanjani sin hundirse en el ridículo, Nisman no podía ir al Congreso a acusar a la Presidenta CFK.
Diez años viviendo a cuerpo de príncipe del cuento, con la única función de evitar que se investigara quienes y por qué pusieron las bombas.
Y es que Nisman no tenía nada más que el humo que le dio Stiusso. Acorralado, sabiendo que se le acababa el curro, decidió librarse del bochorno.
Entregarse en cuerpo y alma a los servicios, hacer de chirolita de la CIA y el Mossad, no suele resultar gratis: Roma no paga traidores.
Quedará para otros seguir sosteniendo el timo de las camionetas-bomba, los choferes libaneses suicidas… la supuesta instigación de Irán.
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Causa AMIA. Un reconocimiento de Verbitsky que no satisface, en tanto la piedra basal del encubrimiento permanece incólume.
Algunos comentarios a lo publicado hoy por el gran periodista (Horacio Verbitsky):
La “pista siria” en realidad debería llamarse la pista de la familia política y otros personajes del entorno del presidente Menem, como explicó tempranamente, en noviembre de 1994, el gran periodista Rogelio García Lupo, al celebrarse una reunión sobre los ataques terroristas producidos en Buenos Aires en las salas A y B del Centro Cultural San Martín. García Lupo tenía información de primera mano acerca del involucramiento de la familia política de Menem en el atentado a la AMIA. Coincidentemente, la ex secretaria de Emir Yoma, Lourdes Di Natale (muerta luego a causa de una sospechosíma caída al vacío a un patio interior del edificio en el que vivía) le dijo a este periodista que en ocasión de producirse el atentado a la Embajada de Israel (17 de marzo de 1992) Emir Yoma recibió a Alfredo Yabrán en sus oficinas de la calle Paraguay, y ambos se sentaron en una ventana interior que daba al norte a conversar hasta que se produjo la explosión que, todo indica, sabían de antemano que se iba a propducir. Esa noche, Monzer al Kassar hizo una fiesta en su amplio departamento de la Avenida del Libertador.
Investido de la confianza de todos los actores, Corach pergeñó un truco de prestidigitación. Si metafóricamente el cuchillo homicida estaba conformado por una instigación sirio-argentina (el mango) y una ejecución local-azul-federal (la hoja), aprovechó la permanencia del remache (el detenido Telleldín) para cambiar primero el mango (por el chivo expiatorio elegido: Irán) y luego la hoja (reemplazando a los federales por los bonanerenses del comisario Ribelli, dependientes de Eduardo Duhalde, por entonces enconado rival de Menem).
Nadie vio las supuestas camionetas-bomba ni en la Embajada de Israel (donde el experto enviado por la policía israelí, Jacob Levy, concluyó que no la hubo) ni en la AMIA (donde la enfermera Nicolasa Romero declaró enviada por un comisario de los Bomberos de la PFA que había visto una Trafic beige con volante a la derecha cuando los restos de chapa que se encontraron eran blancos), además de ser harto evidente, y así lo demostraron las pericias de ingenieros independientes, que en ambos ataques los epicentros de las explosiones (de la explosión principal en el caso de la AMIA) se produjeron adentro de los edificios, siendo con toda probabilidad introducidos los explosivos aprovechándose la circunstacia de que ambos edificios se encontraban en refacciones y las medidas de seguridad eran prácticamente inexistentes: en el caso de la Embajada se sigue diciendo una y otra vez que hubo 28 muertos cuando sólo están identificados 22, lo que parece indicar que hubo albañiles bolivianos muertos que jamás fueron identificados.
Repito y reitero: nadie vio las supuestas camionetas-bomba antes del atentado… y tampoco después. Porque en absolutamente todos los atentados con coches-bomba que se han hecho en todo el mundo, los restos de aquellos son perfectamente identificables… excepto en la por lo visto milagrosa Buenos Aires.
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Causa AMIA: Un chiste de Jaimito…
Los riesgos de ir a la batalla con generales mercenarios.
El “manotazo de ahogado” del fiscal Nisman (el “chirolita” de “Jaime” Stiuso que citó a indagatoria a la Presidenta y a su Canciller por –supuestamente- encubrir la –supuesta- responsabilidad de Irán en el atentado) es una arremetida del eje judicial-corporativo.
Desarmar públicamente las absurdas acusaciones del fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta de la República y su Canciller por haber supuestamente desviado o entorpecido la hace muchos años paralizada investigación del atentado a la AMIA sería muy fácil si el Gobierno tuviera en esta materia algunos medios fieles.
Bastaría con poner bajo los focos y ante las cámaras de TV a Nisman y obligarlo a explicar en qué fundamenta sus acusaciones contra, por ejemplo, quien era al momento de las voladuras de la Embajada de Israel y de la AMIA el presidente de Irán, el ayatolá Akbar Hashemí Rafsanjani.
Lo veríamos entonces tartamudear, citar “papers” de varios servicios de inteligencia y los incongruentes dichos de algún iraní que para aquellas fechas ya vivía en Alemania y asesoraba a los servicios teutones, como el meneado “Testigo C”.
Lo mismo puede decirse respecto del demonizado Moshen Rabbani, ex agregado cultural de la Embajada de Irán. La prueba de que no hay nada contra él es obvia: en vez de detenérselo, se lo expulsó del país aprovechando su regreso de vacaciones. Vale decir: se espero a que saliera del país para luego no dejarlo regresar.
Nisman veló porque nada ni nadie pusiera en entredicho la piedra basal de aquel pacto, suscripto también por los principales diarios, los que determinan la agenda: que el ataque a la AMIA -como antes a la Embajada de Israel- habría sido perpetrado por un suicida del Hezbolá libanés que estrelló una camioneta-bomba contra su puerta.
(Se desconocen) cosas tan evidentes y relevantes como que:
– Hezbolá nunca protagonizó ataques de ningún tipo fuera de Medio Oriente.
– Nunca hubo ataques con vehículos-bombas en los que los restos de estos no fueran claramente visibles e identificables, tal como sucedió en Buenos Aires en ambas oportunidades.
– Las pericias hechas por expertos ingenieros independientes determinaron en ambos casos que las explosiones (o, si se quiere, las explosiones principales) se produjeron adentro de los edificios demolidos.
En el caso de la AMIA, está claro además que esta versión falsa le fue impuesta al presidente Carlos Menem por un enviado de Israel (tal como probó Horacio Verbitsky hace una década en en su nota La InfAMIA).
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El acuerdo tripartito entre los gobiernos y los servicios de inteligencia fue seguido al milímetro por el juez Galeano y Clarín y La Nación (Daniel Santoro, por ejemplo, que hoy salió a respaldar a Nisman, también defendió al juez inicuo hasta que fue destituido) y también (con alguna contradicción, ya que intervinieron muchos periodistas) por Página/12 (Tiempo Argentino no existía entonces, pero desde que apareció se sumó a la corriente).
(…) Nisman suplantó a Galeano como guardián de aquel acuerdo, no sin antes verificar que su esposa, Sandra Arroyo, fuera nombrada jueza federal de San Isidro.
Nisman (al que sus detractores suelen llamar “el fiscal israelí en comisión” por los frecuentes viajes que realiza invitado por organizaciones sionistas) se ciñó al guión preestablecido hasta el punto de que -según los cables de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires publicadas por Wikileaks- cuando quiso inmiscuirse en el encubrimiento liderado por el ex ministro Carlos Corach- desde dicha legación dipomática se le ordenó que se limitara a “la conexión internacional”, esto es, a culpar a Irán.
En épocas recientes, la Presidenta (que conoce muy bien la causa AMIA ya que fue miembro de la Comisión Bicameneral de Seguimiento de las Investigaciones de ambos atentados, primero como senadora y luego como diputada), percibiendo que el presidente Obama busca descongelar las relaciones con Irán a fin de que este país oficie como dique de contención de los extremistas suníes financiados por Arabia Saudi, Qatar, Kuwait y Turquía, tomo la iniciativa de llegar a un acuerdo con Irán para que la justicia argentina pudiera interrogar a los altos funcionarios iraníes que tan livianamente acusa Nisman.
La firma del memorandum con Irán provocó una insurrección generalizada dentro de una Secretaria de Inteligencia liderada por “Jaime” Stiuso o Stiusso, colonizada a gusto tanto por el Mossad como por la CIA desde hace décadas. A partir de entonces, la SI, ex SIDE, trabajó decididamente para los enemigos del Gobierno, excepto una ínfima minoría que decidió privilegiar su fidelidad al Poder Ejecutivo por sobre sus lazos con Estados Unidos e Israel, tal como todo indica hizo desde un primer momento -por las razones que sea- el general Cesar Milani… lo que explica los virulentos ataques que recibe de parte de una oposición, lidera por “la corpo” mediática a la que los crímenes de lesa humanidad les importan un bledo.
En este contexto, el descabezamiento de la Secretaría de Inteligencia y la jubilación compulsiva de Stiuso o Stiusso no podía dejar de tener remezones y “vueltos”. Nisman no es más que su espada vengadora.
Que la mayor parte de esos jueces respalden a Nisman y se apoyen en “la corpo” mediática y en legisladoras como Laura Alonso y Patricia Bullrich, ostensiblemente financiadas por la CIA y los “fondos buitres”, no puede sorprender a nadie.
Dos: Afronta esta batalla desigual sin tener un solo medio en el que pueda confiar que no lo traicionará. En lo que también le cabe una importante responsabilidad, porque no se puede ir a la batalla confiando en el talento de generales mercenarios o de pacotilla.
A pesar ofrecer tanto hándicap gratuito, es posible que el Gobierno gane esta batalla porque la acusación de Nisman es sencillamente descabellada. Pero, ni aún así, el resultado está dado de antemano. Por lo pronto, sus enemigos consiguieron hace tiempo que la Sala I de la Cámara Federal porteña declara inconstitucional el memorándum con Irán.
Y, reducida a su mínima expresión, ya sin Raúl Zaffaroni, no puede confiarse en que la Corte vaya a arreglar ese desaguisado.
Presten mucha atención porque es ahora cuando se verá quien es quien.
Nota completa
WikiStiusso.
Por Santiago O’Donnell.
A menos de una semana de la muerte de Nisman sería prematuro avanzar demasiado sobre cómo terminó la vida del magistrado. Pero alcanza para analizar algunos comportamientos mediáticos alrededor del fiscal y de la causa AMIA y algunas de las opacas zonas fronterizas entre la política, el espionaje y el periodismo.
Todos ellos, funcionarios, dirigentes comunitarios y periodistas que se ocupaban del tema. sabían que la fiscalía de Nisman se nutría básicamente de una fuente. Nisman nunca lo ocultó. Sabían que el peso de la investigación lo llevaba el director de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, alias Jaime Stiusso, y a través de él, los servicios de inteligencia extranjeros, especialmente de Estados Unidos e Israel.
La cosa es que todos sabían: Néstor, Cristina, Canicoba, los presidentes de la AMIA y la DAIA, los tres periodistas de La Nación, Clarín y Página 12 que llevan el tema por lo menos desde el 2005, sus editores responsables y unas cuantas personas más. Yo me enteré en el 2011 cuando Nisman me citó para hablar de los cables de la embajada estadounidense que acababa de publicar en mi libro Argenleaks.
«¿Cómo? ¿No lo conocés a Jaime?» me preguntó Nisman entre extrañado y sorprendido en aquel encuentro del 2011. Acababa de decirme que en una causa tan compleja, en la que uno básicamente depende de lo que puedan averiguar los servicios de inteligencia extranjeros, su información provenía de Stiusso, ya que Stiusso era el que manejaba la relación con los servicios israelíes y estadounidenses. Me dijo que su tarea consistía en chequear la inteligencia en bruto que le mandaba el agente, y tratar de confirmar datos para que se puedan judicializar, ya que no todo lo que le mandaba servía. Fue la única vez que lo vi y me lo dijo sin conocerme. O sea, no era ningún secreto: Stiusso manejaba la investigación.
Y yo no conocía a Stiusso, pero por supuesto que sabía quién era. Un espía legendario de los tiempos de la dictadura, que había trabajado con Nisman en la bochornosa primera investigación de la AMIA, él como informante, Nisman como fiscal auxiliar. Un personaje oscuro al que por entonces se le atribuían todo tipo de «carpetazos» (operaciones de prensa) contra distintos personajes del gobierno y la oposición. desde Boudou y De Narvaez, hasta Enrique Olivera y el jefe de la bonaerense. Y sabía, sabíamos quién era porque Stiusso se había hecho famoso, y peor que le puede pasar a un espía es hacerse famoso. Fue en julio del 2004 cuando el entonces renunciante ministro de Justicia, Gustavo Béliz, mostró una foto del agente en el programa de Mariano Grondona y denunció que Stiusso había montado «un ministerio de seguridad paralelo», al que describió como «una especie de Gestapo.»
La denuncia y la exhibición de la foto le costaron años de exilio y una batalla judicial a Béliz y su familia, pero a Nisman ni siquiera lo despeinó. La fiscalía siguió su trabajo como siempre.
El Stiuso bueno tenía la cara del fiscal Nisman que seducía a los periodistas con su promesas de exclusivas de documentos secretos con revelaciones explosivas que nunca terminaban de estallar. Funcionaba así: cada vez que iba a hacer una presentación judicial avisaba a sus contactos mediáticos, generaba expectativa. Después, el día de la presentación, entregaba un resumen de diez o quince páginas, como hizo con la denuncia contra la presidenta. Con eso, los diarios hacían sus tapas y echaban a rodar el ciclo informativo. El resto era material clasificado, sensible, que debía permanecer bajo estricto secreto de sumario, porque estaba en juego la vida de agentes secretos. Cuando se terminaba de filtrar el escrito completo resultaba ser una zaraza de los servicios que no terminaba de probar nada, pero el ciclo informativo ya había pasado hacía varios días y a nadie le interesaba demasiado si las pruebas era endebles o secretas porque el juez bancaba, el gobierno bancaba, la opo bancaba, la AMIA bancaba y había que meterle para adelante.
Pasó con el supuesto chofer del coche bomba que habría volado la sede mutual judía, Ibrahim Berro. Cuando Nisman anunció el 2005 que sus hermanos en Michigan habían confesado que Ibrahim era el atacante suicida, el resumen de diez páginas de una presentación judicial de cientos de páginas que Nisman había entregado a los medios, fue tapa de todos los diarios y cabeza de todos los noticieros. Pero cuando se conoció la transcripción de la entrevista a los hermanos de Berro semanas más tarde, se supo que los hermanos habían negado que Irahim tuviera algo que ver con el atentado. Entonces Nisman dijo que los hermanos mentían y a partir de ahí los grandes diarios y noticieros dieron por hecho en innumerables noticias que Ibrahim Berro era el atacante suicida.
Había excepciones, claro, sobre todo algunos familiares de las víctimas y periodistas rebeldes. Los autores de los tres libros de investigación más importantes que se hicieron sobre el atentado, Salinas, Levinas y Lanata-Goldman, rechazaron la hipótesis central de Nisman. Esto es, que fue un atentado con coche bomba y conductor suicida llevado adelante por una célula de Hezbolá, con apoyo logístico desde la Triple Frontera, por orden de la entonces cúpula del gobierno iraní. Los cuatro autores hoy aseguran que el coche bomba no existió, dato a partir del cual descreen de toda la historia.
Pero el apoyo para Nisman era tan sólido que hasta parecía abrumador. El juez confirmaba, la prensa avalaba, el gobierno financiaba, la opo otorgaba, las fuerzas vivas de la comunidad acompañaban.
Como ya es público y notorio a esta altura del partido, la política de Estado para proteger la investigación Nisman Stiusso se empezó a romper hace dos años cuando el gobierno argentino firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno iraní para que una Comisión de la Verdad compuesta por juristas propuestos por ambos países determine la culpabilidad o no de los acusados iraníes, eje de un brusco giro geopolítico que emprendió el gobierno en la segunda parte de la presidencia de Cristina. Se rompió todavía más el mes pasado cuando el gobierno echó a Stiusso de la Secretaría de Inteligencia y se terminó de romper del todo hace diez días cuando Nisman denunció a la presidenta.
A partir del acuerdo con Irán el caso AMIA cayó en la grieta: para los medios anti k Nisman fue más que nunca un valiente fiscal de la patria. mientras que para los medios k pasó a ser una mezcla entre demonio, inepto y vende humo. El gobierno quedó de un lado, la oposición del otro, y las organizaciones judías en el medio, tironeadas desde los dos costados. Pimero apoyaron el acuerdo en una conferencia de prensa conjunta con el canciller Timerman. Después cambiaron de parecer y se pronunciaron en favor del rechazo antes de que el Congreso aprobara el acuerdo. Después jugaron más fuerte: fueron a la justicia y consiguieron que un tribunal lo declare inconstitucional. Pero cuando el fiscal denunció a la presidenta, dudaron y terminaron retaceándole el apoyo ante la certeza de que Nisman se presentaría en el Congreso, digámoslo así, como de costumbre, con mucho entusiasmo y convicción, pero bastante flojo de papeles.
Por un lado Jorge Lanata, el editor más creativo y el mejor formador de equipos periodísticos del país, legítimo heredero de Natalio Botana y Jacobo Timerman. Desde de que escribió su libro «cortinas de humo» meses después del atentado y durante años Lanata se la pasó denunciando, muchas veces en soledad, que la causa AMIA era una truchada y que Nisman era un trucho. En este video de Día D se lo ve a Lanata diciendo que la causa AMIA es miles y miles de páginas de «nada» (video que consta en nuestra nota anterior). Pero ya con la camiseta de grupo Clarín cuando el fiscal denunció a la presidenta, Lanata decidió que la denuncia de Nisman era tan seria que ameritaba dejar en suspenso todo lo anterior. Desde entonces es uno de los fogoneros de la línea Clarín: a Nisman lo mataron o lo suicidaron para callarlo por la gravedad de lo que iba a denunciar.
Con respecto a la causa AMIA, un volver a empezar puede sonar doloroso, pero qué más decir: el camino se hace al andar. Pero no empezaremos de cero, Que la pista iraní no se haya probado no quiere decir que haya que dejarla. Al contrario. Dato por dato, folio por folio, los iraníes siguen siendo los principales sospechosos. Aunque todo debe ser revisado con ojos frescos, insospechados y debidamente consensuados, los principales proponentes tanto la pista siria (Escudé) como pista la narco (Salinas), ni hablar de la pista del autoatentado (Petrosino) hoy por hoy lejos están de producir las pruebas que puedan convencer a una opinión pública comprometida y a una justicia independiente, como va a hacer falta para esclarecer el atentado.
Nota completa
Pasemos ahora a los videos y un audio radial sobre el tema:
Atentado a la AMIA: Crónica de un encubrimiento. Video de Memoria Activa, familiares de las víctimas.
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AMIA-NISMAN. Entrevista radial de Víctor Hugo Morales a Juan Salinas.
Para oirlo cliquear aquí
Las escalofriantes revelaciones del caso AMIA, diálogo entre Gabriel Levinas, Jorge Lanata y Magdalena Ruiz Guiñazú.
Publicado el 7 de julio de 2014
Para verlo cliquear aquí.
AMIA: El periodista Juan Salinas en el programa de radio, SUTILÍSIMA (23-2-2013).
Juan Salinas cuenta en forma extensa y pormenorizada el resultado de sus investigaciones, y sus hipótesis sobre los motivos y los responsables de los atentados a la embajada y a la AMIA.
Para verlo cliquear aquí.
¿Continuará…?