En Facebook un “kirchnerista no PJ” que tengo de contacto echa espuma por la boca porque Soria gana bajo las siglas del FPV. De pronto, aparece una rionegrina y le dice que tiene razón respecto del pasado oscuro de Soria que también subrayó Verbitsky en Página, pero le advierte que de ninguna forma los que lo precedieron tienen chapa para tirarle con tal aspecto de su prontuario porque “en ese aspecto se le parecen bastante”. Que se votó el buen presente de Soria como jefe de General Roca y no su pasado, “oscuro” –dice la rionegrina-, respecto del cual confían en el vice “de nombre difícil (y en Cristina)” para contenerlo.
Yo conozco poco de las particularidades de la política rionegrina. Menos aún que del resto de los escenarios locales, lo cual no ha sido óbice para que, caradura como soy, me haya atrevido a comentar sobre todas y cada una de las elecciones provinciales que precedieron la última previa al partido grande del 23 de octubre. No voy, por eso, a condenar a Soria; tampoco a festejarlo; como sí festejaría (festejaré) el triunfo de Pato Urribarri o el de Scioli, por decir.
De una cosa estoy seguro: tanta divergencia opinológica, a más de sana, refleja –me parece- que hay poco de “racional” y mucho de complejo en el juego político de Río Negro, a contrapelo de lo que se ha venido viendo en geografías provinciales que han tendido, en su mayoría, a la estabilidad, a conservar. Que nadie ha dicho que sea fácil, tampoco; ni preferible que así sea, tampoco.
Como sea, también viene a re confirmar, una vez más, que el análisis porteño céntrico sobre comicios provinciales es -por ser suave- ridículo (en realidad, todo “análisis” político, en general, que hagan los columnistas de Capital ya es inservible). Cristina está lejos de ser –y hasta diría que de pretender y de poder- esa autoritaria que va con el látigo por las provincias a decir cómo se tienen que hacer las cosas según su berrinche de ocasión le indique: la subestiman demasiado, es bastante más racional, sabe hasta dónde puede –y cuándo le conviene- meter la cuchara.
Cristina es una presidenta fuerte, pero no todopoderosa, ni mucho menos omnipotente. Más claro: no, Cristina no podía ir a Río Negro y bajar a Soria (suponiendo que lo mereciera) de un plumazo y ya. No sin pagar mayores costos que los beneficios que podría percibir.
Y el país (sobra decirlo, a esto, a esta altura del partido) es bastante más federal de lo que se cuenta en los mentideros unitarios que hacen lobby por la renta de “las grandes”.
Que alguno pretenda asociar el pasado de Soria al kirchnerismo como esencia de la línea interna del movimiento que conduce moverá a la risa (máxime si se tratara de quienes ocuparon cargos en el gobierno de la Alianza que de puro gusto se cargó 37 tipos en las 48 horas que fueron del 19 al 20 de diciembre de 2001). Cristina no necesita ya dar más pruebas de su desapego al escape de la conflictividad social por vía represiva. De hecho ninguno de los matutinos porteños pegó por ese costado, acaso conscientes de lo lastimosa consideración que ha merecido últimamente su desempeño.
A lo mucho alguna apelación de señora horrorizada por el panquequismo de los políticos. Allá ellos si han decidido que la política (y así lo confirma el trazado escogido por el kirchnerismo, siempre pero mucho más decidido a partir de las derrotas ‘08/’09) más racional se vuelve en tanto más se defina entre quienes tienen responsabilidades de pagar sueldos todos los meses, en tanto se dediquen a articular sus acciones en función de dar cumplimiento de sus deberes institucionales y no a vehiculizar reclamos que no son los de sus electorados. A eso va el futuro de nuestra dinámica política-institucional, y habrá que agradecer porque tiene directa relación con el fin de la videopolítica que casi hace saltar a la patria por los aires allá por 2001.
El FPV es, entonces, la única fuerza nacional, lo que obliga a concluir que cualquiera excepto Cristina tiene la culpa de que la UCR de Río Negro (entre otras) ayer haya ido a elecciones bajo las banderas que levanta la conducción de la Presidenta. Nadie obligó a la conducción nacional de la UCR a prestarle más atención a las opiniones de la delegada de Clarín en el partido o de un tipo que fue un muy buen juez que a los que expresaban la presencia territorial de lo que supo ser un partido nacional con voluntad de poder popular e institucional real. Los radicales K buscaron en los Kirchner la expresión institucional de poder que no les brindaban en su partido.
No resultó, en verdad, muy buen negocio electoral para nadie –sí en términos de estabilidad gobernativa (excepto Cobos, que rompió todos los récords de irrespeto a la Ley Fundamental) entre elecciones, lo que mayoritariamente, insisto, ha merecido premios electorales en 2011-, fue lo que fue, lo que se pudo, no siempre lo mejor, pero da la sensación de haber cumplido un ciclo.
En adelante, dijimos, vienen negociaciones políticas entre estructuras, más basadas en términos de gobernabilidad que otra cosa. Cada uno le dará el tinte que quiera, del kirchnerismo ya se conoce de sobra con acabadas pruebas en contra de defecciones/agachadas, lo que a la hora de recordar que Cristina garantiza la conducción partidaria y el rumbo nacional, legitimada en adelante –como todo hace suponer- en una carrada de votos, otorga tranquilidad a los que acordamos con el trazo proyectivo 2003-2011.
En cualquier caso, muy alejado de los que creen que dicen algo cuando hablan, tan linealmente, de “los K/los anti K”. Afortunadamente es todo más complejo, en adelante lo será más, y eso es para alegrarse. Habla de una sociedad democrática, lo cual se confirma en lo variopinto de los distintos pronunciamientos hasta ayer presenciados.
Como decía Mendieta el otro día: no será lo más divertido, pero a mi criterio es lo mejor que se podía esperar cuando toda esta historia empezó. Y asumir que nada será mejor para todo esto que insistirse en su identidad peronista y en que las peleas hay que darlas desde adentro, implica asumir riesgos, entender que los desafíos serán grandes y no sólo depararán postas dulces. El que firma está adentro, cuenten con él.
El General solía referirse a estas situaciones explicando que a veces era necesario deglutir batracios,o que las piedras de los grandes palacios de Europa estaban unidas con materiales de dudosa nobleza, o que si solo se quedaba con los inmaculados iban a ser muy pocos(ello sea dicho con el debido respeto al Cro. Soria).
Los anglosajones, mas pragmáticos, acotan que «politics makes strange bedfellows».