Se denomina capa geológica a la acumulación contemporánea de productos minerales, vegetales o animales que se produce en cada etapa histórica en la vida de la Tierra; y las mismas se suceden unas a otras en forma acumulativa, una sobre otra y por eso se utilizan para diferenciar las distintas edades o etapas de la misma. De la misma manera podríamos denominar a los logros o ventajas que nuestro país ha conseguido a través de los distintos gobiernos desde, por ejemplo, 1916 y que se convierten en hitos indiscutibles del debate político. Cada capa geológica, cada logro sólo deja de tener valor para la sociedad cuando es ignorado, desvalorizado o despreciado por la sociedad. En el caso de la época radical yrigoyenista, la inclusión en la historia de la clase media y los logros económicos radicales fueron menospreciados no sólo por los conservadores y demócrataprogresistas, feroces opositores al radicalismo, sino también por la izquierda de la época (socialistas y comunistas), lo que llevó a la sociedad a olvidarse de las virtudes del voto popular, secreto y obligatorio, vigente todavía pero desprestigiado por la retórica hegemónica conservadora y fascista. Es así que mientras Yrigoyen luchaba contra el Senado mayoritariamente conservador para sacar leyes progresistas para la época e introducir a la clase media en la historia, la izquierda de entonces lo combatía codo a codo con la derecha golpista, la que después lo derrocó, pero luego lo sucedió la “década infame”, el “fraude patriótico” y la persecución, no el socialismo.
Esto llevó al pueblo a perder de vista las prioridades políticas y sociales de la época. La dictadura de Uriburu primero y la seudodemocracia de la década infame después, con su secuela de miseria y exclusión asociada, fueron el terremoto que despedazó los logros políticos de la época democrática, y así la capa geológica se resquebrajó, se disolvió, y el pueblo debió empezar todo de nuevo con las reivindicaciones del siglo anterior.
Algo similar sucedió en los años cincuenta, cuando la contradicción peronismo-antiperonismo (producto de los errores de ambos bandos) tiñó el debate político, y la inclusión de la clase trabajadora en la política y la justa participación en la renta nacional de las capas medias y bajas de la sociedad se relativizaron para así discutir otro tipo de cuestiones. Se dejó de lado el hecho de que los logros de esa época, además de la vigencia de la democracia eran imprescindibles para mantener la paz social e incluso el crecimiento económico generalizado. Así fue cómo nuevamente la derecha, es decir los conservadores, la nueva UCR no irigoyenista y la democracia progresista, más la izquierda tradicional se unieron para avalar el golpe contra Perón primero y su proscripción después. Es así que mientras el peronismo revolucionaba el país con medidas progresistas para la época e introducía a la clase trabajadora en la historia, la izquierda lo combatía codo a codo con la derecha autoritaria, la que después lo derrocó, y lo sucedieron Aramburu, Rojas, Prebisch, Alsogaray, las proscripciones seudodemocráticas y las recetas liberales, no el socialismo o el guevarismo.
Recién después de 1976 esas capas geológicas conquistadas por los gobiernos y movimientos populares, perdidas totalmente durante la dictadura, recobraron su valor con el regreso de la democracia junto con el alfonsinismo en 1983. Es así que en Argentina el concepto cabal de democracia no fue plenamente valorado durante décadas, hasta que se lo perdió totalmente -y trágicamente- durante la dictadura más feroz de la historia. Del mismo modo la justicia social fue reivindicada y valorada plenamente, y por toda la sociedad, en esa primavera democrática. A partir de ese momento, esos valores pasaron a ser incuestionables en el imaginario político nacional, incluso por quienes nunca habían enarbolado esos valores. como algo bueno o deseable, como un objetivo a alcanzar. Aunque poco después el menemismo barrió con todo registro de justicia social cuando perpetró su revolución neoliberal con apoyo popular.
Como lo demuestran los distintos golpes cívico-militares de nuestra historia, un cambio revolucionario, generalmente violento, puede trastocar los conceptos y valores políticos y modificar la geografía sociopolítica nacional; Lo mismo se puede dar mediante un cambio cuasirevolucionario pero dentro de las reglas democráticas, donde un gobierno democrático pueda atentar contra esos valores aceptados; generalmente no en forma indirecta o explícita sino mediante artificios y largas campañas de desprestigio del mismo. Un ejemplo lo encontramos en la etapa menemista, cuando se retrocedió en muchos de los logros democráticos en función del ataque a la hiperinflación, que pasó a ser un disvalor que justificó el olvido de valores que ya habían sido aceptados y apreciados por la sociedad. En ese mismo período, el valor de una inflación controlada se convirtió en un valor y, como en los otros ejemplos, esos valores indiscutibles pasaron a ser capas geológicas ineludibles en un análisis desapasionado de la realidad política nacional. El famoso “uno a uno” menemista se convirtió en un valor cuando se lo creyó un antídoto a las penurias hiperinflacionarias sufridas pocos años antes, hasta que ese modelo estalló por sus propias limitaciones y falacias y una baja desocupación tomó su lugar como valor indiscutido, cuando millones de desocupados inundaron las calles y las pantallas, radios y diarios. Otro piso geológico lo constituyen los derechos humanos, desde el fin de la dictadura 76-83, donde se convirtieron en un valor insoslayable de la sociedad, aunque las leyes de obediencia debida y punto final más los indultos posteriores fueron un retroceso en la materia, pero la sociedad nunca los avaló mayoritariamente, por lo que se tuvieron que obtener a espaldas de la misma.
En los noventa, y gracias a una larga y monocorde campaña mediática de discurso único neoliberal, más la ineficacia para gestionar el estado de los ochenta, además del trabajo de desgaste del prestigio del estado vigente desde 1976, se logró instalar la dicotomía: estado ineficiente-mercado eficiente, que fue aprovechado por el menemismo para originar su alud neoliberal-privatista que se llevó puesto el estado de bienestar -ya hacía décadas convaleciente- que gozaba la sociedad argentina desde los años cuarenta del siglo pasado.
Esto nos enfrenta a la realidad de que los logros democráticos o capas geológicas no son un camino de ida, no es un punto de no retorno, aunque sólo puedan ser desandados mediante movimientos telúricos, sismos en la sociedad política, como hemos ejemplificado.
Algo parecido es lo que la presidenta Cristina Fernández denomina «pisos de debate», y que ella misma se encargó de explicar: “¿Qué es el «piso de debate o discusión»? Comenzar, no retornar una y mil veces a discusiones que ya han sido superadas, sino a partir de lo que hemos logrado avanzar y de lo que hemos logrado construir. ¿Cómo hacemos para mejorarlo, cómo hacemos para profundizarlo, cómo hacemos para que pueda llegar a más cantidad de gente en el menor tiempo posible, cómo podemos contribuir cada uno de nosotros, del lugar que nos toque o que hemos elegido tener?” Estamos viviendo un proceso en el que ya podemos reflexionar sobre estos vaivenes de nuestra sociedad, y quizá sea una época bisagra para discutir este tipo de cosas, aprender de nuestra historia y nuestros errores.
En el caso de las etapas kirchneristas podemos resumir ahora (explicado y desglosado aquí ¿Cristinismo, fase superior del Kirchnerismo?) algunos de los preceptos básicos incuestionables que podemos catalogar como nuevas capas geológicas político-sociales las siguientes:
* el valor de la autoridad presidencial como factor aglutinador de la sociedad
* el afianzamiento de la justicia con esta nueva la Suprema Corte de Justicia
* una política de estado en materia de derechos humanos
* el Estado interviniendo en la economía
* la política de la cesación de pagos más grande de su historia y la disminución de los índices de pobreza y desempleo,
* el desendeudamiento más importante de nuestra historia, bajándose la deuda del 156% al 36,5% del Producto Bruto Interno
* la cancelación de la deuda que teníamos con el FMI, librándonos de la sujeción a las políticas económicas ortodoxas dictadas por ese organismo
* la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva
* el rescate de Aerolíneas Argentinas
* la reestatización de la fábrica de aviones de Córdoba
* la reestatización de los fondos de jubilación y pensión, recuperándolos para el mercado nacional
* los dos aumentos anuales por ley de las jubilaciones
* la generalización de la asignación familiar por hijo
* la Ley de Medios y sus consecuencias: la liberación de las transmisiones de fútbol, la creación de la TV digital y de HD gratis
* el afianzamiento de la inserción de Argentina en Latinoamérica mediante el Mercosur y la Unasur, y en el mundo a través del Grupo de los 20
* el crecimiento de nuestras reservas del BCRA
* el lanzamiento del Plan Estratégico Industrial 2020, que constituye un plan que fija metas de reducción del desempleo y crecimiento de las exportaciones y que intenta profundizar este desarrollo industrial avanzando en tecnología, valor agregado, sustitución de exportaciones y cadenas de valor
* el régimen de cobertura social más importante de Latinoamérica, que tiene a la fecha una cobertura social del 96% con más de un millón de pensiones no contributivas
El desafío actual de nuestra sociedad consiste en evitar que esas capas geológicas sociopolíticas queden expuestas a los vientos o a la erosión de los elementos antipopulares que puedan hacerlas desaparecer, en construir sobre ese piso consolidado, no ceder ni retroceder en la tarea realizada, en los logros colectivos. Una forma de destruir estas capas geológicas, de producir un terremoto sería protagonizar un cambio de rumbo de 180º en la política argentina, como sucedió en la capital federal con Macri, quien desarmó los logros de los gobiernos anteriores sin demasiado esfuerzo. Sólo hay dos maneras de evitar esto: lograr que los sucesivos gobiernos aunque no sean del mismo partido político actual, no pretenda desandar lo acumulado, es decir, que quiera construir sobre lo ya construído; y la otra manera es profundizar hoy mismo el modelo, seguir acumulando otras capar geológicas nuevas de similar sentido para asentar las ya logradas en las estructuras del estado, del sistema y, más importante aún, en la conciencia y el sentido común de la población, para que cualquier discurso político difuso, intrincado o simplista no esconda los reales propósitos de una fuerza política que pretenda gobernar para desandar el camino ya emprendido.
Y ya es hora de que la izquerda argentina aprenda a leer la historia argentina del siglo XX, que ponga en la balanza lo detallado aquí sobre las peripecias de estas capas geológicas y comience a reclamar la profundización del modelo, que pretenda ampliarlo, mejorarlo, y que proponga medidas más ambiciosas en lugar de recostarse en la derecha, de ponerse bajo el alero de los medios hegemónicos concentrados y recitar los latiguillos que ellos le dictan a la oposición desde sus variadas bocas. Lo que se les pide es que le pidan a Yrigoyen las reformas peronistas, en lugar de recostarse en los conservadores y los nuevos diarios La Nación y La Prensa de hoy para que no terminen transando con el establishment de la década infame, y que un nuevo tsunami conservador se lleve puesto esta etapa de pampa húmeda fértil donde tenemos tanto que sembrar y cosechar.
De la historia nacional es que debemos aprender, tanto opositores, independientes como oficialistas, derecha e izquierda, para no errar en el diagnóstico y en las medidas a tomar. Debemos todos nosotros conservar la vigencia de estas capas geológicas que supimos conseguir, consolidarlas y sobre ellas seguir construyendo una sociedad más justa y solidaria.