Carta a Elisa Carrió

Sobre la Argentina guaranga

En un programa de televisión por cable, en C5N frente a Mariano Grondona, Usted, manifestó su tesis de las “dos argentinas”, una visible y otra invisible. Recuerdo que comentó en aquella entrevista sus clásicos imperativos morales, también su ética “radical” de no dialogar con el gobierno, y otras tantas revelaciones de la misma laya. Usted ya nos tiene acostumbrado a todo ese discurso moral kantiano. Conozco la descripción de Mallea de las dos argentinas, pero usted llevó su exégesis a la interpretación de Martínez Estrada. Según recuerdo, en la Argentina –dijo-, hay una “clase de gente”  que se rige por la moral, las buenas costumbres y la decencia, y esta era una argentina oculta que empezaba a florecer como mayéutica socrática, o como el bien al mal –como según dicen los santos evangelios-. Esta interpretación es respetable, inclusive hasta se puede discutir, pero cuando siguió su discurso y comparó las “caretas que estaban en el fondo de la republica” –de Martínez Estrada-, al maquillaje de Cristina, no sólo me pareció un “parir verbal” de la intolerancia clásica a los sectores humildes, sino también una argumentación ultramachista, que sólo sirve para injuriar y reproducir la infame misoginia. Usted manifestó que Martínez Estrada interpretaba el “ser nacional” y los problemas de la Argentina.

Cuando usted recordó a ese pensador en esa noche de televisión, no sólo recordé las odiosas palabras del autor de “¿Qué es esto” Catilinaria”, sino también, Usted agregó entorno a la comsmogonia-cosmética de la política: dijo Usted;  que “la otra argentina” se asemejaba a las caretas del carnaval (o algo así), careta que oculta –según sus palabras: “la Argentina guaranga” de Martínez Estrada. Así como el maquillaje de Cristina –dijo usted-, en Argentina hay muchas “Cristinas”, muchos maquillajes, muchas caretas. Quizá usted sólo interpreta “maquillaje” a algo que no le gusta, quizá la “cama solar” es más respetable que el sol, o el tilingo al guarango. El bronceado a “cama solar” es de tilingo, en cambio el lomo quemado por el sol del mediodía mientras se está yugando, es de guarango. Recordemos algo de lo que decía Martínez Estrada sobre el guarango.

Descendiente del compadrito, el guarango es un ser singular, un individuo torneado por la calle, es como una lija gruesa, o un diamante en bruto –dirá Jauretche-. El guarango se hace en la calle, y es arrabalero, y su estilo es el piropo casual. “Puede verse en él al gracioso sin cultura, al actor que improvisa sin genio, resentido de alguna privación, de que es culpable mucha gente.” es burlador, tramposo, y ante todo es un payaso. Recordemos que Martínez Estrada llamaba a Perón “actor” y a Eva “vedette”. El guarango es un resentido, “es privativo de una moral decadente, por eso busca una compensación con el mal ajeno”. “Es un primitivo que procede como si conociera las reglas de la civilización, y hasta como si las acatara y manejase con plena conciencia de su sentido, pero solo conoce el fraude.” El guarango es patotero, su acción es el “atropello de pobre que atribuye su déficit moral, pecuniario e intelectual, al bienestar ajeno”. El guarango es lo que llamamos “cara dura”, de ahí el apelativo “careta”. Toda esta teoría del “resentimiento histórico” –según el Joven Sebreli-, está desarrollada en “Radiografía de la pampa”, en cambio, esta ontología nacional será interpretada con el surgimiento del peronismo, 25 años después. Según se puede leer en “¿Qué es esto?”, el guarango es un resentido, al igual que Perón, Eva, y el marginal y resentido lumpenproletariat. El guarango es inmoral.

Quiero recordarle que este señor –no sólo este “careta de las letras”, sino también otros- tenia un profundo odio, no sólo a Perón y Evita, sino también, por las clases humildes de nuestra querida nación. No escribió una palabra de comprensibilidad para los sectores humildes, es más la “barbarie” que seguía a Perón, y según sus palabras eran, “un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos, el de los iconoclastas. Sector de individuos sin nobleza, con una opinión peyorativa de los grandes hombres”. Inclusive, este pensamiento no sólo se vislumbraba en “radiografía de la pampa” como expresiones de una y otra argentina, sino también, después del golpe a Perón, resurgieron las claras caras de pieles de ceda, ocultas por los “cabecitas negras”, las “patas” en las fuentes,  y el incipiente homosexualismo –que según Martínez Estrada, era el peronismo-.

O quizá si usted me permite Elisa, recordarle unas palabras de Martínez Estrada al presidente de facto en el año 55, dictador Aramburu, (a días del golpe) a estilo consejo de a “Lorenzo de Medicis”. Dice Martínez  Estrada:

 “Tengo que hablarle como ciudadano y me dirijo a V.E, no con espíritu localista sino con amplio espíritu nacional. Sintetizando al principio lo que he de decir enseguida, puedo firmar que el mayor bien que puede hacérsele a Buenos Aires, no solo a la República, es desmantelarla.”

Como usted sabe, Martínez Estrada no solo leía a Nietzsche, sino también a  aquel italiano que enseñaba a lograr y mantener el poder. Pero Maquiavelo proponía tres formas de mantener el poder en una nación que se regia por sus propias leyes; una era dejarle sus propias leyes, pero con tributos más altos y un gobierno de amigos; otra era ir a vivir entre ellos; y otra era arruinarlos. El espíritu nacional de Martínez Estrada lo llevará a aconsejar el más antinacional de los consejos, desmantelar, desperonizar, exorcizar, civilizar la nación del degeneramiento que es el peronismo. Para Martínez Estrada, -muy similar a su teología moral- el problema de la argentina no es político, o social, sino moral. Seguramente todas estas ideas Usted ya las conoce, es más, las manifiesta a diario en cada oportunidad que puede. Ya la he escuchado decir que Néstor Kirchner era Hitler, Mussolini, lo mismo que decía Martínez Estrada de Perón, desde las alturas de la moral pura. Todo esto ya está en la justicia, y en definitiva son acusaciones entre lideres, son extremadamente imprudentes, antidemocráticos y se parecen más a un vómito discursivo, que a una declaración política. Pero yo me dirijo a Usted no para defender a Kirchner o Cristina –que se saben defender sin mi humilde ayuda-, sino para expresarle mi preocupación por los dichos antidemocráticos, racistas y mal intencionados, que Usted propició  a los humildes votantes que eligieron a su presidenta. Así como Martínez Estrada decía que “el 17 de octubre, Perón volcó en las calles céntricas de Buenos Aires a un sector social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos”, usted dijo que a la Plaza de Mayo, el gobierno “acarrea” a los sectores humildes del gran Buenos Aires. También dijo que a Usted la había votado la gente más formada, más ilustrada y más inteligente. Quizá lo grave no sea la presunción y crítica al clientelismo político (-que de hecho, comparto-), sino la categorización moral de dicho acto. En su retórica moralista, todo hecho “clientelar”, es una inmoralidad, y tiene tanta culpa el puntero político, como las humildes manos que reciben tal beneficio. Usted no deja lugar a intermedios, nunca analiza la realidad concreta, la pobreza, el sentimiento de desarraigo, las injusticias de clase, el resentimiento de las clases altas por los sectores humildes, la humillación laboral; no, Usted pone todo en la misma bolsa, lo etiqueta con el nombre de “peronismo” y lo desecha por inmoral.  En cambio, su discurso denota resentimiento por los sectores que votan por el peronismo. Quizá lo repudiable de Martínez Estrada no eran sus críticas a Perón, sino sus burlas dirigidas a la “chusma”, a los descamisados, a la horda de resentidos que estaban en el sótano de la república. Usted Elisa “cae” en el mismo discurso.

Recordemos algunas palabras de Martinez Estrada sobre Eva Perón:

 «ella era el mal y él el bien, pues los dos eran aspectos alotrópicos de Satanás”

 «era ella una sublimación de lo torpe, ruin, abyecto, infame, vengativo, ofidico”

“su resentimiento contra el genero humano, propio de la actriz de los terceros papeles, se conformó con descargarse contra un objeto concreto; la oligarquía o el publico de los teatros céntricos.”

“ha tratado las grandes figuras de la sociedad burguesa en la conyugalidad del tálamo, y concibió por el hombre, por el macho humano, encarnado en aquellos personajes bajo algunas de sus más nobles investiduras, el desprecio de la cortesana por su cliente incógnito.”

“tenia no solo la desvergüenza de la mujer pública en la cama, sino la intrepidez de la mujer pública en el escenario”

 ….

No le voy a pedir que se meta en el barro, esos son consejos de sonso, ni tampoco le voy a pedir que se ponga en lugar del otro, sino sólo le voy a pedir que mire la cara de cada uno de los votantes, las  caritas de chicos de la calle, una madre adolescente, un trabajador obrero desocupado, una casilla de chapas en el momento en que una joven madre tiende la ropa –mientras un perro galgo le mueve la cola esperando un hueso-, o un pibe de un barrio humilde que juega al fútbol y sueña con jugar en la primera de un gran equipo. Cada vez que se dirija a un humilde con palabras tan insolentes, recuerde estas palabras que yo le digo.

 Elisa, a mí ya no me la podes contar.

 Atentamente

 Goliardo

 

 

14 comentarios en «Carta a Elisa Carrió»

  1. Siempre hubo dos argentinas. Y dice en un párrafo el ya legendario libro de Víctor Sonego, titulado precisamente «Las dos Argentinas». ‘Una es liberal, antipopular, laica y anglosajona, y la otra es nacional, popular, cristiana e indohispánica». Pese a los maquillajes de época, esas dos son las vertientes que siempre salen al ruedo, a veces disfrazadas de otra cosa. Pero esa es la esencia. Carrió está en la primera de las dos variantes. Y cada uno sabrá en cuál está.
    PD Carrió no engaña a nadie con su pseudocatolicismo. Podría trabajar sin problemas en la iglesia electrónica norteamericana. Le sobra cara, carisma, sofismas y, específicamente, maldad. Eso es lo que piden allí.

  2. Buenos argumentos, Goliardo. ¿Lo trabajaste con el «M:E, una pasión inútil» de Sebreli? Nunca lo ví, me gustaría leerlo.
    Lo curioso es como, en sus últimos años, M.E. pasó del horror por la «chusma» local a la idealización de la Revolución cubana, allá lejos.

    Mono: esa clasificación es profundamente conservadora y reaccionaria. A los que somos laicos, no católicos, nos ofende.
    El catolicismo es «popular» porque fue impuesto a la fuerza y el temor al castigo por abandonarlo. También las mujeres infibuladas de Africa se horrorizan cuando una joven se niega a someterse a su tradición local. Y no veo que el catolicismo de Carrió sea menos auténtico que el de su amigo Bergoglio.

    Ojo: no niego que el Cristianismo contenga valores humanos positivos (el Sermón de la Montaña) que son los de los profetas hebreos y antes aún, como la arqueología nos permitió conocer tanto en Egipto como en Mesopotamia.
    Pero en todas las religiones se usan las demandas populares de justicia como coartada para imponer la supervisión de los sacerdotes institucionales.
    El laicismo no tira por la borda esa tradición, sino que pone su realización en manos de la asamblea de los iguales, aquí en la tierra, sin intermediarios autorizados de la Supuesta Palabra Divina revelada.
    Mientras estemos de acuerdo en los valores podemos compartir la lucha, respetando las convicciones íntimas que para cada uno los fundamentan. Un abrazo.

  3. Comparto “mono” la caracterización de las dos argentinas, ahora no debemos caer en zonceras o maniqueísmo.

    Si Roberto, lo trabajé con el texto de Sebreli. Tiene un capitulo titulado “El resentimiento histórico” que trata estos temas. Otro aporte más que importante es el de Jauretche y “Los profetas del odio”, en donde la mayoría de la reflexión es sobre Martínez Estrada.

    “Profetiza, abomina, injuria con ventilador y nos va llevando precipitadamente a la convicción de que esto es un estercolero y en el estercolero sólo hay una flor: Ezequiel Martínez Estrada.” Jauretche, “Los profetas del odio y la yapa”

    En relación a Sebreli, si puede conseguir una edición vieja mejor, la nueva esta llena de prólogos (cuatro) en donde explica que todo lo que escribió hace cuarenta años está mal, encima le sacó un capitulo sobre “política y estado”.

  4. EL libro Los profetas del odio, con o sin el agregado La Yapa, contiene un sustancialismo reaccionario inaceptable. Es una catarsis del autor con niveles de descalificación a la figura del intelectual, no sólo a Martínez Estrada, que ya deberíamos dejar a un lado.

    Jauretche escribió la primera parte -Los Profetas- cargado de veneno en su exilio uruguayo, cuando la autodenominada Libertadora le había confiscado sus bienes. No obstante ello, que conviene recordar para contextualizar la furia de Jauretche, comparte la línea antiintelectual de Forja, comenzada por Ortiz Pereyra en la década de 1920, en donde el saber popular intuitivo es más valioso que el estudio de los doctores. Si bien los doctores se han equivocado en más de una oportunidad, desde Menem para acá, el saber intuitivo de la masa debería ser tomado con una sonrisa y no como si fuera la contracara de los errores de los doctores.

    Me parece un error seguir viendo a la Argentina con las gafas de Martínez Estrada o de Jauretche. Como si no tuvieramos ideas nuevas, hay guiso recalentado y de mal gusto.

  5. Emilio, no sé donde esta escrito, o que razón le dictamina que “deberíamos” dejar de lado a pensadores como Martínez Estrada o Jauretche. No le veo motivo sustancial para bofetear el pasado de las letras argentinas, o las polémicas que han sido la base de nuestra organización política o cultural. En todo caso si a Usted no le gusta, lea lo suyo, o lo que sea. Y si Jauretche atacó a los intelectuales, en nombre de Jauretche les pido perdón a todos los intelectuales, inclusive a usted si se sintió aludido.

  6. Jauretche es un intelectual, y como tal, empleó la ironía, el humor, la investigación firme y concreta sobre la realidad (leánse con cuidado sus referencias simples, sencillas y directas sobre la economía, en las que entremezclaba sus observaciones, podríamos llamarle hoy, «de campo», lo que escuchaba del común de la gente y sus conclusiones, siempre demoledoras, siempre difícilmente refutables). Su supuesto «antiintelectualismo» se dirigía contra los asesores del Fondo Monetario, los ministros de economía liberales -Krieger Vasena, Alsogaray- al servicio de los intereses de los países centrales y también contra los intelectuales que posaban de aristócratas y no lo eran (leer el desopilante análisis de «El incendio y las vísperas» de Beatriz Guido, en «El medio pelo en la sociedad argentina»).
    Solamente Jauretche pudo desafiar a debatir a Prebisch, encargado del plan económico de la Revolución Libertadora, discusión que el brillante economista y por entonces pichón de las ideas liberales, evitó para reconocer luego la hidalguía y solidez de su rival en la dedicatoria de un libro: «a mi contendiente no correspondido» (de esa polémica hay ecos en el libro «No lo dejemos ahí» de Norberto Galasso).
    Para destacar la dimensión intelectual de Jauretche, mencionemos que se lo ha llegado a comparar con Marshall Mc Luhan, ya que de alguna manera se anticipa a determinadas ideas sobre la «aldea global» que luego desarrollará éste (ver «Marshall McLuhan y Arturo Jauretche: Trazando un Paralelismo entre Re-tribalización y Barbarie»
    Por Laureano Ralón y Cristina Eseiza).
    Y en otro plano de ideas, la carta de Jauretche a un desconsolado militante, Abalos, que se descorazona por el rumbo político del país durante la década infame es una muestra extraordinaria de coincidencias con el ideario gramsciano (en ella puede verse la importancia de la batalla cultural, la construcción de la hegemonía por los sectores dominantes y otras cuestiones. La carta se encuentra en este sitio: http://www.macromusica.com.ar/forja/Noticias/NoticiaMuestra.asp?Id=13)
    Se podrían llenar páginas enteras sobre Jauretche, pero no sobre su presunto «antiintelectualismo». De todos modos, para bucear en lo supuestamente intuitivo confrontado a un pensamiento académico, una buena puerta podría ser uno de los capítulos finales de «Las voces y silencios de América Latina» de Alcira Argumedo.
    Aunque personalmente no optaría por una oposición tajante. Después de todo, el brillante Scalabrini Ortiz, ¿no acudió al marxismo y no trajinó horas y horas de biblioteca para desentrañar el núcleo básico de los mecanismos de dominación cultural y económica? Y este Scalabrini es el mismo que rescata al hombre de Corrientes y Esmeralda en «El hombre que está solo y espera», en donde sí podría afirmarse la exaltación por un conocimiento más «intuitivo».
    En fin, discusión interesante ésta, que nos remite incluso a pensar en las representaciones sociales como una forma de conocimiento posible, un punto de partida de elaboración intelectual original y por el que cualquiera, en un mundo que se disputa la cabeza de sus habitantes, podría acceder a formas de pensar y debatir la realidad.
    Al margen, acerca de la nota que origina estos comentarios, es un aporte riquísimo para mí el descubrir el pensamiento original sobre el que se sostienen los diagnósticos de Carrió. Todo su florido bla-bla no es más que las mil y un variantes de la frase sobre el estercolero que Jauretche le dedica a Martínez Estrada.

  7. Me pregunto ¿alguien acá no es capaz de producir algo propio? Pareciera que estamos mediando el s. XX! Si recurrimos a Jauretche, y le oponemos a Martínez Estrada, estamos en el horno. Me parece una lectura simplista y perezosa. Desempolvar al viejo intelectual del Peronismo en una Argentina decadente, desclasada, como la actual, me parece inoportuno. Y oponerse a la cultura letrada, al rango de expectativas de los sectores medios, particularmente urbanos, incompatible con la movilidad social de la que tanto habló Néstor en estos últimos años. Sinceramente, no entiendo el planteo.
    Considero un vicio muy común entre los «progres» urbanos criticar a la «clase media», e inclusive atribuirle responsabilidad por todos los males sociales en virtud de su «histórica alianza con los sectores altos en detrimento de los sectores humildes». Pero, tranquilo, no voy a hacer una defensa de clase. Afortunadamente, no pienso en términos clasistas.
    Situar la discusión en el plano de la América Latina toda como una continuidad, un todo uniforme, y oponer visiones locales y universales, nos lleva dos siglos atrás, y además lo confunde todo. Asimilar el peronismo K y su izquierdismo panfletario al proceso boliviano, por ejemplo, donde una verdadera cultura mayoritaria se alzó con el poder, no sólo es inverosimil sino estratégicamente inútil, aunque discursivamente resonante a los oídos de «cerebritos revolucionarios» que nada tienen que ver con el sujeto del Peronismo: el trabajador.
    El problema, claro está, es de sujeto político. Donde antes había trabajadores, hoy hay excluidos; donde había clase media, trabajadores formales, en gran parte contratados, con escasas posibidades crediticias; donde había oligarcas, en muchísimos casos, chacareros gritones con modos de vida sencillos, y a la espera de mayores desafíos productivos.
    Muchachos, a la Argentina hay que caminarla, recorrerla para apreciarla tal cual es. Más temprano que tarde, la pereza intelectual -el prejuicio, el desconocimiento- y militante de saberse «sentado sobre 3.500.000 de votos», pero especialmente las grietas en el modelo de corrupción organizada y las zonceras económicas de los Kirchner, los conducirán inevitablemente al fracaso.

  8. Amigo, me dice que no piensa en términos clasistas, pero antes dijo que la argentina esta “desclasada”. ¿Qué es esto?

    Y a su pregunta: “¿alguien acá no es capaz de producir algo propio?”- No se si lo preguntó por el posteo y los pocos comentarios o por Artepolitica en general. Cada paso es un distinto caminar, o cada mirada atrás nos convierte en sal y ya no somos los mismos. La verdad no quise hacer un tratado de filosofía política o forjar un nuevo pensamiento, menos en términos universales, eso es del siglo pasado y “se lo dejo a los genios y a los reyes” –decía Almafuerte-. . Ahora hay otras cuestiones relacionadas con la cultura. A lo que usted llama localismo, quizá se le puede llamar genéricamente “cultura”, o si usted quiere “multilocalismo” o inetrlocalismos”, que se yo, elija usted. Es más, ¿donde nombre yo a Bolivia? No hay que buscar trama secreta, la idea era “recordar –gran pecado- algunos actores de la cultura literaria argentina.

  9. Goliardo, no soy intelectual, y no tengo ningún motivo para sentirme agredido por Jauretche. Me parece literatura muy vieja para entender a la Argentina de nuestros días, es como si me hablara del Telégrafo Mercantil. Pero si a usted le interesan las polémicas de alto voltaje del pasado, claro que hay que leer a Jauretche, Martínez Estrada, etc. De ahí a tomarlas para un curso de acción política hay bastante distancia. Salvo que quiera armar un frente con fascistas, como el Frejuli de 1973. Dicho al paso, yo no le doy tanta bola a los divagues de Lilita.

    Cosme Fulanito, basta ver en el libro sugerido, Los Profetas del Odio, los niveles de descalificación hacia los intelectuales, en donde Jauretche, por ejemplo, reduce al intelectual a un simio, y presenta por oposición al saber de las masas.
    Que Jauretche confrontara con los economistas del FMI no cambia en nada lo anterior. Por otra parte, era un vulgar copista, no desarrolló absolutamente nada, y la comparación con McLuhan, o con quien mongo se les ocurra a sus reivindicadores, habría que presentarla en un congreso en el exterior, ¿no?, para que no quede reservada a un grupito de estudiantes y profesores de la «izquierda nacional», o de alguna otra secta nacionalista de esas que se deleitan con Jauretche.
    Nada lo detiene hombre, si usted quiere ver al mundo y a la Argentina de 2008 con las gafas de Jauretche, está en todo su derecho. Incluso, para imitarlo, puede hacerse amigo de un antisemita, franquista y filofascista como Castellani. Después de todo, entre la «izquierda» y «derecha» casi no hay diferencias. Mis saludos.

  10. Cuando le digo a C.F. «izquierda» «derecha», me refiero a las dos (supuestas) corrientes nacionalistas.

    Me olvidaba, nombró a Scalabrini Ortiz, al que sacó un diario bancado por la embajada alemana, es decir por los nazis. El mismo que escribía para publicaciones fascistas italianas. Ay, ay, ay, como esperaban esos «neutralistas» el triunfo del Nuevo Orden…

  11. ¿Supongo que lo de “vulgar copista” -don defensor de la intelectualidad- es un elogio? quizá yo mire con gafas de Jauretche, pero usted mira con gafas (o lentes de contacto color verdes, visto que es un gran postmoderno), si me dice que el texto de Jauretche es una infamia (y ni una palabra del texto infame de Estrada), en donde le dice “puta” a Eva Peón. Otra, usted tiene gafas del 55, en donde todo pensador nacional era nazi-fascista. Usted tiene lentes de contacto de Martínez Estrada, y ya puede votar a la coalición, ya que Kirchner es Hitler. Pobre Scalabrini, recibiendo tanto macaneo descontextualizado.

  12. Me parece que quedan en pie algunas preguntas:
    ¿Qué es un intelectual?
    A partir de esta definición, sobre la que posiblemente no todos estemos de acuerdo, se pueda avanzar en definir a los que hoy podrían echar luz sobre algunas cuestiones más o menos acuciantes.
    Para Gramsci, intelectual era todo aquel que podía escudriñar la realidad. Concuerdo con esta definición, y por eso seguiré sosteniendo que Jauretche es un intelectual de enorme trascendencia para pensar el país.
    Segunda cuestión:
    ¿Qué categorías, tendencias, modos de análisis, etc., nos servirán para proceder a estas observaciones? Afirmar que un pensador «pasó de moda», es algo más bien temerario. Los pensadores de fuste nunca pasan de moda.
    Sobre Jauretche: ¿Copista? Estoy diciendo y citando una carta en la que Jauretche se anticipa o por lo menos coincide en el tiempo con Gramsci.
    ¿Copista justamente quien dijo que lo nuestro es lo universal visto con nuestros propios ojos?
    Sobre Scalabrini: esa polémica y esa información sí que son viejas. La infamia sobre un Scalabrini nazi puede seguirse a través del libro de Galasso, «No lo dejemos ahí», y a ella colaboró un esbirro del cipayismo como Sebrelli, notablemente expuesto en sus calumnias y flaquezas por Galasso.

  13. El autor de esta carta no ha entendido. La primera que ha dicho que conviene distinguir entre peronismo y PJ, entre pejotistas actuales y Evita es Carrió. Además, ha denunciado hasta el hartazgo la situación de indefensión y de subordinación de vastos sectores de clase baja a los punteros políticos del PJ es Carrió. La diputada conoce las villas por dentro, no como Cristina Kirchner, que sólo las ha visto desde su helicóptero. Argentina está ciertamente amenazada por la ultraderecha. La ultraderecha del PJ, que utiliza a los pobres. Que le paga la deuda CASH al FMI, mientras es incapaz de pagar el 82% y se resistió hasta 2009 a aprobar el ingreso ciudadano a la niñez (proyecto de Carrió del año 1996!!, que Ménem, De La Rúa, Duhalde y los Kirchner ridiculizaron hasta que Cristina lo aprobó como decreto antes de que el Grupo A en el Congreso lo aprobara como ley). Una ultraderecha que ha trabajado para Clarín y que ha firmado la fusión de Cablevisión. Ésa es la verdadera derecha de Argentina, similar a los conservadores del año 30, aunque encima menos ilustrada.

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