Con la firma de Matías Longoni, Clarín publicó ayer (12 de abril) una nota que informa que los arrendatarios de la Pampa Húmeda van a negociar con los propietarios una rebaja de los arrendamientos, en vista de que no lograron la rebaja de las retenciones y que los rindes se han visto afectados por la sequía. Incluso, según la nota, hay arrendatarios que querrían fijar los arrendamientos como porcentaje de la producción, algo similar al régimen de aparecerías.
Merece apoyo la decisión de los arrendatarios y llama poderosamente la atención que no reclamen una ley que limite los arrendamientos, tal como existió en las décadas de 1940, 50 y 60.
La información se acompaña con una infografía que pretende demostrar las pérdidas del empresario sojero. Sin hacerme responsable de la veracidad de las cifras proporcionadas por Clarín, sí me parece interesante determinar con mayor precisión que el gran diario argentino quienes se quedan con la parte del león de la plata de la soja.
La infografía representa tres grandes rubros para el reparto de los ingresos:
Lo que “se queda el Estado”,
El “costo de producción” y
La “pérdida del productor arrendatario”.
Empezamos mal. En abierto desafío a cualquier idea normal de la economía, el diario engloba a lo que se paga al dueño del campo como un costo de producción. No, señor, el arrendamiento no es un costo de producción, sino una participación del propietario en el resultado de la explotación, valido de su situación de monopolio (la tierra arable es limitada y quien la posee tiene un monopolio sobre ella, que le permite recibir una tajada de una producción en la que no interviene).
Esto no es un prurito teórico, sino una cuestión central. Porque, según la misma información que ofrece Clarín, el propietario se queda con 411 dólares por cada 1.000 vendidos, mientras que el “voraz” Estado sólo recibe 350. Con la diferencia de que, mientras el “voraz” Estado tiene que esperar a que el producto o sus subproductos se carguen en un barco rumbo al exterior, el propietario del campo cobra su parte por adelantado y sin que le importe si se concretó la exportación o no. Otra diferencia es que el “voraz” Estado tiene su parte sujeta a las variaciones del precio internacional, asunto que al propietario del campo lo tiene sin cuidado.
Sigamos. Los contratistas, que ponen maquinaria y trabajo, perciben apenas 111 dólares.
La compra de semillas, fertilizantes y agroquímicos requieren 166 dólares. Pregunta: ¿todos los arrendatarios iniciaron su actividad en este momento? Porque si no es así se supone que tienen su propia semilla para sembrar (la soja RR no es híbrida y Monsanto fracasó en su intento de obligar a los agricultores a pagar por el uso de su propia semilla). Paso por alto ese enojoso detalle y me planteo otra cuestión: por lo menos una parte de lo que se le paga a las transnacionales que venden esos insumos es un precio impuesto por posición dominante en el mercado, por encima de su verdadero costo. Es decir que una parte de esos 166 dólares también constituyen una ganancia monopólica. Y se va la segunda.
La cadena de comercialización se queda con 98 dólares. Nuevamente, en este caso, tenemos un puñado de transnacionales acopiadoras-exportadoras con posición dominante (hace algunas décadas se llamó a esas compañías “las hermanas”). También aquí una parte de esos 98 dólares constituyen una ganancia monopólica. Y se va la tercera.
Para resumir: de los 1.000 dólares del ejemplo, el “voraz” Estado percibe 350; los sectores monopólicos 411 más una parte no determinada de otros 264. ¿Quién esquilma al empresario agrícola?
Los sojeros arrendatarios tienen ahí una lucha pendiente por una fracción de la producción mucho mayor que la que le pelean al Estado. Es curioso que ni ellos ni sus dirigentes se hayan dado cuenta.
Resumiendo, toda esta cantinela del tema de la soja, al final, es un voraz negocio inmobiliario. O porqué te creés que los tipos te bloqueaban la ruta sin drama. estaban defendiendo el precio del arrendamiento.
Comparto en general el análisis que hacés de la distribución de la renta agraria. Creo que te equivocás al decir que el arrendamiento no es un costo de producción: más allá de que en un sentido macro ese arrendamiento es lo que estrictamente se debe llamar renta de la tierra, para el empresario arrendatario sí es un costo de producción.
Para mí lo más interesante de tu comentario es lo del final:
«Los sojeros arrendatarios tienen ahí una lucha pendiente por una fracción de la producción mucho mayor que la que le pelean al Estado. Es curioso que ni ellos ni sus dirigentes se hayan dado cuenta.»
Las gremiales tradicionales del campo han quedado totalmente desactualizadas en su representación de los sectores del llamado «campo». Tomando en cuenta los sectores que vos mencionás vemos que: los contratistas de servicios (siembra, pulverización, cosecha, transporte, acondicionamiento y almacenamiento, etc.) tiene su/sus representaciones específicas. Las cadenas (soja, maiz, girasol)tienen representaciones orgánicas. Lo mismo pasa con los proveedores de insumos con su respectiva cámara impresaria. Cualquiera de éstas entidades puede participar en una negociación paritaria.
No ocurre lo mismo con los dos actores restantes: propietarios y arrendatarios no tienen una representación específica. Esta falta de organización gremial específica (más el hecho de que en muchos casos coincide en una misma persona o empresa el carácter de arrendatario y propietario) dificulta la comprensión por parte de los arrendatarios de sus intereses sectoriales y la conducción de negociaciones como bloque. De todos modos la realidad manda y la renegociación individual de alquileres cumple con la ley de que las retenciones actuan como impuesto a la renta de la tierra y los encargados de hacerla cumplir son los arrendatarios presionando a la baja obligados como están a mantener su rentabilidad para no desaparecer.
Andres: como siempre, muy bueno.
Sombra le hace una observación. Más alla de la controversia, los dos mencionan un tema que el artículo de Clarín evade: el vínculo entre la renta de la tierra y el nivel de retenciones. Cuánto de los 300 y pico de dólares que se queda el estado voraz iría al productor y cuánto al propietario? Qué pasa con quiénes son propietarios y productores al mismo tiempo? y qué pasaría sin retenciones con la renta de la tierra y las formas organizacionales superadoras, tales los pooles de siembra?
Más allá de que la porción de la renta que pueden disputar vía rediscusión de los arrendamientos está la propia supervivencia en juego.
Un saludo.
Me gustaría ver el link del tabajo original de donde Andrés saca tan curiosa división.
En lo que pone «monopolios», esta la propia semilla del agricultor, que tiene un costo, los agroquímicos y fertilizantes, que también lo tienen, y los fletes, por ejemplo, que en donde hay libre contratación todavía no son monopólicos (en algunos lugares hay carteles locales auspiciados por el estado).
Pero queda claro que el estado se lleva la parte del león, qué justificativo puede tener para eso?
Si el estado fuera el dueño de la tierra se podría entender, sino es solo una imposición feudal.
Y no estamos considerando otros impuestos, como ganancias, ingresos brutos, cheque, etc.
Con respecto a los arrendamientos, dudo que puedan tener una resolución legislativa, por más que les pese a los compañeros de la FAA. Como tampoco los tienen los alquileres urbanos. Cuando las leyes de arrendamientos sirvieron, había una relación de larga data entre el arrendatario y la tierra, donde hasta erigía vivienda. Hoy son arrendamientos por un año, y ante una rebaja igual se impondría la oferta y demanda, buscando mil subterfugios.Lo único que puede servir es un límite a la cantidad cultivada por cada arrendatario, para bajar el precio vía baja de la demanda, pero también es «esquivable»
Mariano T.:
Ubicar el trabajo original es sencillo. Entrá a Agrolín del 12 de abril, sección El País y ahí lo vas a encontrar.
Por lo demás, por favor, leé lo que escribo. Yo no dije que todo el costo de insumos y de comercialización sea ganancia monopólica. Dije expresamente que tienen un componente de ganancia monopólica que, con los datos disponibles, no puedo determinar. De todas formas, los 411 del dueño del campo son renta pura por posición monopólica. Y eso solo es más que lo que recibe el Estado. Allá vos si preferís pagarle más al dueño del campo y negarle todo al Estado. Es exactamente el enfeudamiento de los empresarios agrícolas al gran capital que intenté explicar en una entrada de hace algunas semanas (el de agrofinanzas).
No entiendo, salvo por el odio y revanchismo que te embargan, por qué insistís en adjudicar carácter feudal a los impuestos. La forma específica de explotación feudal de los campesinos no eran impuestos, sino la extracción de la renta por una variedad enorme de procedimientos. Los impuestos eran un intento de los reyes de independizarse de los nobles feudales y éstos les armaban unos líos tremendos para reducir los impuestos al mínimo.
Saludos
Los impuestos son cosa aparte, Andrés. Ganancias, IVA, IB, capitales, etc, etc. Esos los tenemos que pagar todos, no se da la paradoja de que un chacarero medio pelo pague más que un potentado.
Por otro lado la tierra no puede ser nunca gratis, es un capital muy grande que yo nunca aceptaría tener inmovilizado, y el que lo acepta por un 4% anual, se lo merece(o le sobra). Si la tierra fuera del estado, habría que pagarle e él, como creo que sucede en China.
Lo que sobra en esa ecuación son las retenciones, que se cobran con independencia de si hay beneficio o quebranto, si te estas llevando la que hubiese destinado a una casa en un country o para pagar el alquiler del derpa en la Plata para que el pibe estudie.
Si quieren gravar la tierra, no se anden con chiquitas, graven la tierra directamente, esta ahí todo el año, no se puede esconder ni se la pueden llevar a uruguay.
No es ni odio ni revanchismo, pero es una espina clavada que parece que seguirá causando discordia mientras exista.
Muy interesante antrada y análisis Andrés. Dos comentarios me surgen: en el componente que se apropia el Estado (desde mi punto de vista legítimamente) no interviene una cuestión de propiedad (como sugiere Mariano T.) sino de un elemento de soberanía nacional, en tanto recurso estratégico y este me parece un elemento insoslayable, que habitualmente determinados sectores esquivan o anulan. Veamos el caso de Inglaterra, la «propiedad» formalmente es del rei, que cede su uso a sus vasallos, más allá de todo el aparataje legal, constitucional y democrático pervive ese punto, justamente, desde la salida del feudalismo.
El segundo comentario es por referencia, tendría que buscarla aunque seguramente ustedes conocen más: no fue el propio Estado Nacional el que litigó respecto del uso de las semillas? («la soja RR no es híbrida y Monsanto fracasó en su intento de obligar a los agricultores a pagar por el uso de su propia semilla»). Creo recordar que sobre todo en Europa. Otro elemento que hace a componente globales y no puramente de propiedad.
Mis saludos
Muy buenas observaciones, Ladislao. Yo había olvidado que el Estado defendió ante la UE el derecho al uso de la bolsa blanca. Y que lo ganó. Estos campestres parecen los hijos de familia rica, creen que se les debe todo, que el Estado, el país y el resto de los argentinos les debemos algo y que lo que hacemos en favor de ellos es nuestra obligación. Hay que enrostrarles que parte de las ganancias que reciben se las deben a que el Estado los defendió contra Monsanto.
Saludos