Intenté contenerme durante el affaire #Sarloen678, para no arrojar una piedra más al corralón que lapidó el tema, pero la nota del jueves pasado en La Nación y el reportaje en VIVA del domingo fueron demasiado. Voy a tratar de no aburrir con lo mismo y e ir más allá de la figura de Sarlo.
Antes de pasar al análisis, quisiera hacer algunas aclaraciones. Creo que Beatriz Sarlo es una de las grandes ensayistas latinoamericanas. Su obra sobre la literatura y la cultura popular argentinas son ineludibles. Sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (que tuve la suerte de presenciar) daban cuenta de una erudición y una claridad que pocas veces se dan en simultáneo. Incluso, en su momento, me pareció muy loable la decisión de abandonar el endogámico y seguro mundillo académico, para exponer sus ideas y opiniones en los medios masivos. No creo, como algunos piensan, que ese cambio de rumbo en su carrera responda simplemente a razones económicas. Considero que sus aportes al debate político han sido siempre enriquecedores y de una honestidad intelectual incuestionable.
Pero… en los últimos años, algo (o mucho) ha cambiado. Las opiniones de Sarlo, y su entronización por parte de los grandes medios, tienen un efecto extraño sobre mí. Por un lado, cada una de sus palabras no hace sino reafirmar mi adhesión a las gestiones de NK y CFK y también mi condición de estatista, de ferviente creyente en la intervención del estado en la vida pública (en sentido amplio), con todo lo bueno y lo malo que eso implica en nuestro país. Por otro, lejos de generar encono hacia su figura, las columnas de Sarlo me han ayudado a comprender la dificultad de la mayoría de los intelectuales y académicos para acercarse a la gestión pública y, sobre todo, la imposibilidad para concebir lo que supone su ejercicio. Voy a tratar de justificarme.
Hay un punto que resulta particularmente caro a la intelectualidad opositora. Algo que se vive como una ofensa deliberada y hasta violenta: la estrategia comunicacional del gobierno. “Hay algo sin principios en el manejo de la propaganda oficial, algo que lastima la sensibilidad de quienes no son kirchneristas y, seguramente, de algunos partidarios del Gobierno”, dice Sarlo en su última columna de La Nación. Los reparos apuntan fundamentalmente al uso que la presidente hace de la cadena nacional:
El gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, se ha convertido en su enemigo porque se atrevió a ser candidato. Apareció como una efigie de estampilla en el acto del 20 de junio en Rosario. Cristina Kirchner no quiso que el gobernador hablara. Si lo hubiera querido, habría enviado instrucciones a los muchachos de La Cámpora para que se callaran mientras Binner decía su discurso. ¿En qué podía perjudicarla que el gobernador hablara? En nada. Fue un acto de caprichosa ocupación total del Monumento a la Bandera y de manejo concentrado del micrófono. Ni medio segundo de cadena nacional para un gobernador; toda la cadena nacional que se le dé la gana para ella misma.
Las afirmaciones de Sarlo presuponen que, en el uso de los medios (y de los actos oficiales) que hace el poder ejecutivo, no deberían reflejarse las disputas políticas. O en todo caso, si no hay más remedio que dar lugar a esas disputas, los medios estatales debieran permanecer ajenos a los intereses enfrentados. Obviamente, no se aplican estas mismas reglas para los medios privados, que pueden responder sin pruritos a los intereses de sus dueños. Sarlo puede admitir (sin justificarlo, obviamente) que varios canales o diarios privados hagan campaña abierta en contra de un gobierno, sesgando información en pos de objetivos políticos particulares (incluso espurios) , pero no puede tolerar que la presidente no le preste el micrófono de la cadena nacional a un gobernador y candidato opositor. Sé que, si de formación democrática y ciudadana se trata, soy un analfabeto funcional comparado con la erudición de la autora de Escenas de la vida posmoderna, pero yo no sé de muchos gobiernos democráticos que anden ofreciendo la cadena nacional a los candidatos opositores en épocas de campaña.
El otro objetivo de la crítica de Sarlo es también un flanco predilecto para casi todo el arco opositor:
A Cristina Kirchner le gusta el suspenso porque le permite tener a todo el mundo pendiente de su albedrío y no abandonar jamás las decisiones en un campo que no le responda por completo. No tolera la indeterminación, que es una dimensión del presente. Esconde sus decisiones para que sean los otros los que vivan en la indeterminación: el poder manejado desde el secreto. […] Los candidatos aceptan que las listas de diputados y legisladores les vengan hechas con la firma de la Presidenta; Filmus acepta de buen grado no hablar en el acto donde se presenta como candidato a jefe de gobierno. Todos se abrazan y se necesitan. Y, por ahora, hay una sola jefa.
El ataque a las formas de conducción personalistas ha sido siempre leitmotiv para el gorilismo de todos los colores. Ahí coinciden y se mimetizan liberales y comunistas. Entiendo la postura de los primeros: para un liberal la prioridad es garantizar las libertades individuales por sobre cualquier forma de regulación social. En partidarios de la izquierda, ese ataque a los métodos que suponen exclusivos del peronismo da cuenta de cierta rigidez e ingenuidad en su percepción de la coyuntura política. Al mismo tiempo, manifiesta una decisión de mantener posiciones alejadas de los lugares de poder real dentro de un sistema democrático. Pero, fundamentalmente, ese ataque al carácter personalista de la democracia argentina, aun cuando un gobierno cuenta con niveles altos de adhesión popular, deja entrever un elitismo que parece borrar las diferencias respecto del planteo liberal, leyendo la situación política local a la luz de los patrones impuestos por las grandes tradiciones democráticas (y liberales) de Europa y Estados Unidos. O ignorando, como filosofa Mendieta, la condición humana de la política.
Hace poco más de un mes, muy suelta frente a las cámaras de la televisión pública oficialista y sectaria, Sarlo sugería que debíamos informarnos mejor sobre la crisis europea leyendo los portales de noticias de España, Alemania -sí, ya mismo me voy a hacer un curso en la Goethe y mañana me pongo a leer Die Welt– e Inglaterra y ponía a la BBC como medio de comunicación estatal modelo. En su columna del tabloide de los Mitre, vuelve a apelar a los modelos foráneos para condenar la supuesta negativa del FpV al debate, trayendo como contraejemplos los antecedentes de Bush y Zapatero, dos presidentes en ejercicio del poder que aceptaron el debate en televisión durante sus campañas electorales. Como si esa práctica republicana alcanzara a legitimar o justificar por si sola una gestión. Estas alusiones permanentes a las democracias del primer mundo tienen como principal función cuestionar la dinámica de nuestro sistema de gobierno, haciendo responsable exclusivo del déficit al poder ejecutivo nacional o provincial y a sus electores, mientras exime de culpa al resto de los actores sociales que participan de dicha dinámica e imponen muchas veces su impronta por sobre las decisiones del estado, inclusive. Sin embargo, la propia Sarlo admite que ese déficit puede no ser leído como tal: “La gente no ve los desbordes de Cristina como un defecto político sino como parte de su capital”.
Después de aquella visita a 678, la producción del programa (buscando recomponer su orgullo intelectualoide) ha intentado deslegitimar las afrentas de Sarlo a sus panelistas y editores apelando a un material de archivo que mostraba un incidente que ésta protagonizó hacia fines de los ’90 con David Viñas, que junto a Sarlo y a otras figuras de la crítica literaria y cultural participaban de un debate televisivo en el programa de Cristina Mucci. En esa oportunidad Viñas, (casi) implícitamente, acusó a la ensayista de incumplimiento de su rol de intelectual, aludiendo a su desempeño como asesora del FREPASO. Sarlo, ante la agresión, se negó a participar del intercambio y abandonó abruptamente el estudio. La edición del material (refrendada luego por los comentarios en el piso) dejaba al escritor triunfante, regodeándose en su autonomía e independencia respecto de los poderes de turno, frente a una colega ausente que parecía haber entregado su pensamiento crítico al lado oscuro de La Fuerza. La producción de 678 pareció no haberse percatado que esta vez Sarlo encarnó el mismo papel que Viñas había interpretado 15 años antes: ahora ella era la intelectual independiente que acusaba desde el púlpito a los obnubilados fieles kirchneristas que respondían a los intereses oscuros de otra fuerza.
Yo imaginaba varias formas de contrarrestar la (admitámoslo) estelar perfomance de Sarlo aquel 24 de mayo, pero nunca una que cuestionara el compromiso explícito con una fuerza política democrática. Tal vez hubiera apuntado contra el objeto de ese compromiso (la ensayista fue asesora de Graciela Fernández Meijide) y su bochornoso devenir -por más que haya abandonado el barco a tiempo, se podría cuestionar su evidente falta de sagacidad para predecir el naufragio. Tal vez hubiera cargado, como hago ahora, contra el idealismo y la falta de realismo político a la hora del análisis.
Pero hay algo que vale la pena que resaltemos de la crítica de Sarlo y de la mayoría de la intelectualidad opositora: lo que no dicen. O, mejor, lo poco que tienen para decir si quieren conservar su carácter de oposición. ¿Horas de aire y cientos de páginas sólo para denunciar la falta de pluralidad de los medios de comunicación del estado y el extremo verticalismo en las decisiones de poder? ¿Eso es todo? La mitad de las notas de este blog le plantean cuestionamientos más profundos a la gestión del estado que hace el gobierno (y creo que eso sucede justamente porque aquí se debate pensando siempre en las posibilidades concretas de la gestión pública).
En algún sentido, la misma Sarlo parece reconocerlo: “Comparada con otros intelectuales, yo tendría que estar pidiendo la ficha de afiliación mañana”.
Acá tiene, Beatriz. La esperamos.
Ilustración: Más Vivos Que Nunca. Próceres Zombies de la Argentina Kirchnerista, de Huili Raffo
Voy a expresar mi opinión sobre el post:
1) «Por un lado, cada una de sus palabras no hace sino reafirmar mi adhesión a las gestiones de NK y CFK y mi condición de estatista, de ferviente creyente en la intervención del estado en la vida pública (en sentido amplio)»
Yo también creo en el Estado. Pero, de la misma manera que hay distintos tipos de capitalismo y de liberalismo, también hay distintos tipos de Estado. Creo que Sarlo también cree en un Estado fuerte (yo también, quizás con discrepancias con ella, no lo sé), pero no en éste modelo de estado fuerte. Ni el kirchnerismo es el summum del Estado fuerte y democrático (lejos está) ni Sarlo es el diario en el que publica (si así fuera, Barone debería haberse exiliado ya, aunque, claro, nadie le da a Orlando el papel de intelectual; siempre le faltó para eso).
2) «Las afirmaciones de Sarlo presuponen que, en el uso de los medios (y de los actos oficiales) que hace el poder ejecutivo, no deberían reflejarse las disputas políticas. O en todo caso, si no hay más remedio que dar lugar a esas disputas, los medios estatales debieran permanecer ajenos a los intereses enfrentados. Obviamente, no se aplican estas mismas reglas para los medios privados, que pueden responder sin pruritos a los intereses de sus dueños. Sarlo puede admitir (sin justificarlo, obviamente) que varios canales o diarios privados hagan campaña abierta en contra de un gobierno, sesgando información en pos de objetivos políticos particulares (incluso espurios) , pero no puede tolerar que la presidente no le preste el micrófono de la cadena nacional a un gobernador y candidato opositor.»
Esto es clave. Aquí yace un desconocimiento democrático articulado. Deberías saber que la cadena nacional no es un instrumento partidario; lo mismo los canales del estado. Son de todos, no del partido. Obviamente que las exigencias son distintas para con los medios privados! Y la idea democrática, desde ya, es que los medios privados aclaren cuanto antes a qué y quién adhieren. De ésa manera estan avisando al lector (que en definitiva los paga por elección y no por obligación, como son los impuestos que sostienen a los canales públicos) adonde se están metiendo si los leen o miran. Un paralelismo para que se entienda mejor: los subsidios nacionales a la Iglesia católica. ¿Por qué todo el pueblo debe sostener una visión en particular con su dinero? Es una completa arbitrariedad donde debe primar la igualdad.
3) «El ataque a las formas de conducción personalistas ha sido siempre leitmotiv para el gorilismo de todos los colores. Ahí coinciden y se mimetizan liberales y comunistas. Entiendo la postura de los primeros: para un liberal la prioridad es garantizar las libertades individuales por sobre cualquier forma de regulación social. En partidarios de la izquierda, ese ataque a los métodos que suponen exclusivos del peronismo da cuenta de cieta rigidez e ingenuidad en su percepción de la coyuntura política.»
Otra clase de cómo no ser democrático. El oficialismo, que iluminado comprende la «percepción de la coyuntura política», hace uso del personalismo justificándolo en una abstracción que es la percepción aludida. A mí, particularmente, me parece curioso que las medidas más exitosas del gobierno han sido, justamente, las más ampliamente discutidas por todos los estratos de la población, es decir, aquellas que han sido menos personalistas: AUH, matrimonio gay, y la más desacertada fue una de las más personalistas (125). Tildar de gorilismo al que hace notar esto ya me parece estúpido. Si querés gorilas, date una vuelta por las intendencias oficialistas del conurbano. Ahí vas a encontrar a unos cuantos, y de los peorcitos.
4) (…) Bush y Zapatero, dos presidentes en ejercicio del poder que aceptaron el debate en televisión durante sus campañas electorales. Como si esa práctica republicana alcanzara a legitimar o justificar por si sola una gestión. Estas alusiones permanentes a las democracias del primer mundo tienen como principal función cuestionar la dinámica de nuestro sistema de gobierno (…)»
Es obvio que un debate por sí sólo no lo es todo, y lejos dista de serlo. Pero es uno de los simbolismos más fuertes, porque reconoce a los adversarios como seres iguales, con los cuáles puedo discutir y rebatir en público. La falta de debate deja en claro una debilidad profunda: el miedo al ridículo, si querés el miedo a secas. Es raro; si el oficialismo la tiene tan clara y hace todo tan bien, y encima la oposición son un rejunte de idiotas, no debería haber debate más sencillo que ése. Win – win situation o hay un gran componente de chamuyo. La lógica inclina la balanza a esto último.
Para finalizar: no son las únicas críticas que se le pueden hacer el oficialismo. Son las que hizo Sarlo y a las que se alude en el post, que no es lo mismo.
Saludos
1. Claro que Sarlo también debe querer un estado fuerte, y seguro hay otras formas de construcción de ese tipo de estado. A lo que voy es que las alternativas reales de poder hoy quieren reducir el estado. Mi cuestionamiento es bien pragmático: muchos planteos de Sarlo terminan llevando más agua para el molino neoliberal que aportando para que tengamos más y mejor estado. No me interesa dónde escribe Sarlo, me interesa lo que dice y los efectos que eso tiene. Y si por mí fuera, a Barone lo mando de panelista de Majul.
2. Todo bien, si viviéramos en Suecia (donde hay acuerdos ya afianzados y políticas de estado en las que coincide la mayoría de las fuerzas políticas). Aquí la igualdad está por construirse (ni que hablar de las políticas de estado) y para eso el estado tiene que seguir creciendo y ganando lugares. Para lograrlo se necesitan recursos y estrategias concretas, no principios declamativos. Andá a Salta y proponete como candidato hablando contra la iglesia, a ver qué pasa.
3. No estoy diciendo que en el gobierno sean todos iluminados. Estoy hablando de pensar en los efectos que tienen sobre los distintos actores (intendentes, gobernadores, legisladores, sindicatos, empresas, ciudadanos) las acciones concretas de gestión. Ahí es donde noto cierta simplificación en la crítica socialdemócrata.
4. No la tiene tan clara. El oficialismo piensa en cómo administrar el estado y para eso tiene que ganar elecciones. Punto. Habrá veces que para conseguir ese objetivo es mejor debatir (pienso en CABA, por ejemplo), habrá veces que no.
Para finalizar: sí, claro, son las críticas de Sarlo (que en algunos casos parecen compartidas por otros). Por eso digo que en muchos blogs (incluso oficialistas) se hacen críticas más profundas.
Lo que veo en tus respuestas, una por una:
1) «Mi cuestionamiento es bien pragmático: muchos planteos de Sarlo terminan llevando más agua para el molino neoliberal que aportando para que tengamos más y mejor estado».
¿O sea que Sarlo le hace el famoso juego a la derecha? Esforzáte más, eso es chicanear.
2) «Andá a Salta y proponete como candidato hablando contra la iglesia, a ver qué pasa.»
Como bien afirmé, antidemocratismo puro. Pragmatismo en función de los intereses partidarios, aún cuando estos vayan en contra de los intereses populares. Te aviso que sostener a una religión en particular va en contra de la igualdad ciudadana. Dicho de otro modo, si tenés que transar con el diablo para ganar, transarás. Parece un mandamiento.
3) En éste punto, sinceramente, no entiendo la respuesta. Apreciaría una explicación más concreta, porque no veo la relación.
4) «El oficialismo piensa en cómo administrar el estado y para eso tiene que ganar elecciones. Punto. Habrá veces que para conseguir ese objetivo es mejor debatir (pienso en CABA, por ejemplo), habrá veces que no.»
De vuelta, el pragmatismo al palo. Esta vez se transforma en soberbia. Ya aclaré, no es del todo necesario debatir. Es obvio que se ganan elecciones sin debate. Lo que se llama todo un fortalecimiento de la democracia, no? Es evidente que en un debate pierden votos. Yo me pregunto nuevamente por qué será, dado que los opositores son bastante idiotas.
1) No es una chicana.
2) No estoy yendo contra ningún interés popular. Todo lo contrario. Quiero resaltar que hay ocasiones en las cuales el interés popular (o algún factor de poder con injerencia sobre este) no coincide con nuestros principios laicos, pregresistas y democráticos. Y hay que hacer política y gestión en esos lugares también. El ejemplo de Salta buscaba señalar que en esa provincia la iglesia tiene todavía una ascendencia y una aceptación popular muy grandes. Nosotros podemos pensar que eso está mal, pero la opinión que vale es la de los votantes salteños. Como dice Tomás en su post, la moral no nos sirve para comprender fenómenos políticos.
3) Apelo al mismo ejemplo para explicarme mejor: es muy fácil acusar a la gestión de Salta de favorecer a la iglesia, pero a la hora de plantear alternativas tenemos que pensar bien cuáles son las consecuencias concretas de ir contra la institución religiosa. Es decir hay que evaluar qué factores de poder maneja la iglesia qué consecuencias puede tener eso sobre el estado.
4) No siempre en un debate se pierden votos (repito, yo creo que en CABA el FpV hubiera ganado algunos). No siempre los debates fortalecen la democracia.
Hay traductores muy buenos, inclusive on line, hoy con un poco de esfuerzo y ganas se puede leer un articulo en cualquier idioma.
Yo apuntaba a que esa no puede ser una práctica masiva, por lo menos por el momento.
tambien creo que no puede ser una practica masiva,y lo señale en el primer comentario cuando la tan mentada sra.visito el programa oficialista.Mas alla de eso,lo que muestra es el inevitable velo europeista o de admiracion al hemisferio norte que padecemos los»intelectuales»(entendiendo por tales a quienes nos gusta la gimnasia del pensar y de hacer algun aporte a la cultura publica).Hoy se habla mucho de la militancia y de la necesidad de que cada reconozca los intereses que defiende,pero el intelectual honestamente trata de ajustar el fiel de la balanza en aras de la buscada»objetividad»en la observacion de la realidad.Entonces no merece que se lo»combata»sino se lo escuche o lea,aunque su condicion pueda impedirle o mas bien limitarle su percepcion politica práctica.
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Lo de combatir es sólo una metáfora. Claro que hay que escucharlo. También creo que hay que invitar a los intelectuales a analizar ciertos aspectos ligados a la gestión concreta del estado que generalmente se desatienden cuando se piensa sólo en términos de ideales republicanos.
Ángel M:
Cuando escribes «(…)también mi condición de estatista, de ferviente creyente en la intervención del estado en la vida pública (en sentido amplio), con todo lo bueno y lo malo que eso implica en nuestro país.», significa que estás de acuerdo con la concepción: «Todo en el del Estado, nada por fuera del Estado, nada contra el Estado», con la que sintetizarse su ideología Benito Mussolini y muchos admiradores locales.
Para vos habría que retornar al sistema vigente entre los años 1943/1955, en donde, según se describe:
«El Estado se introdujo en dominio culturales, de empleo del tiempo libre, de control de los medios de comunicación, de vigilancia de las organizaciones socioprofesionales o estudiantiles y casi nada quedó fuera de su órbita. (*.)-
«El Parlamento fue burocratizado, acentuando el Poder Ejecutivo el control sobre los legisladores. Desaparecieron las iniciativas y los proyectos de leyes eran elaborados en los Ministerios: “La lealtad incondicional a Perón pasó a constituirse en el criterio operativo de los legisladores oficialistas”. La reforma constitucional, “consagró, no sin ambigüedades, a un Estado de características autoritarias que expandió sus potestades en desmedro de los derechos individuales y de la autonomía de los movimientos sociales.” Se buscó por el control político reducir la influencia de las fuerzas políticas y sociales opositoras. “Con ello se incentivó la división entre peronistas y antiperonistas poniéndose en tensión la estabilidad política y la cohesión interna del sistema”. Al pretender el peronismo involucrar a la totalidad de la sociedad tras la bandera de una “Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”, acarreaba la identificación del movimiento peronista con la nación, lo que era inconciliable con el normal funciona-miento de un sistema pluralista de partidos.- (**).
(*)Sidicaro, Ricardo. Los tres peronismos. Estado y poder económico. 1946-55/1973-76/1989-99.- Siglo XXI. Bs. As. 2002. Págs. 93/101.-
(**)Rapoport, Mario. Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003). Emecé. Bs. As. 2007. Págs. 315/329.-
¿O bien hablas de otra cosa, nueva, diferente?
Sí, hablo de otra cosa.
Además, no soy historiador pero me parece que las citas reflejan sólo parte de las interpretaciones históricas en torno al peronismo.
Según creo, la reconstrucción y el crecimiento del estado en los últimos 8 años no quiere decir que se reproduzcan todas las características de los sistemas nacional-socialistas europeos de la primera mitad del s.XX.
Por último, algo que no es menor: el estado del que hablo es democrático, sus gobernantes deben someterse al voto popular regularmente.
Ángel M:
En los estados a que me refiero, y pertenecen las citas, también existían procesos electorales, pero no por eso dejaron se ser autoritarios, aunque nunca llegaron al totalitarismo, pero la democracia estaba bastante debilitada, como lo está ahora y así lo entiende Hugo Quiroga en:
http://edant.clarin.com/diario/2010/02/16/opinion/o-02140978.htm
Saludos.-
Adhiero en un 90% a las posiciones planteadas por Joyce, y por el otro 10% no es necesario parrfear mucho en este momento.
Soy de los que en las posiciones antagónicas entre Sarlo y los oficialistas, tomo instintivamente la posición de Sarlo, au
(sigo) …aunque ella no existiera.
Pero lo interesante es que se plantean dos posturas que encarads en forma simultánea, carecen de lógica política democrática-
Por un lado tenemos una pretensión de que el Estado aumente su participación, y pretenden que eso tenga un cierto consenso en todos los sectores políticos (que no pongan palos en la rueda), y que criticar equivale ponerse al servicio de no se que oscura fuerza.
Por otro lado se postula sin sonrojarse que el Estado pertenece al partido de gobierno, y éste a su lider. Al punto de que todas sus herramientas deben ser utilizadas para que ese partido y ese lider conserven o acrecienten su poder a través del tiempo.
Obviamente son postulados incompatibles, no le podés pedir colaboración en el engrandecimiento del Estado a los que no piensan 100% como vos, porque va en su supervivencia oponerse. (Aunuqe en otras circunstancias, por ejemplo en otros países que se manejan diferente, estarían de acuerdo.
Un ejemplo palmario es la Cadena nacional:
Instrumento preferido (con marchitas y todo) de los dictadores para difundir sus «comunicado nro x», tiene como característica que obliga a los medios privados a transmitir esos conteniods, yprácticamente obliga al pueblo a escucharlos.
Se puede defender su uso en democracia, con limitantes como las previstas en la ley de medios, limitantes mayores, o limitantes menores que éstas.
Pero con la concepción total de lider-partido-gobierno-estado, Angel ve natural que se use exclusivamente por el lider-estado (para acortar pasos) para su campaña electoral, y que aunque sea la presencia casual de un opositor sea esxcluída.
Entonces la contrapartida lógica es que se genere un consenso, que en algun momento puede ser mayoritario, para prohibir la cadena nacional (un instrumento del estado), salvo ocasiones muy taxativamente explicadas. Y eso solo es un ejemplo.
Cuando Luis XIV decía «L’ etat c’est moi» Habilitaba a pensar que estar a favor del Estado francés era estar a favor de él. Y viceversa. No hay incentivo más acuciante para maniatar al estado que imaginar estas situaciones. Por eso es que en otros países, como se le cuestiona decir a Sarlo, se manejan las cosas evitando esa identificación entre gobierno-estado. Aprecian demasiado al Estado como instrumento de transformación para bastardearlo de esa manera.
No dije que el estado pertenezca al gobierno y menos a su lider. Dije que el estado también expresa las tensiones y las disputas políticas que hay en la sociedad. Y pretender que no lo haga me parece una exigencia desmedida para nuestro estado (tal vez no para el sueco).
La diferencia está tal vez en algo que vos señalás: «no le podés pedir colaboración en el engrandecimiento del Estado a los que no piensan 100% como vos, porque va en su supervivencia oponerse. Aunuqe en otras circunstancias, por ejemplo en otros países que se manejan diferente, estarían de acuerdo». A mí me parece más lógico y factible podirle colaboración a aquel con quien comparto el 50% de las iniciativas (de eso se trata la política en democracia), que pretender un estado aséptico.
y no…ni lógico ni factible.
Si querés colaboración en dotar de más atribuciones al estado, tenés que demostrar que las vas a manejar con asepsia.
Por ejemplo mañana pueden pedir más atribuciones investigativas e incluso un convenio entre AFIP y SIDE.
Solo los de tu palo lo apoyarían, y diría que muchos se darían vuelta. No porque la menor evasión no sea un objetivo de todos, sino porque pensar que en manos de quien quiera usar esos instrumentos con fines políticos sería un desastre, más vale verlos más limitados, y los organismos más atados.
Son opciones, y las sociedades más desarrolladas solucionaron el tema al separar al estado de las propiedades privadas de los gobernantes electos. Tal vez el precio de eso sea una burocracia estatal (que en muchos casos es meritocrática) más poderosa, pero tiene que haber reaseguros, o una cultura política superior, que es incompatible con Cristina, por ejemplo.
Para mí, se ha ganado en cultura política en estos últimos años. Asimismo, creo que la oposición ha atentado contra la cultura política mucho más que el gobierno.
Y si se comparten algunas iniciativas entre la mayoría de las fuerzas políticas, no veo por qué no puede haber más atribuciones para el estado.
Ya hay una burocracia estatal instalada y no es reaseguro de nada. Creo que esa es una de las claves centrales para el afianzamiento del estado: lograr (en el mediano plazo) cambiar la concepción que buena parte de esa burocracia tiene de lo público.
Ángel M.:
Max Weber ha estudiado a fondo el tema de la burocracia y los peligros que pueden derivar de ella. Pero si bien el término burocracia está bastante devaluado, no hay que tenerle miedo a la posibilidad de la existencia de estructuras dentro del Estado, que sean más o menos permanentes,se encarguen fundamentalmente de cuestiones técnicas y permanezcan, en cierta forma, a salvo de las apetencias del gobierno de turno. Ello requiere especialización, concursos, carrera, como por ejemplo se daba con el INDEC, respetado y reconocido internacionalmente antes de su intervención. Para que puedan existir esas estructuras se requiere un acuerdo mínimo entre todas las fuerzas sociales y políticas existentes en la sociedad, que se comprometan a garantizar la autonomía de las estructuras, sin perjuicio de las facultades en materia de distintas políticas que debe disfrutar todo gobierno.-
Pensar en ello en estos momentos parece difícil en nuestra sociedad, no sólo por los antecedentes que surgen del gobierno desde el 2003, sino también porque no se ha manifestado una voluntad de cambio en esta materia.- La oposición parece haber entendido bien el tema, pero claro, es la oposición, habría que verlo cuando sea gobierno.-