Da mucha pena tanta muerte

Time Crisis. Los más jóvenes deben conocerlo, un juego de arcade de tinte policial de esos en que se dispara hasta que la voz dicta reload. En estos días una palabra se repite sin cesar: Crisis. Económica, financiera, mundial, del campo, etc. Como para que no quepan dudas de la situación.

             Es innegable la complicación que acarrea la caída de los mercados a nivel global, pero cabe preguntarse también si antes del crack se vivían tiempos felices. En estos días uno de los principales temas de debate volvió a ser la inseguridad. Las declaraciones de la “diva” Susana Giménez sobre el asesinato de su florista desataron polémica y la pena de muerte empezó a ser nombrada.

             El 6 de marzo el diario Clarín publicó en su página web una encuesta que preguntaba: “¿Qué aspecto vincularía principalmente con la inseguridad?” Y ante las opciones de desigualdad social, falta de educación, pobreza y drogas la más votada fue la última. Aunque a pequeña escala, esto da muestra de una determinada percepción que tiene una parte de la sociedad respecto de la realidad. Si por inseguridad se toma a casos de delincuencia, entonces la interpretación es que los individuos roban y matan por la droga, por efecto de ella o para conseguirla. Entonces nada tiene que ver que el 15 por ciento de la población del país sea pobre y el 4,4 por ciento sea indigente- asumiendo como ciertos los manipulados datos del INDEC-. La violencia encarrilada en actos delictivos no es ajena a una realidad donde la desigualdad es creciente y generaciones crecen con resentimiento ante la falta de oportunidades de progreso.  Ausente la educación y presente- y futuro- la pobreza, puede abrirse la puerta hacia los delitos. La ignorancia impide distinguir lo correcto de lo incorrecto y el hambre crea necesidad. La droga puede acentuar ese sentimiento de desprecio por la vida propia y por lo tanto la ajena. No es sino combatiendo las raíces que causan estos males que se puede encontrar una solución, sin educación, sin trabajo, sin salud no hay manera de pararlo.

              “El que mata tiene que morir”. Muchos lugares comunes desde esa frase. Está probado que el sistema judicial no sirve: “entran por una puerta y salen por otra”, “entran peor de lo que salen”. Entonces mas leyes. ¿Qué ya hay? Bueno, entonces mas duras. Bajemos la edad, instalemos una silla eléctrica, ¿hay crisis energética? Bueno una horca… Y así… El ser humano, dicen los que saben, se distingue del resto de los seres  por ser racional. Pero a veces no tanto. No está claro si un león, u otra fiera, se excitarían más o menos que algún personaje de la fauna que ha desfilado por los medios en estos días, al ver un poco de sangre. Las emociones, como actos difíciles de controlar, pueden llevar a decir todo tipo de barbaridades. Pero es ahí donde esa distinción racional debe actuar. Conductores/empresarios que contribuyen a la idiotización social como “Su” o Marcelo Tinelli alzan su voz en defensa del “pueblo”- que debería ser redefinido-. Les preocupa que la gente que no puede refugiarse en Miami o cruzar la ciudad en una camioneta Hummer blindada corran peligro al intentar salir a la calle para participar en alguno de sus concursos. ¿Ese pueblo al que dicen defender será el mismo que acompañó al “ingeniero” Blumberg? Si la solución fuese aplicar el ojo por ojo y la venganza, muchos empresarios, políticos y miembros de las fuerzas de seguridad faltarían de sus casas hace rato. La búsqueda de justicia debe hacerse respetando los derechos de todas las personas.

              Poner freno a la desigualdad es esencial, ningún chico nace para asesino, es la sociedad la que lo empuja al límite de la miseria humana. Mientras el sistema genere pobres no habrá esa seguridad tan reclamada. Sólo resentimiento  entre sectores sociales que se disputan lo poco que dejan los “líderes” que conducen al caos.