De balances y proyecciones

 

Se va un año que quizás haya sido el más duro en la historia de lo que llamamos kirchnerismo. Digo esto que llamamos, porque su significado completo, todavía, y por suerte, está en disputa. Y agrego que por suerte porque esa indeterminación mueve, ni más ni menos, que a hacer política. En este caso, en la pugna por establecer el recto sentido del actual proceso histórico y del rumbo que despliega.

Siempre, en realidad, el que se deja atrás es el año más difícil para el kirchnerismo de todos los de su ciclo histórico, ya anotado entre los largos en doscientos años de vida patria, porque las batallas emprendidas cada vez fueron más arduas. Tiene que ver con la sintonía fina del modelo, que nunca se detiene porque en eso anida la esencia de esta experiencia. Pero esta vez existió, claro, un detalle. No menor, por cierto. Fue el primero, completo, ya sin la presencia de Néstor Kirchner. Co-conductor de este proyecto político.

Y nada menos que en un año electoral. Que depositó a la vencedora en un nuevo período presidencial, ya sin horizonte reeleccionista. Ergo, que la coloca en el deber de resolver lo más peludo que puede existir en política: la sucesión. Un coctel explosivo en el que pelearán la herencia, a saber (en una enumeración no del todo exhaustiva): PJ, movimiento obrero organizado, organizaciones sociales.

Y, desde luego, la juventud que se ha incorporado a la política a partir del kirchnerismo. Y que lo hace, y hay que celebrarlo, con voluntad de pelear poder en serio: sea por cargos en la estructura institucional del Estado, sea por la gestión concreta del mismo y la redefinición jurídica que lo sustenta para consolidar los cambios a largo plazo. Eso, frente a elementos, insisto, que si bien son tan parte del armado político como ellos –y que han sido valiosos a la hora de sostener el poder–, son de raigambre más conservadora.

Todo eso al mismo tiempo que debía gestionar el día a día. De lo que el kirchnerismo ha hecho credo fanático desde 2003. Y no escapa a nadie que ante un horizonte de futuro muy incierto: orque no existe nada como alternativa al kirchnerismo ya hoy día, porque su interna está muy complejizada y, finalmente, porque su socia fundadora supérstite impedida constitucionalmente de continuar.

No debe escapar a nadie que, frente a ese escenario, se complica definir mucho en concreto de lo que se quiere hacer. Porque no es fácil lograr el compromiso de todos los que, a diferencia tuya, sí deberán seguir peleándola en 2015, si vos planteas patriadas que comprometen mucho el tablero de la disputa de poder a futuro. Sobre todo a la hora de evaluar que se iba a la disputa por primera vez con los sectores dominantes del poder fáctico permanente argentino operando en contra, claramente en la vereda de enfrente.

En el contexto, además, de una sociedad que, verificados importantes niveles de reparación, al contrario de sosegarse, cada vez exigen, no necesariamente más, sino mejor: y entonces, por complejo, que puede significar a la vez contradictorio al interior de tu propio dispositivo y heterogéneo al evaluar el todo social.

Seguramente ello influyó en que 2011 seguramente no vaya a ser recordado por conquistas de la talla de la reestatización de las AFJP, la Ley de Medios o el matrimonio igualitario, por citar algunas con cuyos nombres podrían condensarse años anteriores del Gobierno.

Se requería, para recobrar fuerzas, y margen político de acción para volver a acelerar en el sentido que ha caracterizado a este proceso histórico: la ampliación, construcción o reparación en términos de derechos e intereses materiales concretos. Lograr que, por un tiempo al menos, todo se mueva en torno a Cristina en modo determinante. Y se logró, con la mayor votación lograda por un triunfador presidencial desde 1983: por volumen propio y distancia sobre sus competidores. Bloqueando, con ello, ciertas discusiones. Disciplinados –y subordinados– todos (y todas).

Frente a semejante cantidad y complejidad de desafíos, ya sin la compañía de su compañero de toda la vida y socio y compañero político máximo y en un contexto, como vimos, por demás convulsionado, que se preveía ya desde el año pasado, muchos dudaban de las capacidades de Cristina para llevar adelante todo ya en soledad.

Yo creo, a modo de corolario del año que se va en horas, que podemos concluir en que, por el contrario, entendió y obró, en todo, por lo menos teóricamente, en forma por demás satisfactoria.

Acerca de Pablo D

Abogado laboralista. Apasionado por la historia y la economía, en especial, desde luego, la de la República Argentina.

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