De palomas, halcones, buitres y ratas (con disculpas a los animales)

El 2016 está muy cerca y muy lejos. Tan cerca que lo que hagamos en los próximos meses será determinante para el futuro del país. Tan lejos que de aquí a las elecciones del 2015 pueden pasar muchísimas cosas, desde afuera y desde adentro, condicionando también nuestro destino.
A diferencia del 2001 cuando poco era lo que podíamos perder, salvo las cadenas, hoy podemos perder mucho, porque estamos recuperando conquistas, mejorando situaciones sociales, consiguiendo más justicia frente a diversas injusticias, y fundamentalmente tenemos la esperanza de seguir avanzado, corregir puntos débiles, errores, limitaciones, e incrementar las fuerzas para profundizar el cambio social tan necesario para conseguir una Argentina y un mundo mejor.
El fallo de la Corte Suprema de Justicia de EEUU representa un duro golpe contra la Argentina y contra las posibilidades soberanas de otros países. Y el panorama es incierto aún cuando se pueda descomprimir la situación creada.
Pero además, gracias al arbitrario fallo de la Corte en EEUU, una cuestión casi estructural aflora nuevamente con su enorme carga explosiva, que puede detonar en todo o en parte en los próximas meses o luego del 2015, según quién gane las elecciones.

Este escrito, publicado como Kuadernos N° 1, no está dirigido a quienes buscan relativizar la situación expuesta por el fallo de la Corte norteamericana. Y mucho menos a los que se regodean con ello. Tampoco a quienes se conformarán con “la cuestión está encaminada, ya podemos apagar la luz roja y hablemos de otra cosa”, en el caso de encontrarse un canal de negociación “normal” con estos fondos buitres. Sí a quienes se preguntan sobre las enseñanzas e implicancias más profundas de lo que estamos viviendo y qué podemos sacar de todo esto para el accionar -no para la polémica de café-, de cara al futuro inmediato y mediato.
Lo dividimos en tres partes.
La primera analiza el contexto general y los cambios tanto en el capitalismo como en la política que hay que tener en cuenta a la hora de definir estrategias y tácticas, además de valorar apropiadamente las cifras que permanentemente se tiran sobre la mesa.
La segunda parte es clave, pues trata de aspectos poco hablados e identifica cómo se va consumando el más grande robo legal y la mayor estafa que se realizó contra el pueblo argentino, pero lo que no es menos importante, permite también identificar estos mecanismos en las propuestas y conductas de hoy de buena parte de la oposición.
La tercer y última parte apunta más a la coyuntura, a los fondos buitres, el capital financiero y a sacar conclusiones para tener en cuenta de cara al 2016.

PRIMERA PARTE
Claves de la situación y la necesidad de contextualizar gestos y cifras

Hay mucho que está en juego y las sombras del 2001 y de sus artífices comienzan a perfilarse como alternativa de recambio. Porque es muy fácil salir de esta situación desde esa postura: pagar deuda con más deuda, recurrir al FMI como pedía Binner cuando la negociación del Club de París; “volver a los mercados de créditos” (como plantea el massismo, el peronismo Federal, el radicalismo, el socialismo y el macrismo), hacer algún nuevo mega o mini megacanje y volver a la situación pre 2001: fiesta para unos y miseria absoluta para otros.

Pero también hay otros elementos que se deben ponderar y que hacen tanto a la política de cara a las elecciones del 2015 como a los retos que aparecerán en el 2016 y años

2016: de palomas, halcones, buitres y ratas (con perdón de los animales)
Sobre la deuda externa, los fondos buitres, el capital financiero y el 2016

subsiguientes.

Es todo un arte de la política saber determinar en cada situación histórica cuáles son sus claves, por dónde se debe centrar el accionar, qué cambios son más importantes y necesarios que otros, cómo se crece, qué alianzas son posibles y cuáles suicidas, y otros elementos que a veces suelen resumirse en definir enemigo principal y tensar fuerzas respecto a él.
Y no nos referimos al contendiente, al que compite en una elección para ganar la adhesión de voluntades o en instalar agendas. Nos referimos a los enemigos. Es clave definirlos bien, lo que se expresará también en las consignas, el programa y los objetivos. Obviamente que uno no define primero quiénes son los enemigos, sino qué objetivos persigue, cómo piensa alcanzarlos y allí aparecerán las fuerzas que se le opondrán. Generalmente son los que nos crearon los problemas y no escatiman medios para defender sus intereses, como dolorosamente lo podemos ver en la historia de nuestros pueblos.
Hoy, por una coyuntura especial, creer que el enemigo principal son los fondos buitres, y no por ejemplo el capital financiero internacional, nos impidirá entender por qué Argentina pasó los dramas que pasó en las últimas décadas, y no nos prepara para las amenazas presentes y futuras, donde por supuesto también están estos fondos buitres y los que aún no aparecieron.

En estas semanas han pasado cosas que, además de la indignación, bronca e incertidumbre, también posibilitan mayor claridad a la hora de establecer en nuestra sociedad una clara línea divisoria política según qué hace, qué hizo y que hará cada sector político y dirigente sobre la realidad del capital financiero -fondos buitres incluidos- y la deuda externa.

Para un buen análisis es necesario tomar en consideración tres aspectos fundamentales para la lucha política, cultural e ideológica.

Los cambios que trajo el dominio mundial del neoliberalismo

Primero de todo, no ignorar ni subestimar los cambios políticos y culturales producidos por la influencia y hegemonía mundial del neoliberalismo durante los últimos treinta y pico de años.
A diferencia de los viejos partidos liberales y conservadores, el neoliberalismo no tiene un partido ni lo necesita: atravesó todos los partidos políticos importantes del mundo y los modificó, más allá de la resistencia que sectores de los mismos le opusieron, con distinta suerte y fuerza.
Los ejemplos más contundentes de esto en otros países están en los partidos socialistas (algunos con aditamento de Obrero) y socialdemócratas, aplicando las recetas neoliberales, como ocurrió en Europa. Lo mismo lo vimos aquí con el peronismo (peronismo renovador, peronismo federal) en los noventa y sus seguidores de hoy; o con los radicales, socialistas, progresistas de aquí, bajando jubilaciones y salarios, achicando el mercado interno, poniendo de ministros de economía a confesos neoliberales, y una larga lista.

Pero no sólo eso. El neoliberalismo trajo aparejado otra forma de hacer política, una concepción de la democracia con un escalón “superior” a la liberal. El marketing político reemplazó la politización, a la organización y al trabajo de reivindicación y concientización entre las bases en el territorio. La misma política -no importa de qué tendencia- se transformó en un producto, una mercancía más para vender, donde pasó a importar más la imagen y el sentimiento que se puede promover, que las ideas, políticas, programas y propuestas concretas. Y así todo.

Segundo, sin que eso implique un orden de importancia, debemos considerar los cambios económicos y de dominación que se introducen en el propio capitalismo, del cual el neoliberalismo es principalmente una política y una “filosofía” de un modelo de acumulación y concentración del capital.
El desarrollo económico, tecnológico y productivo que se expresa con la globalización y su impacto en los mercados de trabajo, en los precios de las mercancías, en las formas de producción, provoca cambios a nivel de dominación mundial y en cómo se domina.
Así como el imperialismo vino a sustituir la vieja dominación colonial, con otros métodos para dominar, sin necesidad de tener que recurrir siempre a la invasión militar para sojuzgar y expoliar económicamente a países y pueblos. Hoy asistimos a una nueva forma de dominación sobre ellos. Que por supuesto no excluyen los métodos violentos, como en Afganistán, Irák y tantos otros.

Bajo el colonialismo la clave para el país colonialista era invadir militarmente y poner un gobierno propio o títere en la colonia para controlar y apropiarse de sus recursos y explotar al pueblo. Bajo el imperialismo eso ya no era necesario: mediante la economía (capitales, tecnología, libre cambio, libre comercio, etc) los países imperialistas pasaban a controlar y apropiarse de los recursos y de explotar a los trabajadores. Y si algún gobierno del país imperializado podía ser peligroso o molesto para los intereses imperialistas, se propiciaba, con los aliados y sirvientes internos, algún Golpe de Estado de facto, rompiendo el orden constitucional, con la ayuda de dirigentes políticos, empresarios y fundamentalmente de las Fuerzas Armadas y del Poder Judicial.

Hoy, si bien esas dos formas de dominación aún perduran, ya no son las relevantes.

Ahora más que un país imperialista y un capital extranjero, los que pasan a dominar son los grandes capitales financieros (entendiendo al capital financiero como la fusión del capital de grandes corporaciones con el capital de los grandes bancos), que son transnacionales, supranacionales y fundamentalmente anacionales y apátridas.
Los mecanismos de control y dominación ya no son los ejércitos ni la potencia tecnológica, el mal llamado intercambio desigual o el deterioro de las balanzas comerciales, que por supuesto siguen existiendo.
Las claves para la dominación, expoliación, explotación y apropiación son la deuda externa, los golpes de mercado, la promoción de la inflación, las políticas antiinflacionarias y la construcción de verdad, sentido y pautas culturales a través de la hegemonía de sus medios de comunicación y difusión. Por supuesto que también recurren a la violencia, bombardeos, guerras, generalmente con la pantalla de las Naciones Unidas y bajo la excusa de combatir al terrorismo o de defender la democracia.

Pero lo más común, si eventualmente un gobierno local puede resultarles molesto o no confiable, es recurrir a los ataques al peso nacional(1), a las presiones para la devaluación, al ahogo financiero, al des- abastecimiento, a las campañas de desgaste y desestabilización sistemática a través de los grandes medios de comunicación hegemónicos, y eventualmente Golpes de Estado de Jure (de Iure, es decir, legal, en vez “de facto”, golpes utilizando recursos de las propias leyes), más cuando siempre tienen al Poder Judicial como último bastión en la defensa de los privilegios y la propiedad.

Y el tercer aspecto es tener en cuenta que si en alguna época no importó ni importa nada la verdad, es esta. Ni la verdad ni la justicia de una posición pesan. La mentira y la falsedad se transforman en verdades pues la verdad es una construcción política e ideológica. Lo verdadero no es lo verdadero, es lo que se establece como verdadero. Y así también una verdad puede ser transformada perfectamente en una mentira.
Creer que porque la postura de uno es justa y dice la verdad triunfará la justicia y la verdad es en esta época un acto de ingenuidad. De allí que sea clave desmantelar los discursos de verdad y los andamiajes de cifras y datos -ciertos o falsos- con que son construidos e interpretados. Y construir, defender y establecer palmo a palmo nuestro discurso de verdad.
Cuando en estos días sale de nuevo el tema de la deuda (la de los buitres y la otra) se acusa al gobierno kirchnerista de no haber sabido negociar, y de que las reestructuraciones de la deuda (con las quitas correspondientes) propiciada por Néstor Kirchner, y luego por Cristina Fernández no fueron pasos positivos para Argentina.

Resulta lastimoso escuchar las falacias en que incurren los agoreros de siempre, que en este caso tienen además en su mochila la responsabilidad política, económica e ideológica de haber endeudado -o avalado el endeudamiento- al país y no tienen autoridad moral para hablar del tema. Pero ni la caradurez de esa gente, ni la soberbia de la justicia norteamericana, ni la codicia y alevosía de los fondos buitres nos deben tapar otras cuestiones importantes y decisivas.

Quién está leyendo este escrito seguramente conoce los números gruesos de cómo creció la deuda bajo los distintos gobiernos. También que existe una disparidad muy grande en las cifras que se exponen. Incluso en este mismo escrito encontrará diferencias pues el tema es complejo, nunca hubo datos confiables pues en muchos casos los datos de la deuda externa no lo manejaba el Estado sino la banca privada. Además hay cifras que incluyen la deuda privada y otras no. Hay otras cifras que no pueden precisarse pues son variables, por ejemplo bonos de deuda que dependen de algo, del incremento del PBI por ejemplo. O se le suman arbitrariamente deudas internas y en pesos.
Hay mucha manipulación mediática de las cifras que termina por considerarse verdaderas. Y no es muy desacertado suponer que el invento de cifras, el “error” metodológico y la exageración de “especialistas”, opinólogos y opositores forma parte de la estrategia para ocultar las verdaderas responsabilidades de quiénes se beneficiaron y contajeron la deuda; y para atacar al gobierno, para “demostrar” que en realidad bajo NK no existió quita de deuda y que son los responsables del tema de la deuda externa y del conflicto con los fondos buitres.

Pero no nos engañemos. Hay motivos que tienen que ver con la disputa electoral que se realizará a fines del 2015, con el programa y política económica social que se implementará desde el 2016 en adelante y con otras cuestiones difíciles de precisar y definir si no abordamos ciertas cuestiones de fondo.

¿Qué significa cualquier cifra de la deuda externa?

En realidad la disparidad de cifras no es tan relevante para definir el problema y cómo enfrentarlo.
Es que hablar de la deuda externa requiere en primer lugar un gran ejercicio de imaginación.

Quien es docente y tiene que enseñar en la primaria o incluso en la misma secundaria, sabe que decirle a un alumno que tal acontecimiento ocurrió en 1789, tal famoso escritor nació en 1547, la caída de Constantinopla ocurrió en 1453, tal filósofo vivió entre el 470 y el 399 a.d.c (antes de la era cristiana), o que la Constitución Nacional se estableció en 1853 es casi lo mismo que decirle cualquier cosa, pues tales fechas, tales números, no pueden ser fácilmente comprendidos en su real magnitud, en su contexto, en sus relaciones relativas, pues son demasiado lejanos de la experiencia vivida por los alumnos y dependen de sus ideas del tiempo y el mundo; además del propio desarrollo de su capacidad de abstracción. Casi son inimaginables.

Algo parecido pasa con los montos de la deuda externa. Cien millones de dólares, mil trescientos millones de dólares, quince mil millones de dólares, 144 mil millones de dólares, son cifras muy difíciles de imaginar, al menos para quienes estamos escribiendo esto. ¿Cuánto lugar ocuparían en billetes de 100? ¿Qué podríamos comprar?.

Que una empresa (un banco), por el simple hecho de colocar (intermediar en la venta) unos papeles de deuda, por su trabajo de… pongamos tres meses, reciba una cifra mayor a la que recibirían 300 personas con un sueldo pongamos de 8.000 pesos por mes trabajando 40 años de su vida sin descanso, ni consumir nada, ni gastar nada del sueldo, es algo no sólo escandaloso, es también inconcebible. Pero ocurrió con varios bancos bajo el gobierno de De La Rúa con el Megacanje y en otros gobiernos con otras operaciones. Y aún esas cifras de comisiones gigantescas son algo muy pequeño comparado con otras cifras de la deuda.

Hasta con liviandad escuchamos hablar de que la deuda con estos fondos buitres, 1.500 millones de dólares, “es pequeña (comparada con la deuda), que se pague y listo”, pero es en realidad una cifra gigantesca que escapa a nuestra experiencia cotidiana. Tanto es así, que si ganásemos 16.000 pesos por mes y jamás gastáramos nada de ese sueldo, necesitaríamos 62.500 años (sesenta y dos mil quinientos años) en pagarle a esisfondos buitres. Pensemos que la lejana época en que se construyeron las pirámides de Egipto fue hace unos 4.500 años. Y no hablemos si tratamos de trasladar las cifras de la deuda global a cosas más tangibles de nuestra realidad.

Mucho más importante que afirmar que la deuda es de 80.000, 144.000 o 250.000 es evitar insensibilizarnos con esas cifras: cualquiera de ellas, incluso cifras muchísimo menores, “pequeñas” si se quiere, como las que depositó el gobierno los otros días para pagar las obligaciones negociadas con los fondos no buitres, son cifras monstruosas que deberían interpelar a nuestra inteligencia y hacernos preguntar: si debemos eso, ¿dónde está esa plata? ¿Quién la recibió? ¿Quién la usó?

Frente a estas cifras, la mayoría de los más resonantes casos de corrupción comprobada o sospechada son el equivalente a las pequeñas propinas que se le dan a los limpiavidrios en las esquinas.

No necesitamos saber de economía para preguntarnos, si debemos eso, ¿dónde está lo que compramos con eso? ¿Cómo se llegó esa cifra?. Porque cuando cualquier hijo de vecino toma un crédito, sabe luego cómo se le fue la plata, así sea en el casino. Pero no estamos hablando de una cifra común: no alcanzarían todas las fichas de todos los casinos y bingos del país para poder cambiarlas por ella y apostar. Ni nos alcanzaría toda la vida para perderla en el casino o en un bingo.

Y no planteamos este asunto para llegar a la conclusión de que la deuda es ilegítima y de que no hay que pagarla. No nos cabe ninguna duda de que la mayor parte de la deuda fue ilegítima aunque buena parte de ella fuera legal. Y de que también en esa deuda hay componentes que fueron ilegales e ilícitos.
Tampoco nos cabe ninguna duda de que lo ilegítimo e ilegal fue eximido gracias al Poder Judicial, cómplice necesario de este proceso. Y de que lo ilegítimo fue transformado en legítimo por los sucesivos gobiernos que teniendo la oportunidad, antes de que el país cayera en default, de descubrir las estafas y negociados y desconocer lo ilícito y lo ilegítimo, sea por complicidad, impotencia, cobardía o porque le pusieron el revólver en la cabeza -generalmente todo ello junto-, terminaron por transformar la deuda ilícita e ilegítima en legal y legítima.

Tampoco nos interesa caer en actitudes contestatarias o para las luminarias, como hace algún director de cine. Nos planteamos este asunto por algo más elemental y necesario: ¿Dónde estamos parados en realidad? ¿Qué cosas hay que hacer y qué cosas no hay que hacer? ¿Quiénes plantean unas y otras? ¿Cuál es la futura bomba de tiempo para Argentina? ¿Cómo se desactiva?

Un poco de historia no hace mal

Descartemos buena parte de la larga historia de la deuda externa argentina y arranquemos desde 1976.

No obstante, para quienes no tienen datos frescos al menos de la última mitad del siglo que dejamos atrás, recordemos que Perón en su primer gobierno repatria toda la deuda externa y en algún momento quedamos en cero. Recién en 1950 el gobierno peronista acuerda con el Eximbank un crédito para pagar a comerciantes norteamericanos a los que se les había comprado máquinas, herramientas, etc para estimular el desarrollo industrial argentino y el mercado interno. El crédito es por 125 millones de dólares.

La aparición del FMI en la vida argentina

Derrocado Perón, el gobierno de facto de la revolución fusiladora contrae un crédito de 700 millones de dólares para financiar importaciones desde Europa, prometiendo pagarlo al año, lo que por supuesto no ocurre. Luego se ven obligados a refinanciarlo y así se forma en mayo de 1956, a invitación del ministro de economía francés, una reunión entre los 11 países acreedores de Argentina, dando lugar a lo que se llamó Club de París y que por primera vez, hace muy poco, Axel Kicillof negocia para poder encarar el fin de esa deuda, que se fue incrementando gobierno a gobierno desde aquel entonces a hoy.

También gracias a ese golpe cívico militar propulsado por la oligarquía argentina, con la Sociedad Rural a la cabeza, y los partidos políticos radicales, socialistas, demoprogresistas, democristianos, nacionalista federal, etc, etc se da un paso importante para someterse al capital financiero internacional: Argentina se incorpora al FMI y al Banco Mundial.

Así, mientras que en épocas de Perón las reservas del Banco Central en oro y divisas superaban ampliamente a la deuda externa en 1.300 millones de dólares, a fines de 1958 la situación era al revés: la deuda externa ya había crecido lo suficiente para superar las reservas en más de 1.100 millones de dólares.

Recordemos, dicho sea al pasar, que los dólares también se devalúan y esos dólares no eran poca plata. EEUU compró Alasca, o sea 1.518.800 km2 en 7,2 millones de dólares. Claro, en 1867, pero es para poner como ejemplo de la devaluación existe también en el propio dólar.

Y fue Frondizi el primer presidente electo, (con el peronismo proscripto) quien pide al FMI que elabore un diagnóstico de la situación y prepare un programa de emergencia que luego el FMI financiaría. Por supuesto que los puntos del programa llevaron a Frondizi a traicionar sus viejas posiciones de defender al petróleo argentino y comienza un proceso de extranjerización de las empresas argentinas, a través de “inversiones extranjeras”.

Nuevo plan del FMI, nuevas medidas de ajustes y represiones (ver Plan Conintes) a la clase obrera que se resiste, dan lugar a que el FMI y otros organismos “premien” la conducta del gobierno radical otorgándole más créditos, refinanciando las deudas, etc. Dicho sea de paso ya entonces los radicales acostumbraban a poner a liberales al frente del ministerio de economía (y al de trabajo), tal el caso de Alvaro Alzogaray, el máximo exponente del liberalismo argentino. Menen pondría a su hija, aunque en otro puesto.
Pasan dos gobiernos radicales más, Guido e Illia, y el de este último es finalmente depuesto por el golpe cívico-militar de Onganía en 1966. Para ese entonces la deuda había crecido a 2.500 millones de dólares y aquella dictadura la eleva a 3.300 millones. (Nota: en este escrito, si hablamos de millones y no decimos de qué moneda, es que nos referimos a dólares)

Previo al golpe del 76, la deuda en épocas de Isabel Perón era de 6.000 millones. Y hasta ese momento, durante todos estos gobiernos señalados, era una deuda “relativamente” manejable desde el punto de vista de su proporción con el PBI (casi siempre, en todos esos años, fue menor que el 18% del PBI)

Cuando cae la dictadura genocida iniciada por Videla y asume Alfonsín, la deuda ya alcanzaba los 30.000 millones de dólares, representando el 48% del PBI.

Durante Alfonsín se eleva a 58.000 millones de dólares, representando el 107,2% del PBI
Y paremos aquí en esta cronología. Ya es una deuda para espantar. Luego seguiremos en otras páginas con esta historia. Consideremos un elemento fundamental que hasta aquí no hemos presentado:
¿Cómo es posible que desde el Golpe de Estado de 1955 hasta el golpe de Videla en 1976 la deuda casi siempre representara menos del 18% del PBI, a veces solamente el 7,5% y no se bajó o no se pagó?

¿Por qué no se pagó la deuda cuando era chica en relación al PBI?

 Dejemos de lado aspectos…..

Por la extensión del escrito lo interrumpimos aquí. Para continuar leyéndolo haga clic en la imagen de Kuadernos N°1 2016: de palomas, halcones, buitres y ratas (con disculpas a los animales) o en este enlace

Nota: este articulo está elaborado por Graciela Egurza, Viviana Taylor, Fernando Pisani y Adrián Pecorino

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