A principios de los ‘50, un culto de creyentes en los platos voladores comenzó a recibir mensajes del Planeta Clarion a través de misteriosas “escrituras automáticas” que se materializaban a través de una persona, Marian Keech.
Estas escrituras eran inquietantes. Según las mismas, el mundo terminaría en una gran inundación antes del alba del 21 de diciembre de 1954, y sólo los creyentes sobrevivirían al ser rescatados por un plato volador que los llevaría sanos y salvos al Planeta Clarion.
Un grupo de psicólogos sociales, encabezados por León Festinger, decidió entonces infiltrar al grupo, a efectos de estudiar su comportamiento y las reacciones de sus integrantes al momento en que tales profecías debieran cumplirse.
Hay un relato detallado minuto a minuto de la cronología que siguieron los acontecimientos en el libro “Cuando la Profecía Falla”, pero básicamente durante la tarde y noche del 20 de diciembre, los integrantes de este culto comenzaron la espera del plato volador que los pondría a salvo de la inundación que se avecinaba sobre el mundo.
Los minutos corren. Nada. El reloj da las 00:00. Nada. Ni plato volador ni inundación. Nada. El grupo está sentado en silencio. Pasan los minutos. Algunos comienzan a ensayar explicaciones. El alba del día 21 está a pocas horas. Nada. Keech comienza a gritar. Nada. A las 4:45, llega un mensaje del Planeta Clarion a través de la medium Keech: El cataclismo ha sido suspendido. La fé del grupo aguardando toda la noche en vela ha desparramado tanta luz que Dios ha salvado al mundo de la destrucción. ¡Aleluia!
(…)
He aquí un caso que, con todas las diferencias valorativas que puedan hacerse, guarda ciertas analogías con los sucesos de Gualeguaychú, la pastera, el corte del puente, etc.
En efecto, hay un grupo social que depositó todas sus espectativas en una determinada instancia (La Corte de La Haya), y que, llegado el momento de suerte y verdad (el fallo), en vez de asumir que lo que esperaban ni sucedió ni va a suceder, renuevan su fé cambiando sus creencias y expectativas originales por otras que les permita continuar en su carril sin modificar su actitud.
Este fenómeno social ni es nuevo ni es original. La psicología social lo encuadra dentro de un término genérico al que llama “Disonancia Cognitiva”, en la que los individuos intentan conciliar dos percepciones disonantes mediante la creación imaginaria de una tercera, que actúa como vía de escape a fin de permitir amoldar los resultados esperables a sus expectativas.
Cabe preguntarse cuál será la tercera vía que han imaginado para obtener un resultado diferente los «Ambientalistas» de Gualeguaychú. Por de pronto, su enemigo ya no es la pastera, sino el Gobierno Nacional que les internacionalizó su problema vecinal. Grave error.
habria que hacer un estudio psicosocial para entender las motivaciones de la gente que participa en el corte entrerriano.Politicamente ya he comentado en el blog que me parece correcto no reprimir y que espero que la racionalidad termine por inponerse permitiendo a los oreocuoadis por la pastera participa en el control de la contaminacion.
permitiendo a los preocupados participar…