Dónde Caerse Muerto – 1 * (Teatro político por entregas. O viceversa)

cementerio praga

PRIMER ACTO

Cementerio. Ocho lápidas, algunas cruces, floreros. A lo lejos pueden verse unos monumentos. Por todos lados hay candelabros pequeños con velas. Algunas velas adheridas al fondo de vasos y otras directamente clavadas en la tierra. Entre dos lápidas, hay una mesa servida. Sobre la mesa se ve un candelabro con velas encendidas, una botella de vino blanco en un balde con hielo, dos platos, dos juegos de cubiertos, dos juegos de copas. Junto a la mesa hay dos sillas. Un centro de mesa con flores de plástico amarillas. Una de las dos lápidas ubicadas a ambos lados de la mesa tiene la foto de una anciana y apoyado a su lado hay un radio grabador. Al otro lado de la mesa, se ve una lápida con la foto de un hombre calvo con un parche en un ojo. Sobre la tumba hay colocado un florero con flores de plástico amarillas.

Pasa un muchacho en una bicicleta. Tiene una barba irregular y pelo largo. Lleva puesto un uniforme de color rojo que tiene en la espalda el logo de una pizzería y un número de teléfono.

Una bandada de murciélagos sobrevuela el lugar.

Entre las tumbas hay árboles pelados. Secos. Adentro de los troncos huecos se ven luces de luciérnagas.

Calor.

Luna llena de color anaranjado.

Pasos y voces que se acercan.

Pasa el muchacho de la pizzería.

Olor a flores descompuestas.

Un hombre —Ricardo— llega hasta donde está el radio grabador. Se agacha y toca con su dedo el botón de Play. Suena «Extraños en la noche», en la versión de Frank Sinatra. Ricardo se pone de pie y, al compás de la música, camina hacia una de las sillas. Prende un cigarrillo. Se quita el saco y lo lleva sobre el hombro. Lo cuelga en el respaldo de la silla. Se sienta.

Ricardo es bajo, relleno, tiene entradas muy pronunciadas en la frente y el pelo largo atrás de color anaranjado artificial. Lleva lentes de sol a modo de vincha. En su muñeca izquierda lleva puesto un reloj dorado.

Usa un traje oscuro con hombreras, corbata amarilla, medias blancas y un pañuelo a lunares que asoma por el bolsillo superior del saco. Tiradores. Zapatos brillosos.

La mujer —Claudia— se acerca hasta quedar a 3 metros de la mesa. Se detiene. Se queda mirando. Lleva puesto un vestido largo y con su mano sostiene la falda. Está descalza y lleva un par de zapatos de taco en la mano. Tiene las medias corridas. Lleva una cartera roja pequeña.

RICARDO: Si no te molesta, me voy a sentar al lado de papá.

Silencio.

RICARDO: Dale. Sentate. ¿Qué esperás?

CLAUDIA: No llegaron todavía.

RICARDO: ¿Quiénes?

CLAUDIA: Tus papás.

RICARDO: ¿Cómo que no? Hace un montón que están acá.

CLAUDIA: ¿Dónde?

Ricardo señala las tumbas.

RICARDO: Ahí. ¿No los ves?

Claudia mira con atención la tumba del padre.

CLAUDIA: Yo no los veo.

Ricardo se pone de pie. Se dirige hasta la lápida y se arrodilla junto a ella. La abraza. La acaricia.

RICARDO: Acá, nena…

Ricardo mira a la lápida.

RICARDO: Papi, te presento a Claudia… Es mi novia.

Claudia se acerca despacio. Se arrodilla. Pone su mano en la cabeza de Ricardo.

CLAUDIA: Pobrecito, mi amor…

Le acaricia la cabeza.

CLAUDIA: Ricardo…

RICARDO: ¿Qué?

CLAUDIA: Ese no es tu papá.

RICARDO: Para mí, sí.

CLAUDIA: No, perdoname pero te lo tengo que decir… Esa es una foto.

Pausa. Ricardo la mira. Se rasca la cabeza.

CLAUDIA: Te lo digo porque ya vi otras. Y me explicaron que las fotos de las cosas no son las cosas.

RICARDO: No entiendo. ¿Qué me querés decir?

CLAUDIA: No es fácil. A ver si te lo puedo explicar… Yo no sé cómo es que lo hacen, pero es como si la cosa estuviera en un papel… Tengo una en la cartera, ¿querés ver?

RICARDO: ¿Una qué?

CLAUDIA: Una foto.

Ricardo levanta la voz.

RICARDO: Claudia… Ya sé lo que es una foto.

Claudia señala la foto de la tumba.

CLAUDIA: Bueno… ¿no te parece igual a esto?

RICARDO: Sí, Claudia. Justamente porque esto también es una foto.

CLAUDIA: Entonces no es tu papá… La foto no es tu papá. ¿Lo entendés?

RICARDO: Claro. No soy estúpido.

CLAUDIA: No lo digas así. A mí me costó mucho comprender una cosa semejante.

Ricardo se toma el pecho y cierra los ojos.

RICARDO: Ay. Me siento mal.

CLAUDIA: Te impresionaste, mi amor. Qué mundo extraño.

RICARDO: ¡Basta, Claudia! Vas a matarme…

CLAUDIA: A… ¿Qué?

RICARDO: Nada… No importa.

Pausa.

CLAUDIA: Y ¿qué vamos a comer?

RICARDO: Pizza.

CLAUDIA: ¿Pizza? Pero vos me habías prometido otra cosa.

RICARDO: Ya sé. Pero no todo el mundo acepta venir hasta acá para traerte la comida.

CLAUDIA: ¿Qué tiene de malo este lugar?

RICARDO: Hay muertos.

CLAUDIA: Otra vez con eso.

RICARDO: Además, es de noche.

Pausa.

CLAUDIA: Sabés que yo quería comer pato.

RICARDO: Sí, mi amor. Hubiera sido ideal para nuestra cena romántica. Velas. Música. Vos. Yo…

CLAUDIA: Pato…

RICARDO: Lo importante somos nosotros. ¿No sentís que, cuando estamos juntos, las cosas pasan a un segundo plano?

CLAUDIA: La verdad, nunca me pareció que las cosas estuvieran en un primer plano.

Pausa.

RICARDO: A veces me gustaría saber qué sentís…

CLAUDIA: ¿Ahora?

RICARDO: Sí, ahora.

CLAUDIA: Frío. Hace un poco de frío, ¿no?

RICARDO: Es cierto.

CLAUDIA: También tengo hambre.

RICARDO: Hambre.

CLAUDIA: Sí. Hambre de pato.

Pausa.

RICARDO: ¿Te acordás el día que nos conocimos?

CLAUDIA: Si me acuerdo «del» día que nos conocimos, querrás decir.

RICARDO: Eso… ¿Te acordás?

CLAUDIA: Por supuesto: fue martes.

RICARDO: Sí. Y qué más…

CLAUDIA: Nada más: fue martes. Al otro día fue miércoles, pero ya te conocía. Se conoce una vez. O nunca.

RICARDO: Fue uno de los días más importantes de mi vida.

CLAUDIA: ¿En serio?

RICARDO: Claro, mi amor. No creo que muchas mujeres sean capaces de acompañar a un hombre en un momento como éste. Te amo.

CLAUDIA: Gracias.

Pausa.

CLAUDIA: Qué lástima lo del pato.

Pausa.

RICARDO: Quiero que estemos siempre juntos.

CLAUDIA: Siempre… ¿Cuánto tiempo es «siempre»?

RICARDO: Mucho tiempo. Todo el tiempo.

CLAUDIA: ¿Todo?

RICARDO: Sí: todo el tiempo juntos.

CLAUDIA: Hoy, mañana, pasado…

RICARDO: Sí.

CLAUDIA: ¿Y ayer?

RICARDO: ¿Ayer?

CLAUDIA: Claro: «todo» es todo.

RICARDO: ¡Ayer!

CLAUDIA: Cuánto trabajo.

RICARDO: No es trabajo. El amor no es trabajo. Sale solo.

CLAUDIA: Es como una glándula. Una glándula que segrega amor.

RICARDO: Supongo que sí.

CLAUDIA: Siempre aprendo cosas con vos… Es muy romántico.

Ricardo la besa.

CLAUDIA: Ricardo…

RICARDO: ¿Qué, mi amor?

CLAUDIA: ¿Qué gusto tiene el pato?

(continuará)

Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

Acerca de Alejandro Turner

Tiene 40 años, es guionista y dramaturgo. Aunque prefiere pensar que es simplemente alguien que escribe. Escribió entre otras obras de teatro "La Salud de los moribundos" (1er Premio del Fondo Nacional de las Artes obra inédita de teatro, 2007); "Canciones tristes (cantadas como si fueran alegres)" (Primera Mención en el mismo certamen), "Dónde caerse muerto" (incluido en la Antología "Autores en construcción" editorial C. C. Rojas) y "Villarrica", estrenada en diciembre del 2008 en el Camarín de las Musas con la dirección de Gabriela Bianco, en el marco del Primer Festival de Monólogos NO HAY DRAMA.

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