(Teatro político por entregas. O viceversa)
Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le advierte que debe dejar el cementerio antes de que lleguen las masas a iniciar un foco revolucionario. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.
Ricardo mira a Claudia.
RICARDO: Así es, mi amor. No tengo nada.
CLAUDIA: Nada, no: tenés la corbata, el reloj. Tenés pelo. Tenés aparato digestivo, estructura superyoica, ropa interior, pasado… Muchas cosas.
RICARDO: Y el auto…
ENGUELS: Es robado. Usted lo dijo.
RICARDO: Ya no. La propiedad privada no existe más. Usted lo dijo.
ENGUELS: Entonces permítanos tomar la tierra.
RICARDO: Hagamos una cosa: les doy el auto y me dejan de joder.
ENGUELS: Es terco, ¿eh? Ya lo perdió todo. ¿Por qué no se nos une?
RICARDO: ¿Y qué cargo me correspondería?
ENGUELS: ¿Cargo?
RICARDO: Claro. Supongo que si me uno a ustedes, cuando tomen el poder me corresponderá algo. Un nombramiento…
ENGUELS: No sé. Hay cuadros técnicos del movimiento, hay prioridades, compromisos asumidos con anterioridad, usted comprenderá.
RICARDO: ¿Debo entender que todos los puestos están ocupados?
ENGUELS: Déjeme ver…
Enguels saca un papel todo doblado de uno de sus bolsillos. Lo mira.
ENGUELS: Ministros… Secretarios… Asesores… Consejeros… Personal burocrático… Ordenanzas… A ver… Acá… sí… no… Pensé que había una suplencia de ordenanza en la Subsecretaría de Asuntos Delicados, pero no… Aunque yo podría recomendarlo si surge una vacante…
RICARDO: ¡Ordenanza!
ENGUELS: Suplente.
RICARDO: No puede ser. Yo soy el que más va a poner en esto. Ustedes no tienen nada. Y no me corresponde un puto puesto jerárquico.
ENGUELS: Es que están todos ocupados.
RICARDO: ¿Todos los puestos del Estado?
ENGUELS: Es que en estos últimos años lo achicaron mucho. Usted sabe…
RICARDO: Entonces no hay nada que discutir. Se acabó la negociación. Lo lamento. No pienso moverme de este lugar…
A lo lejos, disparos, gritos. Enguels mira a Claudia.
ENGUELS: Señorita, ¿por qué no lo hace entrar en razones? Usted parece una mujer centrada…
CLAUDIA: ¿Qué quiere decir «centrada», mi amor?
RICARDO: Que le vas a dar la razón a él.
CLAUDIA: Y bueno… La verdad que el señor tiene razón…
RICARDO: Yo creo que no tiene razón un carajo.
CLAUDIA: Puede ser. Ahora que lo decís…
ENGUELS: Ustedes no entienden la gravedad de la situación. Estoy tratando de consensuar con ustedes para que nadie salga lastimado. Pero les aseguro que mi paciencia tiene un límite.
CLAUDIA: ¿Escuchaste, Ricardo?
RICARDO: Sí. ¿Qué hay? No me importa nada. A mí estos zurdos no me van a joder.
ENGUELS: Viendo que las cosas son así, voy a tener que comunicarle esto al responsable de la operación.
RICARDO: Hacé lo que se te cante, pelotudo.
ENGUELS: Se va a arrepentir.
Enguels sale pisando fuerte. Ricardo mira para otro lado. Claudia lo mira irse.
CLAUDIA: Chau…
Claudia mira a Ricardo.
CLAUDIA: Se fue sin saludar… No puedo creerlo.
RICARDO: Tenemos que pensar algo. Rápido.
CLAUDIA: Llamemos a la policía.
RICARDO: ¡Eso! ¡Sí! ¡La policía!
Pausa.
RICARDO: Lo que pasa es que… no puedo. La policía me está buscando.
CLAUDIA: ¡Perfecto!
RICARDO: No entendés. Me están buscando para meterme preso.
CLAUDIA: ¿Por qué?
RICARDO: No importa por qué… Lo que importa es que no puedo llamarlos antes de encontrar un buen abogado.
CLAUDIA: ¿Tu papá no es abogado?
RICARDO: Papá está muerto, Claudia…
CLAUDIA: ¿Pero nunca va a volver? ¿Nunca?
RICARDO: Vamos a tener que pensar otra cosa.
CLAUDIA: Otra cosa… ¡Ya sé! ¡Llamemos a la policía!
RICARDO: Eso no es otra cosa. Eso es la misma cosa.
CLAUDIA: Una cosa, otra cosa… A veces se me confunden.
RICARDO: Ya sé. Vamos a decirles que estás embarazada. Eso los va a conmover.
CLAUDIA: Ricardo… Lo sabías.
RICARDO: ¿Qué cosa?
CLAUDIA: Que estoy embarazada.
RICARDO: No. No puede ser… Si yo… No… Tiene que haber un error… ¿Estás segura?
CLAUDIA: Vos dijiste.
RICARDO: ¿Yo? No, lo que dije es que íbamos a decirle a los zurdos que estás embarazada.
CLAUDIA: ¿Ves? Estoy embarazada. Soy muy feliz, mi amor. Aunque pienso que yo tendría que haberme enterado antes que vos. Sería lo lógico.
RICARDO: Pero es mentira. ¿No entendés?
CLAUDIA: Qué crueldad. Con eso no se juega. Me había hecho tantas ilusiones. Iba a ser médico. Iba a tener un montón de amigos. Y le íbamos a regalar un pedacito de tierra aquí, para que algún día lo enterraran junto a nosotros. Se iba a llamar Charles Aznavour.
Ricardo la toma de los hombros y la sacude.
RICARDO: ¡Pará! ¡La puta que te parió! Lo que yo dije es que íbamos a mentirles. Vamos a decirles que estás embarazada, pero vos y yo sabemos que eso no es verdad. No-es-ver-dad.
CLAUDIA: ¿Vamos a mentirles?
RICARDO: Sí. Vamos a mentirles.
CLAUDIA: Qué horrible. Parecen gente sensible.
Entra Enguels acompañado por un hombre morocho, robusto y vestido con un mameluco azul. Lleva una pistola en el cinturón.
ENGUELS: Señor Ricardo, le presento a mi superior: Trosqui.
(continuará)
* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).