En la década del ´60, la cinematografía del Grupo Cine Liberación que encabezaba Fernando Solanas apareció como una novedad estético-política que venía a marcar la singularidad histórica de lo nacional y popular en estas comarcas latinoamericanas. Un cine que confrontaba con discursos artísticos y políticos dominantes (EEUU y Europa) y que manifestaba su eminente naturaleza política transformadora.
La Hora de los Hornos (1968) inaugura un cine político que se entronca con la profusa producción cultural e intelectual que en esa década va vertebrando un relato teórico que se construye a partir de las experiencias históricas de opresión y lucha del pueblo, desde un perpectiva nacional, y que va a confrontar radicalmente con la historia oficial mitrista de los padres fundadores de la Organización Nacional que luego fue discurso hegemónico de las clases dominantes.
Pero además de ser un cine militante, fue también un cine que introdujo nuevas formas estéticas y poéticas: la voz enunciadora de un punto de vista que disloca la objetividad del documental clásico, y fundamentalmente el montaje innovador que mezcla imágenes de documental, publicitarias y ficcionales, en clara ruptura con las tradicionales ideas de género y narración lineal. En Los Hijos de Fierro (1975) veremos como el uso de la ficción y la metáfora enriquecen la poética del cine de Solanas, sin perder su fuerte contenido político.
El trabajo creativo sobre la forma de la imagen cinematográfica siempre dispara innumerables significados y propone una reflexión. Todos éstos fueron elementos que persistieron en el cine de Solanas, y que hizo posible películas como El Exilio de Gardel (1985) y Sur (1987). Pero a partir del 2003 con Memoria del Saqueo, se inicia una etapa signada por la desaparición de la experimentación poética con la imagen y el montaje, y entonces el lenguaje cinematográfico se empobrece: la imagen pasa a ser el raquítico e insustancial elemento que acompaña al contenido argumental que se torna pesado, rígido y abundante de lugares comunes. Miramos en la pantalla un libro de Historia, parece como ver La República Perdida.
Desde Memoria del Saqueo hasta la hoy elogiada La Próxima Estación ( hasta Mariano Grondona recomendó verla), se confirma una repetición tématica y de registro estético que no hace más que denotar la falta de imaginación para explorar desde nuevas perspectivas. Solanas abandona el elemento ficcional en la construcción de la historia para caer en un documentalismo enciclopédico, sin inflexiones estéticas relevantes. La cámara puesta a los efectos de sólo testimoniar hechos en un relato lineal que entrega al espectador los conceptos digeridos que más que mover a la reflexión, no hacen sino confirmar la opinión del autor.
La imagen documentalista de Solanas no «piensa» ( al menos como lo postulaban Godard y Orson Welles), sino que es sólo el soporte técnico audiovisual de lo que se narra esquemáticamente. Quién ve estas películas se encuentra ante la perpleja sensación de una narración que parece destinada a ignorantes políticos o extranjeros, seres que ni por asomo conocerían la coyuntura que les tocó vivir a los argentinos: una apretada sintesis audiovisual de las trágicas crónicas vividas por el pueblo en la era neoliberal ¿ A quiénes está destinado el consumo de este tipo de películas?
Solanas evidencia desde Memoria del Saqueo un descomunal declive creativo que se sustancia en la previsibilidad del relato y de las imágenes; no hay innovaciones técnicas que propongan experimentaciones con los sentidos. Frente a esta pobreza de recursos artísticos que en La Próxima Estación vuelven a aparecer como anquilosada continuidad de sus anteriores producciones, la imagen entonces sólo sirve para exacerbar las emociones más primales en el espectador, de manera grosera y coyuntural: por eso Solanas deja en el montaje final la escena del llanto del ex-ferroviario, sin ningún fundamento estético que amerite incluirla.
Cuando la obra artística desdeña sus innumerables posibilidades creativas lo que hace es perder su naturaleza de obra. Lo que Solanas nos cuenta en Memoria del Saqueo o en La Próxima Estación lo podríamos leer en una monografía o en un libro de investigación, y sería lo mismo: la imagen pierde sus sentidos( nunca tiene uno solo). Por lo tanto, películas como éstas no están destinadas a perdurar, son fagocitadas por la inmediatez del ocasional consumo masivo como una más de las mercancías culturales que danzan en la abigarrada oferta.
Si La Próxima Estación carece de valor poético-estético, habría que sólo considerarla por su valor político. En definitiva, parece ser ésa la pretensión que busca dimensionarse al hacer estas películas. Solanas parece sentirse en la obligación de trazar una esquemática explicación de lo que nos aconteció (nos acontece) a los argentinos. Entonces hace una película «informativa» para que los argentinos veamos lo que nos pasó. Se buscaría mantener una memoria histórica del pasado inmediato (actual) que la sociedad tiende a soslayar. Este es un punto a favor de la película, pero ¿ se logra traer una memoria, o sólo se trata de una exoneración de culpas para espectadores bien-pensantes que ayer soslayaban la mirada y hoy lavan su pecado admirando fervientemente la obra, recomendándola como un imperativo moral ciudadano, como un efímero espasmo (uno más)?
Se trataría, para estos espectadores, de ir a ver la peli, conmoverse por » lo que somos como país» ( ¿ o le echamos la culpa a los gobernantes?’), decir «¡Qué barbaridad lo de los trenes!», y luego volver a casa y mañana será otro día. Y para el cineasta queda, al menos, la autosatisfacción de haber dado testimonio.
Todos podemos ir a dormir tranquilos.
[Editado: múltiples seudónimos]
Qué increíble, lo que hace a los setenta y pico es menos interesante o vital que lo que hacía hace cuarenta años, cuando tenia treinta y pico?. Eso no le pasa a ningún creador en serio. Se lo merece por no ser kirchnerista.
¿Y si alguien defiende a Solanas por su cine y no por su antikirchnerismo? Si esa es la única razón, entonces efectivamente su cine viene barranca abajo. Aunque no creo que pueda hacer algo peor que «El viaje», que era un desastre.
Furcio: No generalices, eso que cuanto más viejo más creativo ¿ es alguna ley?¿en que libro figura?
Por ejemplo a mí me gustan las primeras peliculas de Rivette, y no las que hizo de grande, que eran más convencionales. Es cuestión de gustos.
¿Hablé en el artículo de kirchnerismo?
Saludos
No coincido en que Memoria del Saqueo es mala (La dignidad de los Nadies y Argentina Latente tienen valor también), yo creo q a Pino se lo desmenuza con ánimo crítico desde su rol en el conflicto con el campo (que me pareció equivocado, y hasta el reconoció que deberían haberse abstenido al final con el voto de Lozano) pero esta trilogía es un aporte valioso al dimensionamiento de la catástrofe neoliberal más como un testimonio político y sociólogico que como una construcción estética cinematográfica