Hacen lo de siempre. Nunca se hacen cargo de nada.
Desde la pesada herencia, pasando por las causas de fuerza mayor o apelando a la metáfora de la catástrofe climática, hasta que terminan diciéndole al mismo pueblo al que le hicieron tener hambre, que es el responsable de su desidia.
Ni autocrítica, ni políticas económicas para paliar este desastre. Respuestas vacías, sin propuestas concretas.
Que los últimos 70 años, que tenés que pagar la fiesta de haberte ido de vacaciones o de tener un televisor led que te compraste con el esfuerzo de tu laburo. Acá la meritocracia no importa tanto porque sos un ciudadano de segunda. Y, además, porque acá la meritocracia se premia con spots románticos que muestran a un pibe cruzando el barro para ir a la escuela. Porque nos hicieron creer que ese pibe es MUY distinto a nosotros que ahora somos más pobres pero tenemos la transparencia que nos vendieron los que vinieron lisa y llanamente a especular, hacer sus negocios y retirarse.
Pero la culpa, la culpa siempre es tuya. La culpa es de «la grieta», la culpa es de algún otro. Siempre es otro.
Los eligieron porque iban a construir escuelas y hospitales, porque tenían un discurso respetuoso y modales acordes a la clase a la que pertenecen. Pero a esa clase también pertenece mirar siempre para otro lado. Son el compañero de laburo que es capaz de quedarse mirando como te suspenden por una macana que él se mando pero cierra la boca y se queda pensando en que es un horror que digas una mala palabra.
De gente con buenas intenciones probablemente también este conformado ese espacio, esa militancia que creyó en que podían hacer algo mejor y también los defraudaron. Pero no importa porque seguro sos vos que no militaste lo suficiente, que te bancaste el frío y la lluvia para tocar timbres y repartir volantes para que te terminen tratando cómo si fueras el nene del barro.
La culpa de que odies al peronismo la tienen los peronistas. Te peleas con una piba que cree en ese proyecto y que no llega a fin de mes como vos, pero la tratas como basura cual funcionario enriquecido sin causa. Porque la culpa siempre es tuya que no sabes diferenciar, que te peleas con tus amigos «por política».
La culpa es de los demás, siempre. Cuando no quede a quién echarle la culpa te van a mirar fijo y aunque estés arrodillado te van a decir que los disculpes, pero que no te esforzaste lo suficiente para no estar ahí, esperando que tus viejos te reciban de nuevo en su casa; para no perder ese puesto de laburo que se lo habían sacado a algún ñoqui para dártelo a vos, que ahora ya no servís para nada.
No es Macri,no. No es este presidente, ni este jefe de gabinete, ni María Eugenia, ni Durán Barba. Es el conservadurismo liberal haciendo lo mismo que ya hizo cientos de veces.
¿Y sabes que? Vos no tenés la culpa,amigo,amiga. Nosotros tenemos obligaciones. También responsabilidades pero, por sobre todo, tenemos derechos. Y a esos derechos, el discurso neoliberal los transforma en privilegios.
No tenías que dejar de comer dos pizzas para pagar la luz, no sos un imbécil por debatir tus ideas con los tuyos. No tenés que derramar sangre para comprarle unas zapatillas a tu hijo.
Acá hicimos el esfuerzo todos, y el único resultado es más pobreza sin mirar a quién. No se trata de ignorancia, no subestimes al que no llega a completar las 4 comidas. Estás más cerca de ser el de las patas en el barro que el que se llena los bolsillos con blanqueos ilegales y especulación financiera.
No es por ahí, no. No somos nosotros, nosotros somos lo mismo. El problema son los que tiran para abajo al pueblo y obtienen a cambio la concentracion. Nosotros,nos quedamos esperando la redistribución mientras esquivamos los pisotones en la cabeza.
No es la ciudadanía la responsable de los reiterados intentos fracasados por conducir la política económica de una nación.
“Como presidente estoy acá para ayudar”, dice un jefe de Estado. Un discurso que más que el de un primer mandatario se parece al de un candidato que no gobierna, que representa a una minoría que sacó un par de puntos en una elección, y que se convierte en un dirigente que eventualmente acompaña en tono moderado. En fin, una posición que dista mucho de lo que se espera del presidente de la República.
Cómo en el juego de la papa que quema, parece que el gobierno se apropia del objeto, lo quiere para él, se lo niega a los demás con cara de enojado, pero ni bien lo incomoda lo suelta sin importar el nivel de impacto que tenga sobre el piso.
A la larga las papas se salvan, quizás no se vuelven un plato gourmet, o si. Pero lo más importante es que se rescatan, aunque para algunos quizás sea un poco tarde.
Lo que es impensado es señalar a la papa cómo culpable de haberse prendido fuego.
A quienes tanto gustan de hablar de merecimiento, se les podría decir que una sociedad no se merece cargar con la irresponsabilidad de sus gobernantes. Y ello, sin olvidar que esta gestión -durante cuatro años- tomó medidas que solo consiguieron empeorar todos los índices económicos. La discusión no se reduce únicamente al precio del dólar (de hecho, podríamos decir que eso se explica cómo consecuencia de algunas políticas adoptadas por el gobierno), pero cuando nos culpan a nosotros no dicen que en estos años,por ejemplo, el dólar paso de 9 a 48 pesos. Y, consecuentemente, los índices de inflación fueron récord.
Por todo esto, es preciso que no perdamos el tiempo en debatir si este discurso tiene asidero. El discurso de este modelo para el pueblo tiene que ver con lo indigno y, si no funciona, se convierte en advertencias que rozan lo disciplinador.
Mientras tanto, en ese camino juegan con el hambre y nos tiran la pelota de sus propios errores. Es la tarea del campo popular minimizar esa tensión interna que hace que volvamos a segmentarnos entre nosotros. Porque cuando eso cala hondo, cuando nos rompen,cuando nos quiebran, es ahí donde nos devoran los de afuera.