.
Si en el sistema electoral existieran los promedios como en los torneos de la AFA, los partidos de izquierda hace rato que jugarían en la D. Y alguno hasta habría perdido la afiliación. Cómo se explica esta inexistencia electoral, este fracaso permanente?
Para cualquier partido que se dice revolucionario las elecciones son una instancia más en el combate contra la burguesía, una excelente oportunidad de difundir sus ideas y consignas. Pero no abrigan ninguna expectativa en conquistar el poder a través de las urnas ya que, de contar con las voluntades suficientes para ganarlas, la revolución sería un hecho. Esto presupone una mirada y, por lo tanto, otra actitud por parte de estos partidos hacia las elecciones. Pero eso no les quita fuerza a la hora de hacer campaña: se juegan en serio e invierten hasta lo que no tienen en la «farsa electoral» aunque cosechen puñaditos de votos.
Sin contar sus historias anteriores los partidos trotzquistas (MAS, MST, PTS, PO, CS, y cientos de grupúsculos más) llevan mas de veinte años (promediando) en la lucha política y se han reproducido cual conejos hasta hoy. No en cantidad de adeptos, claro, si no en múltiples partidos. En las elecciones de 1983 solo el MAS y el PO levantaban las banderas del trotzquismo, hoy es imposible contarlos. No habrá llegado la hora de pensar que tomar el poder con partidos de tipo leninista, en esta etapa de la humanidad, es imposible?
Si pudieran ver que «la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases» verían los acontecimientos revolucionarios del mundo como ensayos de una humanidad que progresa mil veces más rápido de lo que evoluciona. Las distintas experiencias que han ensayado las clases obreras y los pueblos del mundo deben ser tomadas como ensayos perfectibles y no como fracasos. Son escalones, de tránsito obligado hacia la evolución. Creemos estar en la cima evolutiva y somos todavía primitivos. El capitalismo es, ya en el siglo veintiuno, primitivo. Y nuestra subjetividad está moldeada por esta cultura primitiva capitalista. Por lo tanto, nuestras acciones responden a esa formación: la ambición de poder, la competencia, el individualismo, el narcisismo exacerbado están presentes en cada acción «revolucionaria» contrastando con la solidaridad y el amor necesarios para construir una sociedad igualitaria. La «dictadura del proletariado« fue posible en 1917, hoy es inpensable. Si lo que deseamos es una sociedad socialista, democrática y participativa debemos apostar a regímenes que nos encaminen hacia ello. Gobiernos que pregonen la solidaridad y la justicia social para contrarrestar los estragos que ocasionó en nuestras mentes la cultura capitalista. Ninguna elite puede arrogarse el derecho de interpretar a las masas y marcar el camino porque este aún no existe. Ser marxista implica no tener certezas porque la realidad cambia permanentemente. Exige revisarnos para cambiar, para avanzar. Cuando la praxis se convierte en dogma se detiene la evolución. Lo «revolucionario« pasa a ser conservador, lo «progresivo» pasa a ser reaccionario. La teoría se convierte en religión y como tal, contrarevolucionaria. Quedan marginados de la vida política mutando en sectas cerradas e intrascendentes. Alejados del pueblo y sus necesidades, mirándose al espejo como Narciso. Engordando a sus dirigentes con las rentas que pagan los partidos con el aporte militante. Si en veintipico de años no han logrado hacerse de un piso de, por lo menos, un cinco por ciento…muchachos, piensen, se van a la B.