Cuando se conoció el hallazgo del nieto de Estela de Carlotto, algunos pares de pocos desorientados buscaron un lugar para diferenciarse de lo que era una alegría popular contundente, llamando la atención respecto de la mayor difusión que había merecido este caso en relación a los 113 previos. Resultó ser que el episodio 115 tuvo lugar muy pocos días después, y justamente aquellos que más dramatizaron en cuanto al famoseo que habría implicado el caso de Estela dijeron nada al respecto.
Ni bueno, ni malo: cero. ¿Quién era, entonces, responsable, si es que debiera haber alguno, de la discriminación negativa reprochada?
Es una constante de los últimos tiempos en Argentina que hay quienes se sienten en la necesidad de, casi en forma programada, salir a colocarse al margen de las tendencias sociales mayoritarias. No se trata de criticar las excentricidades, sino el modo en que se producen. El distinto lo es naturalmente, no porque busque serlo. Y si hace lo segundo, el asunto pierde la gracia. Porque así pierde protagonismo el tema, en cuya problematización uno puede distinguirse, para tomar el centro de la escena la individualidad de quien ansía la distinción.
Vaya si no han quedado en el camino tantos y tantas con sobrada trayectoria en el campo de los DDHH, enojados/as por la conducción que del tema asumieron en parte NK y CFK desde 2003, en base a la inverosímil excusa de la falta de méritos previos del matrimonio presidencial en la materia. No porque no sea cierto eso, sino por lo irrelevante que resulta en los momentos actuales de la correlación de fuerzas, que ha permitido avances allí como no se habían conocido en más tres décadas de recuperada la democracia. Privilegiaron una disputa personal a la continuidad en la causa en su mayor apogeo.
Y ahí vamos, camino a ver algo parecido en cuanto al nuevo arreglo de deuda externa por las dificultades que impone el fallo Griesa, que se procurará articulado con un ensayo novedoso y valiente, histórica y geopolíticamente considerado.
Uno podría intentar aventurarse en la Sociología, que no domina, como hacen muchos otros en diversas áreas que tampoco manejan, para intentar explicarse por qué actúan así. Tiene su hipótesis, pero no sería serio lanzarla, habida cuenta de la falta de sustentos científicos con los que verificarla. Que cada quien haga su propio análisis. Esta vez se prefiere dejar interrogantes abiertos. En última instancia, toda esta enunciación consigue, por sí misma, planteando interrogantes, decir bastante.
O al menos eso se cree. Y/o se quiere.
Y no se puede prohibir a nadie perderse la alegría de lo colectivo y lo trascendente. Allá ellos.