Uno de los hechos políticos de este año fue, a pesar de lo dicho, un no-hecho. Algo que ocurrió, por no haber ocurrido. Para no ponerme caparróstico, vamos al grano.
El hecho político del año no fue el lock-out agropecuario, aunque sus consecuencias hubieron de ser un síntoma. Si la dominación política es el punto justo entre coacción y consenso, este año fue el año del consenso y el abandono definitivo de la coacción.
No voy a decir que “el consenso somos nosotros” porque comenzarían los bombardeos sobre kirchnerlandia: que el sectarismo, que los expulsados, que los límites. Pero no hablo de consenso en el sentido de construcción partidaria, sino como forma de gobierno. Quizás el asesinato de Kosteki y Santillán haya sido el último gran acto político destinado a utilizar la dominación en sentido coactivo: aquello que decía un tipo acerca del monopolio de la violencia, y el uso de la misma en última instancia. La violencia no se abandona, se ejerce constantemente y se la monopoliza, como corresponde a todo Estado que se precie de serlo. Pero a partir de la masacre de Avellaneda, la protesta social y las manifestaciones políticas no se contienen por la coacción sino es pagando un costo político que nadie está dispuesto a abonar. O pregúntenle a Duhalde.
Este año había condiciones para la coacción, más allá de estar de acuerdo o no con llevarla adelante (particularmente, celebro el no-suceso). Presencia en la ruta de cuatro meses con amenazas de desabastecimiento, amenazas a los automovilistas y registros de camiones: esto último, arrogarse derechos del Estado es, simbólicamente, una vejación a la institucionalidad que legitima, en primera instancia, la coacción. El hecho político de este año fue, afortunadamente, que el Gobierno no apeló –pudiendo –a la coacción física: a correr a los protagonistas del lock-out de las rutas. Alguno dirá que perdió en autoridad, y yo diría que ganó en no prolongar un conflicto retroalimentándolo alla Quebracho: marcho, caigo preso, marcho por el detenido, cae otro…
La forma de construir estructuras políticas de este Gobierno es el consenso. Y lo es por la negativa, porque no domina con la coacción en primera línea sino en última instancia. Después, podemos discutir la forma de penetración (tan oszlakiano me pongo a veces): si es ideológica, si es por cooptación, si es simplemente material. Podemos discutir, ya que las fiestas alargan sobremesas, si las alianzas políticas encajan en modelos y categorías o si son una mezcla de todo eso. Yo me juego porque las relaciones del gobierno con los factores de poder territoriales son principalmente cooptativas, quitando del medio toda el desprestigio moralista de las relaciones de cooptación entendidas como un juego de presión desde arriba, y no como un proceso de intercambio mutuo donde ambos actores se ven beneficiados. Las relaciones de cooptación, creo, tienen algunas ventajas, como la solución en materia de apoyos a corto plazo y la transformación inmediata de esos apoyos en recursos –materiales pero también políticos. Como debilidad, el conflicto del campo es el ejemplo más acabado: la sola cooptación no significa un compromiso con el proyecto sino en tanto que conveniencia circunstancial, y ante la presión territorial propia la apuesta es por la supervivencia propia las próximas elecciones.
El hecho político de este año fue aquello que no sucedió: la no-utilización del elemento coercitivo de la dominación es una marca del post-2001 que ha moldeado el escenario político argentino.
MUY de acuerdo.
Otra vez?
Felices fiestas por los pagos de Olavarría. Y metale un petardo en el bolsillo a algún chacarero levantisco, si es que puede.
Slds.
Y cuántas van, amigo Contradicto?
Las plagas peronistas arrecian Olavarría, los chacareros tienen bastante con la tucura.
Saludos, buen año para todos.
Sin dudas que la no represión es un hecho positivo,un motivo de orgullo para los que acordamos con esta etapa. Sin embargo, me pregunto cómo saldrá de todo esto la tan mentada «república» de cuyo cuidado se llenan la boca los mismos que atentan contra ella. Me parece que cosas tales como las declaraciones de Carrió y las acciones sin límites de los verdaderos dueños del poder pueden traer consecuencias que van más allá de un gobierno. Desde animarse a decir a cualquiera cualquier cosa (todos vamos a tiendas y subimos a taxis), pasando por el escepticismo y cinismo tan fashion, hasta la extensión de los actos autoritarios a otros sectores de la población (esta especie de «matanza de chicos», que tantos ven con buenos ojos). Creo que la sociedad tiene tanto de que avergonzarse que dudo de que pueda verlo alguna vez.
Termino: ¿alguien tendría que decirles algo, no?
Esta bien,el gobierno supo contenerse,no reprimir,aceptar el disenso de quienes se sintieron afectados.No he visto comentarios favorables salvo este del blog,porque se sabe que los medios informativos siguen exponiendo el avance del campo y sus delanteros o de la derecha en general,y a veces uno se pregunta si el gobierno no debiera»explicarse»y mostrarse mas.Los mal intencionados pueden creer que es una muestra de debilidad.A mi me preocupa que se le haya dado a la derecha esa oportunidad de manifestarse y aun de ganar adeptos en sectores urbanos y antifeministas.Desearia un gobierno mas sabio.Porque el no-hecho pasa tambien por la omision,por lo que no se hace cuando debiera hacerse.Y,como decia don Parmenides el no ser es una forma del ser.Entonces queda flotando la duda del error,no por la no-represion,sino por el mejor manejo del asunto,por conocimiento previo,por politica agropecuaria mas consensuada,por manejo legislativo que luego fue impuesto,con el costo de Cobos mediante,que simbolizo el resultado todavia vigente,de una jugada arriesgada al mandarse con las retensiones,aun fundamentadaen laplausible redistribucion de la riqueza.