Desde que el hombre es hombre utilizó diversas sustancias, que la madre naturaleza le proveía, para alterar sus estados de conciencia.
Combinando sabores, aromas y colores aprendió, ya desde Neardenthal, a ver, oir y coger distinto bajo la influencia de preparados cuya receta era celosamente custodiada por los ancianos, los sabios, los jefes tribales, chamanes, etc.
Todas las cosmogonías abundan en referencias, casi siempre muy explícitas, al uso de estas sustancias, y – ya en tono más moralista – a las consecuencias nefastas de su abuso.
Las sociedades pre-estatales aprendieron, largo y arduo camino, a regular y dosificar la utilización de estas sustancias, generalmente por el método de controlar su producción, circulación y distribución.
El acceso a las mismas solía estar restringido a ciertos grupos etáreos (lactantes, por ejemplo); sociales (prisioneros de guerra, esclavos); o religiosos (algunas ramas sacerdotales).
El consumo, entonces, se reservaba para ciertas especiales ocasiones, pero, fuera de algunas restricciones como las citadas, era universal.
Estaba férreamente pautado, y aceptado por la fuerza del derecho consuetudinario, que en esas ocasiones era admisible, e incluso recomendable, experimentar la influencia de algún compuesto o brebaje sobre las percepciones comunes y corrientes.
¡Cuánto mito o leyenda no habrá sido pergeñado bajo el influjo de estas ingestas o aspiraciones!
El autor intelectual de los cuatro caballeros de la imagen que engalana el inicio de esta pedorra página, sin ir más lejos, escribió el Apocalipsis de un saque…
La evolución en las formas de organización social, consecuencia de los cambios en los modos de producción de la vida material introdujo al mercado como reemplazo de formas más arcaicas de redistribución de la riqueza como la reciprocidad y el intercambio, y estas sustancias no escaparon al destino común de otros productos fruto del esfuerzo humano: se mercantilizaron.
¿Porqué, entonces, debería asombrarnos que una organización social que convierte todo en mercancía dejase de hacerlo con las ante citadas sustancias, naturales o de diseño?
Desde esta página, consecuente con los postulados de la C-O-N-C-H-A y las actualizaciones doctrinarias que periódicamente emite su Comité Central ante la necesidad de prevenir desviaciones dejamos en claro nuestra posición:
- Sí al faso, no al capitalismo que todo convierte en mercancía.
- No todo se compra, no todo se vende.
- Salud, faso y Resistencia
udi, todo bien, man.
Grande, Udi!
Mi única discrepancia es con la ortografía de la palabra «coger», que debe escribirse «cojer», ya que viene de «cojones».
Jorge: No me acuerdo como se hace, ¿y usted quiere que me acuerde como se escribe?
Saludos
me queda una duda, «de un saque» ¿tiene origen en ese principio?
esta mortal eso….loko
es lo q hai……lo mejor en la vida besos