El texto que sigue iba a ser un comentario al de Escriba “La hora de los bollos”. Me salió un poquito largo, por eso lo posteo.
Sin ánimo de meter más leña al fuego quisiera hacer algunas observaciones sobre el recambio generacional propuesto por Escriba. Estuve todo el día dándole vueltas al asunto con él ánimo conturbado, porque en estas horas difíciles muchos salen a presentarse como portadores de la novedad. El Niño bien, guitarrita sonriente y el narco hablan de cambio, al igual que otros y otras impresentables y por la tarde vi toda la ciudad empapelada con afiches de Das Neves que rezan “nace la nueva Argentina desde Chubut”. El afiche deja ver que antes de sacarse la foto fue al peluquero pero oculta su voz de tenorino de ópera, gordito pero ágil en el escenario. Frente a los miserables que anuncian novedades –que se agotan en someter la democracia al mercado- emerge la legítima aspiración de las generaciones que vienen a tomar el control del sistema de decisiones. Soy un geronte sin temor a ser desplazado de su lugar porque no tengo ninguno, salvo mi laburo y mi familia. Pero no tengo poder alguno ni notoriedad ni soy dueño de una palabra escuchada. Nada me haría más feliz que ver surgir una generación que no se pierda, como varias de las anteriores y que tomara sobre sí la responsabilidad de conducir el país hacia la salida de su laberinto.
Pero, que una generación joven sustituya e incluso desplace a las anteriores es algo natural, es una ley biológica. Quiero decir, ni siquiera hay que anunciarlo. Lo que si merece una proclama son los objetivos, los propósitos, la agenda, las cuestiones centrales que esa generación va a asumir. Si esto no aparece, si sólo se trata de declamar que debe dejarse paso a una generación nueva, eso es mero yupismo.
Otro asunto: ¿se trata de una nueva generación o de de un grupo con ambición de liderazgo? Si una generación se define por la edad, bueno, existe la Cámpora, hay jóvenes en los movimientos sociales y el PRO está lleno de yupis despreciables. ¿Pueden crear un lenguaje nuevo común, una agenda compartida, una visión nueva del mundo y la Argentina de la que participen todos?
Por último, los contrastes señalados por Escriba entre personalidades distintas, se mueven, me parece, en un marco estrecho. Por ejemplo, a Aldo Ferrer se le oponen dos nombres que son pseudónimos de blog, de gente que yo al menos no conozco y que por supuesto pueden remplazarlo pero ¿porqué eliminar a Eric Calcagno y a Alfredo Zaiat?. Las palabras ya no deben ser las de Horacio González sino las de Martín Rodríguez(que, dicho sea de paso, a mi me resulta tan oscuro como Horacio) pero ¿porqué excluir a Ricardo Forster , que debe ser más joven que algunos blogueros? O hay algo más que una cuestión generacional, hay una cuestión ideológica y de formación intelectual, académica o como se llame.
Finalmente, no estoy enojado como Lucas Carrasco pero concuerdo con él: esta irrupción me parece inoportuna y del todo carente de timing político.
Escriba (Nicolás Tereschuk) y De Narvaez son dos íconos de los peligros de llevar al «grado cero» la historia política argentina