Es importante el nivel de conocimiento entre los miembros de una agrupación gremial. También lo es entre sus dirigente y las bases. Esto no tiene que ver con la participación de una militancia activa sino mas bien de un modos operandis de los sindicatos argentinos. También tiene que ver con que el sindicalismo ha estado inserto, en su mayoría, dentro de la estructura del peronismo, lo que le da un cariz político a ese conocimiento mutuo
En el prólogo del ensayo de Juan Urrutia Elejalde Aburrimiento, rebeldía y ciberturbas, David de Ugarte escribe los siguiente:
«La pregunta clave que anima este trabajo es cúando los individuos modifican sus pautas de comportamiento cambiando consigo la red social en la que actúan. Nos introduce entonces en el concepto de umbral de rebeldía, el número de miembros de mi red que deben estar dispuestos a cambiar su comportamiento para que yo mismo lo cambie. Un concepto que lleva a plantearnos cómo la densidad y estructura de las redes las hacen más o menos estables, ya que lo que influye en el comportamiento no es tanto cuantos miembros de la red estén dispuestos a «mutar», sino cuantos sé realmente que están dispuestos a hacerlo y cuantos saben bajo qué condiciones lo estoy yo. Es decir, el conocimiento común existente en la red. Llegamos entonces al paradójico resultado de que existe una relación inversa a la hora del cambio revolucionario entre unbral de rebeldía y densidad de la red: para umbrales de rebeldía bajos es tanto más fácil que la llama revolucionaria prenda, nos demuestra el profesor Urrutia siguiendo el trabajo de Chew, cuanto más fuertes sean las relaciones entre los agentes que están en red …
Basándonos en lo anterior nos preguntamos cuán bajo o alto está el umbral de rebeldía en nuestro país. Si la movilización social se produce en bases gremiales, habremos de concluir que este nivel es bajo. Solo basta repasar los acontecimientos que tuvieron como protagonista al campo para entender cuán bajos son.
Profundizando este análisis nos preguntamos ahora: ¿Puede un componente simbólico contribuir a que ese «conocimiento» se profundice?
La respuesta es sí. Un acontecimiento simbólico, real o ficticio pero que tenga un significante conocido y que sea un disparador, puede alterar el nivel de rebeldía. Se conforma, incluso, masa crítica con solo la evocación de la memoria, especialmente la memoria del dolor, o mas precisamente el registro de la violencia.
En este post de MEC en Artepolítica se hablaba de ese significante. La eficiencia de la muerte como movilizador del umbral de rebeldía en la Argentina ya ha sido probada. MEC titula el post «Nombrar lo que no debe ser nombrado» algo así como un conjuro maldito que se llevó puesto a Duhalde, a De la Rúa, terminó con las aspiraciones de Sobisch.
Magistralmente a partir de una acertada política sobre derechos humanos, los Kirchener han sabido manejar ese maldito conjuro que convoca al dolor. Dolor unificador, dolor conocido, dolor registrado, dolor aglutinador del pueblo argentino.
Si a ese registro del dolor le sumamos el componente Fuerzas Armadas, el significante adquiere otra dimensión. Una muerte pasional, una muerte por un robo o por la efedrina tiene el morboso atractivo de la muerte. Una muerte, o la burda parodia de ella, actuada por las fuerzas de seguridad dispara un universo simbólico unificador de la identidad argentina.
La representacion de la muerte a través de la violencia es una de las pocas cosas que nos provoca a actuar como pueblo unido. La muerte, o sus infinitas formas de representación, es casi el único estimulo de acción política de nuestro pueblo. El libro de Reato, en este sentido es una hecho político, es tirarle un muerto al limpio placard de los Kirchner. Hoy nadie se aguanta un muerto en el placard.
Por último, la represión violenta de Mauricio Macri a la movilización docente tiene correlatos impredecibles. Por lo pronto da muestra que Mauricio no está a la altura de las circunstancias. Es incapaz de resolver un mínimo planteo gremial. Insistentemente culpa al gobierno nacional de sus propias ineficiencias, ayer ante el mínimo problema, manda a reprimir, evocando todos los conjuros de la muerte en la misma plaza donde cayeron los que sacaron a De la Rua, provocándole el dolor al mismo gremio docente que de Fuentealba.
Inexplicablemente bajó el nivel de rebeldía a un piso insoportable para cualquier dirigente político y tarde o temprano se tendrá que ir.
Ya no importa que sean los taxistas, los docentes, los estudiantes secundarios, sabemos que Mauricio no maneja ninguna de las situaciones y sobre todo pone en crisis los niveles de rebeldía ya de por sí sensibles y bajos.
Dice MEC «Que yo recuerde, desde 1983 hasta aquí nadie ha profetizado o invocado la muerte (real, empírica, física) de un adversario de manera directa y repetida, como lo ha hecho y continúa haciendo Elisa Carrió.» Los resultados de esa práctica abusiva e innecesaria son explorados por Artemio en este post. El que le sigue cuesta abajo en la rodada es el piola de Mauri.
Lo que no me queda claro es por qué los dirigentes políticos argentinos echan por la borda todo el capital político que tanto les ha costado conseguir por cometer el solo error imperdonable por el cada vez mas exigente electorado argentino
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¿Quienes echaron a Alfonsín y a De La Rua? El Justicialismo debe comprender que no dejar gobernar a nadie no les conviene a ellos, a la clase política ni al país.