La argumentación de Alcadio Oña suele tener un problema. Confusiones, que no le permiten a quien emite las críticas reparar en la contradictoria naturaleza de algunas de sus afirmaciones.
Cuando se busca atenuar los méritos de la administración kirchnerista para mantener a la economía en un ritmo de crecimiento elevado e inédito en la historia argentina, se echa mano al latiguillo del «viento de cola». En su nota Alcadio lo resume bien, como la situación (también inédita, por la cantidad de tiempo de permanencia del fenómeno) de que la Argentina cuente con términos de intercambio favorables.
Decir esto implica reconocer el sesgo de la economía argentina a contar con una competitividad extraordinaria en la producción de materias primas agrícolas. Producto de las extensiones de tierra fértil, con clima propicio, que permiten que la aplicación de tecnología de punta y la puesta en marcha de proyectos con características organizativas novedosas, le hagan ganar eficiencia decisiva.
Entonces reconocemos, de base, que nos especializamos en la producción de esos commodities, y que tenemos un diferencial negativo de competitividad en otras actividades. Es consecuencia de una dotación natural de recursos. Las ventajas comparativas famosas.
Reformular este esquema «natural» requiere arduo trabajo. Esfuerzo.
Ahora bien, unos renglones más abajo y como forma de señalar algunos de los problemas de la Argentina, el mismo tipo que sobrevaloró el «viento de cola» y los términos de intercambio favorables, nos dice que la economía argentina depende en demasía de las divisas generadas por el complejo sojero.
La verdad es que ambos elementos de la exposición de Oña son en realidad uno. El mismo.
Argentina depende demasiado de lo que genera el complejo sojero justamente como consecuencia de que cuenta con términos de intercambio favorables que le apuntalan la producción de las materias primas para con la cual cuenta con ventajas competitivas extraordinarias.
Corregir este sesgo ha sido casi una obsesión de la administración kirchnerista (cosa que no implica hacer desaparecer al campo, sino simplemente integrarlo a un aparato productivo más diverso y complejo, sin dependencias sectoriales que les permita a determinados actores ejercer un poder de veto de facto).
Decíamos: el kirchnerismo se propuso la corrección de ese sesgo original. Ya sea gravando la exportación de soja (cosa que innegablemente desincentiva su producción, tal como argumentaban los detractores de la 125 durante el conflicto por la misma), ya sea fomentando la sustitución de importaciones y las exportaciones no tradicionales (con fortuna dispar). No vamos a abundar con ejemplos de esto, salvo que se nos lo pida.
Grandes resultados ha obtenido la administración kirchnerista a la hora de aprovechar las bondades financieras del viento de cola. Y grandes esfuerzos ha puesto en atenuar las negatividades productivas que surgen del mismo viento, que para la expectativa de diversificar y complejizar el aparato productivo, más que viento de cola es un huracán. Arrasador.
En definitiva, no puede hablarse de suerte frente a las consecuencias favorables y de impericia frente a las consecuencias indeseadas de un mismo fenómeno.
Usando una metáfora con reminiscencias futboleras, seguir la argumentación de Alcadio es correr el riesgo que corría aquel zaguero al que si se le ponía una media de cada color se cagaba a patadas él mismo.
Estamos de acuerdo en casi todo.
Hace muchas décadas que oigo decir «con dos buenas cosechas nos salvamos». Desde mucho antes del boom de la soja.
O sea, la producción primaria es nuestra bendición, y también nuestro mayor freno a los desarrollos industriales y tecnológicos alternativos y/o complementarios.
Nuestra discrepancia está en los (al menos declamados) afanes industrialistas del oficialismo, que van de la mano de un dolar muy bajo por la persistente inflación en ídem. El famoso «costo argentino»
Conozco muy bien el tema porque en la organización en la que trabajo producimos bienes que compiten con similares importados. Nuestra «salvación» fue gracias a la misma grave situación ocurrida durante la última parte de la época menemista: tuvimos que crear nuevas actividades fuera de la industrial para sobrevivir. Es lo mismo que nos permite seguir trabajando ahora, en que la producción industrial local (a menos en tecnología) es inviable.
¿Deberíamos agradecer a Menem el situarnos entre la espada y la pared para hacernos más creativos? Si fuese por eso, él se anticipó a Cristina.
David: «Nuestra discrepancia está en los (al menos declamados) afanes industrialistas del oficialismo, que van de la mano de un dolar muy bajo por la persistente inflación en ídem. El famoso “costo argentino”»
Veo que te manejás con el día a día. Los 7 años anteriores, que el Gobierno tenía que soplarle el culo al dólar para que no se cayera ¿A quién se lo vas a agradecer?
Así es: me manejo en el día a día como emprendedor desde hace 37 años.
Mis mayores agradecimientos resultaron ser para el Rodrigazo y el Menemato. (Lo que no te mata, te fortalece).
Si debiera «agradecer» a algún otro, creo que ya me agarraría demasiado cansado… Recemos…
No contestás cómo te favoreció que durante AÑOS todos los argentinos hayamos sobrepagado el valor del dólar para que a vos te lleguen más pesos por dólar.
Si querés negar todo, te dejo ésta: «El agua no moja».
Que te mejores.
Hasta el 2004, el Estado solo quería recomponer alguna reserva, y le costaba mucho hacerlo sin hacer subir mucho al dolar. El tema compra de dòlares para absorber los dolares de exportaciones solo fue en 2005 (un poco) 2006 y 2007. Desde 2008 venimos con las mismas reservas asì que la intervención del central fue neutra en ese aspecto.
Solo 3 años en que se emitió para comprar dólares y que no bajen.
Bueno, me das la razón entonces. Años.
Agrego: ¿A quién deberías agradecerle que el Gobierno mantenga el poder adquisitivo via subsidios al transporte, a la electricidad, etc?
Porque te aclaro que si esos subsidios desaparecieran y tus empleados tuvieran que pagar las tarifas planas, está claro que no te van a pedir un 25% de aumento sino un 100.
Ergo, via indirecta, vos tenés que pagar menos salario que el que deberías pagar si esos subsidios desaparecieran ¿O no?
No. Nuestro sector llamado «PYMES» no tienen ninguna intervención en las paritarias. Por lo que los aumentos no tienen nada que ver con las posibilidades de cada empresa, sino que vienen ya definidos y deben cumplirse.
Aquí somos muy antiguos: el colaborador valioso gana más que el que solo recibe los aumentos obligatorios.
Sarasa. Vos te quedás mínimo con una luca por cada salario que pagás, y es el que el Estado evita que le saquen a tu empleado retribuyendo a un tercero.
No, Eduardo: 70 empleados a 1 luca por cabeza no me alcanza.
Mi mujer quiere Louis Vuitton, hermano. ¿De qué me disfrazo si no puedo cumplir con ella?
¿que es eso de que la»produccion industrial local es inviable»?…
En dos años se duplicaron los costos de producción en dólares. Los productos importados no se encarecieron en dólares, en algunos casos disminuyeron. La competencia es así imposible. Eso es producción local inviable.
No hay tales «ventajas competitivas extraordinarias» en el agro. Lo que hay es un gran sobrante de superficie apta para la agricultura en relación con el número de ahbitantes. Eso obliga a tener un mínimo nivel de eficiencia que permita exportar, o dejarlas ociosas. La única ventaja competitiva, comparando con otros países, es que hay un tamaño medio de explotaciones tal que permite mantener una empresa aún con baja renta por hectárea, y eso lo compartinmos en general con los otros países exportadores.
Nunca me convenció el argumento de Diamand. La productividad del agro va de muy mala a muy buena, y la de la industria también.Llevando la teoría al extremo, una vez eliminado el agro, habría que castigar a la industria exportadora más competitiva, para que sobreviva la menos competitiva. Por ejmplo poner impuestos a la exportación de acero para proteger la industria textil.
nadie pretende eliminar el agro. es más, se vienen superando records de producción.
tampoco cabe el término «castigar» a la hora de hablar de retenciones o impuestos.
Si el argumento es que las actividades más competitivas generan demasiadas divisas y obstaculizan alcanzar el tipo de cambio (bajar los slarios en dólares) que necesitan las actividades menos competitivas, y hay de las dos clases en el sector agropecuario y la industria, tenés que ahorcarlas lo suficiente como para que reduzcan su actividad. Sino es un tema meramente impositivo.
En cuanto a impuestos (retenciones incluídas), deben verse como un castigo cuando son discriminatorias, o sea que para igual nivel de ganancia o de capital tienen una tasa distinta.
Por eso dije llevando las cosas a un extremo. Porque esta teoría supone que las actividades menos competitivas se perjudican porque las más competitivas (sean ambas agropecuarias o industriales) generan demasiados dólares, así que hay que aplastarlas para que generen menos.
esa no es la idea. no es «aplastar». es redireccionar recursos a través de la intervención del estado.
taxar a las industrias más rentables no significa que se las quiera fundir, desfinanciar. es como mucho redireccionar ciertas rentas hacia otros sectores.
si la idea no es «aplastar» explicame carne y frigoríficos.
Cómo hacés para que te generen menos dólares si no las aplastás? Sino es así, no es la teoría de Diamand que le gusta a Mariano, es solo recaudación.
creo que soy claro. nadie pretende destruir esas actividades, sino tan solo taxarlas, tomar rentas y redirigirlas.
al mismo tiempo que se obtienen recursos económicos para el estado, se achica la brecha de rentabilidad con otras actividades fomentando la diversidad productiva.
podrías decir que no es «moralmente justo», pero no que se pretende destruir un sector empresario.
No existe tampoco esa brecha de rentabilidad, y es una actividad menos concentrada que la industria. También «taxarías» las industrias más eficientes para diversificar?
la rentabilidad del agro no está determinada por la eficiencia empresaria. sino más bien por ciertas condiciones fundamentales que trascienden al productor: precio de los productos agrarios, relación peso-dólar (con tipo de cambio favorable a la exportación), características de suelo y clima.
sí, yo taxaría a todo rubro que se beneficie de cualquier política cambiaria que facilite la colocación de productos en el exterior, siempre y cuando, como te digo, se trate de tomar una porción de ganancias que no implique «destruir» a las empresas.
«Llevando la teoría al extremo, una vez eliminado el agro, habría que castigar a la industria exportadora más competitiva, para que sobreviva la menos competitiva. Por ejmplo poner impuestos a la exportación de acero para proteger la industria textil.»
Ahora parece que están pidiendo eso
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-5006-2011-02-27.html
«Matías Kulfas, sugiere la necesidad de replantear ese modelo de dos sectores (agro, industria), en función al desarrollo alcanzado por la industria productora de insumos de uso difundido (acero, aluminio, petroquímicos). Esa rama oligopólica tiene elevados grados de competitividad internacional (…) En tal sentido, la respuesta de los tipos de cambio múltiples deben adecuarse al modelo de tres sectores, a diferencia de lo ocurrido en los últimos años en que se fijaron dos tipos de cambio efectivos: uno para el agro, con elevadas retenciones a las exportaciones, y otro para el sector industrial en su conjunto, con una tasa única y reducida.»
Perón castigó el agro toda su primera presidencia -porque era la «gallina de los huevos de oro» (vendiéndole materias primas a los aliados y a Alemania para la reconstrucción). Lo que pasó luego, fue mala cosecha, pésima previsión (Perón y su famosa tercera guerra mundial que nunca se dio donde vendería materias primas a precio oro de especulador), y bajos precios internacionales debido a que Europa había desarrollado un plan para autoabastecerse en alimentos. Conclusión, la segunda presidencia sufrió la cuasi destrucción del agro y Perón tuvo que darles dinero para sobrevivir -el mismo que le había quitado cuando podría haberse expandido y mejorado.
Así que las propuestas de «DES» no sirven para nada. Ni desindustrializar a lo Menem, ni pretender desarmar el complejo agroexportador. Lo obvio es que junto al campo se levante la industria. Pero hay demasiados cerebritos a los cuales la única idea industrialista (¿?) que se les cae es sacarle toda la ganancia al campo para dársela a una industria prebendaria de amigos y anti-competitiva, cuyo único lema es «vendo al triple de costo en un mercado cautivo y apenas se pudra todo cierro el bulo e IMPORTO TODO DE CHINA». Se podría empezar con el desarrollo de la educación técnica por ejemplo, el apoyo REAL a PYMES -y no los créditos para unos pocos acomodados como se da hoy y se dio siempre, y un verdadero apoyo a la exportación como se da en otros países.
Sobre el tema IAPI, en este post estan los efectos: http://patriachacarera.blogspot.com/2009/03/iapi-no-gracias.html
Sobre el tema del IAPI, variada y reconocida bibliografia desmienten que la caida en la produccion agricola se haya debido a la accion del IAPI. El error sucede al tomar solamente los cultivos tradicionales (trigo, maiz y lino) que en general representaban casi el 90% de la produccion agricola. Pero sucede en esos diez años hubo crecimiento de nuevos cultivos (como el algodon) que estaban destinados a la industria (que crecio induscutiblemente en este periodo) y a la ganaderia. La produccion agricola total solo disminuyo un 6% si se toman a todos los cultivos, una cifra que no es para nada catastrofica, si se considera que muchas hectareas pasaron de la agricultura a la ganaderia. Esto lo afirma, por ejemplo, Pablo Gerchunof y Lucas Llach en su libro «El ciclo de la ilusion al desencanto».
El algodòn u otros cultivos en el norte no alcanzaron a compensar el hecho de que en grandes àreas de la pampa hùmeda se dejò de sembrar. No es, como engañosamente sugiere Pablo, que se reemplazò en la misma àrea trigo por algodòn. Por supuesto la tierra en general no queda ociosa, la ganaderìa extensiva puede ocupar lo que se deja de sembrar.
La ganaderìa tambien ocupò el espacio de los equinos que dejaon de usarse para la siembra, y esa fue una limitante cuando se quiso volver a incrementar la siembra una vez extirpado el IAPI, porque la venta de tractores no era lo suficientemente importante para reemplazar los caballos perdidos en esa època.