La Legislatura no es un escribano público que constata un hecho (por el caso, el rol preponderante de Tinelli como ícono cultural, innegable), sino uno de los tres poderes, y cuando otorga un premio lo hace en un rol ejemplar, marcando un modelo a seguir. Eso es lo que se critica (o lo que debería criticarse), y no otra cosa.
Su premio Tinelli lo recibe todos los días: es su éxito y lo que éste le granjeó. Pero el producto con el que lo consiguió transmite valores de mierda, como la explotación de la mujer como objeto y la burla al diferente, al «no estándar» (si tenés amigos orientales, preguntales que efecto tuvo en su vida cotidiana el «¡ponja, ponja!» de Tinelli).
Que la Legislatura lo ponga como modelo es una verdadera, auténtica y genuina cagada. Después, individualmente, que cada uno consuma lo que quiera.