Cuando se hace luz sobre una demanda social mayoritaria que venía signada por la oscuridad, existen dos posibilidades. La buena es la puesta en agenda de un tema que no era contemplado. La mala es la posible sobreestimación respecto de los posibles efectos que la adopción de la medida pueda proveer.
Esa lógica atraviesa por igual la ya célebre discusión por la ley de servicios de comunicación audiovisuales, y el más reciente anuncio de CFK de universalizar las asignaciones familiares. Saludables avances haber dado los debates, pero cautelosos futuros. Son, ambas cuestiones, nada menos, pero nada más, que herramientas, puntos de partida de recorridos que claman por mayor frondosidad.