Estar ahí, hoy

Para poder escribir primero hay que ubicar desde dónde es que uno escribe. Hace cuarenta años, algunos muchachos franceses habían decidido escribir, ya sea con la voz y los megáfonos o con las barricadas y las calles. Los que escribían en ese entonces habían decidido hacerlo. Decidido. Había una decisión.

Hoy escribimos porque también hay una decisión. Y digo escribimos porque somos plural, aun cuando es una pluralidad unimembre.

La decisión política está tomada.

Estar ahí hoy

Transitar el camino que nos ubicó donde estamos ahora significó pararse enfrente para mirarnos y volver a decidir la senda. Significó suspender la pregunta por la política y ser obsesivos en esa suspensión. A pesar del camino, la decisión de preguntar, cuestionar a la política por ser política siempre fue el primer paso.

Estar en el ambiente donde la política parece hacerse, o mejor dicho donde parece que los políticos hacen política (porque si hay algo que caracteriza a la política es que no se hace sola), significa no hacer política. Cuanto uno mas se acerca a los movimientos estudiantiles de izquierda, a los nuevos partidos de derecha, o al engendro que decidió ser peronismo, uno mas se aleja de algo que pueda parecer político. Hay que entender que eso está agotado. Se acabó. Y ahí es donde yace la gran cuestión. Aceptar. Aceptar que eso no es política, eso es gestión. Una maquina cuyas palancas solo se destraban cuando las agarra el que esta indicado para hacerlo. O, lo que es lo mismo, que solo comandan lo que los “determinados” disponen.

Pero cuando todo se acabó, lo que queda es blanco. O negro. No tiene importancia. Al fin y al cabo lo que queda es un vacío.

Solamente podemos llegar a eso si partimos de la premisa de que vivimos en el instante en que la nada, para convertirse en nada, cree ser algo. Lo que permite esto es habilitarnos a crear experiencias. Generar acontecimientos políticos (o al menos las condiciones para que estos existan) que no solo satisfagan determinados objetivos materiales sino que evidencien un hacer político. En aquel proceso de evidenciar se encuentra la potencia que dispara otros haceres.

Existe una especie de mandato que indica lo que hay que hacer. Es una indicación que viene de arriba y que nos insta a obrar de determinada manera. Según ella, para “entrar” en la política uno debe participar en un partido político, de una ONG, o un movimiento político o sindical similar, que como característica común todos tienen un anclaje en el estado por medio de la “personería”, ya sea jurídica o gremial. Esto implica, no solo que la política dejo de suceder en el estado, sino que aun fuera de él también esta regulada y condicionada por él. Independientemente de las particularidades de la injerencia estatal en el modo de participación política, lo que realmente esta presente en el intento de involucrarse en lo que parece ser la política es la presencia misma del estado. Presencia que anula una decisión y que es la confirmación de un hacer renegado. Renegarse a hacer política.

El capitalismo tiende a simplificarse y, en la simplificación, a explicitarse. El fetichismo se hace evidente y la necesidad de idiotez mas imperiosa. En la estaticidad de la idiotez nos reclama como ermitaños. “Cuanto menos hagamos, mejores hombres seremos” es quizás la premisa básica del capitalismo. Un no hacer que no es la repetición de acción estipulada sino no hacer, no construir espacio. No darle lugar a la quietud e interrogarse sobre esa imposición es resistir al capitalismo. Y, por ultimo, concentrarse en el hacer, en la construcción de espacio (a partir de la necesaria interrogación y suspensión), es, no enfrentarlo ni desafiarlo, sino ignorarlo sabiendo que existe. Pararse enfrente de lo que “hay” que hacer, una vez más.