A ese que levantó la voz en los momentos duros, cuando la cosa estaba jodida. Momentos en donde te mataban, te desaparecían.
A ese que nos enseñó que el Movimiento Obrero tenía que tener “unidad de concepción y acción monolítica para aventar para siempre a los interesados en convertir al sindicalismo nacional en un monstruo de cien cabezas con un cuerpo desmembrado, raquítico e inmóvil”.
A ese que no es recordado como el “padre de la democracia”, ni que cuando falleció salió por cadena nacional.
A ese, los hijos de la democracia le debemos mucho, ya que si él no hubiese existido, esa dictadura que iba “a por todos” estaría en pié y quizás hoy, yo no estaría escribiendo estas palabras.
Por eso a vós, Saúl querido, te quería dar las gracias. Si hoy festejamos es porque pusiste el pecho por todos.
Feliz día che, donde quiera que estés.
Justo recuerdo.