El otro día estaba cruzando Bulnes rumbo al maravilloso mundo de los que hacemos Yoga para estar bien, cuando me crucé con mi analista o en rigor de la verdad ex-analista o siendo ya sincera analista en impasse. Me sorprendí, realmente no tuve que fingir como cuando me encuentro con vos o con vos, de verla siempre tan bien. Hola Helena ¿cómo estás?, me preguntó. Bien, le dije. ¿Bien?. Vuelvo todos los miércoles a las 19:30 horas. El vicio del yo.
Ayer me levanté temprano y salí a la calle a comprar pan. Completamente irrelevante, lo sé, pero es lo que hice. A los pocos metros me encontré con una foto que es mi foto. El vestidito blanco y las manos unidas, con el lazo en el pelo lacio y las medias blancas con remate de puntillas y zapatos aún más inmaculados, el rosario, el rosario también infaltable, protector. Me acuerdo de esa fiesta de la comunión, los preparativos, la iglesia, los años de la crianza católica, vivir todo el tiempo pensando que no había otra vida que no fuera esa. La iglesia, las aulas, los patios gigantes, la cancha de tenis, el natatorio, el comedor, el doble horario, aprender a rezar en inglés, piano obligatorio, la primera vez que escuché libertinaje vino de mi profesora de música. Los bailes con la marina, que momento. No me olvido de esas cosas. Seguí caminando, me pregunté porque mis padres no me sacaron del colegio católico de prestigio que ostentaba un cadáver en el fondo de la pileta en donde aprendí no solo a nadar, aprendi a competir con el entrenamiento brutal cotidiano, verano o invierno lo mismo daba, rasgo que permanece en mi hasta el día de hoy.
A quince años de todo eso no veo grandes diferencias con la educación laica. Ayer Johnny me llamo para decirme, vení conmigo el 14. Hoy me levanté enferma así que Johnny ira solo. Pero eso es algo que no sabe porque es algo que aún no sucedió. Lo veo poco y siempre me desorienta. A veces Johnny es Drag, se draguea como quién dice. Viene a casa como si todavía existieran esos lugares a dónde ibamos felices, viene a casa como si el tiempo no fuera la gran verdad que es. Viene a casa y me usa la ropa, que bueno que hiciste natación y quedastre grandota, me entra todo, me dice. Que hijo de puta ¿no?. Pero Jhonny es así no es un tipo sensible a lo que considera debilidades femeninas y la verdad yo tampoco o al menos ya no o la verdad es que no me importa es que no encuentro manera de arrancarme los huesos, las costillas y todo aquello que es sostén fundamental de lo que soy. Me prestas esto, me dice. No, le contesto. Por qué, me dice. No lo estrené, le digo, es nuevo lo compré para tocar. Para tocar pijas, me dice. Larga una carcajada profunda que le revienta en la garganta. No te enojes neni, me dice. No me enojo le digo, no me enojo. Hoy no es un buen día, me dice. No sé, le digo. Para qué te compraste este vestido, pero que sea la verdad. Johnny tiene un fusil. Para ir a un bar que me gusta a tomar un trago, le digo. Sola, me apura. No, le digo. Ayer soñé con eso, ayer soñé con ese bar y un punto en la historia en donde todo era posible. Queres que vayamos juntos neni, me dice Jhonny. Si, le digo. No me chupo ninguna pija en el baño, me dice. Me largo a llorar al mismo tiempo que me largo a reir y le digo, yo tampoco Johnny, yo tampoco.
Hay mucho hetero de visita acá ultimamente, me dice Candy. Desde siempre, le digo. Vos venís a buscar heteros acá, me pregunta mientras se pone en puntas de pie para estudiar a un grupo de chicos con anteojos y jeans marca once, como dice Candy, que viva el once. No, eso se terminó en el ´99 para mi. Quiero fumar, siempre quiero fumar cuando estoy por entrar en pánico. Me voy a dar una vuelta me dice Candy y se va. No entiendo como toleré este lugar espantoso durante tantos viernes y muchos sábados, tampoco entiendo como me metí a mi misma en uso completo de mis facultades en esos privados en dónde te iluminaban con linternas para decirte game over. Pero cuando tenes 19 años haces cualquier cosa, ahora diez años después estoy en este antro espantoso solo por solidarite. Miro a mi alrededor es siempre la misma fiesta, por suerte esta noche no hay espuma, la misma canilla libre, el mismo túnel, los baños están donde van a estar siempre y no quiero subir a escuchar ritmos latinos. Acá en este sillón con una pareja dandonse un revolcón a mi lado estoy bien. Mientras no sea más que eso estoy bien. Hay gente subida a un parlante, acá vi a Laura Miller. No miento, pero no fue en el ´99 fue en el 2000. Laura Miller live. Una vez sobre el final trágico de la noche conocí a un pibe que estudiaba medicina, vivía en Lanús y citaba a Nieztche a las 4 de la mañana. Me anotó su teléfono detrás de una tarjeta que decía «domingos gratis». Lo llamé varias semanas después, lo ví un par de veces en el mismo lugar, no recuerdo con exactitud su rostro. Candy de la mano de un heterosexual perfecto, no por hermoso solo por prototipo de lo que un heterosexual es, sube a los mismos privados donde subí yo. La veo ir, me alegro por ella. Me acerco a la barra para pedir una coca cola con hielo. No tomo alcohol, no consumo drogas, no me lleva el vicio. Es temprano, pienso si el Codo todavía existe. Fui pocas veces, lo bien que hice. Me dan un vaso de plastico, de esos que al quebrarse pueden cortar la carne. Suena Daft Punk pero esta vez no hay lluvia de papelitos plateados. Sigo girando, no pasa nada. Cerca de la entrada hay un cumpleaños, es increíble pero veo pasar una torta con dos números. 3+8. Que sople la vela, gritan. Felicidades. Bajo de una el líquido, pensando a tu salud y de los tuyos. Circulo, mirando, no estoy de caza. Alguien me agarra de la mano, es todo tan viejo que ni me interesa jugar a nada. No me interesa. Me siento en una grada, rodeada de chicos solos que miran sus celulares una y otra vez. Miran sus celulares, miran la entrada o más bien la salida. ¿Dónde esta la salida?. No sé, me quiero ir tengo razones para volver a casa. Miro el cortinado, no se mueve. Quiero ver salir a Candy, pero no pasa nada. No pasa nada. Los amigos del hetero se rien con tragos en la mano, tragos mal hechos, dulces y baratos, cerveza caliente. Le quiero preguntar al único que me despierta cierta confianza si su amigo piensa tardar mucho, pero no estamos en un hotel con turnos, mi pregunta es una estupidez abismal y no somos niñas, al menos yo no soy una niña y no tengo el atrevimiento de tomar la voluntad de mi saber por asalto, trepar, correr el cortinado y gritar como supe gritar, deja de chuparla, es tarde, quiero ir a casa, tomemos un taxi por favor.
Fuimos a tomar algo el sábado. Tomé tres taxis, me gusta ver la ciudad desde la parte de atrás de un auto, sobretodo si es por Libertador o grandes avenidas. Me gusta acostarme y ver los edificios a la inversa, los techos, las luces, el cielo. O la franja de cielo que queda libre. Me gusta pasar por los bosques de palermo, ver los árboles al revés. La naturaleza invertida, con algunas frecuencias de cemento. No me gustan los feriados, pero si caen en viernes los tolero mejor, quizás porque cualquier extensión de un jueves es mejor que la prolongación de un domingo. A la noche todo sigue igual, hace meses que todo sigue igual. Tengo celular, es una cosa tan nueva que no logro acostumbrarme. El sábado mientras caminaba por el centro, siempre me gustó caminar por el centro, recibí varios mensajes. Con varios me refiero a cuatro, tampoco soy requerida, tampoco tanto. El mejor fue el último de Candy que decía «TE GUSTA LA PIJA BANCATELA. XXX». xoxo. Besos, te quiero. Yo también.