Ilegales

Llevamos 54 años viviendo en la ilegalidad. Somos un país sin ley. Entre los muchos legados ensangrentados de la dictadura de Aramburu-Rojas, se halla el crimen de haber privado a la República Argentina de su Ley Fundamental.
La Constitución Justicialista de 1949 convirtió en reglas inalterables los derechos de los trabajadores, de las familias, de los niños y los ancianos. Fue el primer paso para la consagración del voto femenino y significó un evento político auténticamente revolucionario, que consideró a la propiedad privada como supeditada a su “función social” y a los recursos naturales como parte fundamental de la administración de la economía y de la justicia social.
Se trata de una Constitución pensada para estar al servicio del Pueblo, de sus derechos y de su futuro. Es una Constitución progresista, la primera en la historia de la humanidad que consagró los derechos del niño.
Fue promulgada un día como el de hoy, hace 60 años y fue salvajemente derrocada por la dictadura de los criminales antes nombrados en una repugnante parodia de legalidad en 1956. En esa parodia sangrienta, en la que los figurones de los partidos políticos de la derrotada Unión Democrática aullaron su venganza contra el Pueblo que no los había votado, se abolieron frenéticamente los derechos consagrados, se reconstruyó la anquilosada constitución de 1853, creada a la imagen del país oligárquico que nacía y se buscó recuperar los privilegios de clase, dejando otra vez afuera a la gran mayoría del pueblo argentino.
Fue una venganza en toda regla, tan frenética y salvaje como el mismo golpe, llamado con diabólica ironía “revolución libertadora”.
Allí estaban todos: los radicales, los socialistas, los conservadores. La izquierda sin representación parlamentaria. Todos en una danza salvaje al servicio de los intereses de la oligarquía, que soñaba con un país sin ese hecho maldito que era el peronismo.
Desde entonces, desde aquella fantochada de 1956, en la que TODA la clase política opositora, los “me opongo a todo” de aquél entonces (casi los mismos que hoy) se asoció impunemente para abolir la Constitución de la República y dejar sin ley a la Patria y sin Patria a su pueblo, nuestro país vive bajo una constitución falsa, cuyo origen espurio es imposible seguir ignorando. 54 años lleva ya esta farsa criminal. 54 años de impunidad.
Hoy, los descendientes de aquellos criminales de 1955, vuelven a alzar la cabeza contra un gobierno peronista y popular. Como cada vez que una administración busca la felicidad del pueblo por sobre los intereses de las minorías, están al acecho para DESTITUIR a las autoridades electas por el voto popular. Saben de sobra que en elecciones libres NO TIENEN OPORTUNIDAD. De ahí su avidez por llegar al poder por la ventana, enancados en la protesta espuria de los patrones agrarios, a su vez descendientes de aquella oligarquía parasitaria que ha sido el cáncer de este país.
Como alguna vez se pararon detrás de los asesinos de 1955, hoy se paran detrás de los golpistas del lock out. Los objetivos son los mismos: el país-estancia, las rentas aseguradas por ejércitos de esclavos, gente sin alma, aturdidos por el hambre, atontados por el miedo que los Medios le administran en generosas sobredosis, estupidizados por diarios y radios, por canales de televisión. Allí están todos, incluidos algunos impresentables disfrazados con la camiseta peronista, al servicio de la avaricia agrogarca. Listos para restaurar sus privilegios, ávidos de venganza contra el pueblo.
Nos debemos la restauración de la legalidad. Nuestra Patria se merece retornar a su verdadera Ley Fundamental. La Constitución Justicialista (la última legal, debido a que la reforma de 1994, fruto del espurio pacto de Olivos modificó apenas la ilegalidad de 1956) está allí esperando, tan nueva como lo fue sesenta años atrás, lista para cumplir con el servicio para el que fuera diseñada por los grandes hombres que, inspirados por Perón y Evita, la crearon con el exclusivo objeto de contribuir a la grandeza del país y a la felicidad de su pueblo.
MP