El diputado nacional y ex ministro de economía (re) presentó su libro “Diálogos sin corbata” en la Feria del Libro el pasado 5 de mayo. Los organizadores lo subestimaron: Primero le dieron una sala para 200 personas. Cuando se desbordó, pasaron a otra para 500. Mientras Kicillof se demoraba en el tránsito tuvieron que colocar otro racimo extenso de butacas.
No es la primera vez que la simbología de la corbata ingresa de lleno en el drama argentino. En el caso de este nuevo libro, la ausencia proclamada de ese elemento arcaico de vestimenta, que tiene 400 años encima, es un código de lectura: para que la economía tenga un arraigo popular es necesario que se instrumente sin la corbata, que se ejecute rompiendo las tradiciones del vestidor financiero.
Algo del componente traidor que conlleva una corbata ayudó a instalarlo Augusto Timoteo Vandor. Poco después de que Onganía se autoproclamara presidente, el líder metalúrgico estrechaba su mano en la casa de gobierno dando cierre a un nuevo convenio sectorial que terminó siendo un garrotazo a la capacidad de compra de los salarios de la UOM. Ese día, Vandor vestía una corbata idéntica a la que llevaba Rosendo García cuando fue asesinado por la espalda en La Real de Avellaneda por el mismo Vandor.
Eran dos corbatas gemelas que Norberto Imbelloni les había regalado, una a cada uno. La de García desapareció del hospital la misma noche que entró baleado y no pudo ser siquiera aportada como elemento de prueba. Vandor la lució, en cambio, junto a Onganía, rindiendo un cruel homenaje a quien lo secundaba en la conducción del gremio antes de que un proyectil le atravesara el abdomen.
Hay otro punto en esta línea de tiempo que también sitúa a las corbatas en el centro de la curva dramática. Se trata de una serie de noches frías de julio del 77 en las que la boca hambrienta del Estado militar se devoró la vida de una decena de personas. El caso quedó grabado como “la noche de las corbatas”, porque siete de los secuestrados eran abogados laboralistas de la zona de Mar del Plata, que tenían en su haber una trayectoria de militancia en el campo popular y que habían asumido la responsabilidad de las presentaciones de hábeas corpus de los trabajadores que ya estaban desaparecidos.
Los abogados fueron secuestrados en algunos casos junto a sus esposas y fueron llevados a “La Cueva”, uno de los centros clandestinos más grandes de la región, a un poco más de 10 kilómetros de Mar del Plata. Algunos de ellos lograron sobrevivir a las torturas y pudieron luego testimoniar en los juicios por la verdad.
Es un caso antagónico, claro. Las corbatas secuestradas por traicionar su estirpe, por defender al sector trabajador. Pero queda en la historia justamente como “la noche de las corbatas” porque el dato significativo es que se la jugara un rubro que habitualmente usa corbatas. Hubo muchos otros abogados desaparecidos durante la última dictadura; más de 120. Pero de todas formas es la simbología de la corbata lo que contrasta allí.
Este libro “Diálogos sin corbata”, que retoma el programa “Economía sin corbata” y recoge algunas de las entrevistas allí realizadas a Axel Kicillof (sumadas a otras como las de Dolina o la de Verbitsky), había sido presentado en octubre de 2015 en la Biblioteca Nacional y ya entonces el espacio destinado había quedado chico. Ahora fue nuevamente lanzado en una charla entre Kicillof y Paenza, en la que se habló más de política que de economía: Es que solo con una corbata bien atada al cuello puede construirse la fantasía de que es posible hablar de economía sin mencionar a la política.