Cualquiera tiene el derecho de premiar al establishment o a sus favorecedores, en la forma que crea más conveniente. Cualquiera puede transformar un acto pretendidamente cultural en un show político de oposición al gobierno nacional. Cualquiera puede utilizar (una vez más) la figura de Julio Cobos para ganar rating a expensas de los intereses populares. Cualquiera, digo, puede menear las figuras de Estela de Carlotto, Hermes Binner, Martín Sabbatella o el de los representantes del comunismo argentino en el Centro Cultural de la Cooperación, sólo para demostrar que es ‘pluralista’, democrat-oso o ladri-progresista. Cualquiera, se ve, puede valerse asimismo de un rabino tan fascista como mediático (Sergio Bergman) para captar atención interreligiosa, sin importarle que ese rabino acaba de ser corrido a huevazos por judíos indignados con su actitud (previa a encolumnarse con la oligarquía sojera) de apoyar en la AMIA a la lista cavernícola encabezada por un tipo que -juró- sólo dedicará espacio a los «genuinos», desde su asunción como titular de la entidad. Cualquiera puede premiarse a sí mismo en las figuras de los referentes más pesados de la dictadura «periodística» nacional (Saguier, de La Nación y Magnetto, de Clarín). Y darle reconocimiento al más genuino representante de las cerealeras que nos exprimen y nos roban más que Miguens y De Angeli en yunta (Gustavo Grobocopatel). Pues bien, todo se puede, y entonces los medios dan cobertura al ágape-ceremonia-demostración, celebrada (¿quién habrá dado el permiso?) en el aula magna de la Facultad de Derecho de la UBA.
Allí -hace 48 horas- se otorgaron «Diplomas al Mérito» a 100 ‘personalidades’ de las «Instituciones, Comunidad y Empresas» argentinas, escogidas por otras 20 ‘personalidades’ de igual cuño, procedencia y/o prontuario que los distinguidos homenajeados. También pudieron coronar el acto con el diploma entregado a Eduardo Buzzi (?) por el inefable Cleto (personaje que Alfredo Zitarrosa anticipó hace décadas en su «Adagio a mi país», en el verso que reza: «Dice mi padre que un cobarde puede más que mil valientes»). En fin, todo se puede. O casi todo…
Lo que no se puede, señores de la denominada «FUNDACIÓN KONEX», es otorgar premios y dar medallas a racistas y partidarios-protagonistas de un genocidio, como el señor Carlos Pedro Blaquier, voz cantante de la empresa azucarera Ledesma (para más datos, ver el post «Sarmiento racista» en Artepolítica del 10-9-08).
Bueno, acaso, sí, se puede, pero con el inevitable lastre de que algunos (o muchos, quién sabe) comiencen a preguntarse qué carajo es la bendita Fundación Konex. Y con el serio riesgo -para esa Fundación- de que el anciano Blaquier estrene su diploma en breve, declarando ante un tribunal por su complicidad en crímenes de lesa humanidad, que seguramente lo depositará hasta el final de sus días en su aposento jujeño o en su piso de Recoleta, sólo como medalla al mérito de la longevidad.
Bien. Les dije para qué lado salta el gato. Ahora, ocúpense ustedes del gato.
Si, la lista de premiados era un cambalache.
Hay varias cuestiones llamativas en estos premios:
1) Que es KONEX ? Porque hay corporaciones bancarias o multinacionales que auspician fundaciones que son claramente un apéndice institucional que fortalece su imagen en la comunidad, para no quedar reducidas a exhibirse simplemente como empresas con fines de lucro. No parece KONEX ser mucho más que su fundación y su Presidente, siempre listo para la foto.
Por otra parte me parece que el premio no pasa de una medalla o algo similar, de manera que ni siquiera representa un auxilio a más de un artista o intelectual al que no le vendría mal algún dinerillo extra.
2) Lo de Blaquier es previsible si el presidente del jurado, es el abogado Gregorio Badeni, defensor del comisario PATTI y tal vez por eso seleccionado para proponer a los galardonados.
3)Como llegan a un espacio público de la Universidad, para albergar estas ceremonias ?
Habría que escucharlo al Sr. Ovjesevich, presidente de la empresa y la fundación, brindar alguna respuesta sobre estos interrogantes.
Luisito Ovsejevich era el distribuidor de las fotocopiadoras Konex en la Argentina. Se le ocurrio la brillante idea de prestigiarse premiando a figuras con premios de plata, oro y brillantes que, claro esta, nunca contuvieron ni un gramo de esos metales o joyas, solo diplomas y trofeos de lata.
Lo notable es que el cholulismo argentino lo hizo famoso, respetable y millonario, ya que escritores, cientificos, juristas, abogados, periodistas de fuste y cientos de vanidosos van a recibir sus cpremios Konex con los que despues se qandan pavoneando.
Y pensar que de pibe era un nabo total!