La campaña de los globos de colores

Las campañas electorales sufren grandes avances cada año electoral. Desde aquellos años en los que Alfonsín sostenía que había ganado gracias a la televisión, las campañas han cambiado a un ritmo acelerado. El desarrollo tecnológico revoluciona las formas de relacionar a los candidatos con la ciudadanía.

Sin embargo algo aún se mantiene. La liturgia del acto político, del contacto directo, de la cercanía. La presencia del candidato es un hecho político en si. Hace real su propuesta en medio de las estrategias de marketing. Nuestra democracia creció desde 1983 de la mano del discurso político. Alfonsín revolucionó la comunicación. El discurso que seducía y convencía era la herramienta central de política democrática. Cargado de contenido abría las puertas a la esperanza y al cambio.

La década del noventa trajo un cambio que pareció imperceptible: el discurso simplista del “síganme”. Seguir implicó no decidir ni participar. El acto político en sí mismo se modificó: ya no se necesitaba una tribuna para el discurso político. Ya no se necesitaba siquiera el discurso político. Menem inauguró las recorridas en las que el candidato solo se mostraba y no hablaba. Las caravanas inauguraron el discurso ausente. No era importante escucharlo, sino tocarlo, verlo o sacarse una foto. El menemismo necesitó guardar en el arcón el debate y el discurso político.

De la mano del kirchnerismo el contacto entre candidato y ciudadanía volvió a cargarse de contenido político. El acto político recuperó su sentido de la mano del discurso. Sin embargo, en Buenos Aires apareció una forma de superación sutil del menemismo: el discurso centralmente antipolítico de Mauricio Macri. El que apeló al sentido común y reemplazó las ideas y las ideologías por la eficiencia. Sostenido en un diagnóstico crítico de lo que habían sido las gestiones anteriores y en un eficiente aparato de marketing, apeló al simplismo de repetir que todos los problemas tenían solución. Nunca explicando cómo.

Cuatro años después, Mauricio Macri inaugura la campaña electoral para su reelección con la forma de acto – fiesta. Evento colorido y musical en el que no se dice nada, un decorado de arenga de la antipolítica en el que el discurso político esta ausente. Un acto vacío de contenido, donde las banderitas, globos y papelitos acompañados de una música pegadiza no son el decorado de un discurso político sino el mensaje político en si.

Ya no hay nada para decir. Sin poder apelar a los problemas heredados o al sentido común, los actos políticos, esos que acercaban al candidato a la ciudadanía se han convertido, en manos del macrismo, en una fiesta de cumpleaños sin nada para festejar. El “síganme” reemplazado por el “vos sos bienvenido”.

Desestimando la política se pueden ganar elecciones, pero no se gestiona eficientemente. Desvalorizando los actos políticos como forma de comunicación entre la ciudadanía y los candidatos, se desvaloriza la participación democrática. Vaciando de contenido el debate y reemplazándolo con banderas, globos y papelitos se subestima a la ciudadanía. Y nos estamos dando cuenta.

3 comentarios en «La campaña de los globos de colores»

  1. macri solamente puede ocuparse del packaging porque no puede mostrar el contenido de sus ideas. si sincerara sus verdaderos intereses no lo votaría nadie.

  2. …el unico remedio para la antipolitica es con dosis masivas de politica. No hay otra forma, asi es como se remonto la «derrota» del 28J y asi es como debe hacerse. Por eso se necesita, aunque se sepa que se gana, salir a patear la calle mostrando que se hace politica y no globos inflados…

  3. Gran post. Claramente es como vos decís.
    Mira el Manual del PRO: http://yaesta.blogspot.com/2011/06/manual-para-militantes-del-pro.html
    Hacia el final en ese manual hacen una separación entre política moderna y antigua que resulta en una separación de ideas por un lado y gestión por otro.
    Una falsa disyuntiva propia del neoliberalismo y el neoinstitucionalismo. Una falsa disyuntiva que tiene como único objetivo apagar/ desconocer/ tergiversar el poder de la política como camino para la transformación de lo público y lo social. Y este ninguneo tiene que ver son una forma de construir poder, si se puede limitar/ quitar el poder política de la esfera del Estado, ya sabemos quiénes tendrían más poder.

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