De acá traducción de máquina
Cândido Grzybowski
Sociólogo, director del Ibase
Nada mejor para la democracia del que avenidas y calles tomadas por manifestaciones ciudadanas. Está ahí la prueba de que la calle instituye de hecho agenda pública. Lo que antes no se pensaba aconteció, los alcaldes de Río y São Paulo abaixaram la tarifa del transporte público. Más del que sus razones inmediatas, lo que importa aún es el simbolismo de marchas y lo que ellas traen de nuevo para la arena política. Más una vez cupe a la juventud sorprender y abrir el camino para que vinieran a la tona insatisfações y demandas a través de voces hasta cacofônicas, pero a su modo muy provocadoras. No me refiero al vandalismo oportunista, también presente, que siempre toma carona en tales ocasiones. El tono dominante de la disputa de sentido y de dirección de nuestro Brasil del cotidiano, determinante de las manifestaciones, es no violento, como importa que sea para ecoar hondo en la democracia.
Hablo en “estouro” de la ciudadanía para acordar que las insatisfações difusas con el rumbo del Brasil emergente, como quieren las élites empresariales y políticas, estaban represadas. Aún en 2004, escribí un artículo bajo el título de “Ciudadanía Encurralada”, publicada en la revista Democracia Viva, del Ibase. En él acordaba el riesgo para el aprofundamento continuo de la democratização duramente conquistada con el silenciamento de insatisfações y voces de la ciudadanía, en su diversidad, en el cuadro de un gobierno que, sí, dialogava, pero poco escuchaba e implementaba. Por esto la idea del encurralamento.
Mucha agua rolou desde entonces. Las políticas sociales de protección mínima para los pobres y excluidos – muy bien venidas, el propio Ibase a través de Betinho mucho luchó por ellas –, el crecimiento de la economía y la generación de empleos a los millones, el aumento del salario mínimo, la ampliación del acceso a la universidad, el crédito facilitado, entre otras medidas políticas, trajeron muchos cambios, a buen seguro ninguna. Pero ningún cambio estructural que transformara la base de un desarrollo destrutivo, concentrador de riquezas y generador de una sociedad profundamente desigual, con alarmante exclusión social. Soy de los que sistemáticamente ha afirmado que los cambios ocurridos, en el inmediato muy necesarias y saludadas, no garantizan sustentabilidade, pues dependen del crecimiento, de inclusão en el consumo más del que en los derechos de ciudadanía.
Este cuadro explica la falta de prioridad la políticas transformadores, de universalização de derechos. Facilitar la adquisición de coche propio atiende la demanda de consumo individual, pero no resuelve el problema colectivo, de masa, de la mobilidade urbana. Por señal, engarrafa las ciudades y empeora el transporte. Priorizar los estadios y el transporte hasta ellos no es universalizar derechos. Peor, gastar dinero público para obras faraónicas – después privatizadas a precio de banana, como en el Maracanã que costó a los cofres públicos R$ 1,2 bilhões ofertado para ser explorado comercialmente durante 50 años por unos 250 millones para Odebrecht y Eike Batista – y no tener dinero para otras prioridades sólo puede generar insatisfação. Festejar la adquisición de planes de salud precarios por una supuesta “nueva clase media” es no ir en la dirección de radicalizar el sentido universalizante del SUS. Finalmente, los ejemplos son muchos. Los grandes proyectos se justifican en términos de crecimiento y acumulação, pero en vez de mejorar pueden deteriorar la calidad de vida de mucha gente. Que lo digan los indígenas, los alcanzados por la mineração, los expulsos de los entornos de los nuevos estadios y removidos a la fuerza para dar lugar al “progreso”, entre tantos otros.
Como analista y activista en el sentido de radicalização de la democracia, tengo me debruçado sistemáticamente, los últimos años, en la búsqueda de las “señales” donde iría estourar el curral represado de apenas estar difuso, en las ciudades y en el campo, aflorando las contradicciones que la democracia brasileña necesita enfrentar, generando una nueva y revitalizante onda de democratização substantiva. La única certeza en mis análisis era que un día estouraria el curral. Y él estourou allá donde no se esperaba.
No voy a entrar en el análisis de las circunstancias, aún siendo abordado por periodistas del mundo entero estos días. Siempre hay una mecha, una gota d’agua. En el caso de ahora muy probablemente fue el aumento de las tarifas de transporte público en un contexto de visible deterioração de su calidad. Pero no descarto el desprecio de las manifestaciones callejeras por las autoridades políticas en el primer momento. Peor aún, fue la acción atabalhoada y definitivamente anticidadã de la Policía Militar, de verdadera intolerancia con la voz de las calles, que sólo hizo irradiar solidaridad y movilización en torno a la juventud insatisfeita. Finalmente, aún venido de jóvenes considerados desorganizados e inexperientes, la elección del contexto de la Copa de las Confederações fue el escenario que faltaba para dar visibilidad a un gesto de la ciudadanía tan profundamente crítico a la instancias representativas y a los políticos electos. Finalmente una novedad, no específicamente nuestra, pero real y fuerte entre nosotros también, el uso de las nuevas tecnologías y de las redes como arma de acción política democrática.
Saludo las manifestaciones, pues la calle es y siempre será la cuna de la democracia. En la historia, es en la calle que se gestam las luchas que acaban no sólo alcanzando el centro político, pero alternando la arena y la agenda de la lucha, obligando a todos los sujetos políticos a hacer una profunda revisión de sus propuestas y prácticas. Reafirmo categóricamente que, en las democracias, sólo la ciudadanía movilizada ha poder instituinte y constituinte. No importa que ciudadanía aparezca y actúe en forma de confusión. Es decir de su essência. La ciudadanía apunta y estoura las contradicciones. Quién debe decantar los mensajes es el debate público. Quién debe resolver las contradicciones es la lucha política democrática. Soluciones? Imprevisíveis, como las propias manifestaciones. La gente nunca sabe como y cuando comienzan, ni como y cuanto terminan. ES necesario que se forme gana política para enfrentar las contradicciones hechas públicas. Este es el secreto de la fuerza de las movilizaciones como ruptura del imaginário, de quitar las ideas del lugar en que estaban.
Finalizo diciendo que el momento es un marco en la democracia. Estamos delante de una balbúrdia que quiere ver la sociedad toda, con todas las fuerzas democráticas de este nuestro Brasil, en la tarea ciudadana de en los reavaliarmos y en los reconectarmos con la realidad social nueva que colectivamente generamos. El correcto es que por detrás de un manto utopista saludable que envuelve reivindicaciones que brotan de la calle, existe una sociedad que pulsa y quiere más y más democracia.
Digo yo y a lo mejor me equivoco, ¿no será que estos teóricos de la ciudadanía activa se estarán encandilando con las cacerolas brasileñas?. ¿La irrupción de una masa (que no es de las masas) en las calles es necesariamente un hecho positivo?.
desde el punto de vista de la»participacion»es un hecho positivo,pero muy primario…
No se puede negar que el gobierno brasileño prestó el oído y tomó el guante.
No solo se ha comprometido a mejorar distintas areas reclamadas, sino a combatir el flagelo que muchos de sus ciudadanos le reclamaban, http://www.cba24n.com.ar/content/brasil-el-senado-endurece-la-ley-anticorrupcion.
La diferencia es que acá todo reclama se minimiza, se ridiculiza o se ignora.
aca lo qe los medios hicieron es darle mucho espacio a la protesta brasileña tirandole por elevacion a nuestro gobierno,como cuando jodian con Chavez,que se les acabo.
La máquina esa traduce al portuñol, queda muy simpático. Me parece un tanto ingenua la mirada optimista de Grzybowski, que omite un necesario análisis de la composición de clase de la protesta.
Felizmente la existencia de un reclamo concreto y atendible le ha permitido al gobierno de Dilma dar respuestas adecuadas. Lamentablemente la salvaje represión de policías, que no responden al gobierno central, lleva ya cinco muertos que lamentar.